ANARTIA

Publicación del Museo de Biología de la Universidad del Zulia ISSN 1315-642X (impresa) / ISSN 2665-0347 (digital)


Anartia, 31 (diciembre 2020): 142-147



Sánchez

Francisco Javier Bisbal Enrich

(28 de enero de 1953 - 13 de julio de 2020)


Francisco Javier Bisbal Enrich (28th January 1953 - 13th July 2020)


Javier Sánchez H.


Museo de la Estación Biológica de Rancho Grande, Ministerio de Ecosocialismo, El Limón, Estado Aragua, Venezuela.

Dirección Actual: 6470 Kahuna Rd, Kapaa, Hawaii 96746, USA Correspondencia: chibchanomys@gmail.com

Recibido: 11-10-2020 / Aceptado: 01-12-2020 / En línea: 26-02-2021


Francisco nació el 28 de enero de 1953 en Navarra, pro- vincia de España. Una España que no se había recuperado de la Segunda Guerra Mundial, año en el que se firmaría el nuevo concordato y la dictadura de Francisco Franco, en pleno apogeo, entraba en su primera etapa nacionalcató- lica regulando el patrón normativo de la conducta moral, pública y privada del país. Arribó a Venezuela a finales de la década de 1950, junto con sus padres y hermanos. Ser parte de una familia de emigrantes marca profundamente su personalidad. Debido a que posiblemente nadie emigra por gusto, alguna pieza debe faltar en quienes dejan su patria, influyendo en su camino para lograr metas, satis- facciones o desarrollo personal. Francisco siempre recor- daba una niñez llena de dificultades y una juventud llena de rigores, aunque también de satisfacciones, donde toda la familia era un equipo que debía llevar adelante una vida con seguridad, salud y alimentación. Mi percepción es que Francisco tenía una considerable capacidad de adaptación a las circunstancias y mucha confianza en sí mismo; de sus narraciones concluyo que tuvo una vida universitaria rica en experiencias de las que a esa edad se disfrutan. Entre otras cosas, se involucró como militante o simpatizante de la agrupación política Causa Radical, estuvo en ma- nifestaciones y protestas callejeras de estudiantes, realizó frecuentes excursiones al cerro El Ávila (Caracas), en la Universidad Central de Venezuela fue preparador de la asignatura Biología de Vertebrados, auxiliar del Laborato- rio de Ictiología con Antonio Machado Allison, mientras desarrollaba su tesis de grado en biología bajo la tutela de

Juhani Ojasti y además, tenía una novia, Marisol Evelyn Cabrera. Una vida que muestra las satisfacciones que da el escoger la compañía de los mejores (no necesariamente Causa Radical).

Desde enero de 1980 trabajó para el Ministerio del Am- biente y de los Recursos Naturales Renovables (MARNR), en el Museo de la Estación Biológica de Rancho Grande (EBRG, en la cumbre de Rancho Grande, Parque Nacio- nal Henri Pittier). Sin embargo, nunca coincidimos en esa época porque él trabajaba de día y yo, siendo aún es- tudiante, subía a Rancho Grande una o dos veces por se- mana durante la noche, con el fin de coleccionar insectos para el Museo del Instituto de Zoología Agrícola (MIZA) de la Facultad de Agronomía de la Universidad Central de Venezuela. A partir de marzo de 1982 (y hasta diciem- bre de 1987) quien esto escribe trabajaba en el MARNR, en lo que se conocía como la Zona 10, Territorio Federal Amazonas (ahora estado Amazonas); ya conocía a Francis- co y en esa época la EBRG dependía del llamado Servicio Nacional de Fauna Silvestre del mismo ministerio. Como parte del “Proyecto Inventario de Fauna Silvestre del Terri- torio Federal Amazonas” yo debía recolectar vertebrados en Amazonas y depositar las muestras preservadas en la EBRG, pero aun teniendo un muy valioso equipo de cam- po para movilizarme y establecer campamento, el equipo de captura era deficiente (no teníamos escopetas, redes de neblina o equipos de disección). Las trampas para peque- ños mamíferos eran unas 30, de golpe o guillotina, com- pradas en el Automercado La Criolla por cinco Bolívares

