Revista Cuadernos Latinoamericanos. Universidad del Zulia. Vol 32, N° 57, enero-junio, 2020, págs: 149-160.
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La Teoría General de Keynes en sus 80° aniversario: origen,
vigencia y trascendencia *
Néstor Castro Barrios **
Presentación
En mi primera semana de estudiante de economía en la Universidad del Zulia, septiembre
de 1958, entré a la incipiente Biblioteca de la Facultad de Ciencias Económicas y Sociales,
y logré tener en mis manos el libro de John Maynard Keynes (1883-1946), la Teoría General
de la Ocupación, el Interés y el Dinero, publicado en 1936, obra que causara en mi un
gran impacto por el título que lo identica, lo cual me llevó a pensar que era, sino el más
importante escrito en la ciencia económica, con toda seguridad uno de los más relevantes
(Keynes, 1958).
Lo anterior se adentró más en mi cuando leí el libro de Alvin Hansen (1887-1975) Guía de
Keynes, escrito en 1953, y observar que dicho autor calicó a esta obra entre los tres libros
más importantes escrito hasta ese momento, siendo los otros dos, La Biblia y El Capital de
Karl Marx (Hansen, 1957).
Posteriormente, asistí al Foro “El pensamiento económico y su relevancia en el mundo de
hoy”, realizado en el Banco Central de Venezuela (BCV) en el año 2001, donde escuché la
ponencia sobre la Teoría General de Robert Skidelsky (n. 1939), titulada “En el largo plazo:
¿está Keynes vivo o muerto? (Skidelsky, 2002).
Igualmente, revisé el artículo “John Maynard Keynes: en busca de una economía de la
escasez” de Alain Parguez (n. 1940), publicado en la Revista Comercio Exterior del Banco
Nacional de Comercio Exterior de México, en el cual se ubica a Keynes al mismo nivel de
Sigmund Freud (1856-1939) y Albert Einstein (1879-1955) y por lo que mi admiración por el
gran intelectual y su magna obra ascendió en grado superlativo (Parguez, 2000).
Todo ello me llevó a escribir las notas que ahora consigno como modesto homenaje a
quien revolucionara la ciencia económica. En este trabajo se presentan distintas opiniones
críticas de diversos autores sobre la Teoría General de John Maynard Keynes.
Introducción
Con toda propiedad puede considerarse a John Maynard Keynes como el fundador de la
macroeconomía, disciplina que se ocupa de la determinación de la producción y el empleo
para un momento determinado. Para llevar a cabo su contenido, se basó en las funciones
de ahorro e inversión, las cuales venían a ser para el análisis de la renta, lo que las curvas
de oferta y demanda de Alfred Marshall (1842-1924) para el análisis de los precios.
* Ponencia presentada en el Foro “La Teoría General de Keynes en sus 80° aniversario”, auspiciado por la Escuela de Economía,
Facultad de Ciencias Económicas y Sociales, Universidad del Zulia. 19 de mayo de 2016. Maracaibo, Venezuela.
** Economista (Universidad del Zulia, Venezuela). Especialización en Planicación Agrícola (Instituto Latinoamericanos de Planicación
Económica y Social, ILPES, Chile). Maestría en Desarrollo Económico (Escolatina, Universidad de Chile, Chile). Profesor Emérito de
la Escuela de Economía de la Facultad de Ciencias Económicas y Sociales (Universidad del Zulia). Investigador-Fundador del Centro
Experimental de Estudios Latinoamericanos “Dr. Gastón Parra Luzardo” (CEELA, Vice Rectorado académico, Universidad del Zulia).
Miembro de Número de la Academia de Ciencias Económicas del estado Zulia, Maracaibo, Venezuela. Correo: nestorcastrobarrios@
hotmail.com.
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Según Paul Samuelson (1915-2009), premio Nobel de economía en 1970, la opinión más
escandalizadora en la Teoría General, era la armación de que el equilibrio económico no
producía necesariamente ocupación plena y economistas como Joseph Alois Schumpeter
(1883-1950) encontraron que esto era simplemente increíble. La mano invisible de Adam
Smith (1723-1790) estaba bajo ataque directo. Esto era una revolución, no una evolución
(Lekachman, 1974).
Con motivo del 50° Aniversario de la Revista de Comercio Exterior, su patrocinador el
Banco Nacional de Comercio Exterior dedicó, su volumen 5, Número 12, al Pensamiento
Económico, en el cual el articulista Parguez (2000) en su artículo “John Maynard Keynes:
en busca de una economía sin escasez”, nos dio la opinión sobre el gran economista inglés:
Entre los economista del siglo XX, Keynes alcanzó fama imperecedera y se encuentra en el nivel
de Einstein y Freud en el panteón intelectual del siglo. A Einstein se le recuerda por su teoría de la
relatividad y a Freud, por la teoría del psicoanálisis, en tanto Keynes será recordado siempre por su
teoría de la demanda efectiva. Einstein introdujo una nueva concepción del universo y Freud, una nueva
comprensión de la psiquis humana. Keynes modicó para siempre la relación entre la humanidad y su
entorno material al derrumbar el mito de la escasez nacional heredado de la economía clásica. Estos
tres personajes inventaron un nuevo mundo a partir de una genuina revolución cultural (p. 1034).
