Revista de Filosofía
Vol. 41, Nº Especial 2024, pp. 28-50
Universidad del Zulia. Maracaibo-Venezuela
ISSN: 0798-1171 / e-ISSN: 2477-9598
Esta obra se publica bajo licencia Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional
(CC BY-NC-SA 4.0)
https://creativecommons.org/licenses/by-nc-sa/4.0/
Inmanuel kant, ¿metodólogo?
Gendrik Moreno
La Universidad del Zulia
Escuela de Filosofía
Maracaibo - Venezuela
Dedicado a mi maestro
Ángel Martín Sánchez
DOI: https://doi.org/10.5281/zenodo.14297710
Resumen
Este artículo explora el tratamiento que Kant hace de varios conceptos, entre ellos el de
‘concepto’ mismo y el de “categoría” y cómo estos se reflejan en su obra “Crítica de la razón
pura”, específicamente en el pasaje B75. Kant, a través de su filosofía trascendental, redefine
la noción de ‘concepto’ como una función del entendimiento que sintetiza las intuiciones
sensibles bajo principios universales y necesarios, pasando por un momento empírico a
través del a posteriori. Apenas son unas notas que intentan bosquejar cómo Kant podría ser
útil como elemento a considerar en la metodología para la investigación académica,
especialmente en ciencias sociales y políticas. Se examina el rol que juega el concepto en la
estructura del conocimiento humano, evidenciando su función no sólo desde un punto de
vista estrictamente filosófico, sino también por su valor heurístico. En el pasaje B75, Kant
ilustra cómo el entendimiento opera a través de los conceptos para dar coherencia y
significado a las percepciones, dibujando su fecundidad metodológica al vincular la teoría
del conocimiento con la práctica de la investigación académica. Así, se argumenta que Kant
no solo proporciona una teoría del conocimiento sino también al menos una herramienta
metodológica para las ciencias sociales y humanas, que resalta la importancia de los
conceptos como herramientas fundamentales para la comprensión y el desarrollo del
pensamiento crítico.
Palabras clave: Conceptos, categorías, experiencia, metodología de la investigación, Kant
_______________________________
Recibido 15-02-2024 Aceptado 15-05-2024
El siguiente escrito pretende ser un modestísimo homenaje al filósofo alemán
Inmanuel Kant, acaso uno de los pensadores más importantes y fecundos de toda la historia
de la filosofía. Dicha contribución se enmarca en los actos de celebración de los 300 años de
su nacimiento en Königsberg, Alemania, en el año 1724, y se une a lo que seguramente está
siendo un tributo mundial allí donde se desarrolle formalmente el oficio filosófico.
morenogedk@gmail.com
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Creemos con Alejandro Llano que luego de la muerte de Kant, todos somos de alguna
manera postkantianos, aunque a veces no lo advirtamos. Este escrito intentará honrar
también aquel dictum del filósofo que invita filosofar por cuenta propia y no a repetir
asertos. Pero este ir por cuenta propia requiere siempre mínimos impulsos que son dados
por ideas y argumentos, explícitos o potencialmente problematizables, presentes en la obra
del filósofo en cuestión.
Estructura y finalidad
Gille Deleuze llegó a decir que “Kant es como un trueno. Después siempre podremos
hacernos los listos… incluso, habrá que hacerlo Este breve texto es una manera de “hacerse
el listo”. No es un ejercicio doxográfico ni tiene intención exegética o erudita. Nace de la
propia experiencia y tiene más bien una motivación instrumental. Por instrumental
entendemos la identificación y la selección de un pasaje, idea, enunciado o argumento al que
se problematiza (y reconstruye de ser necesario) como medio para probar, bien sea su
aplicación o bien el enriquecimiento de otras tesis, argumentos o perspectivas. Por tanto, es
un trabajo que se teje a partir de Kant, concretamente a partir de un análisis la idea de
‘concepto’ vinculado con su rol en la célebre máxima expuesta en la Crítica, 1, B75 para
resaltar la importancia que tienen los conceptos en la en la investigación científica o
humanística, pues constituyen la guía y sostén de todo discernimiento y explicación. Se
dividirá en cinco partes y se desarrolla a partir de nuestra experiencia profesional como
docente universitario. Este es el dominio del discurso del presente trabajo.
Ignoramos si ésta es una propuesta original o no. Pero al menos no la hemos visto así
planteada en los manuales de metodología en español al uso. Entendemos la metodología
como la rama heurística de la epistemología. Como sea, invitamos a que sea considerada
como un recordatorio amigable sobre la importancia de los conceptos.
Contexto: filosofía y experiencia profesional
Quizás ya se haya notado el tono vivencial de este modesto escrito que intenta una
reflexión con la ayuda de Kant a partir de mi experiencia como profesor de ciencias política,
métodos y como tutor de algunos trabajos de grado. En ese transitar notamos con mucha
preocupación las carencias o la laxitud quizás en el manejo conceptual en los denominados
‘marcos teóricos’ de los trabajos finales de grado como requisito final de carrera. No
deseamos incurrir en una falacia de generalización apresurada al decir que son todos los
trabajos, en toda la universidad y ni siquiera en todo el país. Pero lo que hemos visto en
reiteradas oportunidades nos preocupa.
Para cualquier investigación, sea del área de las ciencias naturales, formales o sociales
y humanas, las teorías no son un mero accesorio inconexo para llenar una espacio en el
cuerpo del trabajo que se desarrolla; por el contrario, los elementos conceptuales y teóricos
constituyen la base o suelo fundacional que sirven para erigir nuestras propias
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presuposiciones, hipótesis, y hasta nuevas teorías, a partir del discernimiento de la
racionalidad intrínseca de dichos elementos y de las virtuales conexiones de aquéllas con
nuestras conjeturas preteóricas previas.
Más de las veces, en esa tan necesaria como permanente fase de revisión bibliográfica
a toda investigación, nos topamos con conceptos o categorías que no sólo nos ayudan a
fundamentar nuestras suposiciones, conjeturas y conocimientos previos, sino que son la
condición de posibilidad para que en nuestras mentes se disparen ideas novedosas en torno
a un hecho, fenómeno, proceso, tema o problema o, sencillamente, para iluminarlos desde
otras facetas o perspectivas. En este sentido, el marco conceptual o teoría -siempre alineada
y orientada por nuestros propósitos y variables de investigación-, deviene en el dispositivo
heurístico que permite en un mismo movimiento cognoscitivo generar nuevas ideas, pulir y
enriquecer argumentos en defensa de nuestra tesis, así como también, fortalecer nuestra
capacidad de abstracción, discernimiento, racionalidad y juicio, elementos inherentes a toda
empresa científica.
Los encuadres conceptuales son ese crisol que permiten dar sentido a la empírea
circundante, a ese haz de sensaciones que de forma algo caótica atiborran nuestro aparato
sensorial. Sin la ayuda de un marco conceptual o teoría sería difícil otorgar unidad, secuencia
y finalidad a los procesos políticos, sociales y culturales en general, que de suyo y por
definición, son una compleja realidad difusa, opaca, inestable, difícil de atrapar y
aprehender en su naturaleza e interconexiones.
En este sentido, al menos desde la modernidad filosófica, sabemos que los conceptos
pueden ayudar discernir, acotar y dar estructura a la lectura que hacemos de ciertas
parcelas de la realidad que nos hemos dispuesto a problematizar. Un concepto o un conjunto
pertinente y consistente de ellos funge como una surte de muletas cognitivas en nuestro
tráfico investigativo con el mundo.
En algunos de los trabajaos revisados el patrón que logramos detectar fue el de una
desvinculación o desconexión e inconsistencias en el seno del mismo cuerpo de conceptos
que formaban el elenco del marco conceptual o teórico de las investigaciones que logramos
revisar. Es decir, una ristra de conceptos sin mucho uno orden y concierto, dispuestos en
secuencia arbitraria unos tras otros. No hay pregunta de investigación pura o inocente, no
hay dato que no tenga una cierta “carga conceptual”, sin importar si el concepto está
altamente formalizado o no.
La desorientación conceptual y cierta dosis de impericia en su manejo, puede
conducir a un problema de inconsistencia interna del propio marco en donde ellos deben ser
consignados, caracterizados y definidos, i.e., en el llamado marco teórico de la investigación.
Por ‘inconsistencia’ entendemos aquí incompatibilidad entre ellos. Esta incompatibilidad
puede ser de distinto tipo: lógica, semántica, categorial, que afecta tanto a la clase de
referencia del dominio u objeto de estudio, como a su sentido o connotación, pero incluso
ideológica en trabajos de grado de ciencias sociales y políticas, pues a veces se juntan
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conceptos de distintos y disímiles orígenes o fuentes sin especificación textual ni contextual
previa.
Este hecho tiende a generar la pérdida del hilo ariadnae que bridan tanto la pregunta
de investigación como las variables o eventos de estudio que, como se dijo, están teñidas
conceptualmente; pero, además, conllevan a una desconexión entre el plexo de conceptos y
los datos recogidos, porque los conceptos adecuadamente operacionalizados son el sostén y
la guía para la elaboración de las técnicas y los instrumentos de recogida de datos. El
concepto discrimina el dato.
En fin, los conceptos hacen posible conducir con cierta coherencia una investigación
desde el inicio hasta el final intentando concluirla con una interpretación, con aportes
críticos, nuevas preguntas y cuestiones sueltas o no tan trabajadas en la misma que
merezcan desarrollos posteriores, etc. Haciendo uso de una imagen no técnica pero muy
extendida en algunos textos de divulgación filosófica e incluso en algunas historias de la
disciplina, los conceptos son esos “anteojos o lentes cognitivosque posibilitan colorear la
realidad y entenderla siempre de alguna manera y no de muchas otras al mismo tiempo y en
el mismo sentido. Pero, veamos un poco esta metáfora de los conceptos como anteojos
1
.