Francisco Javier Bisbal Enrich (1953-2020)


cada una. El jefe del Servicio Nacional de Fauna Silvestre me facilitó una escopeta “morocha” calibre 12, a la que no le servía el cañón derecho y se le disparaba el izquierdo, una pesa de resorte marca Ohaus (creo que de dos kilogra- mos de capacidad, a la que le tuve que fabricar un sistema de palancas para poder estimar el peso de animales muy pequeños), heredé una pinza oxidada del Médico Veterina- rio Julio Cerda (quien llevaba el proyecto antes que yo) y compré una tijerita marca Schick para cortar los pelos de la nariz en la única farmacia que existía en Puerto Ayacucho.

Mi gran fortuna fue que durante la primera expedi- ción que logré organizar en Amazonas, contraté a Agus- tín Luna, el mejor cazador que yo haya conocido en este territorio, entrenado por Julio Cerda, quien recolectó dos ejemplares de Isothrix orinoci (Rodentia: Echimyidae); los dos primeros para ser depositados en la EBRG. Cuando Francisco los vio, se contentó tanto que inmediatamente me dio pinzas, tijeras, una escopeta segura y creo recordar también una red de neblina. Desde ese momento y hasta ahora, algo que siempre pude apreciar, fue que las acciones de Francisco generalmente involucraban ayudar a otros.

¡Ah!, pero no a quienes pretendían engañar al Ministerio o dañar por negligencia el patrimonio bajo su responsabi- lidad, o aquéllos dedicados a “ganar indulgencias con es- capulario ajeno”, o quienes tienen esa virtud de destruir lo logrado con tanto esfuerzo.

Según recuerdo, en 1984 el Museo de la EBRG debió ser mudado a unas instalaciones construidas con ese pro- pósito, en terrenos de la Estación de Piscicultura de El Li- món; en 1983 según Francisco. Así, habiendo ocurrido el conocido fenómeno venezolano de “lo chucuto” o hacer las cosas a medias, se mudaron las colecciones al único edi- ficio construido, de los tres planificados para ese propósi- to (nunca se construyeron los otros dos, los baños iban en uno de ellos). Francisco Bisbal y José Ochoa coordinaron esa labor – no los envidio. Pero al menos en la Estación de Piscicultura había electricidad y teléfono. Aun así, era una locura tener solamente dos aparatos de aire acondicionado de ventana para las oficinas, en un edificio de una planta, de casi 1000 m2 de construcción, techo de asbesto, a unos 530 m sobre el nivel del mar y en donde se almacenaban todas las colecciones sin equipos de refrigeración para re- gular temperatura.

Qué diversión; se fueron añadiendo unidades de venta- na, resolviendo problemas y sobrecargando todos los cir- cuitos. Con el pasar de los años se recableó todo el recinto, añadiendo más circuitos y otro tablero de electricidad y entonces todo iba bien.

En 1987 ya Francisco había terminado su maestría en la Universidad de Florida en Gainesville (EEUU), y yo pasé de la Zona 10 a la EBRG. Ahí empezó la diversión de ver a


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Figura 1. Francisco Bisbal en la colección de ornitología del Museo de la Estación Biológica de Rancho Grande (EBRG), 22 de mayo de 2007.


Francisco en acción, en el campo y en la oficina. Aun cuan- do en esa época todavía contábamos con la herencia mate- rial de la EBRG, producto de las previsiones del Licencia- do Gonzalo Medina Padilla y el equipamiento generoso de la “Venezuela Saudita”, Francisco siempre estaba detrás de algo; porque las cosas se deterioran, se rompen, se gastan. Con el pasar de los años, se fabricaron losas de cemento (que bauticé “las Bisbaldosas”; después de la primera inco- modidad, Francisco ya no se molestaba por eso) para hacer caminerías. Se sacaron todas las tuberías que llevaban agua a antiguas jaulas de lapas y picures para extender el riego de las áreas verdes, se hicieron techos y mesones con fregade- ros para taxidermia, los tan necesarios baños, garajes para los vehículos, remodelación de salones para la Colección Didáctica, infinitos cambios. Si hubo alguien inquieto, fue Francisco.