Complementando lo anterior, Parquez (2000) agrega: “La mejor prueba de la omnipresencia
de Keynes es la referencia obsesiva a su trabajo entre quienes propugnan por restaurar el
viejo mundo en el que merodeaban restricciones inhumanas o naturales” (p. 1034).
Y más adelante destaca Parquez (2000):
La labor de Keynes abarcó la revolución intelectual del siglo XX en su totalidad. La crítica de Freud
a la psicología clásica subyace en la crítica keynesiana sobre el racionalismo económico, en tanto que
la concepción del tiempo de Keynes se acerca mucho a la teoría de la relatividad de Einstein: ambas
rechazan la noción clásica de un tiempo objetivo, independiente del observador y del espacio, el tiempo
keynesiano es subjetivo, “vivido”, lo que se explica por qué el futuro no puede preverse o siquiera
suponerse (p. 1034-1035).
En efecto, la Teoría General de la Ocupación, el Interés y el Dinero, revolucionó la
ciencia económica al tratarse de la creación de una nueva disciplina, la macroeconomía,
con un nuevo enfoque para el análisis de la crisis económica iniciada en 1929, para la
cual la economía clásica resultaba inoperante, sin el contenido teórico necesario, o con un
contenido teórico equivocado.
Las diversas opiniones críticas corresponden a diversos autores en distintas épocas,
pero la principal referencia la constituye el Libro la Teoría General de Keynes. Informes
de tres décadas, compilado por Robert Lekachman (1920-1989), con motivo de celebrar
los primeros veinticinco años de la Teoría General, y aunque no presentamos a todos los
autores es justicia señalar a los invitados para tal celebración, a quienes el compilador
calica como algunos de los economistas más famosos que respondieron a la economía
keynesiana durante un período inicial, que escribieron sus evaluaciones actuales de la
revolución keynesiana. Ellos son (Lekachman, 1974): David Gawen Champernowner (1912-
2000), Gottfried von Haberler (1900-1995), Sir Roy F. Harrod (1900-1978), Abba P. Lerner
(1903-1982), William Brian Reddaway (1913-2002), Edward Austin G. Robinson (1897-
1993), Paul A. Samuelson (1915-2009), Paul M. Sweezy (1910-2004) y Jacob Viner (1892-
1970).
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Es nuestra aspiración de que lo aquí señalado sea útil para aquellos que por una u otra
razón no han tenido acceso a la Teoría General de Keynes, así como tampoco a las obras
de sus críticos. Demás esta decir, que este trabajo, en modo alguno, es una obra original,
su objetivo es solamente divulgativo de la Teoría General y de algunos comentarios en torno
a ella.
1. El origen de la Teoría General
Al comienzo de su carrera Keynes se preocupó por la teoría y técnicas de la política
monetaria, escribiendo, en los años veinte del siglo pasado, principalmente, sobre los
patrones monetarios, los niveles de precio y los tipos de cambio. Según Dillard (1951) “sus
criterios del patrón oro nacían de la convicción de que lo que se ganaba con la estabilidad de
los tipos de cambio exteriores, era más que compensado por la inestabilidad de los niveles
interiores de precios bajo tal sistema” (p. 6).
Keynes denomina a su libro Teoría General de la Ocupación, el Interés y el Dinero,
recalcando el sujo “General”, buscando contrastar sus argumentos y conclusiones con los
de la teoría clásica en la que se educó y que dominaba el pensamiento económico, teórico y
práctico de esa generación, igual que lo ha dominado durante los últimos cien años. Supone
Keynes que los postulados clásicos son aplicables a un caso especial, y no en general, por
referirse a condiciones que supone son un caso extremo de todas las posiciones posibles
de equilibrio.
Ya para 1930, Keynes da un giro desde su visión de la teoría monetaria de los precios,
hacia su posterior teoría monetaria de la producción, esto es, desde el Tratado del Dinero
(1930), naciendo así la Teoría General (1936), siendo así él mismo su propio precursor. La
transición la describe Keynes de la manera siguiente:
Cuando comencé a escribir mi Tratado del Dinero (1930), me movía aún en las líneas tradicionales,
en el sentido de considerar la inuencia del dinero como algo, por así decirlo, independientemente de
la teoría general de la oferta y la demanda. Al acabarlo había un progreso en cuanto a hacer retroceder
la teoría monetaria, hasta convertirse en una teoría de la producción en su conjunto (citado por Dillard,
1951, p. 6).
