Moreno, G. Revista de Filosofía, Vol. 41, Nº Especial 2024, pp. 28-50 32
Universidad del Zulia. Maracaibo-Venezuela. ISSN: 0798-1171 / e-ISSN: 2477-9598
En esta densidad, nuestro filósofo exploró estos límites hasta creer haber llegado a
los linderos del territorio de lo que tiene sentido. Aunque quizás sea una de las obras más
difíciles de la filosofía, porque hasta su propio autor aceptó que es oscura y árida y porque
además está colmada de jerga y de razonamientos sinuosos y largos, hasta precipitar incluso
el extravió del lector, como quien atraviesa una selva de palabras sin tener dirección clara,
la tesis fundamental queda suficientemente clara y se reduce a la pregunta ¿Cómo es la
realidad? Kant postulaba entre entusiasmado y escéptico, como luchando por atajar a una
razón quiere desprender vuelo, pero de la que no está muy claro cuán alto podría hacerlo,
que no podemos tener un mapa completo y exhaustivo de cómo son las cosas. La obra podría
resumirse así:
Según él jamás llegamos a percibir directamente lo que él denomina “mundo
nouménico”, todo aquello que está como por detrás del muro de las apariencias, del mundo
sensible. En realidad, no podemos saber si la realidad es una cosa o muchas. También vacila
entre el singular y el plural de la palabra griega «noumenon». y por ello nunca encontramos
en los manuales un juicio enfático sobre si su ontología es monista o pluralista. Empero,
aunque no debió haberlo hecho así, aquí esto es irrelevante y en rigor no podemos saber
nada acerca de este mundo metasensible, “cosa-en-sí” -aparentemente- inaccesible.
Lo que sí está permitido a la facultad intelectiva humana es conocer el mundo
fenoménico, el mundo circundante, todo aquello que experimentamos a través del complejo
aparato sensorial, es decir, aquello que vemos cada vez que salimos del hogar: hierba,
árboles, otras personas, autos, el cielo, edificios, o lo que sea. No puedes ver el mundo
nouménico, sólo el fenoménico; pero el nouménico acecha por detrás de toda nuestra
experiencia. Es lo que supuestamente existe a un nivel más profundo.
No buscamos aquí intentar refutar este dualismo, a la vez gnoseológico y ontológico,
que Kant plantea. Sin embargo, huelga decir que hay varios alegatos que se han esgrimido
en la historia de la disciplina que podrían debilitarlo. Una vía para un intento de refutación
sería el de asumir un monismo naturalista. Quizás a la manera de Spinoza: una sustancia
muchas propiedades. Concretamente, se podría asumir el “materialismo emergentista” del
eje Bunge-Romero que sostiene que todos los existentes reales son materiales y concretos,
pero no reducibles al plano meramente físico. Es decir, los existente son mutables y poseen
energía y algunos pueden ser extensos y corpóreos, pero no necesariamente. En esta postura,
‘real’ y ‘material’ son coextensivos y, lejos de pertenecer a un solo nivel, se encuentran
agrupados en distintos niveles de ensamblaje y organización: el físico, el químico, el
biológico, el social, el tecnológico y el semiótico. Los miembros de todos los niveles
superiores al físico son sistemas dotados de propiedades peculiares que emergen, como
novedad cualitativa, en el curso de las interacciones (con arreglo a mecanismos y procesos
de tipo analítico, sino que es ampliativo añadiendo nuevo conocimiento acerca de la realidad. La pregunta con
la que se devanará los sesos el prusiano es si estos juicios son posibles en la metafísica, es decir, si era posible
la metafísica como ciencia, ya que, consideraba que sí eran posibles en la matemática y en la ciencia físico-
natural.