La metáfora de los anteojos: la realidad se tiñe de conceptos
Al igual que un montón de filósofos Kant centró su vida intelectual intentando
comprender nuestra relación con la realidad. Y básicamente de esto es de lo que se trata la
metafísica. Su interés especifico se alejaba del entendimiento realista que caracterizó a la
tradición aristotélico-tomista y fue tomando un sesgo gnoseologísta” o “epistémico”
centrado en los límites del pensamiento; los límites de lo que puede ser conocido y
comprendido, es decir, es un dilucidador de esos límites.
En su célebre libro Crítica de la razón pura de 1781, Kant aborda la intrincada
cuestión sobre la posibilidad del conocimiento humano, explorando y especulando
conceptualmente sobre los límites y posibilidades de la razón humana. Su enfoque se centra
en la distinción entre el conocimiento a priori y a posteriori, así como entre fenómenos, es
decir, lo que experimentamos y noúmenos o ese plano que existe independientemente de
toda experiencia posible. Kant despliega su teoría trascendental, argumentando que el
conocimiento se estructura a través de categorías y formas a priori de la sensibilidad y el
entendimiento, como el espacio y el tiempo. Meras formas de la intuición sensible.
Condiciones de la existencia en cuanto fenómenos. Además, examina la validez y los límites
del juicio sintético a priori vinculado a su posibilidad efectiva en la ciencia y la metafísica
2
.
1
Esta imagen de los conceptos como “anteojos” o “lentes” se encuentra hasta donde sabemos, en al menos tres
de textos: dos introductorios a la filosofía, y uno introductorio a la filosofía kantiana. Por lo tanto, solo la
suscribimos, pero para nada es un planteamiento original nuestro: el primero es el clásico de Adolfo Carpio.
Principios de filosofía. Buenos Aires, Glauco, 2004. Sección I, “Filosofía teorética”, punto 3, “La revolución
copernicana”, s/n.Warburton, Nigel. Una pequeña historia de la filosofía. Barcelona, Galaxia Gutenberg, pág.
119.Solé, Juan. Kant. El giro copernicano en la filosofía. Barcelona, SALVAT, 2017. 58.
2
Escuetamente, porque no es propósito de este escrito explayarse en ese asunto, este tipo de juicio, según Kant,
será aquel cuyo valor veritativo se determina con independencia de la experiencia pero que no es meramente
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En esta densidad, nuestro filósofo exploró estos límites hasta creer haber llegado a
los linderos del territorio de lo que tiene sentido. Aunque quizás sea una de las obras más
difíciles de la filosofía, porque hasta su propio autor aceptó que es oscura y árida y porque
además está colmada de jerga y de razonamientos sinuosos y largos, hasta precipitar incluso
el extravió del lector, como quien atraviesa una selva de palabras sin tener dirección clara,
la tesis fundamental queda suficientemente clara y se reduce a la pregunta ¿Cómo es la
realidad? Kant postulaba entre entusiasmado y escéptico, como luchando por atajar a una
razón quiere desprender vuelo, pero de la que no está muy claro cuán alto podría hacerlo,
que no podemos tener un mapa completo y exhaustivo de cómo son las cosas. La obra podría
resumirse así:
Según él jamás llegamos a percibir directamente lo que él denomina mundo
nouménico, todo aquello que está como por detrás del muro de las apariencias, del mundo
sensible. En realidad, no podemos saber si la realidad es una cosa o muchas. También vacila
entre el singular y el plural de la palabra griega «noumenon». y por ello nunca encontramos
en los manuales un juicio enfático sobre si su ontología es monista o pluralista. Empero,
aunque no debió haberlo hecho así, aquí esto es irrelevante y en rigor no podemos saber
nada acerca de este mundo metasensible, “cosa-en-sí” -aparentemente- inaccesible.
Lo que está permitido a la facultad intelectiva humana es conocer el mundo
fenoménico, el mundo circundante, todo aquello que experimentamos a través del complejo
aparato sensorial, es decir, aquello que vemos cada vez que salimos del hogar: hierba,
árboles, otras personas, autos, el cielo, edificios, o lo que sea. No puedes ver el mundo
nouménico, sólo el fenoménico; pero el nouménico acecha por detrás de toda nuestra
experiencia. Es lo que supuestamente existe a un nivel más profundo.
No buscamos aquí intentar refutar este dualismo, a la vez gnoseológico y ontológico,
que Kant plantea. Sin embargo, huelga decir que hay varios alegatos que se han esgrimido
en la historia de la disciplina que podrían debilitarlo. Una vía para un intento de refutación
sería el de asumir un monismo naturalista. Quizás a la manera de Spinoza: una sustancia
muchas propiedades. Concretamente, se podría asumir el materialismo emergentista del
eje Bunge-Romero que sostiene que todos los existentes reales son materiales y concretos,
pero no reducibles al plano meramente físico. Es decir, los existente son mutables y poseen
energía y algunos pueden ser extensos y corpóreos, pero no necesariamente. En esta postura,
real y material’ son coextensivos y, lejos de pertenecer a un solo nivel, se encuentran
agrupados en distintos niveles de ensamblaje y organización: el físico, el químico, el
biológico, el social, el tecnológico y el semiótico. Los miembros de todos los niveles
superiores al físico son sistemas dotados de propiedades peculiares que emergen, como
novedad cualitativa, en el curso de las interacciones (con arreglo a mecanismos y procesos
de tipo analítico, sino que es ampliativo añadiendo nuevo conocimiento acerca de la realidad. La pregunta con
la que se devanará los sesos el prusiano es si estos juicios son posibles en la metafísica, es decir, si era posible
la metafísica como ciencia, ya que, consideraba que eran posibles en la matemática y en la ciencia físico-
natural.
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propios) entre los componentes del sistema, o entre éstos y los componentes
medioambientales.
Sorteadas la injusticia del anacronismo, y por su mismo tipo de ontología, esta
postura filosófica también cuenta con sus estrategias para refutar cualquiera de las
modalidades de dualismo existentes, alma/cuerpo, cerebro/mente, fenómeno/nóumeno
3
.
Dos de varios otros alegatos son: el estatus de la interacción mundos o tipos de realidades y
el problema de inescrutabilidad por medios experimentales y/o científicos.
Pero siguiendo con la metáfora, si nos ponemos unos anteojos, digamos, de color rojo,
éstos colorearán todos los aspectos de la experiencia visual de ese color. Puede que incluso
olvidemos que llevamos puestos nuestros anteojos, que sea una experiencia inconsciente
en algún sentido. Kant sugirió que todos los seres humanos percibimos el mundo con una
suerte de filtro, y dicho filtro es la mente humana, más específicamente, los conceptos que
formula la facultad intelectiva. La mente, esa propiedad emergente de múltiples y complejos
procesos cerebrales, da la impronta sobre como experimentamos todas las cosas, dándole
una forma a esa experiencia.
Todo lo que percibimos tiene existencia espaciotemporal, y todo cambio tiene una
causa. Antes de Kant, los filósofos investigaban la naturaleza de la realidad tratándola
simplemente como algo ajeno a nosotros que causa nuestra experiencia, predominando una
ontología y una gnoseología realista (ingenua), donde el ser humano quedaba limitado a
percibir y a comprender tal y como se presentan. Según Kant, en realidad no es así. Él
concibe al conocimiento como una construcción del sujeto, y por lo tanto dependiente en
buena medida de éste, más que del objeto o del mundo. En realidad, Kant sume que el
conocimiento propiamente dicho se da justamente en ese encuentro o intersección por igual,
entre sujeto y objeto. Así, tenemos las formas puras o a priori de la intuición que permiten
hacer el registro de datos sensoriales a por medio de un sentido externo (el espacio) y uno
externo e interno (el tiempo). Y ampliando el entendimiento humenano de la noción de
‘experiencia’ al impugnar la receptividad y pasividad que postulaba el escocés, Kant propone
que el ser racional aplica los conceptos del entendimiento a las intuiciones. Pero esta
separación sólo es analítica, porque no es que primero se registran las intuiciones y luego se
3
Otro alegato un poco más simple y de forma, si se quiere, sería decir que la definición que da Kant para el
mundo nouménico es circular y contiene una seria dificultad epistémica. El mundo nouménico es
incognoscible, como es incognoscible, entonces, no es fenoménico, porque todo lo que es fenoménico, lo que
se nos aparece en tanto es localizable espaciotemporalmente y puede experimentarse, es cognoscible. Por
tanto, todo lo que es imposible de conocer es nouménico. Creemos que Kant no aporta un razonamiento o
prueba sólida sobre esto. Por otro lado, Mosterín y Torretti en su Diccionario de Lógica… sostienen, -como lo
ha hecho el propio Bunge- que algunas formas de materialismo se han servido de esta idea del nóumeno como
causa, proceso o mecanismo (transempírico) para algunos fenómenos. Entonces, por definición, el nóumeno
sería material pues es mutable, cambia, y tendría eficacia causal. Y, por tanto, se acepta que todo nuestro
conocimiento depende en última instancia de las interacciones causales de nuestro organismo con el entorno
fundamentalmente mediante la percepción. Solé, Ob. cit., pág. 68. Sostiene, de hecho, que esta es una de las
varias interpretaciones que se han esgrimido acerca del binomio ‘fenómeno-nóumeno. Si las cosas se
instituyen en el espacio y en el tiempo -que son condiciones necesarias y estructurales para ser percibidas-, es
porque los noúmenos son las causas de los fenómenos, aunque estén fuera del radio de la sensibilidad. Así lo
deja ver el propio Kant en la Crítica, A696/B724. Crítica de la razón pura. (Trd., estudio preliminar y notas
por Mario Caimi) México, FCE/UNAM/UAM, 2009. Pág. 618.
