Universidad del Zulia - Facultad de Humanidades y Educación
Encuentro Educacional
ISSN 1315-4079 ~ Depósito legal pp 199402ZU41
Vol. 28 (2) julio - diciembre 2021: 143-154
La interculturalidad como reflexión en la dimensión heterogénea del
patrimonio cultural inmaterial
Petra Aguilera de Rodríguez
Universidad de Oriente. Núcleo Nueva Esparta. Margarita-Venezuela
petricaaguilera@gmail.com
Resumen
La interculturalidad se asume como un proceso continuo que independientemente de las situaciones
de interacción entre diversas culturas, tiene implícito un proceso espontáneo de negociación
cultural devenido de la comunicación, recreándose tradiciones culturales sin desvirtuar el
sentimiento de identidad originario, coincidiendo así con lo propuesto por Austin (2004). Desde
esta perspectiva se comprende el complejo entramado social presente en el patrimonio cultural
inmaterial y de esta manera se fortalecen los argumentos en contra de aquellas perspectivas
puristas, las cuales se caracterizan porque no admiten la dimensión heterogénea y cambiante de la
cultura en las regiones urbanas donde habitamos. El objetivo del presente ensayo fue facilitar los
fundamentos que destaquen la heterogeneidad del hecho cultural. El patrimonio cultural inmaterial
es un sistema de representaciones, usos, expresiones, conocimientos, técnicas, artefactos y espacios
culturales transmitidos de generación en generación, establecido por la UNESCO en la Convención
de Paris del año 2003. Por tanto, fue fundamental hacer un recorrido teórico por el precepto de
cultura hasta el postulado de interculturalidad para allanar la interpretación polisémica presente en
el sentimiento identitario de los pueblos. El tema de la interculturalidad es de interés para la
educación sobre el patrimonio cultural inmaterial, pues se hace necesario reflexionar sobre los
cambios sociales y cómo la creatividad humana logra asumir estos desafíos sin menoscabo de su
ser identitario.
Palabras clave: Cultura; interculturalidad; patrimonio cultural inmaterial.
Interculturality as a reflection on the heterogeneous dimension of immaterial
cultural heritage
Abstract
Interculturality is assumed as a continuous process that regardless of the situations of interaction
between different cultures, there is implicit a spontaneous process of cultural negotiation resulting
from communication, recreating cultural traditions without distorting the feeling of original
identity, thus coinciding with what is proposed by Austin (2004). From this perspective, the
complex social fabric present in the intangible cultural heritage is understood and, in this way,
strengthens the arguments against those purist perspectives, which are characterized because they
do not admit the heterogeneous and changing dimension of culture in the urban regions where we
live. The objective of the present essay was to provide the foundations that strengthen the
appreciation of the heterogeneity of the cultural fact. Intangible cultural heritage is a system of
representations, uses, expressions, knowledge, techniques, artifacts and cultural spaces transmitted
from generation to generation, established by UNESCO in the 2003 Paris convention. Therefore,
a theoretical journey through the precept of culture to the postulate of interculturality to smooth
out the polysemic interpretation present in the identity of peoples. The issue of interculturality is
of interest to education on intangible cultural heritage, as it is necessary to reflect on social changes
and how human creativity manages to take on these challenges without undermining its identity.
Keywords: Culture; interculturality; immaterial cultural heritage.
Introducción
Apreciar los atributos del hecho cultural en su dimensión heterogénea y cambiante, no significa
que ello conlleve a la pérdida de la esencia identitaria de los pueblos, en las prácticas de sus
tradiciones culturales consideradas por la UNESCO desde 2003 en la Convención de Paris, como
los elementos y bienes culturales que conforman el acervo del patrimonio cultural inmaterial de
cada nación, en sus diversas localidades en contraposición, a la representada por aquellas
intenciones nominalistas o puristas que suelen enajenar al patrimonio del contexto de su dinámica
y creación; estas posiciones suelen estar cargadas de un etnocentrismo y obstaculiza apreciar la
diversidad cultural de cómo las nuevas generaciones asumen los desafíos de los cambios para
mantener las prácticas de las tradiciones.