Dillard (1951) sostiene que mientras el Tratado del Dinero (1930) permaneció más próximo
a la teoría de los precios, la Teoría General de la Ocupación, el Interés y el Dinero (1936),
completa la transición desde el análisis monetario de los precios hacia el análisis monetario
de la renta. Antes de Keynes hubo una referencia a la economía monetaria y fue Thomas
Malthus (1766-1834), quien la realizara y Keynes lo elogia y lo critica. Lo elogia por analizar
los problemas en términos de la “economía monetaria en que nos ha tocado vivir”, y critica
a David Ricardo (1772-1823) por utilizar la abstracción de una economía monetaria neutral
(Dillard, 1951, p. 6).
En efecto, Malthus explicaba las uctuaciones de la producción en términos de una teoría
de la demanda efectiva, la cual a juicio de Keynes, Ricardo no acertó nunca comprender.
Pero Malthus no fue muy lejos para proporcionar una teoría satisfactoria, por que “el gran
defecto de Malthus radica en haber pasado por alto el papel desempeñado por el tipo de
interés. Es decir, que le faltó a Malthus una teoría del interés” (Dillard, 1951, p. 6).
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Según Keynes (1958), Malthus se opuso con vehemencia a la doctrina de Ricardo, de
que era imposible una insuciencia de la demanda efectiva, pero en vano, porque como no
pudo explicar claramente, fuera de una referencia a los hechos observados por todos, cómo
y por qué la demanda efectiva podría ser deciente o excesiva, por lo que no logró dar una
armazón que la sustituyera, y Ricardo conquistó a Inglaterra de una manera tan cabal como
la Santa Inquisición a España. “Al no ser aceptada la teoría de Malthus, la controversia
se detuvo y el punto de vista contrario desapareció completamente y dejó de estudiarse”
(Keynes, 1958, p. 43).
Es en un ensayo de Festchrift (1933), en honor al economista alemán Arthur Spietho󰀨
(1873-1957), teórico de las uctuaciones económicas, donde aparece la más clara exposición
por parte de Keynes de una teoría referida a una economía monetaria (Dillard, 1951). En
ese ensayo, Keynes expone lo siguiente:
En mi opinión, la principal razón por la que el problema de la crisis está sin resolver, y desde luego, el
por qué esta teoría es tan poco satisfactoria, ha de encontrarse en la falta de lo que podría denominarse
una teoría monetaria de la producción” (citado por Dillard, 1951, p. 6).
Dillard (1951) agrega que una economía monetaria es aquella en la que el dinero
desempeña una función por sí mismo y afecta a las motivaciones y decisiones, y es, en
resumen uno de los factores operantes en la situación. El asunto en cuestión, es que
“no puede predecirse el curso de los acontecimientos, ni a corto ni a largo plazo, sin un
conocimiento del comportamiento del dinero entre el primero y el último estado” (Dillard,
1951, p. 6). Por lo tanto, el dinero no es neutral, ni es tampoco un articio para facilitar las
transacciones en bienes reales.
Por qué surge la Teoría General o bien ¿qué fue lo que llevó a Keynes a concebir su
monumental obra? Dos hechos pueden señalarse al respecto: 1) en primer lugar, de la vida
real como fue la Gran Depresión de los años de 1930, y 2) en segundo lugar, por el debate
en que se encontraba la teoría clásica por su imposibilidad para explicar la crisis existente y
mucho menos para ofrecer una salida a dicha situación.
En la reseña que efectuó Joseph A. Schumpeter (1883-1950) sobre Keynes en su libro
10 grandes economistas de Marx a Keynes nos señala:
El capitalismo de laissez faire, ese extraordinario episodio, había llegado a su n en agosto de 1914
(...). Hasta entonces, y bajo tales condiciones (del crecimiento poblacional, innovaciones tecnológicas
y la conquista de nuevas fuentes de materias primas y de recursos alimenticios), no había existido
dicultad alguna para absorber los ahorros de una burguesía que seguía cociendo pasteles para
no comerlos. Pero ahora (1920) aquellas fuerzas propulsoras estaban agotándose, el espíritu de
empresa privada estaba languideciendo, las oportunidades de inversión iban desvaneciéndose, y en
consecuencia, los hábitos del ahorro burgués habían perdido su función social y la persistencia de los
mismos no hacía, en realidad, más que poner las cosas peor de lo necesario (Schumpeter, 1969, p.
364-365).
Señala, entonces, Schumpeter (1969) que tenemos aquí pues, el origen de la moderna
tesis del estancamiento y tenemos aquí también el embrión de la Teoría General. Así, los
sucesos que estaban aconteciendo en la vida real impulsaban la necesidad de crear un
nuevo enfoque teórico. En este sentido, conocer los rasgos fundamentales de una situación
de la sociedad en un momento dado, respecto a lo que es y lo que no es importante para
entender la vida misma, es clave para poder formular una teoría y es lo que Schumpeter
denomina como su representación. Pero ello debe ser complementado por la técnica del
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teórico, un instrumento mediante el cual conceptualiza su representación, transformándola
en tesis concretas o teorías.
