Espacio Abierto Cuaderno Venezolano de Sociología Vol.27 No.3 (julio-septiembre, 2018): 95-118


El laberinto conceptual de la “Sociedad Civil” y su especificidad en contextos de desigualdad. Precisiones con miras al análisis del Poder Popular en Venezuela

Migdalia Lugo Davila.*


Resumen

Se explora la pertinencia y posibilidades del concepto de “sociedad civil” como categoría de análisis en sociedades como la venezolana, caracterizadas por la desigualdad social, así como las particularidades que asume su uso en el contexto de la polarización política y en el ideario del Socialismo Bolivariano en el cual se define como norte el protagonismo popular. Para ello se examinan sus diferentes acepciones, en la búsqueda de los elementos paradigmáticos ontológicos y epistemológicos desde los que son pensadas, los paradigmas políticos que las rigen y las realidades históricas concretas a las que responden. Se identifican como problemas comunes en los usos del concepto: su reificación u ontologización, su carácter normativo, y, como rasgo específico de sus uso en contextos de desigualdad social, su carácter excluyente, al plantear como sinónimo de democracia la participación de “la” sociedad civil, suponiendo homogeneidad de intereses – entre sus miembros y en relación con el Estado-, sin advertir ni cuestionar la exclusión de la mayor parte de la población en ésta, ni la debilidad de los estudios que analizan la fortaleza de un sistema democrático con un concepto de sociedad civil que opera desde la exclusión. Se construyen las definiciones de identidad y autonomía como rasgos que definen la “pertenencia” a la sociedad civil, y las dificultades que se presentan en la formación de identidades sociales/políticas a partir del reconocimiento de identidades negativas y altercentrismo presentes en sociedades desiguales. Se propone la consideración de la identidad social/política como problema que debe ser abordado en los proyectos políticos que los definen como sujetos históricos de una nueva hegemonía.

 

Palabras clave: Sociedad civil; desigualdad social; Socialismo Bolivariano; identidad; altercentrismo.


Recibido: 02-06-2017 / Aceptado: 11-03-2018

Estas opciones, todas construidas desde la separación Estado-sociedad civil, resumen el contenido de la discusión en el marco del pensamiento liberal acerca de la relación entre dichos entes, la cual ha venido remozándose en distintos contextos históricos e ideológicos hasta el presente.

El concepto de sociedad civil en el esquema marxista: Marx critica los elementos que componen el esquema clásico de la concepción de sociedad civil, y, en particular, la idea misma de sociedad civil. Con respecto al esquema moderno, aunque crítica a Hegel, rescata y desarrolla los términos del concepto de sociedad civil (Rabossi, Ob. Cit.: 32), profundizando en la reflexión acerca del problema de la relación Estado-sociedad. Reserva el uso del vocablo para aludir el conjunto de relaciones económicas (el lugar donde tiene lugar la explotación), pero éste pierde relevancia con el tiempo. Se reconoce a Gramsci el mérito de plantear el problema de la transformación social, alejándose del marxismo economicista para desarrollar una perspectiva estrictamente política, enriqueciendo el dispositivo conceptual de la ciencia política (Pereyra, 1988). Dado lo encriptado de sus escritos, existen diversas interpretaciones del planteamiento gramsciano de sociedad civil, se rescata aquí su consideración de dos entes diferentes –Estado y sociedad civil– pero vinculados orgánicamente. Siguiendo a Pereyra, para Gramsci la sociedad civil es “el complejo institucional donde se realiza el enfrentamiento ideológico y político de las clases sociales.” (Ib.:53-54). Dicho complejo institucional lo integran: los partidos políticos, los sindicatos, medios de comunicación, congregaciones religiosas, cámaras empresariales, centros educativos, gremios profesionales, y otras agrupaciones de carácter social (Id). Debe destacarse que en este inventario de instituciones Gramsci incluye a los partidos políticos, en contraste con otros autores, entre ellos los de desarrollos teóricos más recientes. En todo caso, la idea a considerar aquí es la de la sociedad civil como “diversidad de organismos a través de los cuales los miembros de la sociedad se integran en la actividad política y en el debate ideológico.” (Ib. 54).