De allí, resulta pertinente abordar tan controversial tema en la actualidad donde las interacciones
sociales surgen con acelerada frecuencia propiciando comunicaciones que impulsan la innovación
en realidades cada vez más universales pero atractivamente sui generis en las expresiones de las
tradiciones locales, por lo cual, la interculturalidad es asumida en coincidencia con Austin (2004),
como un proceso continuo independientemente de las situaciones de interacción entre diversas
culturas, e implica un proceso espontáneo de negociación cultural devenido de la comunicación,
donde se recrean tradiciones culturales que no implican exclusiones o desvirtuar el sentimiento de
identidad originario, tal como podemos apreciar en las Festividades de los Guaiqueríes en honor a
la Virgen del Valle el 9 de septiembre, desde hace 500 años, esta celebración se caracteriza por ser
un factor identitario de este grupo étnico residente en la ciudad de Porlamar, en el sector conocido
como El Poblado y registrado como el Caserío Fajardo (es preciso indicar que en antropología se
les denomina grupos étnicos para reconocerles como pueblos, tan perfectamente constituido en sus
estructuras sociales como cualquier otra sociedad occidental; es un término aceptado para referirse
a los pueblo indígenas). Esta tradición nació en función de proyectar una actividad religiosa, en
plano históricamente novedoso para los Guaiqueríes, quienes eran ajenos hasta ese momento, a la
tradición europea tal como es el culto católico Mariano, en un principio caracterizado por sus
elementos autóctonos indígenas, que le permitieron apropiarse de los elementos significativos de
este evento religioso europeo y en el presente, actúa como uno de los factores de su identidad
cultural.
Los Guaiqueríes culturalmente se ha amalgamado en los contextos históricos en los que le ha
tocado vivir, enriqueciendo y recreando su cultura, lo que nos lleva necesariamente a redimensionar
la visión del patrimonio cultural inmaterial en su dinamismo, producto de los complejos procesos
socioculturales. Así, la interculturalidad, de acuerdo a Abdallah-Pretceille (2006), toma fuerza
como un paradigma en la antropología que nos permite apreciar la versatilidad de la diversidad
cultural, creativa de los seres humanos en sus contextos socioculturales.
Es pertinente desarrollar el tema sobre la cultura, aspecto que representa el fundamento central
que subyace en los más arduos y polémicos foros, que nos llevan a comprender la complejidad de
la humanidad, en un margen prudente de ecuanimidad, donde el etnocentrismo no avasalle la visión
científica.
El precepto de cultura, ha sido evaluado por distintos modelos entrelazados a la compleja
esencia humana y el establecimiento de sus relaciones de poder en todas sus instancias, siendo uno
de los más difíciles y polémicos de entender e interpretar, por los distintos acercamientos y
abordajes que sobre este precepto advierten las diferentes líneas científicas. En este caso es preciso
resaltar que la esencia del Patrimonio Cultural Inmaterial, es justamente la cultura y considerarlos
desde la interculturalidad permitió apreciar el complejo entramado social presente haciendo de
ellos procesos socio culturales polisémicos que se reajustan en el tiempo.
Desarrollo
Abordar la teoría de la cultura permitió comprender el extenso proceso de mutabilidad y
complejidad presente en los procesos culturales para visualizar la superposiciones sociales e
interpretarlas desde la interculturalidad que se forja en el patrimonio cultural inmaterial, igualmente
representa una perspectiva de interés en la educación para la acción y proceso transformacional en
abrir escenarios de diálogo que conduzcan a reflexionar sobre las diversas percepciones que se
presentan en el colectivo social sobre la en pro de hallar respuestas educativas donde se logre
asumir la diversidad socio cultural sin prejuicios de vergüenza o exclusión social (Carpintero,
2016).
El término cultura para el siglo XVIII, estuvo asociada en otrora a la civilidad y se volvió
sinónimo de civilización. En Francia, durante el llamado Siglo de las Luces, la cultura se refería a
saberes refinados que definían a las personas con conocimientos elegantes, sobre las bellas artes y
se les reconocía como civilizados, obviamente estas concepciones tienen un sentido, según
aquellos, de que la cultura existe como privilegio de estamentos o grupos sociales, donde sólo ellos
son capaces de desarrollar una vida civilizada (Álvarez, 2014).