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les aplican los conceptos que las ordenan para entenderlas. Toda la actividad se produce
simultáneamente en una síntesis que logra integrar todos sus componentes al unísono. Esta
ordenación o unicidad, se da ya dentro de la intuición sensible y no después. El fenómeno
está ya categorizado
4
. Esta acción combinada de las formas a priori y a posteriori,
sensibilidad y entendimiento, produce, según Kant, los juicios sintéticos a priori, como los
de la matemática y la física, y son el único conocimiento universal, cierto y necesariamente
válido.
Empero, según Kant, esa realidad allí dada así nomás, no se debe a cómo es
verdaderamente ella misma: se trata de una contribución activa de nuestros conceptos.
Al parecer, no tenemos un acceso privilegiado directo al mundo. Conocer el mundo
supone que nuestra mente opere como con una suerte de interfaz organismo/entorno que
constituye nuestro aparato cognitivo. Esto se mantendrá como una xima en toda la
modernidad filosófica. Ni tampoco nos podemos sacar los anteojos o gafas a nuestro
antojo y ver las cosas descarnadamente o como realmente son, como quien en un eclipse
total intenta mirar directamente al sol
5
.
Estamos condenados de alguna manera a este filtro y sin él seríamos incapaces de
tener experiencia alguna. Con esto, lo más provechosos que se podría hacerse es reconocer
que está ahí y comprender cómo afecta a lo que experimentamos. Es lo que Kant ensaya en
toda su Crítica. Si Kant tiene razón, se trata de un gran avance. Así, la dificultad estribaba
en saber cómo podíamos tener acceso a esa realidad para decir algo acerca de ella que fuera
significativo. Según Kant, sin embargo, mediante el poder de la razón podemos descubrir
características de nuestras propias mentes que colorean toda nuestra experiencia. Pero esa
razón no puede alcanzar todo lo que se propone y tiene límites, una estructura que le impone
lindes. Estos límites son los conceptos.
A diferencia de algunos filósofos que apelan a la metáfora de los anteojos para
referirse al famoso “giro copernicano” y a la subjetividad humana como protagonistas de
este “giro” en la construcción de los múltiples objetos de conocimiento, formales y fácticos,
aquí se asume que la metáfora apunta concretamente a la elaboración y aplicación de
conceptos por parte del sujeto cognoscente. Es decir, los anteojos que colorean la manera
con la que percibimos, ordenamos y conceptualizamos el mundo, en realidad, es el particular
marco conceptual que, por abstracción, reiteración casuística o imaginación creativa,
elabora cada ser humano en un complejo proceso psíquico para lo cual está dotado de forma
innata.
4
Solé, J. Ob. Cit., pág. 71.
5
Esta posición está sintetizada en lo que la filósofa mexicana María Teresa Muñoz llama “el mito de lo dado”,
aquel que postula que el conocimiento nos viene directamente, sin mediación inferencial alguna, es decir, sin
que el sujeto intervenga en el proceso de conocimiento más que para recibir la información. Cf. Un
acercamiento críticao la epistemología. Universidad Intercontinental, México, 2015., págs. 59-61.
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Esa subjetividad se actualiza en el ámbito gnoseológico en conceptos varios y de
distinta índole. Ahora resumamos brevemente cuál era el entendimiento de Kant sobre la
idea ‘concepto’ y la tipología que elabora.
Kant y los conceptos
Desde el inicio de su Crítica, Kant meticulosamente va diferenciando, definiendo y
clasificando las nociones de intuición, categoría y concepto. Para él, un “concepto” es una
representación mental que enlaza y organiza la diversidad de la experiencia. Los conceptos
son las unidades básicas del pensamiento y nos permiten entender y categorizar el mundo
que nos rodea. Kant distingue entre dos tipos de conceptos: los conceptos empíricos y los
conceptos puros o a priori. Los conceptos empíricos se derivan de la experiencia sensible
y están relacionados con objetos concretos. Y esta relación tiene que ver con la
generalización como procedimiento lógico natural del entendimiento. Este tipo de conceptos
son necesarios para emitir juicios. En el entendimiento estos conceptos son la parte
material
6
. En la lógica trascendental ya Kant adelantará una primera aproximación de la
diferencia metafísica de este par de conceptos diciendo: El concepto puro […] no contiene
sino la forma bajo la cual pensamos un objeto en general. Tanto las intuiciones puras como
los conceptos puros sólo son posibles a priori, mientras que las intuiciones empíricas y los
conceptos empíricos únicamente lo son a posteriori (Crítica, A51/B75)
7
.
Para Kant además los conceptos empíricos son reglas para conocer, imaginar y
reconocer el tipo de objetos o cosas de los que son conceptos. La conexión entre la categoría
y la intuición se produce a través del concepto empírico, por ejemplo, el concepto de
caballo”. Los conceptos puros también son “reglas”, pero reglas que se presuponen
lógicamente en el empleo de conceptos empíricos. Son formas a priori del entendimiento
que se aplican a las intuiciones de la sensibilidad mediante los esquemas de la imaginación
8
,
en una dimensión trascendental
9
. Son puros y no son parecidos ni mucho menos isomórficos
con aquello a lo que se aplican, que son las intuiciones. Así, la categoría ‘sustancia’, a la que
podría pertenecer el concepto empírico ‘caballo’, está en un nivel distinto o superior al de la
referencia del concepto empírico. Esta diferencia entre conceptos puros y empíricos es una
diferencia de tipo lógico: están en niveles distintos. Los conceptos de las ciencias sociales y
políticas, por ejemplo, son de tipo empírico, no puro, aunque el concepto puro sea la
condición de posibilidad de todos ellos.
6
En el conocimiento hay una parte racional y otra empírica, y aquí está lo material, en el sentido de que no
somos totalmente pasivos ni todo es producido por la razón humana. Primero, tenemos que recibir
información por medio la experiencia. Sin ella no conoceríamos nada. Esto es lo que Kant denomina la “materia
del conocimiento”. Los sentidos nos proporcionan la materia, así que es a posteriori y objetiva.
7
Kant. Crítica... pág. 99.
8
La “imaginación” será para Kant una facultad mediadora entre el entendimiento y la sensibilidad. La
imaginación produce “esquemas” que Kant identifica sinónimamente con la noción de “concepto empírico”.
Cf. B180-B185.
9
Kant entiende este vocablo como referido a los elementos a priori, no empíricos y no significa lo mismo que
‘trascedente’ que apunta a lo que queda fuera del alcance de la experiencia.
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Así que los conceptos puros o a priori son aquellos que no se derivan de la
experiencia, sino que son innatos y aplicables a priori a cualquier experiencia posible.
Ejemplos de conceptos puros son el espacio y el tiempo, aunque en ocasiones Kant es
impreciso en con las definiciones que emplea y a veces las llama “intuiciones puras a priori
de la sensibilidad” (O “formas puras de la intuición…) intercambiando indistintamente
“concepto” por “intuición”
10
. ‘Intuición’ la define como el modo por medio del cual el
conocimiento se refiere inmediatamente a los objetos.
Para Kant, no existe espacio ni tiempo sin la existencia de un sujeto pensante. Estas
son condiciones necesarias y suficientes de la intuición para registrar materia sensible,
datos. Pero este registro no es un mero proceso subjetivista, no en el sentido de que dependa
de la existencia de sujetos que intuyan. No al extremo idealista de postular que cuando el
sujeto no esté no haya espacio ni tiempo, no. Estos son condiciones de toda intuición, tanto
interna como externa, y están presupuestos en el conjunto de proposiciones referidas a la
realidad
11
. Son intrínsecos, pero sin subjetivismo idealista.
Los conceptos puros cumplen una función lógica también y son utilizados para
subsumir los fenómenos que adquieren así unidad y significación; y son puros porque no
interviene elemento empírico alguno. Pero, al igual que la -aparente- interdefinición que en
ocasiones asoma Kant entre ‘concepto’ e ‘intuición’, aquel sostiene que los conceptos puros
son las categorías.
Para el filósofo, las “categorías” son los conceptos puros genuinos y fundamentales
del entendimiento humano que estructuran, dan molde y particionan la experiencia. Las
categorías son los conceptos originarios del entendimiento, por medio de los cuales se
unifica lo múltiple de la sensibilidad para la construcción de un objeto, obteniendo así
conocimiento.
Las categorías se aplican a priori a objetos de los sentidos y se establecen como una
surte de reglas de orden del entendimiento. Hay varios tipos y Kant las vincula a los distintos
tipos de juicios. A la manera de Aristóteles, Kant se basa en una tabla de juicios o funciones
lógicas del juicio, que son las unidades básicas de la lógica para el estagirita, y de las que no
10
Kant es un gran filósofo y en ocasiones es representado como epítome precisión. Pero, hay que reparar que
en ocasiones todas estas nociones se entremezclan en la caligrafía filosófica kantiana, intercambiando vocablos
y significantes para designar un concepto, no quedando claramente diferenciadas y, por lo tanto, nítidamente
definidas. Sin embargo, sea el rótulo o signo que se emplee para designar a las ideas de espacio y tiempo,
cualquier interpretación que las considere como las de mayor calado o máxima generalidad, le será fiel al
filósofo en el marco de los expuesto en su obra. Como esta situación puede conducir a confusión y equívocos,
Ferrater Mora en su Diccionario sostiene que las voces que podrían sustituir y funcionar como sinónimos para
‘concepto’ serían acaso ‘idea’ o noción’, pero incluso, para el caso, habría que especificar bien el contexto y
finalidad de empleo.
11
Bunge sostiene precisamente que Kant soslaya la realidad objetiva enfatizando en un subjetivismo
incompatible con la ciencia y en general con la exploración científica del mundo. Específicamente sostiene que
Kant niega la realidad material-real del espacio y del tiempo. En su libro A la caza de la realidad (Barcelona,
GEDISA, 2007, pág. 86) dice, basándose en el en Prefacio de la segunda edición de la Crítica del alemán (B
xxxix): “cuando Kant admite la existencia de cosas fuera de nuestra mente, lo hace de un modo reticente,
pensando que tal admisión debe hacerse como un acto de fe en lugar de como un acto fundado ya sea en la
experiencia o la razón”.