Anteriormente, en 1919, con motivo del Tratado de Versalles y el asunto de las reparaciones
que debía cancelar Alemania a los triunfadores de la Primera Guerra Mundial (1914-1918),
Keynes escribió Las Consecuencias Económicas de la Paz, obra de la cual Schumpeter
(1969) señala que si bien en ella nada encontramos del aparato teórico de la Teoría General,
en ella está el conjunto de representación de los factores sociales y económicos que habría
de tener dicho aparato (teórico) como complemento técnico.
Asimismo, antes de arribar a la Teoría General, Keynes escribió el Tratado sobre el Dinero
(el Treatise), dentro de su campo, la realización más destacada de la época, conteniendo
elementos muy importantes que apuntan hacia la Teoría General. Se destaca allí “una
concepción de la teoría monetaria como teoría del proceso económico en su conjunto, la
cual había de ser plenamente desarrollada en la Teoría General. Es de señalar el énfasis
puesto sobre las expectativas, sobre la especulación a la baja, que aún no es la preferencia
por la liquidez por el motivo especulación.
Para Keynes, a pesar de que todo el mundo tributó su homenaje hacia el gran esfuerzo
de él, éste lo consideró un fracaso y no por que la acogida del Treatise no alcanzase el nivel
de éxito a que él aspiraba. Fue que Keynes había errado el tiro y no consiguió su objetivo
al no haber sido capaz de transmitir lo esencial de su propio y personal mensaje. Se había
dedicado a destacar elementos que eran muy similares a la doctrina entonces admitida,
quedando prendido en las redes de un aparato que perdía su eciencia. No tendría sentido
pretender mejorar la obra en sus detalles, ni oponerse a las críticas de que fue objeto,
justas y dignas de admitir. Abandonar la obra en su conjunto, renunciar a todo compromiso
con ella y comenzar de nuevo, era la conducta razonable y se consagró rmemente a un
nuevo esfuerzo, el más grande de su vida y alcanzó su propósito a su entera satisfacción en
diciembre de 1935 (Schumpeter, 1969).
A partir de allí nos dice Schumpeter (1969),
tan pronto como lo hubo logrado vistió su nueva armadura, desenvainó su espada y se lanzó de
nuevo a la lucha, armando intrépidamente que iba a liberar a los economistas de los errores que
habían permanecido durante ciento cincuenta años y a conducirlos a la tierra prometida de la verdad
(p. 378).
Keynes agradeció sobre manera a Richard F. Kahn (1905-1989) por suministrarle el
concepto de multiplicador, relacionando la inversión interna con el desempleo, que luego
Keynes lo llevó de la inversión interna al ingreso. También agradeció la ayuda de Joan
V. Robinson (1903-1983), Ralph G. Hawtrey (1879-1975) y Roy F. Harrod (1900-1978).
La Teoría General se vio enriquecida por medio de tres curvas: la función de consumo, la
ecacia marginal del capital (versión keynesiana de la tasa de benecios) y la preferencia
por la liquidez. Dichas funciones junto con la unidad de salario y con la cantidad de dinero
determinan el ingreso e ipso facto la ocupación, esto es, las grandes variables dependientes
que es necesario explicar.
Señala Schumpeter (1969), que todas las magnitudes globales, excepto la ocupación,
son de naturaleza monetaria, siendo casi seguro haber sido Richard Cantillon (1680-1734),
el primero en exponer un esquema completo de análisis monetario y del ingreso en términos
globales, esquema luego desarrollado por François Quesnay (1694-1774), el verdadero
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precursor de Keynes. Keynes dio origen a una doctrina, a juicio de Schumpeter (1969), que
aunque no lo diga, puede fácilmente manejarse de manera que arme que quien “intente
ahorrar destruye capital real” y que actuando a través del ahorro, “la desigual distribución del
ingreso constituye la causa última de la desocupación” (p. 391).
Keynes, conservador para muchos, tenía gran preocupación por el desempleo al
impedirle a los individuos alcanzar la dignidad del trabajo creador y veía la concentración
del ingreso uno de los peores males que afectan a las sociedades. De allí, que a nuestro
juicio, veamos en la preocupación de Keynes, por desterrar estos males, su contribución al
dotar de humanismo la ciencia económica.
Lo anteriormente señalado, lo llevaron a combatir la crisis y el paro, atribuibles por él
al desenvolvimiento del dinero y a considerar cómo enfocar la solución al respecto. Para
ello concibió la curva de preferencia por la liquidez y con ella introduce el dinero en la
teoría monetaria de la producción, viniendo esto a reejar la naturaleza pragmática del
pensamiento de Keynes, más que en otros conceptos de su Teoría General (Dillard, 1951).
Para Ruiz (1999), Keynes con su reformulación teórica de principios del siglo XX, introdujo
un modelo de corto plazo, que permitió por primera vez en la historia de la ciencia económica,
que se pudiera discutir de manera ordenada los cambios cotidianos y su inuencia en el largo
plazo. A diferencia de la discusión post-Marshall, de carácter marginalista, el modelo de
Keynes surge de situaciones reales, elaborado como reexión a los pagos por reparaciones
de guerra, mostrando los efectos depresivos generados por la transferencia externa en
la economía, con efectos inacionarios, para desvalorizar los activos del sector privado y
lograr con ello que el Estado pueda obtener las divisas necesarias para realizar los pagos
hacia el exterior.