Resulta importante destacar en el planteamiento gramsciano dos elementos. En primer lugar, su idea del vínculo orgánico entre Estado y sociedad civil, entendido como unidad y distinción, lo cual es contrario al pensamiento liberal que parte de la separación y exterioridad de dichos entes. En segundo lugar, su idea del conflicto al interior de la sociedad civil a partir del reconocimiento de las diferencias políticas e ideológicas entre sus componentes, resultando de ello diferentes relaciones con el Estado, es decir, abre la posibilidad de pensar en el contenido diverso de los vínculos orgánicos, entendiendo a su vez que el Estado no es un bloque monolítico sino que está compuesto por diversas instancias, una de las cuales es la gubernamental – en lenguaje liberal diversos poderes-, que no se conforman a partir de la aplicación de principios abstractos de carácter normativo, sino que su contenido expresa una constelación de intereses concretos que se actualizan permanentemente.

Precisamente, parte de lo que ha devenido en la configuración de un campo conceptual problemático tiene que ver con el uso del singular cuando se habla de “la” sociedad civil, en tanto suele deslizarse hacia la idea de otorgarle un contenido o composición homogénea y libre de conflictos, en lugar de pensarla como el espacio público donde se enfrentan intereses y poderes, entre ellos mismos y en sus relaciones con el Estado. Tal idea es correlativa a la idea de Estado monolítico antes expuesta. De ello resulta una conclusión totalmente obvia, aceptada en el discurso pero negada sistemáticamente en los análisis y prácticas políticas tanto de derecha como de izquierda: el Estado no es la “sede” exclusiva del poder, sino que el poder –político – se define en una trama relacional compleja y multidimensional. Ello significa, entre otras cosas, que el Estado no es el enemigo externo de “la” sociedad civil, al que esta debe someter y limitar a funciones de vigilancia, pues, al hacerlo, y disminuir sus funciones (la exigencia de no intervenir en la esfera económica), está actuando como “amigo” de una parte de la sociedad civil y “enemigo” de otras. También significa superar la idea del poder como una “cosa” que tiene el Estado, que puede “asaltarse y tomarse”, la cual sigue siendo entendida literalmente. El concepto de hegemonía desarrollado por Gramsci resulta de gran utilidad para cuestionar ambas interpretaciones. Pero, además, trasciende el carácter normativo de otras conceptualizaciones para ofrecerse como categoría de análisis. Por otra parte, desde el punto de vista epistemológico la idea de Morin (2004) de la complejidad dialógica y el bucle recursivo tiene mayor potencialidad para entender esta dinámica relacional expuesta por Gramsci que el postulado marxista de la totalidad dialéctica, la cual tiende a pensarse de manera dicotómica.

Tal como se ha expuesto, la conceptualización de Gramsci acerca de la sociedad civil cuestiona tanto el planteamiento liberal como el del marxismo economicista. Llama la atención que en la revisión de la literatura más reciente acerca de los problemas del concepto y sus distintas elaboraciones algunos autores no incluyen el planteamiento gramsciano (Rabossi, 1997; Rabotnikof, 1999; Anzola Nieves, 2011), lo cual constituye una omisión que lleva a pensar en las modas académicas estando el marxismo “fuera de moda”. No obstante, precisamente también en la literatura más reciente acerca de los problemas de la sociedad civil se hacen presentes ciertos elementos distintivos de la conceptualización gramsciana, haciéndola operativa, aun cuando no especifique su origen, como es el caso de Grzybowski (2005), o, como en el caso de Alexander (1994), quien sí reconoce su contribución.

El concepto de sociedad civil surgido en el contexto de los movimientos disidentes de Europa del Este: En contraste con la importancia del concepto en el pensamiento político marxista, en la tradición teórica liberal pierde protagonismo, para resurgir en la década del 70, en el contexto de la crisis de los regímenes comunistas de Europa del Este. Convertido en consigna de los movimientos disidentes, adquiere un nuevo significado construido en torno a las particularidades del contexto y con un claro contenido normativo. Según Rabossi (Ob. Cit.: 32) los rasgos típicos de este nuevo concepto son: I) refiere un agrupamiento social que se contrapone al Estado Totalitario colectivista y a sus políticas; II) se concibe como un espacio legítimo de convivencia en el que las relaciones sociales están signadas por lazos morales de solidaridad y lealtad; la pretensión de construir un ámbito inmune al poder. Este significado se centra en la auto organización y cohesividad moral y emocional de la sociedad apartada del Estado y del partido (oposición: sociedad civil-sociedad política). Obviamente, una vez disuelto el conflicto sobre el cual se construyó el concepto, este debe, necesariamente, redefinirse para atender a las nuevas condiciones o desaparecer. Sin embargo, se han conservado sus rasgos típicos extrapolándolos a otros contextos, de manera que pasó a convertirse en una moda académica y política.

  1.  