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se aleja mucho, valga decir. Así, postula doce tipos de juicios lógicos agrupados en cuatro
clases o formas diferentes de juicios (Cantidad, cualidad, relación y modalidad) y de cada
juicio se hace derivar una categoría. A de estas formas a priori logramos entender y
organizar la diversidad de la experiencia sensible. Aquí no se enumerarán todos los juicios y
sus categorías, ni expondremos la -particular- deducción de las segundas a partir de las
primeras. En fin, estas categorías son las siguientes: unidad, pluralidad, totalidad, realidad,
negación, limitación, sustancia, causalidad, comunidad, posibilidad, existencia y necesidad.
“Los objetos solo pueden pensarse y conocerse mediante las categorías, que
sintetizan la multiplicidad de impresiones sensibles en una unidad […] las
categorías se aplican a la intuición sensible para dar unidad a su multiplicidad.
Sin esta síntesis de la multiplicidad, no podría haber conocimiento de objetos, no
habría experiencia: nuestras percepciones sería un flujo de representaciones sin
conexión”
12
.
A pesar de la equivocidad mencionada, a favor de Kant pudiera hacerse la siguiente
distinción y decir que mientras los conceptos son representaciones mentales en general, las
categorías son las formas específicas en las que organizamos nuestro conocimiento y
experiencia. Son como el “mecanismo operativo”. Su justificación se hace siguiendo el hilo
conductor de la forma de los juicios (deducción metafísica), mostrando su absoluta
necesidad para alcanzar la validez objetiva (universalidad y necesidad) en los conocimientos
y en la experiencia (deducción trascendental).
El entendimiento contiene y reúne a priori, a través de la arquitectónica categorial la
multiplicad de lo dado posible. Diríamos que, para Kant, las categorías son exhaustivas y
agotan lo configurablemente posible. Proporcionan, por así decir, la datidad de los
objetos
13
. Como este mecanismo esta ya está predeterminado o preconfigurado psíquica y
metafísicamente, al decir de Kant, es posible el conocimiento. Luego, como corolario, no hay
manera humana posible de no conocer, pues bajo esta filosofía siempre se conoce algo,
aunque sea falso o perjudicial, ampliando la concepción tripartita clásica expuesta por
Platón cuya cláusula restrictiva es la justificación de una creencia verdadera
14
.
Sobre las categorías se hace apelación legítima cuando se las refiere a la intuición para
constituir un conocimiento. Si, por el contrario, se hace uso de ellas fuera de este campo,
sobrepasando pretendidamente la experiencia, resultará impropio e infructuoso, dando
lugar a apariencia y errores; pero no ‘error’ como mala adecuación con lo externo, que es
como antes de Kant se concebía, sino a falsos problemas o “ilusiones internas” que son los
12
SOLÉ, J. Ob. cit., pág. 73. Nótese aquí la clara influencia de la teoría del conocimiento de Leibniz en Kant en
el tratamiento de las percepciones.
13
Torrevejano, M. “Kant”, en: Gracia, J.E. Enciclopedia Iberoamericana de Filosofía, TROTTA, Madrid, 1998.
14
De hecho, todavía hoy se disputa si Kant fue un idealista de moderado a fuerte o no lo fue. A veces pareciera
que sí pues si lo hemos entendido bien, pareciera que la realidad para Kant hace acto de presencia, solo puede
aparecer cuando efectivamente la conocemos. Bajo la restricción de lo nouménico, ese locus inescrutable, no
estamos habilitados a hablar (proposicionalmente) de algo fuera de nuestra posibilidad efectiva de conocerlo.
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paralogismos y antinomias de la razón. Luego, una intuición sensible no puede ser pensada
ni representada sin esta compleja estructura, es decir, sin categorías
15
.
Ahora, luego de este apretado (y quizás traicionero) resumen de algunos conceptos
centrales de la gnoseología kantiana, pero atendiendo sobre todo a la noción de ‘concepto’ y
su división en puros y empíricos, suscribimos la elocuente metáfora de los lentes, pero sólo
de forma parcial. A diferencia de Kant, quien sostendría que los anteojos son permanentes
(y jugando un poco con la imagen, diríamos más bien que son lentes de contacto o el
mismísimo iris) nosotros afirmamos que son para explorar y conocer el mundo de distintas
maneras, bien sea en plan natural o formal. Y como podemos conocerlo de varias formas y
en varios niveles, de acuerdo con las perspectivas que inducen una multiplicidad de
conceptos, entonces podemos sustituirlos de acuerdo con nuestros intereses epistémicos y
a las exigencias que impone la parcela de realidad que nos hemos dispuesto a examinar.
Así, por ejemplo, nos resulta útil la idea kantiana de “concepto empírico”, pues es en
la experiencia mundana donde surgen y se dan todos aquello fenómenos y procesos que les
interesan a las distintas ciencias fácticas, desde la física hasta las ciencias sociales. No es que
el concepto como tal sea empírico. Esto sería incurrir en un error categorial, pues un
concepto es una ficción conveniente, una creación intelectual, una abstracción y por tanto
es de naturaleza distinta a un hecho objetivo, incluso si el hecho objetivo” es la propia
conducta humana, individual o social. Lo que queremos significar es que el concepto se
estructura para asir, referenciar y representar un hecho o proceso empírico. De esta forma,
lo propiamente fáctico, para decirlo con Kant, está en otro plano y es el “espacio de la
intuición sensible”, específicamente empírica”, donde se nos dan los “fenómenos” que
constituyen el dominio del conocimiento empírico y objetivo.
Una de las peculiaridades ontológicas de las ciencias fácticas, y no una menor, es la
de la identificación y aprehensión clara, nítida y precisa de su amplio dominio de estudio.
Un dominio que se caracteriza por la opacidad, la fluidez, la vertiginosidad, el cambio
constante y la inercia de procesos temporalmente dilatados sobre los cuales cuesta saber con
precisión cuándo inician y terminan. Como ya hemos dicho, uno de los o subsistemas del
supersistema que puede ser la vida psico-social, es el político, cuya variable clave es la del
poder, la de las relaciones de poder. La complejidad y dificultad comprensiva de la ontología
política hereda entonces las dificultades de una ontología social más amplia de la que forma
parte. Pero el poder no se da en un vacío y habría que sumarle todo un elenco contextual que
15
Aunque Kant suscribe algo del hilemorfismo clásico, al sugerir que las categorías son a la vez la parte formal
tanto del entendimiento como del mundo físico, nosotros disputamos que algunas de estas categorías sean
“sustancias segundas” como creía el estagirita, o “formas innatas” que operan solo como funciones lógico-
epistémicas o funciones del juzgar que están en nosotros como sujetos cognoscentes, como sostiene Kant y, en
general, el idealismo subjetivo. Suscribiendo una ontología enteramente realista, las ciencias físicas han
mostrado, por ejemplo, que el determinismo causal es un hecho objetivo, que se da en el espacio de estado de
algunos sistemas cuyos constituyentes interaccionan de forma enteramente legal, determinando así los
cambios en el espacio de estado de esos sistemas. La causación no es un hábito nuestro, como creía Hume, la
más de las veces no es directamente observable. Hay procesos, causas y mecanismos suprafísicos o
transempíricos, pero enteramente materiales, y lo sabemos por los cambios, alteraciones o efectos observables
que generan en otros sistemas y que son registrados por hipótesis indicadoras en algunos modelos teóricos.
Vid. BUNGE, M. Causalidad. Buenos Aires, Editorial Sudamérica, 1997.
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en donde cobra sentido, se despliega, se ejerce y le da soporte material, las personas y las
instituciones que forman.
No querríamos explayarnos aquí en caracterizar exhaustivamente una filosofía social
y política, pero una de las mayores dificultades que presentan las ciencias sociopolíticas en
donde anidan, y que son un quebradero de cabeza para cualquier investigador interesado,
es el estatus ontológico de sus objetos. El Estado, el poder, la nación, la patria, el pueblo, las
clases sociales, las instituciones, los partidos políticos, ¿qué son?: ¿Son instancias materiales
independientes de algún tipo? ¿son epifenómenos? ¿propiedades supervenientes? ¿son
propiedades emergentes de procesos cerebrales materiales individuales? ¿Son meros
conceptos? ¿Qué existe realmente y que es primero: ¿la comunidad, la sociedad o el
individuo? ¿La sociedad es la suma de sus individuos?
Preguntas de este tenor pertenecen al ámbito de la filosofía de las ciencias sociales y
a lo largo de la historia de la filosofía y de las ciencias han recibido distintas respuestas,
algunas ilustres, incluso. El propio Kant reflexionó al respecto en sus escritos jurídicos y
políticos.
Así planteado el asunto, los investigadores y estudiantes ya arrancan en condición
desventajosa por la propia complejidad intrínseca de las cuestiones que recogen las
preguntas. Pero ello no es óbice para que nuestras descripciones y explicaciones sean igual
de opacas, oscuras o confusas. Aquí hemos querido sostener que esta vulnerabilidad
epistémica se minimiza o atenúa un poco, aprendiendo a diferenciar los ámbitos reales
(material-mutables) del ámbito conceptual (ficcional) y también, a partir de esta
diferenciación, aprovechar esta ala estrictamente conceptual para poder conocer en estricto
sentido, tal y como no deja de enfatizar Kant a lo largo de su texto.
