Dieta grasa y Chagas en Ratas Wistar / Sánchez y col.______________________________________________________________________________
2 de 9
INTRODUCCIÓN
Las enfermedades cardiovasculares son la principal causa de
morbilidad en el mundo. Según estimaciones recientes, se han
registrado hasta 17,9 millones de muertes cada año. Numerosos
estudios epidemiológicos han establecido que el riesgo de eventos
cardiovasculares se incrementa cuando confluyen factores
predisponentes, ya que se potencian en sus efectos [1].
La ateroesclerosis considerada una enfermedad cardiovascular
se dene como un procesos patológico multifactorial, crónico, el
cual se forma por: a) la acumulación y oxidación de las lipoproteínas
plasmáticas en el ambiente subendotelial (formación de la estría
grasa); b) activación de las células del endotelio vascular; c)
acumulación de lípidos en la pared vascular (formación de células
espumosas) y d) proliferación y migración hacia la íntima de las células
musculares, donde se ven perjudicadas desde las arterias de gran
calibre como la aorta, hasta las ramas arteriales de mediano calibre,
como las arterias coronarias, carótidas, ilíacas y femorales, con
pérdida de la elasticidad arterial, debido a los depósitos anormales
de lípidos (ateromas) y a los procesos obstructivos, lo que nalmente
ocasiona isquemia en las regiones afectadas [2, 3].
Dado que esta susceptibilidad no puede explicarse por la presencia
de factores de riesgo ateroscleróticos clásicos como hiperlipidemia,
hipertensión y tabaquismo, se han invocado factores patogénicos
especícos como virus, bacterias y protozoarios, los cuales pueden
ejercer una acción proaterogénica [4, 5, 6, 7].
Las dislipidemias son consideradas como uno de los principales
factores de riesgo aterogénicos que deben ser estudiados, así como
la valoración nutricional para una adecuada prevención [8]. Los
cambios en las concentraciones de lípidos pueden ejercer un papel
fundamental en la disfunción endotelial la cual, se ha utilizado en
forma creciente para describir no sólo alteraciones en la modulación
del tono vascular, sino también cambios en la función de barrera,
disminución de las propiedades anti-trombogénicas, alteraciones en
las capacidades angiogénicas, cambios de la modulación de la muerte,
proliferación celular, remodelación de la pared vascular y alteraciones
en la modulación de la función de monocitos y neutrólos [9].
La enfermedad de Chagas es una afección parasitaria, sistémica,
crónica, transmitida por vectores y causada por el protozoario
Trypanosoma cruzi, con una rme vinculación con aspectos socio-
económico-culturales decitarios, considerándola una enfermedad
infecciosa tropical desatendida. La enfermedad de Chagas está
distribuida en zonas endémicas de 21 países de América Latina,
pero también está presente en América del Norte, Europa, Japón y
Australia. La Organización Panamericana de la Salud (OPS) estima que
la enfermedad afecta aproximadamente a seis millones de personas,
con 30.000 casos nuevos y 14.000 muertes por año [10].
El agente etiológico T. cruzi se transmite de manera natural a
los seres humanos por las heces/orina de insectos hemípteros
hematófagos (triatominos), también puede transmitirse de una madre
infectada al feto durante el embarazo, a través de transfusiones
de sangre y/o ingestión de alimentos contaminados con heces
infectivas del vector, causando importantes lesiones irreversibles
durante la historia natural de la infección en diversos órganos de la
anatomía humana. La enfermedad de Chagas cursa en dos períodos,
uno agudo y otro crónico, que a su vez puede ser asintomático o
con complicaciones. El 25-35 % de los infectados desarrollan una
miocardiopatía que evoluciona hacia una arritmia aguda con muerte
súbita o a una insuciencia cardíaca progresiva (miocarditis y/o
miocardiopatía chagásica), mega formaciones digestivas (megacolon
y megaesófago), así como a trastornos neurológicos en el sistema
nervioso autónomo (SNA) y en la microvasculatura, con alteración
de la microcirculación y posterior miocitólisis [11].
Ambas patologías son consideradas enfermedades cardiovasculares
inamatorias, inducidas por factores predisponentes externos como el
consumo de grasas de diferente origen y por la infección causada por T.
cruzi. Diversos estudios se han desarrollados en modelos experimentales
desde roedores hasta primates y carnívoros, a n evaluar la génesis de
la enfermedad ateromatosa [6, 12, 13] y la instauración de la infección
chagásica en sus fases aguda y crónica [6, 14, 15].
Ratones (Mus musculus) y ratas (Rattus norvegicus) de diferentes
cepas, son los animales más utilizados en investigaciones biomédicas
en el laboratorio, a n de evaluar patologías como hiperlipidemias,
diabetes, hipertensión obesidad, enfermedades autoinmunes
y enfermedades cardiovasculares como la ateroesclerosis y la
enfermedad de Chagas. Los resultados de estas investigaciones,
indican que en estos biomodelos se reproducen con gran semejanza
el espectro patológico que predominan en ambas infecciones,
por lo que se sugiere considerarlos como excelentes modelos
experimentales [6, 14].
La combinación de ingestión de dietas hiperlipídicas y la inoculación
del patógeno T. cruzi han sido evaluadas en algunos modelos
experimentales. Heisler et al. [16] indujeron el sobrepeso en ratones
alimentados a base de dieta alta en grasa, observando sobrepeso,
dislipidemias y lesiones hepáticas, señalando, que este animal
de laboratorio es un buen modelo para estudios sobre obesidad,
enfermedades cardiovasculares, metabólicas y de inmunidad.
Posteriormente, Herrera et al. [17] determinaron en conejos
(Oryctolagus cuniculus) los efectos del etanol en combinación con
una dieta hipercolesterolémica y con dieta normal en la formación de
ateroesclerosis, observando alteraciones extensas, grandes áreas
de denudación endotelial, células endoteliales con tumefacción
intensa, subendotelio engrosado con células espumosas de gran
tamaño, inltrado linfocitario, bras colágenas y láminas elásticas
internas con evidencia de estar fragmentadas, comprobando así que
el etanol no posee efecto protector eciente ante la ateroesclerosis.
En este mismo orden de ideas, se destaca la opinión de otros
autores en el sentido de que, la unión de la infección chagásica
aguda y dietas ricas en grasas, inducen la génesis de la enfermedad
ateromatosa. Así, estudios llevados a cabo en ratones BAL/c y conejos
infectados con T. cruzi y sometidos a dietas ricas en colesterol,
mostraron proceso aterogénico temprano en la microvasculatura
de los animales [18, 19]. De manera que, la combinación de dichos
factores predisponentes externos implicaría un factor de riesgo sobre
aquellos individuos que las posean, puesto que ambas afectan de
manera signicativa el funcionamiento del sistema vascular. Paredes
et al. [20] señalan, si ambos factores predisponentes como son
infección por T. cruzi y el tipo de dieta afectan al sistema circulatorio
por separado, entonces: ¿podría existir una correlación entre ellos?
¿Qué tipo de grasa la produce? ¿Qué modelo animal sería el más
adecuado para investigar la compleja relación de estas patologías?
El efecto de la infección por T. cruzi sobre la aterogénesis podría
relacionarse con la inducción de una inamación persistente, la cual
causa un espectro de efectos sistémicos o subendotelial que se
maniestan por la producción de citocinas, proteínas proinamatorias,
anticuerpos y activación de leucocitos; así, como la autoinmunidad
como consecuencia de la perpetuación del parásito, dicha respuesta