Igualmente, narra Álvarez, que en Alemania tuvo una connotación de clase social y adquirió un
significado de diferencias de clases, así se declaraba que tener cultura, estaba asociado a una
instrucción superior propia sólo de la aristocracia. Es para el siglo XIX en Inglaterra, cuando se da
un giro en la definición de cultura pensada e interpretada desde su sentido etnográfico, incluyendo
al conocimiento, las creencias, el arte, la moral, las leyes y cualquier otra capacidad adquirida por
el ser humano, que lo define como parte de una sociedad.
Nace así el significado de la cultura como un hecho pluralista, no reductible a las elites sociales,
se asume una postura con una dinámica diferente, dejando de ser visualizada como privilegios de
pocos, para entonces representar en esta perspectiva, un factor de comprensión de las diversas
sociedades no occidentales, siendo el antropólogo Franz Boas, desde Estados Unidos, quien aporta
el acento de la diversidad social de una comunidad y el producto de la actividad humana definida
por las costumbres (Álvarez, 2014).
Posteriormente, el antropólogo francés LeviStrauss (citado por Álvarez, 2014) propuso, como
resultado de sus investigaciones, comprender a la cultura como un conjunto de sistemas simbólicos
tales como el lenguaje, las reglas matrimoniales, las relaciones económicas, las artes, la ciencia, la
religión entre los aspectos físicos y sociales; por tanto, las diferencias culturales se encuentran
sistemáticamente organizadas.
Esta visión es de significativo aporte en reconocer a los seres humanos sobre la tierra, quienes
piensan de manera diferente al mundo occidental industrializado, aspecto de grandes debates los
cuales han conllevado a la consagración de acuerdos internacionales, logrando dar amparo jurídico
en el reconocimiento y respeto del otro, tal como lo son los pronunciamientos de la UNESCO
(2003) y su correlación en los Derechos Humanos, aportando una visión jurídica sobre la
interculturalidad y la establece en la educación como procesos de comunicación amparados en la
ecuanimidad de los intercambios que permitan reconocer al otro en su diversidad de valores y
costumbres (Garfias y López, 2016).
En consonancia con estas posiciones, Geertz (2003) argumentó que, la cultura es más allá de
modelos de comportamientos empíricos atribuidos a la naturaleza humana, mecanismos simbólicos
de control fraguados en las interacciones sociales; este camino nos lleva hacia la cultura como el
sistema para definir a las sociedades en su esencia, tal aspecto será años más tarde registrado por
organismos internacionales como la UNESCO y su pertinencia en el trato del patrimonio cultural
inmaterial.
Lo anteriormente expuesto sustenta la comprensión de la complejidad inmersa en la definición
de la cultura como un todo indivisible de la creación humana. En cada sociedad esta su explicación,
sus normas, educación y socialización, bien puedo afirmar que la libertad del ser en un pueblo
reside en su cultura, pues los procesos socioculturales son de carácter universal, que se manifiestan
en diversas formas y a su vez son intrínsecos a la naturaleza humana.
Dentro de este contexto, Geertz (2003), quien discrepa del determinismo cartesiano y el
evolucionismo y, con quien coincido, enuncia que la cultura es un documento activo, es pública;
no existe en la cabeza de alguien, no es física pero no es una entidad oculta. Prosigue el autor
diciendo que la cultura es además un contexto dentro del cual pueden describirse los fenómenos de
una manera densa, el análisis cultural es intrínsecamente incompleto. Se puede convertir la cultura
en folklore e instituciones y, reducirla a estructuras, al abrazar un concepto semiótico de cultura,
producto del consenso por el debate del papel de las formas simbólicas, ligada a los hechos sociales
en la vida humana.
Por tal razón no podría, en lo que me concierne y en coincidencia con García (2005), dejar por
fuera el abordaje de la trayectoria de este precepto como lo es la cultura. Escribir sobre este tópico
trasciende la dirección del antropólogo, ya no como especialista en una o varias culturas, sino en
el discernimiento de la interpretación de estrategias que organizan la articulación histórica
relacionados a rasgos seleccionados de varios grupos para tejer su interacción; en este caso me
permito citar: No son simples choques entre culturas, sino confrontaciones que suceden, se alían,
negocian, convergen…tejen redes frágiles de relatos y significados tramados por actores
vulnerables en situaciones de conflictos o no” (García, 2005:39).