De aquí el título que motiva el escrito, un “Kant metodólogo”, porque lo que
deberíamos intentar hacer como investigadores escrupulosos es atender a la importancia y
la impronta gnoseológica de los conceptos en la articulación de todo conocimiento, pero en
especial, de los múltiples y variados que surgen de la compleja actividad científica. La
síntesis final de todas las heurísticas, las estrategias, de determinadas decisiones
epistémicas, las herramientas, las técnicas, los enfoques, la arquitectura conceptual, es lo
que por lo general se suele apreciar como “producto” terminado en uno de los capítulos de
libros técnicos y tesis. Es una suerte detaller”, o laboratorio” de la filosofía y la ciencia. Es
la trastienda donde se coordinan y se ordenan todos aquellos elementos conceptuales y
empíricos a través de los datos.
Así como esto no es prescindible, tampoco la visión conceptual de un problema, como
suelen creer algunas personas y, entre ellas, no pocos estudiantes. Permiten ver, ordenar,
dar claridad, forma y orden. Los conceptos también cumplen un rol interno en la
organización teórica de las ciencias, puesto que las teorías, formalizadas o no (y los modelos
fácticos que se desprende de ellas) se estructuran en un conjunto de enunciados o
proposiciones que a su vez portan, contienen y designan conceptos de corte empírico. Estas
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proposiciones están ordenadas lógicamente por la operación de deducción y por reglas de
inferencias previamente estipuladas en el lenguaje formal
16
.
Si embargo, aunque cada vez hay más casos de empleo de herramientas formales
lógico-matemáticas en ciencias sociales y políticas, herramientas indispensables para ganar
en exactitud y precisión, las teorías en estas áreas no suelen estar formalizadas y, por tanto,
no suelen satisfacer estas exigencias. Hay un debate en torno al tipo de lenguaje usado en
teorías sociales y políticas y sus referentes en el que no entraremos ahora. Se podría usar
‘teoría’ en un sentido más débil prescindiendo del carácter puramente formalista y de
necesidad que una teoría matemática o física, así como se habla de la “teoría de la
transustanciación en santo Tomás. Lo que sí es un hecho es que, en vez de teorías altamente
formalizadas, se suelen hacer encuadres “teóricos” muchos más laxos (y quizás más
imprecisos) como los “marcos conceptuales”. Pero incluso (y sin ánimo de generalizar) estos
marcos conceptuales suelen ser meros glosarios de definiciones y términos dispuestos en
ristra y como un compartimento estanco sin conexiones semánticas ni referenciales con
otros capítulos, momentos o etapas de las investigaciones.
Ahora, ¿qué características básicas debe satisfacer un concepto en estas ciencias o
diciplinas, o al menos hacia dónde deben tender a este respecto? Primero habría que aclarar
dos situaciones: La primera, en donde el investigador crea, “ex nihilo”, digamos, un
neologismo y a este neologismo, signo, símbolo o palabra nueva, que hasta ese justo
momento no formaba parte del léxico técnico de las distintas disciplinas, le da una definición
y una designación conceptual y lo empieza emplear, aplicar o poner a prueba. La otra es
aquella en donde el investigador entiende y emplea ya un concepto creado por otra persona
o perteneciente a una escuela de pensamiento determinado.
En cualquier caso, para ambas situaciones, un concepto debe cumplir con algunos
requisitos, no sólo para que tenga tal dignidad, la de concepto, sino para que realmente
cumpla las funciones epistémicas que le corresponden.
Hacia una caracterización contemporánea de concepto para las ciencias
(sociales y políticas)
La primera característica que hemos de destacar aquí es la exigencia kantiana de que
deben referirse a “objetos de la experiencia”
17
. Pero, los conceptos no son tratado aquí con
el propósito y la hondura con la que Kant los trata, -incluida a las intuiciones-, como “meras
formas de la intuición sensible. Condiciones de la existencia en cuanto fenómenos”. La
aspiración de Kant es acaso antropológica, mucho más panorámica. Nuestra labor aquí es
16
Una teoría también está constituida por (o debería estarla) por predicados que representan rasgos de las
cosas que son caracterizados en su seno, y que lógica y gramaticalmente, son atributos de proposiciones que
representan las propiedades del dominio objetual bajo examen. Por último, también debe contemplar, el
dominio o clase de referencia que es la colección de procesos y cosas (con sus propiedades) de la teoría, i.e.,
todos los elementos (y sus rasgos o propiedades) que son referidos por la teoría. El sostén o soporte de esta
caracterización es una ontología y una semántica formal de corte realista. En notación sería una cuádrupla
conformada por T = P, Q, R, ⊢⟩
17
(Prólogo a la 2da. Edición, pág. 16, nota de Kant)
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inconmensurablemente más modesta, a riesgo incluso de la tergiversación o el error dada la
diferencia entre nuestra semántica y la teoría del conocimiento y la de Kant.
En realidad, no es que deban necesariamente referirse a “objetos de la experiencia”,
sino es que de suyo así operan por la propia naturaleza de su objeto, que es empírico-social.
Siguiendo a Gustavo E, Romero
18
, un concepto es algo que jamás encontraremos ahí afuera
en el mundo. Los construimos por un proceso que se llama ‘abstracción’. Y en esto hay
continuidad con la “gradación” kantiana de la noción de ‘concepto’.
La abstracción es un procedimiento que opera mediante la imposición de una relación
de equivalencia a un conjunto o colección de objetos materiales. Así, esto conlleva a la
partición del conjunto, es decir, que el conjunto se divida en subconjuntos, cada uno de ellos
identificado con un concepto
19
. Esos subconjuntos son disjuntos, porque la intersección
entre ellos es el conjunto vacío, si nuestros conceptos han sido nítidamente definidos. El
riesgo de que los conceptos no estén bien definidos es que surgirán superposiciones, habrá
casos de ambigüedad y vaguedad y no sabríamos con precisión si el concepto aplica
20
. Sin
embargo, esto no impide que no opere la facultad de la abstracción en la formulación de un
concepto en el lenguaje natural
21
.
En este contexto no formalizado o semi formalizado, se puede consignar el concepto
de ‘ciudad’ y definirlo mínimamente como un asentamiento humano de ciertas
proporciones formado por tal y cuales cosas además de seres humanos que interactúan”. Es
decir, les damos una serie de descripciones que hacen posible que, de todos los objetos que
vamos observando en el mundo, se llegará a un subconjunto del que se dirá, de acuerdo con
aquella descripción: esto es una ciudad, y esto otro es una ciudad, y esta también es una
ciudad” cada vez que nos encontremos con una; o sea, del total de objetos del mundo habrá
una partición que va a corresponder a ese concepto.
18
Todo el desarrollo sobre la concepción de “concepto” y las relaciones semánticas de designación, denotación
y referencia, no son para nada originales nuestras, sino que lo tomamos del libro Scientific Philosophy (2018)
de Romero y de los apuntes de su curso de Filosofía Científica en la Universidad Nacional de La Plata,
Argentina, del que fuimos alumnos en el año 2021. Aprovechamos para introducirlas aquí porque nos parece
que refresca la discusión, no resulta incompatible con consideraciones de ascendencia kantiana y por su
operatividad y fecundidad para las ciencias.
19
Esta idea que para su definición considera a un concepto como un conjunto’ es de clara inspiración
fregeana. Gottlob Frege introduce la noción de “concepto” como una noción fundamental en su lógica y filosofía
del lenguaje. Frege distingue entre objetos y conceptos, donde los conceptos son funciones que devuelven
valores de verdad. Un concepto se aplica a un objeto, y si el objeto cae bajo el concepto bajo su extensión, la
aplicación del concepto al objeto se vuelve verdadera verdadera; de lo contrario, resultará falsa. Más
técnicamente, un concepto es una función cuyo valor es siempre un valor veritativo, y esta función toma un
argumento (nombre denotativo de un dominio definido). Por ejemplo, el concepto de “ser un caballo” es una
función que toma un objeto y devuelve verdadero si ese objeto es un caballo efectivamente, y falso en caso
contrario. Cf. sus escritos “Sobre función y concepto” pág. 18 y ss y en “Sobre concepto y objeto”, pág. 111-114,
en: FREGE, Gottlob. Estudios sobre semántica (Trd. Ulises Moulines) Madrid, Orbis, 1985.
20
También están los “constructos”, y es el nombre que se le da a un concepto compuesto por otros conceptos
más básicos, en un contexto que está totalmente formalizado. Todo concepto es un constructo, pero no a la
inversa. En las ciencias sociales y políticas no abundan los constructos así entendidos. Esto va a depender del
grado de formalización.
21
Supóngase que se tiene un predicado p(x) y aplicamos ese predicado sobre colección de objetos F; entonces,
el predicado va a permitir diferenciar el conjunto F o dividir el conjunto F en una partición que va a contener
a los objetos que satisfacen el predicado y a los que no satisfacen el predicado por igual Si el predicado es
exacto, esos dos conjuntos van a ser disjuntos. Es decir, la intersección entre ellos va a ser el conjunto vacío.
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Ahora, el problema es que el concepto ‘ciudad’ puede llegar a ser ambiguo, [sobre todo
para las ciencias sociales y políticas, por ejemplo] Entonces, con arreglo a aquella
descripción nos topamos con un aglomeramiento humano y cabría la posibilidad de la duda
al respecto. Es decir, vacilaríamos en determinar si tal cosa encontrada es una ciudad o un
puebloo una villa, por ejemplo. Y esto se da porque no hay una definición clara y exacta.
Esa vaguedad que tiene el lenguaje natural es la que permite que haya predicados que se
apliquen a distintas cosas creando así confusión. Habrá vaguedad cuando no podamos
definir con exactitud cuáles son los límites para la inclusión de individuos en un conjunto (o
clase) Por eso, rminos como “pocos”, “calor”, “calvo” o “rebelde”, serán de discutible
aplicación, ya que sugieren distintas aplicaciones según de lo que se trate
22
.
