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Tráco ilegal de fauna silvestre en las principales carreteras del noroccidente de Venezuela
Scientic Journal from the Experimental Faculty of Sciences,
at the Universidad del Zulia Volume 27 Especial N° 1, 2, Enero - Junio 2019
especies de fauna silvestre pudiesen ser más elevados
que los de un vendedor o comerciante convencional
de productos no-vivos. Caso similar al descrito
por Mancini y col (2011) [6], donde comparan las
ganancias entre pescadores de tortugas marinas
y pescadores convencionales de las costas de Baja
California Sur (México), presentando diferencias
de cientos de dólares diarios. En el territorio
venezolano el reconocimiento o estatus social que
enmarca el consumo de la carne de tortuga marina
sigue siendo el principal motivo para que los precios
sean tan elevados; además la demanda de este
producto fuera de las zonas ancestrales Wayuú,
en donde personas no-indígenas (en Wayuúnaikii
son conocidos como “Alijünas”) son los principales
compradores, es actualmente común y los precios se
pueden hasta triplicar en comparación con el precio
por kilogramo en un mercado local de la Guajira, y
donde el comprador es un miembro local (Wayuú)
[ver detalles en 11]. Se recomienda un especial
seguimiento a esta dinámica económica, ya que
ha sido registrado anteriormente el movimiento
de carne y sub-productos de tortuga marina hacia
mercados internacionales (e.g. Maicao y Riohacha,
en Colombia) por lo que el manejo de este tráco
implicaría estrategias binacionales.
Estado de conservación de las especies
comercializadas
En este estudio, el tráco ilegal de fauna en
las principales vías de la región noroccidental
de Venezuela afectó al menos a 28 especies de
animales silvestres, de ellas, el 67,8% están bajo
alguna categoría de amenaza (sea a nivel nacional
o internacional) (Tabla 2). Nuestros resultados
dieren de los obtenidos por Cáceres-Martínez y
col. (2017) [3] en cuanto a las categorías de amenaza
de las especies identicadas. Según los criterios
establecidos por la UICN, el 39,29% de las especies
identicadas están bajo la categoría vulnerable
(VU), seguido por en peligro (EN) (10.71%), peligro
crítico (CR) (3,57%) y casi amenazado (NT) (3,57%).
Estos resultados indican que la extracción de estas
especies para su tráco y comercialización ilegal
puede tener un efecto negativo a corto y mediano
plazo en las poblaciones a nivel regional y verse
reejado en los estados de conservación de estas
especies tracadas en el país y por ende parte de su
patrimonio natural [2].
Al contrastar los estados de conservación
de las especies observadas en nuestro estudio,
dentro de un ámbito nacional y caracterizado en
el LRFV, el 60,71% de las especies identicadas
están bajo alguna categoría de amenaza (Tabla
2). La mayoría de las especies documentadas se
encuentran bajo la categoría en peligro (28,57%),
seguido de la categoría vulnerable (21,43%) y en
peligro crítico (10,71%). Mientras que un número
menor de especies se encuentran categorizadas
como ‘preocupación menor”, ‘datos Insucientes’ o
‘no evaluada’ (n=12). Las tres especies registradas
que están categorizadas como en Peligro Crítico de
Extinción según el LRFV son: el Manatí (Trichechus
manatus), el Guacamayo verde (Ara militaris), y la
Tortuga carey (Eretmochelys imbricata) [8].
La extracción de algún animal silvestre de su
medio natural es una actividad que denota algún
tipo de amenaza sobre la diversidad biológica, ya
que estas especies desempeñan funciones claves en
los ecosistemas y están implicadas en incontables
procesos biológicos y ecológicos [2]. Según los
comentarios anecdóticos de los entrevistados, estos
armaron que realizan además otras actividades
que afectan a la biodiversidad, por ejemplo, la
destrucción directa del hábitat para sustraer
algún ejemplar con el n de comercializarlo. Los
vendedores de algunas de las aves y reptiles comentan
que acceden a diversos ejemplares a través del
saqueo de nidos o madrigueras, derribando árboles
y destruyendo diferentes alberges (como nidos de
termitas en las zonas de manglares) que resguardan
huevos e individuos recién eclosionados (e.j.
Serpiente Tragavenado, Boa constrictor; Iguana,
Iguana iguana; Loro vivito, Brotogeris jugularis).
Entrevistados de centros poblados alrededor de
zonas de manglar (e.j. Caimare Chico, Santa Cruz
de Mara, Tamare, Lagunillas, Bachaquero, Mene
Grande, Caja Seca, y Mene de Mauroa) destruyen
nidos de termitas (o termiteros) como una práctica
ampliamente aplicada para capturar ejemplares
juveniles de Loro Cara Sucia (Eupsittula pertinax);
estas armaciones denotan como la degradación del
hábitat es una consecuencia directa de esta actividad
en la región. Estudios previos se encuentran basa-
dos en reportes, decomisos y otros documentos
donde no se exponen las actividades de extracción
(excluyendo la cacería) y que posiblemente sean
prácticas poco estudiadas dentro del comercio ilegal
de fauna en la zona de estudio [14].
Todo lo anteriormente mencionado sugiere
que el comercio ilícito de fauna silvestre presenta
graves repercusiones para la vida silvestre
causando impactos directos sobre la biodiversidad,
reduciendo las densidades de las poblaciones
naturales resultando en una fuerte amenaza para la
sobrevivencia de sus poblaciones [25].
Potenciales factores socio-económicos
que promueven el tráco ilegal de fauna
Algunos aspectos socio-económicos que se
destacan de las localidades donde se encuentran las
rutas/vías/carreteras evaluadas, coinciden con los
reportados por Cáceres-Martínez y col. (2017) [3]