La cultura se caracteriza por su polisemia y su fluidez, siendo un tejido que se construye sobre
la base de las representaciones que los individuos se forman de la realidad social y de sus
componentes, se construye y se reconstruye constantemente en el seno de los intercambios sociales
y desde las perspectivas del individuo.
Un ejemplo para describir lo anterior se puede apreciar en el estudio etnohistórico sobre los
Guaiqueríes, realizado por Ayala, Rivas y Wilbert (2017), quienes basados en los estudios de los
lingüistas, indican la dispersión de grupos Arawak, Tupi-Guarani y Caribe (entre 4500 y 3500 años
atrás) como ancestros de los Guaiqueríes, los cuales provenían de las llanuras de inundación de las
cuencas Amazónicas, quienes se desplazaban buscando recursos alimenticios por los cambios
ambientales, las selvas se habían reducido, estos cambios obligaron a los agricultores de tubérculos
a buscar remanentes de selva y dos mil años más tarde estos grupos ancestrales, se establecieron
en la inmediaciones del Orinoco, desarrollando el dominio de nuevas estrategias como la siembra
del complejo Maíz/frijol/calabaza. Este cambio, prosiguen Ayala, Ríos y Wilbert (2017), favoreció
el desarrollo de sus operaciones comerciales y la interacción con otros grupos ubicados en la región,
igualmente conllevó al aumento poblacional y a una jerarquización sociopolítica y religiosa.
La historia de la humanidad está llena de hallazgos que nos demuestran cómo las sociedades
han estado en continuo desplazamiento, estableciendo contacto con otros grupos y su desarrollo
ha sido multilineal, tal como lo señala Mosonyi (1985), imposible de reducir a esquemas
evolucionistas, aspecto sobre el cual la investigadora asume su postura, para afianzar el continuo
desplazamiento activo de interacciones pacificas o de conflictos del hombre y, en el caso que nos
ocupa, Ayala, Rivas y Wilbert (2017) así lo muestran en su investigación sobre los Guaiqueríes.
En lo concerniente a esta temática y tal como lo advierte Giménez (2012), la cultura no debe
entenderse nunca como un repertorio homogéneo, estático e inmodificable de significados, los
sujetos que las producen, las consumen y se las apropian reconfigurándolas o confiriéndoles un
nuevo sentido.
Y si bien apreciamos el continuo desplazamiento del hombre sobre el planeta y sus diversas
recreaciones adaptativas ante las circunstancias, sean bélicas o de encuentros amistosos, subyace
la libre recreación del pensamiento, el cual busca reinventarse en la conexión de lo que ha
considerado su esencia en su devenir histórico, frente a los nuevos factores con los cuales ha de
interactuar en otros escenarios, en sus habitas originarios o foráneos.
Igualmente, en este aspecto abordé la interculturalidad como paradigma para pensar e interpretar
a la diversidad, enunciado por Abdallah-Pretceille (2006) de la Universidad La Sorbona, en París.
Refiere esta autora, la intencionalidad de interpretar los hechos culturales en su esencia heterogénea
y desmitificar la concepción purista de la cultura.
Lo enunciado por Abdallah-Pretceille, encuentro que puede ser reforzado por uno de los clásicos
en los planteamientos del antropólogo Herskovits (1974), quien al caracterizar la teoría de la
cultura, explica su aprendizaje en un proceso denominado endoculturación, pues es esencialmente
una construcción edificada por el hombre al describir el cuerpo total de sus creencias,
comportamientos o conductas, valores y objetivos señalando el modo de vida de un pueblo. En este
sentido al ser la cultura aprendida, puede ser reaprendida, pues el individuo no es un ser pasivo en
el acto del aprendizaje.
Este ensayo se identifica con este planteamiento, pues la cultura como factor esencial, que
conforma al patrimonio cultural inmaterial, hace de éste un elemento vivo, no es estático, sus
intérpretes y creadores son la humanidad; la misma que se debate en el proceso de los encuentros
con otros y en la revelación de la mutabilidad de ella, que es imposible restringir en frías
taxonomías, las cuales, si bien nos ayudan a comprender, no pueden convertirse en el fin último
para apreciar la polifonía del ser y su transformación para la apropiación de las diversas
circunstancias en la cual se debate la humanidad en sus particularidades, sin estar desvinculadas
del acontecer universal.