Ahora bien, además de abstracto, unívoco y preciso, un concepto debe tener una clase
de referencia clara. En ocasiones creamos o seleccionamos conceptos que no se sabe con
precisión a qué cosa se está refriendo. Frege llega a advertir algo parecido para los nombres
propios que no tienen referencia alguna: El uso demagógico [en determinados contextos
políticos y sociales] facilitado por esta situación es también muy común, más común quizás
que los errores inducidos por la ambigüedad de las palabras. «La voluntad del pueblo»
puede servir como un ejemplo de esto; pues resulta fácil establecer que no hay ninguna
referencia reconocida generalmente de esta expresión
23
.
El problema de la referencia es ya presente en el propio lenguaje natural. Por
ejemplo, en situaciones de habla, donde dos personas conversan sobre algo y uno le dice al
otro: “disculpá, no te entendí bien, ¿a qué te referís? para interpelarlo y preguntarle sobre
qué está hablando. La persona entonces dirá algo así como: “me estoy refiriendo a la nueva
22
Asti Vera, C y Ambrosini. Argumentos y Teorías. Aproximación a la epistemología. Buenos Aires,
Educando, 2010, pág. 30.
23
FREGE, G. “Sobre sentido y referencia” en: VALDÉS, L. M. La búsqueda del significado. Madrid, Editorial
Tecnos, 2005, pág. 42. En ciencias en general, pero especialmente en las ciencias sociales y políticas, hay que
estar muy aguzados con este tipo de locuciones o sintagmas que pueden tener apariencia de nombres (o de
descripciones definidas) pero no refieren a nada, a ningún existente. Lo que sucede es que la gramática puede
inducirnos a error suponiendo que el sujeto de una oración denota necesariamente a un objeto. Que se emplee
un sustantivo como sujeto de un enunciado puede llevar a presuponer la existencia de la entidad u objeto que
(aparentemente) denota el sujeto gramatical. Así, sobre todo en filosofía, se habla de cosas como La Nación,
La Patria, Las Clases, Los Números o hasta del Amor. Como suelen ser sujetos de oraciones y se les puede
atribuir un predicado, tenemos la inclinación a tratarlos como si fueran ‘cosas’, los reificamos como existentes
concretos. Sobre esto llegó alertar Russell en su célebre artículo de 1905 On denoting (“Sobre la denotación”)
afirmando que se puede hablar de cosas que no existen. Se puede hablar de El actual presidente demócrata
de Tangamandapio” (en una época en el que éste no existe) Lo que sugiere Russell es que es posible eliminar
esa forma gramatical de aparente implicación óntica con un sujeto, es decir, con ese compromiso de existencia,
retraduciéndolo formalmente a un lenguaje como el de la lógica cuantificacional de primer orden. Así la oración
“El actual presidente demócrata de Tangamandapio dictaminó legítimamente una nueva ley” denota algo que
no existe bajo ciertas exigencias y circunstancias políticas conceptuales muy precisas. Entonces, ¿cómo nos
podemos referir a ese sujeto? Lo que el Russell nos dice es que se puede simbolizar esa oración y convertirla
en una del siguiente tipo “existe un x tal que x es el actual presidente demócrata de Tangamandapio y ese x
dictaminó legítimamente una nueva ley” Pero cuando analizamos en el mundo real observamos que en el
dominio de interpretación considerado no hay ningún valor de x que satisfaga esa oración y, a través de una
función de valuación, se le un valor de verdad. Entonces, concluimos que no hay ningún ente con esa
característica, i.e., que el Dominio o Universo de la variable ligada al cuantificador existencial que figura en la
oración es vacío. Como vemos, tras el análisis lógico esta presuposición existencial desaparece, aunque
podamos hablar de objetos inexistentes como si en efecto existieran.
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canción de perencejo” por ejemplo. Para nuestros propósitos, la cuestión estriba en cómo la
precisamos para uso de un lenguaje interpretado lo más formalmente posible. Básicamente,
ahora se trata de una, ya no de símbolos, el de la relación de designación, sino conceptos a
objetos de cualquier tipo (RReferencia: CConceptosΩUnierso o dominio)
Al afirmar que los objetos pueden ser de cualquier tipo, lo que queremos decir,
siguiendo a Bunge y a Romero, que el dominio/universo puede estar formado legítimamente
tanto por conceptos como por objetos fácticos. Es decir, Omega es igual a la unión de O con
C (Ω = O U C) donde C es el conjunto de los conceptos que son parte del dominio o universo
de discurso (un conjunto no vacío D), y O es el conjunto o colección de los objetos fácticos.
Entonces, la relación de referencia es una relación que asocia conceptos con objetos del
dominio/universo. Dado un concepto c del conjunto de los conceptos C podemos definir una
clase de referencia de c como el conjunto de todos los objetos de cualquier tipo a los que se
refiere c. Entonces, la clase de referencia del concepto c es el conjunto de todos los elementos
del Dominio para los cuales aplica la relación semántica de referencia entre C y ese objeto.
Simbólicamente… [C]R = {x ԑ Ω : R(cx)}.
Por lo expuesto, tenemos entonces tres relaciones que establecemos entre símbolos
por un lado, o sea los elementos de sigma {Σ}, conceptos por otro lado, los elementos de C y
Omega, que son el universo de discurso, o sea, el universo extralingüístico que puede estar
conformado tanto por objetos fácticos como conceptuales, formándose una especie de
triángulo de relaciones entre estos tres conjuntos: la relación de designación, que se suele
expresar con una D caligráfica, es una relación que va de los símbolos a los conceptos (o
constructossi es un modelo matemático o teoría totalmente formalizada).
Mientras que la Denotación va de los símbolos a un subconjunto de Omega que es O.
Y la referencia en cambio nos asocia conceptos con, ya sea, objetos fácticos u otros conceptos.
Veamos algunos ejemplos para para tratar de entender mejor esta relación de referencia. De
hecho, la relación en se puede especificar y puede convertirse en una función en el caso de
que los objetos conceptuales que vamos a aparear con elementos del dominio/universo sean
predicados y enunciados.
Entonces, por ejemplo, un predicado lo podemos considerar como una función que
aplica varias clases de objetos a enunciados. Entonces, aquí en esta expresión, un predicado
es una función que proyecta o mapea objetos de distinta clase a un conjunto de enunciados.
Si se evalúa una proposición, se obtiene un enunciado. Por ejemplo, si evalúo un predicado
para la función proposicional ‘x es mortal’ en un individuo u objeto, llamémosle ‘María
Corina’, lo que obtengo es un enunciado (proposición u oración)
Lo que Frege llamaba un enunciado saturado por su argumento. Luego, un
enunciado es una oración aseverativa. Con este procedimiento obtenemos “María Corina es
mortal”. Lo que desde el punto de vista de la lógica de predicados de primer orden y de la
semántica formal estamos obteniendo es una función, pero que no una función como la que
opera habitualmente en el análisis matemático sino más bien el contexto lógico semántico.
De manera que lo que tenemos es una aplicación que va de un predicado que está abierto, ‘x
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es mortal’, a un enunciado que es ‘María Corina es mortal’, cerrado o saturado”, no hay
variables libres en un régimen cuantificacional.
Es clave destacar que la referencia es una relación de conceptos a objetos o individuos
del Universo. No es una relación de individuos a objetos. Los individuos no refieren. Por
ejemplo, ‘Inmanuel Kant’ no refiere a nada. Por el contrario, Kant será referido por cualquier
concepto o proposición que contenga el nombre “Inmanuel Kant”. Por ejemplo: “Kant es
bajito”. Aquí la referencia es Kant, pero éste no refiere a nada. La Ciudad de Maracaibo no
refiere a nada, pero el enunciado “La Ciudad de Maracaibo tiene 1.5 millones de habitantes”
se refiere a la Ciudad de Maracaibo como entidad unitaria real. Los individuos son referidos,
no refieren. El individuo en mismo no refiere nada, el nombre es un rótulo, una etiqueta
que le ponemos y no un concepto. Por ello, los nombres tampoco refieren. De allí que el
recurso lógico de la cuantificación -porgamos por caso, la cuantificación existencial- no tiene
un importe referencial.
Esto quiere decir que la clase de referencia de un predicado que está cuantificado,
Ǝx(Px), no tiene un importe adicional al del predicado referencial agregado por al
cuantificador. En realidad, ninguna operación de tipo lógico formal. Por ejemplo, si decimos
“todos los cisnes son blancosnos estaríamos refiriendo a los cisnes y a nada más
24
. Ahora,
esta es una oración que está cuantificada, porque gramaticalmente estamos empleando un
adverbio de cantidad al afirmar que TODOS los cisnes son blancos, o sea en notación lógica:
(x) (CxNx). Es decir, nos estamos refiriendo igualmente a cuervos. Ahora, si decimos lo
opuesto, es decir, ¬(x) (Cx Nx) nos estaríamos refiriendo exactamente a los mismo, ¡de
nuevo a cisnes! Es decir, sea que haya negado el cuantificador, en este caso universal, no
agrega nada.
De vuelta, supongamos que hay al menos un cisne que es blanco, i.e., (x) (CxNc) la
referencia sería de nuevo un cuervo, y obtendríamos lo mismo sin el recurso a la
cuantificación La referencia no cambia debido al uso de cuantificadores lógicos. Es decir,
estos no la modifican. En general, reiteramos, ninguna manipulación lógica de un concepto
va a modificar la clase de referencia asociada.
La síntesis: intuiciones y conceptos, conceptos e intuiciones
En el pasaje I, B75 de la Crítica de la Razón Pura, Kant aborda la cuestión
fundamental de cómo es posible el conocimiento verdadero. Aquí, Kant sostiene que la
experiencia es crucial para el conocimiento, pero no es suficiente por sí sola. Como ya se ha
dicho, argumenta que nuestra mente no es simplemente pasiva en la recepción de la
experiencia, sino que también posee estructuras a priori, como el espacio y el tiempo, que
organizan y dan forma a nuestra percepción. Estas formas a priori son condiciones
necesarias para que la experiencia sea posible, pero no se pueden derivar de la experiencia
misma, es decir, del flujo de los sentidos.