Volviendo a 1987, ocurrió el desbordamiento fluvial que quedó registrado para la historia como la “Tragedia de El Limón”. El primer sitio donde el río salió de su cauce fue

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unos 500 o 600 m aguas arriba del edificio de la EBRG y afectó todas las instalaciones en la Estación de Piscicultura ya conocida como Estación de Fauna El Limón. ¡Y como trabajamos para asegurar la integridad de las colecciones! El primer día, cuando no se podía pasar de la Alcabala El Limón de la Guardia Nacional, ya Francisco había pasa- do y llegado al Museo. Luego, todos los que trabajábamos en el Museo y la Estación formamos el mejor equipo de rescate de las instalaciones porque Francisco sacaba de de- bajo de la manga todos los “juguetes” que Gonzalo Medi- na había juntado desde 1957 (Bisbal et al. 1990). No sólo eso, sino que el deslave arrasó toda la vegetación de porte bajo y vinieron todas las malezas impensables desde par- tes intervenidas más altas en la cuenca del río El Limón. Así, el Pasto Elefante o Taiwán (Pennisetum purpureum: Poaceae) se apoderó de todo el terreno circundante, creció como en terreno recién labrado y en la estación seca los incendios de vegetación siempre amenazaron al Museo. Solución tipo Francisco: como siempre los obreros de La Estación hicieron conuco y llevaban frutas, hortalizas, gra- nos y raíces para sus casas, se fue trabajando en espiral, por

sectores vecinos al edificio del Museo y otras edificaciones, se despejaba el pasto y se sembraba conuco – ¡ahí si lo man- tenían limpio! Poco a poco se le ganó terreno al deslave y con la pericia de los hermanos José Elías y José Daniel Pérez Bora se fue reforestando toda el área circundante y hasta más. Hasta que quemando unos troncos se descubrió debajo de ellos un esqueleto humano, suponemos que de la tragedia de El Limón. Francisco tuvo que lidiar con la Policía Científica y los obreros no quisieron despejar más vegetación invasiva.

Reconstruir la colección didáctica, la biblioteca (dos veces, porque cuando el museo pasó al Servicio Autóno- mo PROFAUNA, se llevaron la primera para Caracas, y Francisco, el inquieto, formó otra), cocina, dormitorios y oficinas varias. Fue extraordinario. Durante esa crisis post- deslave incluso tuvimos oficinas temporales en las instala- ciones del Instituto Nacional de Investigaciones Agronó- micas en El Limón y hasta una parcela asignada por esa misma institución para construir oficinas y otro edificio para el museo (las autoridades del ministerio dejaron per- der esa oportunidad). Además, quienes trabajábamos di-


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Figura 2. Tomando un descanso con dos compañeros de trabajo después de una caminata en una de sus últimas salidas de campo. Francisco siempre tuvo el deseo de inventariar la fauna de vertebrados del archipiélago Los Testigos y lo logró! De izquierda a derecha: Ramón Rivero, Edward Camargo y Francisco Bisbal en Isla Iguana, Archipiélago de Los Testigos (4 de mayo de 2014). Foto: cortesía de Edward Camargo.

Francisco Javier Bisbal Enrich (1953-2020)


rectamente con el museo nos quedamos para terminar de limpiar, salvar y reactivar la EBRG.

Pero la improvisación y otros imprevistos cobran sus deudas; a principios de la década de 1990 se estableció un tendido eléctrico de alta tensión para llevar energía a la Es- tación Biológica de Rancho Grande en la cumbre homó- nima y se conectó al tendido de la Estación de Fauna. Ya avanzada esa década los transformadores de corriente eléc- trica para El Museo estaban como se dice “pidiendo cacao” (requiriendo cambio); el número de equipos de aire acon- dicionado de ventana había llegado a 22, y las líneas de transmisión de alta tensión recibían (y reciben) los rayos que “caen” en el Parque Nacional Henri Pittier. Explotó un transformador y en seguida otro. De nuevo vimos a Fran- cisco moviendo a todos los burócratas de Caracas. Siem- pre me llamó la atención como respetaban a Francisco en el Nivel Central del Ministerio. Se pudieron adquirir tres transformadores de mayor capacidad para la EBRG y otros tres para sustituir aquellos de 1958 que daban electricidad al resto de las instalaciones; se mejoró el aterramiento de todos los bancos de transformadores y se conectaron los circuitos de todas las edificaciones con cables conductores adecuados, al igual que se mejoró su aterramiento.