    El concepto de sociedad civil en el contexto de la resistencia contra las dictaduras en América del Sur. Se entiende la sociedad civil como una red de grupos y asociaciones que se ubican entre la familia y el Estado cuya actuación se considera vital tanto en el proceso de lucha contra la dictadura como en el de la construcción de la democracia. Entre las cuestiones que se debaten se encuentra el de la inclusión o no de los partidos y organizaciones políticas en la esfera de la sociedad civil.

    El concepto de sociedad civil en las discusiones más recientes de la realidad del primer mundo: los contextos de crisis del Estado de Bienestar y crisis de la democracia representativa. A finales de la década del 60, extendiéndose a las décadas siguientes, se inicia en Europa y Estados Unidos una discusión en relación con lo que se consideró el agotamiento del modelo de Estado Benefactor. En este contexto de crítica al Estado surgen dos maneras diferentes de entender la sociedad civil. Desde la izquierda, en el marco de una propuesta de democratización desde abajo, que se aleje tanto de la lógica del mercado como del estatismo social, si bien se revaloriza el papel del Estado en su dimensión de Estado de Derecho al reconocer las grandes conquistas alcanzadas por la socialdemocracia plasmadas en las instituciones jurídicas garantes de las libertades básicas (organización sindical, seguridad social, legislación laboral, etc.), se critica que, al igual que el mercado, su intervención tenga como efecto la colonización de las formas espontáneas de sociabilidad. Para Habermas (1987) la sociedad civil está constituida por una red informal de grupos, asociaciones y sobre todo de espacios públicos de debate, y –al igual que otros autores como Lefort, Rosanvallon, etc. – reconoce en estos el potencial para el desarrollo de nuevas formas de relacionalidad basadas en la solidaridad y cooperación (Rabotnikof, 1999: 31). Dentro de esta postura se destaca el papel de los movimientos sociales y se señala a los partidos como otra fuente de tensión con la sociedad civil, planteando como necesario el desarrollo de esferas públicas autónomas de debate sobre temas de interés general y de expresión de pluralismo (Id.). Por su parte, la derecha retoma varias de las críticas de izquierda pero las traduce desde su perspectiva conservadora. Así, aunque coincide con ésta en señalar a la sociedad civil como el terreno de la democracia, concibe a la sociedad civil como la “trinchera frente al Estado y frente a la política, tendencialmente identificada con el mercado, despolitizada e integrada culturalmente.”(Ib.: 32). En tal sentido, su prescripción se centra en limitar las funciones del Estado y sustituir la tarea redistributiva del Estado por formas de voluntariado (Id.).

    En el contexto de la crisis de las democracias representativas, el tema de la sociedad civil es abordado por numerosos y destacados autores. Se consideran aquí los estudios desarrollados por Joseph Cohen y Andrew Arato y por Jeffrey Alexander – siguiendo el hilo de la discusión planteada por Cansino, Ob.cit.) – como referentes de la discusión en torno a la especificidad de las condiciones intrínsecas de actuación de la sociedad civil, es decir, lo que es capaz de ofrecer en los procesos de construcción/consolidación de la democracia. Aun cuando sus respectivos trabajos se publican en la década del 90 continúan siendo importantes referentes en la discusión actual.

    Cohen y Arato (1992/2000) parten de la idea desarrollada por Habermas acerca de la esfera pública como un espacio para la interacción cara a cara distinto del Estado y que permite la ampliación del dominio público. En esta esfera perteneciente al ‘mundo de la vida’ –a diferencia del Estado y del mercado, con racionalidades sistémicas-, la acción comunicativa hace posible el consenso lingüístico. Para Cohen y Arato los nuevos movimientos sociales son expresión del rejuvenecimiento de la sociedad civil y la afirmación de una nueva esfera pública ante la tarea de evitar la colonización sistémica –poder/dinero de los mundos de vida. Proponen definir la sociedad civil como: la parte institucional de los mundos de vida, a la cual corresponde – más que defender a la sociedad civil frente al sistema – ampliar la capacidad de control sobre el propio sistema, imponiendo su propia racionalidad de tipo comunicativo. Así, en la misma línea utópica de Habermas, plantean que en la sociedad civil, a través de los procesos de comunicación pública, se hace posible el “nosotros” que no elimina el “nosotros” de los grupos que la conforman.