Desde la interculturalidad, es posible apreciar los procesos de interacción en las prácticas
socioculturales de apropiación bajo la libre decisión, dada la complejidad de la cultura, resulta más
atinada la comprensión de la diversidad, admitiéndose en los espacios aun en conflicto; una
coexistencia cultural donde se suscitan negociaciones y entrelazamiento de relaciones e
intercambio, bien podría ilustrar lo antes dicho y como lo referí anteriormente, con el caso de la
Festividad Guaiquerí en honor a la Virgen del Valle, la cual se celebra el 9 de septiembre, un día
posterior al santoral católico, concesión otorgada a este grupo étnico por Fray Iñigo Abad en 1773.
Tal como lo señala Bondarenko (2017), Fray Francisco de Villacorta en 1618, trajo la imagen de
la Virgen desde Nueva Cádiz de Cubagua y en compañía de los Guaiqueríes, la resguarda en las
Cuevas del Piache (hoy municipio García del estado Nueva Esparta), sitio sagrado para este pueblo,
ubicado en las inmediaciones al actual sector de El Poblado, nombrando entonces a los
Guaiqueríes, custodios de la Virgen.
Desde entonces se suman unos 500 años de esta festividad tradicional, principalmente en el
caserío Francisco Fajardo, hoy conocido como El Poblado en la ciudad de Porlamar, municipio
Mariño del estado Nueva Esparta, según lo registró el ya fallecido Cronista local, Murguey (2015).
Para 1952 el gobierno de Nueva Esparta oficializó el 9 de septiembre, como el día de los
Guaiqueríes, reconociendo la jerarquía jurídica de este patrimonio cultural inmaterial.
En la actualidad en el sector El Poblado, predomina el paisaje urbano, el congestionado tránsito
automotor y una alta actividad comercial, la cual domina la cotidianidad de vida del Guaiquerí
residenciado en esa localidad, además para ellos está claramente reconocido su gentilicio con un
gran orgullo, entre los pobladores, no hay rodeo alguno para expresarlo: Si señora soy 100%
Guaiquerí, soy margariteño hasta la cacha, como se dice. Nací Guaiquerí.
En una situación de pluralidad cultural, se puede entender que estamos, no tanto ante entidades
culturales estables como ante fragmentos culturales. De la misma forma, las culturas no se definen
en relación a una suma de características y rasgos culturales, sino a través de las relaciones y las
interacciones entre los individuos y los grupos.
Ante acontecimientos como estos ya no es tiempo ni de nomenclaturas ni de entes puros y
primitivos, cada individuo tiene la posibilidad de expresarse y de actuar apondose, no sólo en
sus códigos de pertenencia, sino también en códigos de referencia libremente elegidos. De allí la
importancia de asumir la diversidad cultural representa, en la actualidad, el acercamiento a lo que
hoy somos y la interculturalidad con su propuesta del reconocimiento en el diálogo con el otro,
representa una de las herramientas para mostrarlo, y bien cabe agregar, sin abrazar la ingenua utopía
sobre la desaparición de las diferencias, al contrario, siempre se harán sentir, pues ellas son parte
de la naturaleza humana y se suele definir como etnocentrismo.
Ilustra perfectamente lo anterior lo sostenido por Austin (2004), la interculturalidad es un
proceso continuo que independientemente de las situaciones de interacción entre diversas culturas,
hay implícito un proceso espontáneo de negociación cultural devenido de la comunicación,
recreándose tradiciones culturales sin desvirtuar el sentimiento de identidad originario,
coincidiendo con el autor plenamente, pues hay una interacción que conlleva a interpretaciones de
otras culturas y ajustarlas, readaptarlas o simplemente asumidas como propias.
La interculturalidad ha sido manejada, como herramienta jurídica y educativa para amparar los
derechos culturales, como base para la vida respetuosa y tolerante en un mundo cada vez más
complejo, en este orden es propuesta como eje transversal de una gobernabilidad adecuada a la
democracia, que mejore el tema de la diversidad en la búsqueda de la equidad social, aspecto
ampliamente trabajado por Álvarez (2014).