Hubo otras épocas de gran importancia a lo largo de esas décadas. Francisco siempre estaba pendiente de la situación de otros museos o colecciones. Muestra de ello son publicaciones como Bisbal & Sánchez (1997), Bisbal (2000), Sánchez & Bisbal (2001, 2003, 2004) y Lew et al. (2014); algunos museos o colecciones de universidades fueron entrando en crisis (económica, institucional o am- bas), situación que se hizo patente durante la preparación de esas publicaciones y la constante relación con los otros museos. Francisco ofreció al Museo de Biología de la Uni- versidad Simón Bolívar (MCNUSB) alojar en custodia en la EBRG su colección de mamíferos en crisis, y si mal no recuerdo, una colección de aves (puedo estar equivocado respecto a las aves, pero igual no hubo acogida al ofreci- miento). Al director del Museo de Ciencias Naturales de Caracas (MCNC) le ofreció ocuparse un día a la semana del mantenimiento de las colecciones, poniendo Francisco el trabajo y la EBRG alcohol y naftalina (no hubo acogida al ofrecimiento). Al director del Museo del Instituto de Zoología Agrícola Francisco Fernández Yépez (MIZA) de la Universidad Central de Venezuela le ofreció alojar en custodia las colecciones de vertebrados, moluscos y crustá- ceos en la EBRG (varias veces durante cinco años, no hubo acogida al ofrecimiento). Las colecciones de vertebrados del MIZA terminaron en la EBRG cuando el espacio físico donde estaban alojadas hizo falta para otro uso. Desafor- tunadamente, fue demasiado tarde esta respuesta, y buena parte de esa colección presentaba un grave deterioro, el cual


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Figura 3. Francisco Bisbal con Adrián Naveda, uno de sus pupi- los, en la oficina de la colección de herpetología del Museo de la Estación Biológica de Rancho Grande (EBRG), 6 de enero de 2015. Foto: Gilson A. Rivas.


estimo en una pérdida total del 40% de sus muestras. Estos fueron recurados y recatalogados con números EBRG; los moluscos y crustáceos del MIZA se donaron al Museo de Historia Natural La Salle (MHNLS). Igualmente, después de varios años de ofrecimientos, la Colección Herpetoló- gica Regional del Centro de Investigaciones en Ecología y Zonas Áridas (CIEZAH) de la Universidad Nacional Experimental Francisco de Miranda (UNEFM) y varias muestras misceláneas de pequeños mamíferos alojadas en esa institución fueron a dar a la EBRG cuando ya no había doliente, o mejor dicho, cuando la única doliente no pudo más con su mantenimiento. Igualmente fueron recatalo- gadas con números EBRG. Por último (¿?), después de la muerte del profesor Manuel Ángel González-Sponga, en 2009, igualmente le propuso a su viuda alojar sus coleccio- nes privadas de vertebrados en EBRG, y en conjunto con el MIZA, las de invertebrados (Colección Manuel Gonzá- lez-Sponga, MAGS), creo que la desconfianza no permitió

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Figura 4. Francisco Bisbal y Javier Sánchez en el Parque La Llovizna, Estado Bolívar, durante la asistencia al VII Congreso Venezolano de Ecología (Noviembre 2007). Foto: Mariana Sulbarán.


tal acción y entiendo que al menos los invertebrados están alojados en el MIZA. Algo se habló de alojar sus vertebra- dos en el MHNLS, espero así haya sido.

Todas estas acciones iban siempre acompañadas de lo conversador que era Francisco. Yo siempre he sido lento y necesito tranquilidad para concentrarme en lo que es- toy haciendo, sobre todo cuando recuraba la colección de mamíferos. Sin embargo, él siempre llegaba con ganas de conversar, con algún tema interesante o algo relativo al museo que involucraba intercambio de ideas para tomar decisiones. ¡Cómo me desesperaba! Siempre perdía el hilo de lo que estaba haciendo, pero no podía evitar prestarle atención. Eso era así tanto en el campo, como en el museo.