24
Este es un ejemplo (o animalito) clásico de la filosofía que es usado por David Hume para el problema de la
inducción, pero hoy se sabe que existe una especie de cisne de color negro que habita en Australia. Obviamente.
Hume no podría saberlo.
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Para el filósofo ni espacio ni tiempo existen sin un sujeto que los piense. A diferencia
de Newton (y también de la física relativista actual) que considera al espacio y al tiempo
como independientes, cosas materiales y extrínsecas al individuo y subsistentes por
mismo; y de Leibniz que lo concibe como relación de contigüidad y sucesión entre cosas,
Kant sostiene que estas “intuiciones puras” están en nosotros
25
.
En otras palabras, -y reiterando-, Kant establece que la mente humana no solo recibe
pasivamente información del mundo que lo rodea, sino que también la organiza activamente
según sus propias estructuras conceptuales. Este análisis filosófico subraya la idea de que el
conocimiento humano está determinado por la interacción entre la experiencia sensorial y
las estructuras a priori de la mente, constituidos por las categorías y conceptos, barnizando
de algún modo toda la experiencia. La lógica tiene un rol fundamental aquí también porque
es uno de los nodos de esa estructura. Específicamente la lógica general” y pura”, sin la
cual no es posible ningún uso del entendimiento y le es indiferente cualquier objeto
particular de estudio, en contraposición de una “particular” y “aplicada” propia de cada
ciencia particular y que regimenta la articulación de sus respectivos objetos.
Es en este contexto que Kant formulará la tesis o máxima que sintetiza las posiciones
empiristas y racionalistas de su época y marcarán un nuevo hito en la teoría del
conocimiento. Máxima célebre además en la historia de la filosofía. Así dice:
Si llamamos sensibilidad a la receptividad que nuestro psiquismo posee, siempre
que sea afectado de alguna manera, en orden a recibir representaciones,
llamaremos entendimiento a la capacidad de producirlas por mismo, es decir,
a la espontaneidad del conocimiento. Nuestra naturaleza conlleva el que la
intuición sólo pueda ser sensible, es decir, que no contenga sino el modo según el
cual somos afectados por objetos. La capacidad de pensar el objeto de la intuición
es, en cambio, el entendimiento. Ninguna de estas propiedades es preferible a la
otra: sin sensibilidad ningún objeto nos sería dado y, sin entendimiento, ninguno
sería pensado. Los pensamientos sin contenidos son vacíos; las intuiciones sin
conceptos son ciegas. Por ello es tan necesario hacer sensibles los conceptos (es
25
La impronta kantiana ha sido tan fuerte que, gracias a su empleo de nociones como las de concepto’ y
‘categoría, que constituyen parte esencial de su gnoseología, se tiene la creencia bastante extendida de que la
realidad es informe y de que somos nosotros, los seres humanos, quienes la dotamos de una forma o estructura
mediante las formas a priori, conceptos o el propio lenguaje. Sin embargo, desde un punto de vista realista
con el que nos sentimos más ontológicamente próximos, muchas parcelas de la realidad exhiben su propia
estructura y podría afirmarse que existen independientemente de nosotros. La realidad es semoviente y no es
una materia informe. Y esta estructura ha sido históricamente inteligible para nosotros a través de la ciencia u
otras formas organizadas de conocimiento. Luego, mediante nuestro aparato conceptual ciertamente la
realidad se nos hace mucho más cognoscible, proporciona un cierto orden, pero no es que se lo imponemos a
ella, sino que, como cosa independiente a nosotros, podemos aprehender la estructura inherente de la
multiplicidad de cosas que la conforman. Asumir a pie juntillas lo que dice Kant sobre las formas a priori de
la sensibilidad, es decir, sobre estructuras como el espacio, el tiempo (e incluso sobre la causalidad) como
inherentes a nosotros, como modos de conocer la realidad, implicaría en algún sentido comprometerse con la
inexistencia de esas estructuras como hecho material cosmológico antes de la aparición y evolución del ser
humano, lo cual es absurdo. Hubo espacio, tiempo y causación antes, y seguramente han sido condición de
posibilidad de multiplicidad de procesos, eventos y existentes
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decir, añadirles el objeto de la intuición) como hacer inteligibles las intuiciones
(es decir, someterlas a conceptos)
26
Aquí se aprecia la unidad y síntesis entre reflexión y percepción empírica, entre
intuiciones puras y/o conceptos como disposiciones internas, por un lado, e intuiciones y
representaciones externas por el otro. A partir de esta última, se nos da un objeto, y a través
de los conceptos lo pensamos gracias a esa representación. El resultado es la actitud
constructiva del sujeto pensante. De manera que la intuición y los conceptos constituyen los
elementos de nuestra capacidad para conocer, de modo que, al menos en las ciencias que
nos atañen, ni los conceptos pueden brindarnos conocimiento prescindiendo de una
intuición que le corresponda de alguna forma, -advierte Kant-, ni tampoco puede hacerlo la
intuición sin conceptos.
Además, Kant expone su planteamiento evitando la falacia categorial, pues aclara que
ambas facultades o capacidades no pueden intercambiar sus funciones bajo ninguna
condición o respecto. Ni el aparto sensorial puede pensar nada por solo, ni el
entendimiento puede intuir nada, tomando ‘intuir’ como la disposición de recibir del mundo
externo la materia para las sensaciones. Como ya se dijo, el conocimiento surge únicamente
de la intersección, complemento o interacción de ambas capacidades. Kant deja clara la
distinción entre la “cosa en sí” y nuestro (capacidad de) conocimiento de ella.
Repárese también que este cuadro tiene lugar solo en el ámbito fenoménico, el plano
de toda experiencia posible, no en el plano incondicionado, -diría Kant-, del mundo
nouménico, un locus que tan sólo podemos pensar por estipulación. Al igual que en la
filosofía analítica del siglo XX, Kant parece haber trazado una frontera y haber flanqueado
los límites de lo que puede ser pensado y conocido con sentido circunscribiéndolo al plano
de las “propiedades primarias” y los qualia en virtud de su fenomenismo, aceptando para el
otro “mundo” la condición de inefable (¿o “místico” como diría Wittgenstein?) al menos bajo
la óptica estrictamente proposicional de las ciencias. En última instancia, creemos que LA
razón puede que “vuele alto” pero tiene límites, los que le impone su propia naturaleza en
relación con las categorías y a riesgo de las antinomias y paralogismo.
Con todo, el entusiasmo primigenio del Kant precrítico, que luego va morigerando en
la Crítica, pervive en la mentalidad filosófica y llega a la matemática de finales del siglo XIX
y principios del XX, resumiéndose en la célebre exclamación del matemático David Hilbert:
“debemos saber, sabremos”, que es el aliento del programa de fundamentación de las
matemáticas. Pasaran algunas pocas décadas para que a Hilbert le suene su propio
“despertadory lo espabile de tanto optimismo intelectual; el teorema de incompletitud de
Gödel y los teoremas limitativos de Alonzo Church. Ambos descubrimientos son
descorazonadores: la lógica de predicados de primer orden no es enteramente decidible, si
acaso para la de predicados unarios.
Terminada la digresión histórica, el énfasis kantiano en los conceptos y categorías da
serios motivos para considerarlo como unconceptualista”. Brevemente: en la cuestión de
26
Crítica… Lógica trasc., II, Intro, 1, B, 75 pág. 62.
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los universales el conceptualismo es la postura según la cual aquellos existen en tanto que
conceptos universales que yacen en nuestra mente como ideas abstractas. Los universales o
entidades abstractas nos son objetos reales y/o materiales, pero tampoco meros nombres
usados para denotar entidades concretas. Son conceptos generales que operan por
subsunción lógica. Para referirnos a Kant, lo más común es emplearlo como posición
intermedia entre el realismo moderado y el nominalismo y como una tesis que pone el acento
máximo en el motivo epistemológico por sobre el motivo ontológico predominante en la
cuestión de los universales.
A manera de hipótesis sostenemos que la tesis de Kant, tal y como la apreciamos, la
complexión entre intuición y concepto, bien podría ser el preludio o antecedente remoto de
una semántica realista contemporánea, pues al menos se atisba una vinculación de algún
tipo entre símbolos y conceptos con la realidad extramental. Pero esto sólo podría tomar
forma reconsiderando críticamente el entendimiento fenomenológico del conocimiento que
él inaugura y que llega como herencia hasta Husserl, y precisando si es compatible o no, si
es un obstáculo insalvable o no, para que la hipótesis de un Kant semantista” pueda cuajar.
Finalizando…
Este escrito intentó explorar el tratamiento que Immanuel Kant hace del concepto de
“concepto” y cómo este se refleja en su obra Crítica específicamente en el pasaje B75. Kant,
a través de su filosofía trascendental, redefine la noción de concepto como una función del
entendimiento que permite sintetizar las intuiciones sensibles bajo principios universales y
necesarios. Nos aventuramos a decir que a partir de Kant podríamos obtener algunos
heurísticos para la confección -no rígida- de una metodología para la investigación
académica, en especial para las ciencias sociales y humanas, en armonía con las
aproximaciones empíricas y racionalistas tradicionales.
Se examinó el rol central que juega el concepto en la estructura del conocimiento
humano, evidenciando su función en la unificación de la experiencia. En el pasaje B75, Kant
ilustra cómo el entendimiento opera a través de los conceptos para dar coherencia y
significado a las percepciones, demostrando su enfoque metodológico al conectar la teoría
del conocimiento con la práctica de la investigación académica. Así, se argumenta que Kant
no solo proporciona una teoría del conocimiento sino también una vía metodológica que
resalta la importancia de los conceptos como herramientas fundamentales para la
comprensión y el desarrollo del pensamiento crítico y para una más fiel aprehensión de
parcelas de la realidad.