En el ámbito educativo latinoamericano la interculturalidad representa un concepto, un principio
que va más allá de la coexistencia con los otros, pues implica la construcción a partir de las
diferencias (Carpintero, 2016), las cuales vivimos y conocemos pero los programas educativos
buscan homogeneizar, de allí que el comprender la trayectoria del precepto de cultura como
proceso dinámico y su contenido en la esencia del patrimonio cultural inmaterial desde la mirada
de la interculturalidad contribuye como herramienta o estrategia académica para reflexionar sobre
la diversidad cultural en condiciones de equidad e igualdad.
Sin embargo, desde la antropología la interculturalidad va más allá de condiciones jurídicas de
equidad preestablecidas, es reconocer a cualquier ser humano más allá de sus condiciones
fenotípicas es un ser pensante y libre poseedor de una innata condición la cual le permite el ir
amalgamando su identidad y tradiciones expresadas en sus patrimonios culturales, por tanto es
preciso como académicos avanzar en una práctica que sistematice el asumir las bondades de la
diversidad y aprender a ver el rostro socio cultural dentro y fuera de las estancias educativas.
Consideraciones finales
La intención del ensayo fue apreciar la diversidad cultural y como los cambios no son los
enemigos de la preservación del patrimonio cultural inmaterial en las sociedades pues éste se recrea
en su contemporaneidad; el no aceptarlo, nos lleva a una pelea estéril la cual no permite apreciar,
la presencia ancestral en la contemporaneidad de las imbricaciones sociales, presentes en el
entramado social los cuales conforman al patrimonio cultural inmaterial y tal vez, al no apreciar
esta interculturalidad, desaprovechamos un puntal para admirar con orgullo el patrimonio que
mantenemos vivo, recreado en la actualidad por sus intérpretes y protagonistas, en las entrañas de
las comunidades es donde se teje el entramado social estableciendo la esencia de un patrimonio
cultural inmaterial, el cual habla desde un pasado y en el presente se reinventa asumiendo el desafío
de los cambios sin perder de vista la esencia, tal como lo viven los Guaiqueríes cada 9 de
septiembre, al realizar las festividades en honor a la Virgen del Valle.
Es un patrimonio cultural vivo, que habla desde las creativas voces Guaiqueríes, quienes hilaron
ante la dulce imagen de una Divinidad, proveniente desde el otro lado del mar; ese que es único y
diverso y, nos lleva a pensar mo la Virgen llegó para quedarse con sus ancestrales custodios.
La interculturalidad forma parte de estas vías de pensar lo diverso, lo segmentario y la
heterogeneidad. Es una visión antropológica en beneficio de los recursos sistemáticos a una
antropología cultural y representa una tarea intelectual; busca cambiar los modelos que asumen a
los patrimonios culturales inmateriales como entidades históricas cerradas; las posiciones cargadas
de un peligroso etnocentrismo, conllevan a reconocernos como sociedades detractoras del
patrimonio cultural inmaterial, cuando en realidad hemos logrado asumir los retos de abrumadores
cambios para fortalecer el ser identitario y mantener viva la esencia que nos define.
Es necesaria esta reflexión para mostrarnos cuán presente está el gentilicio cultural y así
asumirnos con el considerable orgullo de pertenencia para irrumpir en propuestas concertadas a la
contemporaneidad en materia de resguardo patrimonial y su reconocimiento en las ingeniosidades
prácticas, igualmente como educadores tenemos en nuestras manos la delicada e importante labor
de visualizarnos en nuestra rica diversidad cultural para con valentía educar a quienes recurren ante
nosotros con el sueño de ser orientados en la equidad de comprendernos desde un vasto pasado y
un presente lleno de diversidad cultural al hacernos únicos en cada una de las particularidades que
conforman la humanidad.
Desde la mirada de la interculturalidad, el reto es no escandalizarnos por los nuevos factores
que los jóvenes incorporan en la contemporaneidad, es acompañarlos para generar las reflexiones
académicas de apertura para apreciar esta realidad presente en la conformación del patrimonio
cultural inmaterial, fortalecer el sentimiento de pertenencia y orgullo hacia nuestras sociedades.
Expreso claramente al cerrar, mi posición de interculturalidad la cual no va en contra del resguardo
hacia el patrimonio cultural inmaterial, ni la negación a la ancestralidad, siempre presente; deseo
contribuir al continuo transitar educativo académico de trabajar por la inclusión y la coexistencia
que nos permita reconocer la diversidad cultural.
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