¡En el campo! Con Francisco se trabajaba bien en el campo, aunque poco lograba acompañarnos porque la “conserjería” de la EBRG lo mantenía atado. Aun siendo “el jefe”, se trabajaba hasta más relajado que cuando él no iba. Siempre se producían anécdotas divertidas; como por ejemplo que en zonas áridas se bañara con agua helada que sacaba del deshielo de la cava con la comida (cosa que de cierto hizo al menos durante una expedición al Cerro San- ta Ana) o se inmortalizaban historias divertidas a medida

que su oído se fue deteriorando y cuando caminaba iba espantando todo bicho en los alrededores. En una salida a la isla de Cubagua le pusieron el apodo “Tito Puente”, porque se levantaba temprano y para preparar café produ- cía un alboroto con todos los peroles de la cocina, cosa que él no escuchaba como un alboroto. “Tito Puente” volvió a tocar en la penúltima salida de campo que hicimos juntos, en la Fila de Montecano (Estado Falcón), todos los días a las 5:00 am.

El guardador de peroles. La colección de objetos que documentan físicamente la historia de la EBRG está par- cialmente a la vista en las instalaciones del museo, pero la mayoría no lo está. Como por ejemplo, las grabacio- nes de cantos de aves o las películas y diapositivas de Paul Schwartz, o los libros de visitantes desde los inicios de actividades de la Estación Biológica de Rancho Grande como museo en los años 1950. Un día, ya durante la pri- mera década del siglo 21, se presentó un funcionario de la embajada de Bélgica, con la historia de que un rey de ese país había visitado y se alojó en la Estación Biológica de Rancho Grande y se quería documentar tal hecho. Pues Francisco buscó los libros de visitantes y sí, después de algo

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de esfuerzo el funcionario descubrió que el rey había esta- do en Rancho Grande. Debe haber sido Leopoldo III (rey desde 1934 hasta julio 1951, cuando tuvo que abdicar a favor de su hijo Balduino), quien, junto a su esposa Lillian estuvo ahí durante la dirección del fundador de la Estación y Museo, Ernst Schäfer, firmando como “Rey de Bélgica”, no recuerdo que nombre dio el funcionario belga.

Y a pesar de todo el tiempo que Francisco le dedicó a la conserjería de la EBRG, le dio tiempo para: ser tutor o jurado de 31 trabajos o proyectos de trabajo de grado en pre o posgrado, llevar 28 presentaciones a congresos entre 1979 y 2009, ser autor o coautor de siete libros o capítulos de libros entre 1989 y 2014, ser autor o coautor de 31 artí- culos científicos arbitrados y siete no arbitrados en revistas entre 1980 y 2018, ser autor o coautor de 19 Informes Téc- nicos del Ministerio entre 1982 y 2016, participar en 38 seminarios, charlas, simposios o talleres entre 1981 y 2010, ser árbitro evaluador para nueve revistas científicas nacio- nales o extranjeras, mantener acreditación del Programa de Promoción al Investigador (PPI) o Programa de Estímulo a Innovadores e Investigadores (PEII) del Consejo Nacio- nal de Investigaciones Científicas y Tecnológicas (CO- NICIT) o del Fondo Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación (FONACIT) respectivamente entre 1990 y 2011, así como dedicarle tiempo responsablemente duran- te toda su vida a su familia, su esposa e hijos.

Entonces, conociendo a Francisco desde 1982, que no es una nimiedad, además de trabajar ambos codo a codo por la EBRG hasta que nos jubilaron (y hasta mucho des- pués), mientras escribo esta, me doy cuenta del cariño y aprecio que le tenía. Es con mucho dolor que recibo el ho- nor de escribir esta nota acerca de Francisco Javier Bisbal Enrich, esperando tener la satisfacción de que lo recorde- mos como la persona original, seria pero divertida, respon- sable pero flexible, con su disposición a crear, reparar, man- tener y hacer prosperar todo en su entorno. Este escrito no

puede reflejar todo lo divertido, así como toda la obra y pasión de Francisco por el Museo de la Estación Biológica de Rancho Grande; quien últimamente interrumpía sus correos electrónicos cuando nos escribíamos porque se le salían “las lágrimas escribiendo sobre la condición actual de EBRG y el país que le había dado todo”. Paz a su alma.


REFERENCIAS


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