Además, esperamos que nuestra lectura de Kant sirva como ejemplo del consejo y
práctica que alentamos a nuestros estudiantes: aproximarse sin temores a las fuentes más
originarias contenidas en los grandes textos teóricos y filosóficos que ha legado la cultura
occidental, bajo la convicción de que las ideas y razonamientos de los pensadores que
conforman dicho acervo, serán útiles para reforzar y hacer más sólidas las propias
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argumentaciones, así como para contrastar las opiniones de quienes los han estudiado y
comentado.
Nuestra preocupación como asesor nos ha conducido a pensar que la consideración
crítica y reflexiva de marcos conceptuales, es una conditio sine qua non de cualquiera de las
subáreas de la ciencias sociales y políticas, desde las propiamente teoréticas hasta mayores
aplicaciones prácticas. Incluso, hasta las investigaciones de tipo vinculadas a la formulación
de proyectos prácticos requieren el tránsito atento por un espiral mínimo de conceptos que
permitan comprender mejor las variables o eventos en cuestión.
De manera pues que nuestra experiencia nos ha llevado a sostener que toda
investigación académica requiere de las ventajas que la abstracción, la referencia y (los
intentos de) explicación que proveen conceptos bien delimitados y comprendidos por parte
del investigador. Si es posible, la investigación debe emprenderse mediante un ordenado
establecimiento de principios, la determinación de conceptos, la búsqueda de rigurosidad
argumentativa y la evitación del descontrol inferencial.
Las ciencias sociales y humanas no deberían prescindir de la rica tradición conceptual
legada por la filosofía política. Tampoco descuidar la empírea, la realidad objetiva que
suministra información en la forma de percepciones de distinta índole. Ni la percepción
sensible ni el entendimiento, por sí solos, pueden brindar conocimiento, como nos recuerda
Kant. La primera suministra contenidos sin forma, el segundo, formas sin contenido,
recordando el célebre pasaje que nos ha servido de estímulo para estas notas. En torno a
esto, hay toda una discusión aún no zanjada entre los que consideran que la ciencia política
debe atender al llamado de la tradición y necesariamente considerar los textos de los autores
más egregios de la filosofía política de todos los tiempos, o por el contrario quienes piensan
que no, que como ciencia empírica, debe concentrarse más en los métodos de investigación
y en las técnicas de recogida y análisis, acentuando la antikantiana actitud de abrir un hiato
entre conceptos y datos. Incluso hay quienes consideran que la disciplina debe entrar en una
etapa de matematización propia de las ciencias físico-naturales.
Lo cierto es que en la actualidad, y debido cierto desprestigio de la filosofía en general,
una buena parte de representantes de la disciplina activos en la investigación, sobre todo en
el mundo angloparlante, considera que a partir de la segunda mitad del siglo XX -y al igual
que el resto de disciplinas sociales-, la ciencia política tiene una clara, distinta e autonomía
epistemológica, es decir, anida dentro de su dinámico seno plenitud de conceptos, métodos
y técnicas que, si bien extraídos y asimilados desde otras disciplinas (incluso, de las propias
ciencias duras, cfr., por ejemplo, el concepto de ‘organismo’, ‘estructura’ o el de ‘sistema’)
portan en la actualidad la suficiente solidez y solvencia epistémica como para no hacer uso
más de lo necesario de “abstrusas” o “enrevesadas consideraciones filosóficas.
Con algunas excepciones recogidas en los textos de autores como Strauss (1970,
1993) Rawls (1979, 1995) Borón (2002, 2006, 2007, 2008) Wolff (2001) Lessnoff (2011)
Camps (2001) Vegas González (2005) Astorga (2006) Castro Leiva (1991) la
contemporaneidad politológica suele reivindicar dicha autonomía y en ocasiones
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menosprecia, con sospechosa justificación, la herencia de la tradición y de algunos clásicos.
Aquí aspiramos trasmitir, sobre todo a los estudiantes que se encentran en pleno proceso de
formación intelectual, una visión unitaria de las ciencias sociales que acertadamente se
nutra ciertamente de las ventajas de la estadística y de las matemáticas, pero sin menoscabo
de la riqueza conceptual y argumental presentes en los desarrollos de la teoría y la filosofía
política. En palabras de Victoria Camps (2001: 9)
[…] a medida que a la filosofía le han ido siendo arrebatado sus ámbitos de estudio
por la diversificación y división de las ciencias en todas sus modalidades
formales, empíricas o sociales-, eso que ha venido en llamarse «filosofía práctica»
ha acabado siendo el espacio más propio y natural de los filósofos. Lo que la
filosofía puede decir a propósito de la moral o de la política es algo que no hacen
[sic] ni la sociología de la moral ni la ciencia política. Digamos que la reflexión
filosófica viene después o debería venir después para tener algo de rigor- de la
historia, de la sociología o de la politología. Es un pensar sobre lo ocurrido, sobre
los datos empíricos, sobre las instituciones, con el fin de aportar visiones más de
conjunto y de razonar sobre los hechos pasados o previsibles, así como acerca de
nuestras formas de aprehenderlos, clasificarlos y ponerlos en cuestión. [Énfasis
nuestro]
Este criterio confirma nuestra apreciación: Se atiende poco o acríticamente a los
conceptos y teorías como para otorgar un sólido hilo conductor a los problemas de
investigación que se plantean. De hecho, algunos estudiantes no pasan satisfactoriamente
de la mera fase de tema de investigación, precisamente porque es poca o inexistente la
previa y necesaria atención que prestan a las grandes obras del pensamiento científico y
filosófico universal. Se atiende poco a los “generadores de ideas matrices o fundamentales”
de las cuales se nutre una comunidad científica y que, por lo general, el caudal de estas
teorías se encuentra explícita o implícitamente diseminadas en extensiones filosóficas
mucho más amplias.
Cada una de las posturas conceptuales contempla as de accesos comprensivos a la
realidad social y política que no pueden a priori desdeñarse a partir de una interpretación
incorrecta la más de las veces- de inocua especulación metafísica. No pocos estudiantes
consideran que el ámbito conceptual innecesario al momento de enhebrar su marco teórico-
conceptual; incluso, se llega a ver rechazo a la investigación el nivel de abstracción que puede
llegar a tener un conjunto de conceptos o teorías o por el lenguaje enrevesado en el que a
veces son formulados, incitando más a la confusión que al aprecio por la investigación
27
.
La importancia de los conceptos y en general de un marco conceptual amplio o teórico
es que: (i) Ayuda a la definición, extensión, delimitación y comprensión del tema y provee a
la investigación de fundamentación epistémica. Permite precisar el pensamiento propio
asociado a la investigación, y a la integración teorética de los principio, postulados y
fundamentos de la misma”
28
. (ii) Enuncia la ontología en la cual se enmarca las variables o
27
Para una explicitación en detalle, casi en tono de denuncia, sobre la innecesaria oscuridad del lenguaje de
algunos célebres autores, invitamos a consultar el texto de Andrade (2011) El posmodernismo ¡vaya timo!.
Navarra: Laetoli.
28
HURTADO, Jaqueline. El proyecto de investigación. Bogotá: Quirón-Sypal, 2005, pág. 62.
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el evento de estudio. El marco conceptual delimita el universo o dominio objetual del
discurso; (iii). Ayuda a definir las variables, lo cual, (iv). facilita su posterior
operacionalización y, por consiguiente, su adecuada medición; vi. plantea la teoría en la cual
se basan los criterios de análisis, pero sobre todo, (vii) Sienta las bases para la interpretación
y discusión de resultados
29
.
A su vez, la fundamentación conceptual da indicios de los objetivos que pueden
formularse, el nivel de profundidad en el cual se va a quedar el estudio (si es de nivel
perceptual, aprehensivo, comprensivo, integrativo) y, por ende, acerca del tipo de
investigación más apropiado. Incluso, sostenemos que es recomendable emprender la tarea
de diseñar y redactar el marco conceptual para luego realizar el planteamiento, puesto que
no puede precisarse satisfactoriamente algo si el estudiante o investigador no ha logrado
digerir, relacionar y sedimentar todo ese cúmulo de información que a veces pareciera
imbricare sin sentido ni dirección alguna.
Ni la recolección ni la interpretación de datos se hace de forma aislada e inconexa con
el marco conceptual, pues eleva a un nivel de abstracción sin perder sus anclajes con la
realidad de estudio complementando además la apreciación empírica, pues da herramientas
para el análisis y la reconstrucción conceptual.
Por otro lado, permite concientizar que el orden de las ideas, categorías y conceptos
que se emplean no forman parte del mismo orden que el de los hechos: más bien son algo
“creado” por el investigador pero que se vinculan con la realidad a través de relaciones
semánticas, como las de designación, denotación, referencia y representación. De manera
que ideas, categorías y conceptos tornan significativos los hechos, ya sea con fines de
análisis, de crítica o de justificación. Los conceptos que constituyen una filosofía social o
política sistemática introducen orden en lo que, de otro modo, podría parecer un caos de
actividades. Una investigación que contempla conceptos y una mirada filosófica tiene como
prioridad y función racionalizar el mundo social o natural
30
.
29
LO MÓNACO, Vincenzo. “La dicotomía cualitativo-cuantitativo: un dualismo insostenible” en: ALBUJAS,
M y DUARTE, F. Ética y Democracia. Caracas, Monte Ávila Editores, 2000.
30
PASTORE, Romano. Curso de filosofía política. La filosofía política griega (Lecciones y antología)
Maracaibo, La Universidad del Zulia, Ediluz. 1990, Introducción…
REVISTA DE FILOSOFÍA
ESPECIAL 2024 - IMMANUEL KANT. 300 AÑOS
Esta revista fue editada en formato digital y publicada en noviembre de 2024,
por el Fondo Editorial Serbiluz, Universidad del Zulia. Maracaibo-Venezuela
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