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J. M. Keynes: entre lo paradigmático y el apego al orden... / 161-164
Rodrigo Cabezas Morales
Revista Cuadernos Latinoamericanos. Universidad del Zulia. Vol 32, N° 57, enero-junio, 2020, págs: 161-164.
Maracaibo-Venezuela. ISSN 1315-4176
alta, se incrementará la preferencia por la liquidez y se afecta negativamente la inversión,
somero fue Keynes en esta materia: “(…) el incentivo para invertir depende en parte de la
curva de demanda de inversión y en parte de la tasa de interés”.
En el proceso de reajuste deben nivelarse la propensión a ahorrar con la inversión,
jugando rol vital la eciencia marginal del capital, las expectativas y el estado de conanza
a largo plazo. Se encontrarían así las condiciones para regresar a la senda del crecimiento
con reducción del paro. Recuérdese que en el sistema keynesiano la desaceleración de la
inversión se remite a uctuaciones económicas temporales, no hay colapso denitivo, a lo
máximo colapso temporal de los incentivos para invertir.
La historia de la postguerra agrega que el pensamiento de Keynes contribuye
sustantivamente con un largo ciclo de crecimiento económico del capitalismo desarrollado,
1945-1973, que responde por la creación del llamado “Estado del Bienestar” en Europa y
el surgimiento de los Estados Unidos de Norteamérica como potencia económica, política
y militar.
Quisiera hacer un aparte acá al encontrarnos con el Keynes con vena de intelectual
esperanzado en el crecimiento incesante de la economía. En su tercera visita a España,
junio de 1930, invitado por el comité hispano-inglés dictó una conferencia en Madrid, en la
residencia de estudiantes, que tituló: “Las posibilidades económicas de nuestros nietos”.
Es éste un optimista ensayo en el que pronostica que en el largo plazo, por efecto del
crecimiento continuo del producto, la humanidad podrá disfrutar de más tiempo para el ocio
y dedicarse a los placeres de la vida. El PIB crecería entre 1,4% y 2.1%.
En el estudio se plantea un horizonte de 100 años que terminarían en 2030, en el
cual además predijo una reducción del trabajo semanal a 15 horas una vez resueltas las
necesidades materiales, así como que, sustentado en un acelerado desarrollo de lo cientíco-
técnico, “(…) En unos pocos años seremos capaces de realizar todas las operaciones de
agricultura, minería y manufactura con la cuarta parte del esfuerzo humano a que estamos
acostumbrados”. Sin duda era un economista original, agudo, aun cuando en este caso sus
predicciones fueron erróneas.
El keynesianismo convertido en paradigma que revolucionó la economía política al
comenzar el siglo XX no cuestiona el orden capitalista, le encuentra su remedio anti-cíclico.
De hecho, Keynes ejerció una honestidad intelectual en este terreno a toda prueba, no
engaño a nadie, en un ensayo suyo titulado ¿Soy un liberal? expresó: “Puedo estar inuido
por lo que me parece de sentido de justicia, pero la lucha de clases me encontrará del lado
de la burguesía educada” y, al referirse a las potencialidades del sistema capitalista llego
a armar: “Por mi parte soy de la opinión de que, probablemente, un capitalismo manejado
de forma inteligente pueda cumplir con sus tareas económicas mejor que cualquier otro
sistema que tengamos a la vista por el momento, pero también creo que se pueden hacer
muchas objeciones al capitalismo en sí”.
La crisis nanciera global que irrumpe en 2008-2009 regresa a Keynes al debate
económico en el siglo XXI. El neoliberalismo hegemónico desde la stanación se resiente para
explicar y solucionar la ya prolongada desaceleración del capitalismo mundial. La política
de austeridad feroz que le han aplicado los gobiernos, el Fondo Monetario Internacional
(FMI) y los bancos al pueblo europeo es cuestionada desde la ciencia económica por los
neo-keynesianos, Premios Nobel de economía en 2001 y 2008, de la calidad cientíca de
Joseph Stiglitz y Paul Krugman, respectivamente.