Con el análisis de las transferencias, Keynes creó una metodología para la determinación
del ingreso y con ello, señala Ruiz (1999) se enriqueció el entendimiento de la teoría para el
análisis de las uctuaciones de corto plazo, todo ello acompañado por propuestas teóricas
de principios del siglo XX, como es el caso de: Gunnar Myrdal (1898-1987) y Bertil Ohlin
(1899-1979) en Suecia; Clement Juglar (1819-1905) en Francia; Arthur Spietho󰀨 (1873-
1957) en Alemania; Wesley C. Mitchell (1874-1948) y Alvin Hansen (1887-1975) en Estados
Unidos; Mijáil I. Tugan-Baranowsky (1865-1919) y Nickolái Kondrátiev (1892-1938) en Rusia
y Dennis Roberston (1890-1963) en el Reino Unido.
Al alejarse Keynes de la visión del sistema de precios como determinante del funcionamiento
de la economía, a uno donde los ujos determinan la actividad económica, cambió las
motivaciones existentes en el sistema económico de una perspectiva individual hacia una
derivada del comportamiento colectivo. Ahora en lugar de utilidad versus desutilidad marginal,
el individuo se vuelca hacia un esquema de determinación del consumo y del ahorro, basados
en los motivos de precaución, previsión, cálculo, mejora, visión de corto plazo, generosidad,
orientación y extravagancia. Así, partiendo de Skidelsky, Ruiz (1999) sostiene como punto
central del modelo de Keynes “que se pasa de una visión de selección dada la escasez de
recursos, hacia una de selección no bajo la escasez sino ante la incertidumbre” (p. 24).
Además del principio de la demanda efectiva como determinante de la actividad económica
y del mercado de trabajo y no a la inversa, siendo posible el equilibrio con desempleo, en el
modelo de corto plazo, Keynes fue capaz de entender el cambio de siglo y las nuevas reglas
de operación de la economía, estableciendo un modelo dinámico de economía real, ligado
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a un esquema de nanciamiento, el que se contrapone al esquema clásico que suponía
un mundo de autonanciamiento, “se crea así la interdependencia entre los sectores de
la economía por la vía nanciera y muestra la capacidad de generar dinero a través de
acuerdos interinstitucionales, es decir, desarrolla el concepto de dinero endógeno” (Ruiz,
1999, p. 25).
2. Los objetivos de Keynes
Según Edward Austin G. Robinson (1897-1993), la Teoría General de la Ocupación, el
Interés y el Dinero signicó una conmoción. Un libro ordinario, cortés, con suaves razones, no
habría cumplido su propósito. Keynes estaba rmemente convencido, de que si la economía
ortodoxa está en desgracia, la razón debe buscarse no en la superestructura, que ha sido
elaborada con gran cuidado por lo que respecta a su consistencia lógica, sino en la falta de
claridad y de generalidad en sus premisas (Robinson, 1967).
En relación con un Keynes como creador de instrumentos, señala Robinson (1967)
que de hecho, hasta el Treatise, difícilmente fue un creador de instrumentos, pues su
mayor contribución a la creación de instrumentos se originó con la Teoría General, siendo
conveniente, sugeriría, considerar todo el nexo entre ahorro e inversión como un instrumento,
en el sentido de que, al pensar en los problemas de la subocupación, es el aparato que la
mayoría de nosotros usamos actualmente.
No debemos juzgar a Keynes sólo, o principalmente, como un creador de instrumentos,
nos dice Robinson (1967), pues tiene otros derechos independientes a la grandeza. En
primer lugar, volvió a relacionar los estudios analíticos de la economía académica con los
problemas administrativos del gobierno económico en un momento en que tendían, al menos
en Gran Bretaña, a separarse. En segundo lugar, debemos a Keynes más que a cualquiera
de sus contemporáneos ingleses, la integración de los enfoques analíticos y estadísticos a
la economía. En tercer lugar, Keynes insistía, tanto consigo mismo como con sus alumnos,
en hacernos buscar los supuestos que sustentaban nuestros argumentos.
Por su parte, Roy Harrod (1900-1973) agrega que Keynes tendrá un lugar permanente en
la historia del pensamiento económico, como la primera persona que desarrolló una teoría
completamente articulada de lo que ahora llamamos macroeconomía, y que aunque señaló,
como la única crítica a Keynes, que su sistema sigue siendo estático, agregó que es de
notarse que para la elaboración de cualquier teoría dinámica, era una fase indispensable
una teoría macroeconómica estática, y de esta manera, en verdad se puede considerar
a Keynes como el padre de la teoría dinámica, y a la larga esto resultará haber sido su
contribución principal (Harrod, 1967).