3) …la sociedad civil es la sociedad civil venezolana (…) quienes la representan no pueden ser extranjeros, ni organismos dirigidos, afiliados, subsidiados, financiados, o sostenidos directa o indirectamente, por Estados; o movimientos o grupos influenciados por esos Estados; ni por asociaciones, grupos o movimientos trasnacionales o mundiales, que persigan fines políticos o económicos, en beneficio propio. 4) [la] composición sectorializada de la sociedad civil, permite distinguir “sociedades civiles” nacionales, regionales, estadales, municipales, vecinales, locales, así como sociedad civil obrera, profesional, etc., ya que a veces un tema concreto es lo importante a los fines de la consulta, o la participación, o el ejercicio del derecho. 5) …tiene que estar integrada por actores sociales conformados en forma democrática, (…) no puede estar representada por individualidades, por más notables que sean, por autopostulados, por grupúsculos sin personalidad jurídica y organizaciones semejantes. 6)…sus voceros no pueden ser ni militares activos ni religiosos. 7)…tiene que estar organizada, y por ello el término sociedad civil organizada no es sino una expresión sinónima de sociedad civil. 8) ...los actores sociales y organizaciones de diversa índole que conforman la sociedad civil, deben tener por objeto los ámbitos de ejercicio de la corresponsabilidad. (…) Sus fines, conforme a la Constitución, son la colaboración con el Estado, en una forma distinta, aun no percibida, en la conducción del Estado y de la Política. 9)…la transparencia de estos actores sociales requiere que ellos no persigan fines de lucro, que no suplanten al ciudadano por el consumidor; o que no persigan adoctrinamientos políticos, religiosos o de cualquier índole. 10) La sociedad civil, conforme a lo expuesto está conformada por instituciones y organizaciones con personalidad jurídica, las cuales serán reguladas de acuerdo con los requisitos que imponga la ley.”. (Tribunal Supremo de Justicia, Sala Constitucional, N° 1395 del 21-11-2000).


Contrario a lo que plantea Lander (Ob. cit.), todo ello indica que no es cuestión de optar por el uso de un término menos problemático para referirse a los no incluidos. Resignificar el concepto de sociedad civil pasa por superar la exclusividad de su uso por parte de una parcialidad política que se atribuye su representación o la exclusividad de ese espacio, como contención del universo de grupos y asociaciones que la conforman, pero desde la negación o invisibilización de aquellos grupos y asociaciones que no comparten su extracción social, y/o su posición política e ideológica. Sin duda, se trata –como antes se expuso – de un alerta epistemológico, pero que no es solo del ámbito académico, sino que es necesario también en la práctica política, y en el ámbito normativo-institucional a objeto de incluir a la “otra” sociedad civil. Pasa entonces por visibilizar las organizaciones, movimientos, asociaciones de origen popular, así como aquellas que adhieren a otra posición política e ideológica, por lo cual la consideración de la sociedad civil como espacio público se patenta como un espacio heterogéneo y conflictivo, pero también de deliberación, en la condición de existencia que le exige el ejercicio de la democracia.


Precisiones conceptuales con miras al análisis del poder popular.

En contextos de ampliación y creación de nuevas bases más igualitarias para la democracia, la inclusión social –en tanto proceso netamente conflictivo – se expresa en distintos órdenes de la vida social como polarización, y la sociedad civil no es la excepción. En tal sentido, frente al uso del singular “sociedad civil”, que en su significado dominante hace referencia a los notables de la sociedad, se hace imperativo dimensionar su resignificación, e incorporar la consideración de la sociedad civil popular, los recién incorporados a ese espacio.

Por otra parte, es necesario reconocer que así como en los gobiernos de Chávez y Maduro se ha creado una institucionalidad paralela a través de las misiones sociales (lo que Pérez Pirela, 2010, denomina el Estado “bis”), también se ha impulsado el nacimiento y/o fortalecimiento de organizaciones civiles que adhieren al chavismo. Al respecto, resulta pertinente la pregunta: ¿son éstas sociedad civil? En tal sentido, un asunto a analizar es la propia condición de existencia de los grupos, asociaciones, movimientos, como sociedad civil. Si se acepta la idea de la sociedad civil como un ente relacionado con el Estado, con los partidos políticos y con el mercado, pero diferente a estos, es necesario establecer entonces sus atributos “esenciales” (aquello sin lo cual no puede ser lo que es) o específicos. Al respecto, diferentes autores coinciden en señalar dos atributos: autonomía e identidad. Con miras a establecer precisiones conceptuales para el análisis del poder popular, y en base a los elementos antes expuestos, propongo las siguientes definiciones:


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Vol 27, N°3


Esta revista fue editada en formato digital en septiembre de 2018 por su editorial; publicada por el Fondo Editorial Serbiluz, Universidad del Zulia. Maracaibo-Venezuela


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