3. La Revolución Keynesiana
Lo que ha dado en llamarse Revolución Keynesiana, por que le dio un vuelco a la forma
de analizar los problemas de la economía nacional, se identica fundamentalmente con la
esencia de la Teoría General de la Ocupación, el Interés y el Dinero. La idea seminal de la
Revolución Keynesiana consistió en lo que el economista de origen judío Nicholas Kaldor
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(1908-1986) identicó que en circunstancias normales la producción en general estaba
limitada por la demanda efectiva que determinaba qué cantidad de recursos potenciales
se utilizaban realmente. Tal como señala Skidelsky (2002), esta idea sustituyó la visión
clásica, según la cual era la oferta y no la demanda, los bienes y no las necesidades, lo que
escaseaba.
En la visión clásica, el pleno empleo era posible de lograr si todos aquéllos que quisieran
trabajar normalmente a los salarios vigentes, podrían encontrar trabajo. Si no aceptaba
el salario vigente, no podrían encontrar el trabajo y el pleno empleo no se lograría. El
empresariado no subiría los salarios para complacer a los trabajadores pues ello disminuiría
los benecios y así, no se verían incentivados a invertir y la economía caería en un punto
muerto.
En cambio, en la visión de Keynes era la insuciencia en la demanda efectiva (por
consumo e inversión en una economía cerrada) lo que impedía lograr el pleno empleo. Para
lograrlo se requería estimular la inversión, combinando alzas en la eciencia marginal con
bajas en las tasas de interés, así como el consumo a través de una mayor propensión del
consumo. Con ello se sacaría a la economía del punto muerto.
La tarea del gobierno, en la visión keynesiana y reseñada por Skidelsky (2002), no
era hacer que la economía produjera a toda máquina, sino garantizar tanto empleo como
quisiese la gente. En particular, el gobierno no debería interferir en las funciones distributivas
del mercado. Un sistema de precios relativos sin trabas era el elemento de libertad en una
economía.
La intervención gubernamental era esencial para Keynes con el objeto de combatir la
Gran Depresión, cuyo impacto fue tan traumático desde el punto de vista político que todos
los gobiernos, después de la Segunda Guerra Mundial, estaban resueltos a mantener el
pleno empleo. La “edad dorada” de las décadas de los años cincuenta y sesenta pareció
reivindicar a la economía keynesiana, aun cuando todavía se cuestiona si esta “edad dorada”
fue realmente producto de la economía keynesiana.
Otro aspecto central en la revolución keynesiana era que una economía de libre mercado
no ejerce ninguna fuerza de atracción gravitatoria hacia el pleno empleo, y por lo tanto,
es igualmente probable encontrarse en una condición de desempleo o con una de pleno
empleo. Un primer corolario o aseveración de lo anterior es que una economía capitalista
no dirigida es inherentemente inestable por que la eciencia marginal del capital y la tasa
de interés son controlados por expectativas inciertas y uctuantes acerca del futuro. Un
segundo corolario o aseveración, es que cuanto la demanda disminuye, es la caída de
producción, y no el movimiento de los precios relativos, lo que reestablece el equilibrio.
En su famoso “equilibrio con desempleo” la acción del gobierno es clave, entonces, para
controlar la demanda y limitar las uctuaciones a la menor magnitud factible. A diferencia de
Keynes, los clásicos suponían, como nos recuerda Skidelsky (2002), que el pleno empleo era
la única posición de equilibrio, es decir, es la propiedad “endogeneizada” de una economía
de libre mercado.
Otro aspecto de la ruptura de Keynes con los clásicos está relacionado con el sistema
walrasiano de los mercados, los cuales se equilibran o compensan simultáneamente,
mientras que Keynes aplicó el concepto de equilibrio de “corto plazo” a la economía en su
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conjunto y no sólo a un mercado en particular, esto es, que la contracción de una parte del
sistema no estimula la expansión de otra parte, a menos que los precios relativos cambien
en forma instantánea.
Ya hemos señalado en la introducción que Keynes se basó en las funciones de ahorro
e inversión para la elaboración de la Teoría General. Los clásicos habían utilizado ambas
funciones para determinar la tasa de interés y la inversión mientras que Keynes las utilizó
para determinar el nivel de ingreso y para muchos este razonamiento está en la esencia de
la Revolución Keynesiana.
4. Vigencia de la economía keynesiana
El planteamiento de la vigencia de la economía keynesiana equivale a lo que Skidelsky
(2002), se preguntaba: en el largo plazo, ¿está Keynes vivo o muerto?, y ello contrasta con lo
que el mismo Keynes argumentaba, de que a largo plazo todos estamos muertos. Lo antes
señalado debe entenderse entonces acerca de si la vigencia de la economía keynesiana
implica su utilidad para explicar las recesiones, tal como lo hizo la política económica para
mejorar el rendimiento económico.
Skidelsky (2002) en su trabajo trata sobre la validez de la economía de la economía
keynesiana y la receta keynesiana en materia de política económica: la conclusión brevemente
enunciada, es que aun cuando la preminencia de la economía keynesiana desapareció, ésta
sigue siendo un elemento fundamental del pensamiento de la mayoría de los economistas
y de los responsables de formular la política, y el mejor seguro que tenemos a disposición
contra otra Gran Depresión.
Estamos de acuerdo con Skidelsky (2002) de que la economía keynesiana se inventó
para explicar el desempleo en los países desarrollados y la política macro-keynesiana para
evitarlo. Luego la explicación keynesiana fue ampliada por Roy Harrod (1900-1978) y Evsey
Domar (1914-1997), para crear un modelo de crecimiento autosostenible para los países
pobres, modelo que recibió la inuencia de Keynes sólo tangencialmente.
No obstante, lo señalado por Skidelsky (2002) de que la economía keynesiana es el mejor
seguro que tenemos a disposición contra otra Gran Depresión, dicho autor nos señala que
en 1976 el keynesianismo fue ocialmente declarado muerto, en su lugar de nacimiento, por
parte del primer Ministro de Trabajo británico, James Callaghan (1912-2005), quién anunció
que la opción de salir de la recesión por la vía del gasto ya no existía y había funcionado
en el pasado sólo a costa de inyectar cada vez mayores dosis de inación a la economía.
A partir de entonces, se le asignó a la macropolítica la tarea de mantener precios estables;
la reducción del desempleo y el crecimiento más acelerado debían lograrse por medio de
reformas orientadas a incentivar la oferta.
Sin embargo, otras opiniones señalan que la política monetaria debe estar dirigida a
regular el nivel de la demanda, lo cual implica en cierto sentido la realización de ajustes
lo cual a juicio de Skidelsky (2002) suena bastante keynesiano. La fecha de 1976 para la
disfunción del keynesianismo es posterior a la crisis energética de 1973 traducida en rebotes
inacionarios, pero es claro que esa inación en modo alguno es atribuible a la economía
keynesiana por cuanto fue la oferta petrolera y los consiguientes aumentos de los precios
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petroleros lo que propició la inación mundial. El consecuente trastorno económico puso en
aprieto a los formuladores de políticas. Sin tener que reconocer su propia incapacidad, se
deshicieron de las instituciones que habían adaptado la idea keynesiana de la incompatibilidad
y utilizaron el modelo clásico de los sesenta para canalizar su comportamiento.
No hay duda alguna de que a largo plazo Keynes sigue estando vivo pero agreguemos
otras consideraciones a partir de los juicios de Skidelsky (2002). Sobre la existencia de la
“edad dorada”, Skidelsky (2002) se pregunta ¿En qué medida este record envidiable se
debe a las ideas y políticas keynesianas y en que medida se debe a otros factores? Y esto
nos lleva a preguntarnos ¿En que medida el colapso de la “edad dorada” a comienzos de
la década de los setenta se debió a las mismas ideas y políticas que la habían fomentado?
Skidelsky (2002) nos recuerda que la Teoría General de Keynes era la teoría de una
economía cerrada, sin intercambio exterior, mientras que en la realidad se trata de una
economía abierta a la cual deben adaptarse las ideas y políticas de keynesianas de una
economía cerrada. Para Keynes, el problema consistía en eliminar la restricción que
imponía la balanza de pagos sobre la búsqueda nacional del pleno empleo. Esto signicaba
deshacerse del clásico patrón de oro.
Durante el patrón oro el país acreedor experimentaba inación y el país deudor presentaba
deación. Los acreedores podían atesorar o neutralizar sus entradas en lugar de permitir que
la demanda se expandiera; los países que perdían oro debían aplicar medidas deacionarias
en sus economías. Venía a ser así el principal obstáculo institucional para una caída de la
tasa de interés al nivel necesario para equilibrar el ahorro derivado del pleno empleo y la
inversión.
Para Skidelsky (2002), las condiciones formales para el pleno empleo en una economía
abierta, expuestas por Keynes en 1930, serían satisfechas cuando la tasa de interés sea tal
que el volumen de empréstitos en el exterior a esa tasa equivalga, exactamente al volumen
del saldo exterior favorable, según se determine a partir de los costos monetarios de
producción comparativos internos y externos, así como también (cuanto la tasa de interés)
sea tal que el volumen de inversión nacional a esta tasa equivalga al excedente de los
ahorros del país por encima de la cantidad de empréstitos en el exterior.
5. La trascendencia de Keynes
El crecimiento económico per cápita real en doce países europeos promedió 4,6% anual
entre 1950 y 1973, es la llamada “edad de oro” del capitalismo, en comparación con el 1,3%
entre 1913 y 1950 y 1,8% entre 1913 y 1966. En siete países seleccionados de América
Latina, el crecimiento económico per cápita fue de 2,4% entre 1950 y 1973, en comparación
con 1,9% entre 1913 y 1950 y 0,4% a partir de 1973 (Skidelsky, 2002, p. 292).
Para Skidelsky (2002), un acción estatal en pro de bajas tasas de interés y una cuenta
gubernamental de capital a favor de inversiones públicas para mejorar y estabilizar la ecacia
marginal del capital, bien pudieron favorecer las inversiones privadas, las cuales como factor
keynesiano a juicio del economista británico Robin Charles Oliver Mathews (1927-2010)
para el crecimiento económico en Gran Bretaña condujeron al auge de la inversión privada.
También se señala que el rápido crecimiento europeo durante la posguerra fue producto de la
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recuperación tecnológica en métodos de producción y de organización comercial e industrial
que ya estaban en uso en Estados Unidos (Abramovitz, 1986; citado por Skidelsky, 2002).
Asimismo, no hay que olvidar que las innovaciones tecnológicas requieren de inversiones
bien sea públicas o privadas. Cuando el economista e historiador norteamericano Douglass
North (1920-2015) señala como causas del crecimiento económico a la innovación de las
instituciones ecientes, a criterio de Skidelsky (2002) es prudente buscar la explicación en
el desarrollo de instituciones internacionales superiores, tales como los Acuerdos de Bretton
Woods y el Acuerdo General sobre Aranceles de Aduana y Comercio (en inglés GATT).
Según Skidelsky (2002), la contribución real de la política keynesiana a la “edad dorada”,
puede haber sido el mantenimiento de la inación bajo control con métodos que no
provocaron el colapso del auge secular, exactamente como Keynes lo había propugnado.
En relación a las críticas monetaristas, Skidelsky (2002) considera que sólo ofrecen una
explicación limitada. Para este autor, Keynes tiene alguna, aunque no plena, vigencia y ni
el monetarismo ni las expectativas racionales han sustituido el keynesianismo y agrega,
además que la expansión importante del sector público en la edad dorada fue debido en
parte a razones keynesianas, pareciendo converger con el socialismo en algo, considerando
Keynes que eso iba a dar más utilidad a la inversión y que al mismo tiempo iba a eliminar
un poco al capitalismo.
¿Por qué transcendió Keynes? Es posible responder que Keynes transcendió al llamar la
atención de los economistas y políticos para cambiar la forma de visualizar los problemas
económicos con una óptica diferente a la vigente hasta entonces. Y si como alguien dijera
que las ideas de los economistas transforman a las sociedades mediante la acción de los
políticos, un Frank Delano Roosevelt (1882-1945), por ejemplo, nada mejor que ver la
transcendencia de Keynes por la obra que legara a la posteridad.
Comentario nal
Cuando Keynes escribió su Teoría General, esta obra era en lo esencial de carácter
estático y referida a una economía cerrada. Posteriormente, sus discípulos la dinamizaron,
básicamente Harrod y Domar, para derivar de ella sus modelos de crecimiento económico,
aun cuando es bueno señalar que más signicativo aun fue el carácter de economía abierta
con el que se complementó dicha teoría.
Si se comparan los libros más recientes de macroeconomía con la Teoría General,
pareciera que aquellos no tuvieron nada que ver con la magna obra, tal como si se comparan
los Jets y las Naves Espaciales, con el primer avión que voló; pero si bien se piensa, si ese
primer avión no hubiera volado, los Jets y Naves Espaciales, no habrían existido. Similar
a ello es la signicación de la Teoría General de Keynes para la macroeconomía, en lo
particular y la ciencia económica, en lo general.
Sería bastante apropiado concluir esta reseña con las observaciones nales de Keynes
(1986) en su libro:
En el momento actual, la gente está excepcionalmente deseosa de una diagnóstico más fundamental
-en lugar del que desplazaría el problema de la desocupación hacia el vecino que estuviera peor dotado
para la lucha-; más particularmente, dispuesta a recibirlo; ávida de ensayarlo, con tal que fuera por lo
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menos verosímil. Pero fuera de este talante contemporáneo, las ideas de los economistas y los lósofos
políticos, tanto cuando son correctas como cuando están equivocadas son más poderosas de lo que
comúnmente se cree. En realidad el mundo está gobernado por poco más que esto. Los hombres
prácticos, que se creen exentos por completo de cualquier inuencia intelectual, son generalmente
esclavos de algún economista difunto (p. 367).
¡¡¡Muchas Gracias!!!
Referencias bibliográcas
Dillard, D. (1951). La teoría económica de John Maynard Keynes. Madrid, España.
Editorial Aguilar.
Hansen, A. (1957). Guía de Keynes. Ciudad de México, México. Fondo de Cultura Económica.
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México. Fondo de Cultura Económica.
Lekachman, R. (1974) (Comp.). Teoría general de Keynes. Informes de tres décadas. Ciudad
de México, México. Fondo de Cultura Económica.
Parquez, A. (2000). John Maynard Keynes: en busca de una economía sin escasez. Revista
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Cultura Económica.
Ruiz, C. (1999). Macroeconomía global. Ciudad de México, México. Universidad Nacional
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Editorial Alianza.
Skidelsky, R. (2002). En el largo plazo ¿está Keynes vivo o muerto? Revista BCV. Foros 7.
Caracas, Venezuela. Banco Central de Venezuela. pp. 271-306.
www.luz.edu.ve
www.serbi.luz.edu.ve
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Esta revista fue editada en formato digital y publicada
en junio de 2020, por el Fondo Editorial Serbiluz,
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57
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