Revista de Filosofía
Vol. 41, Nº Especial 2024, pp. 51-59
Universidad del Zulia. Maracaibo-Venezuela
ISSN: 0798-1171 / e-ISSN: 2477-9598
Esta obra se publica bajo licencia Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional
(CC BY-NC-SA 4.0)
https://creativecommons.org/licenses/by-nc-sa/4.0/
Immanuel Kant: el mal radical en la naturaleza humana
Immanuel Kant: The Radical Evil in Human Nature
José Alvarado
ORCID: https://orcid.org/0000-0002-4183-0110
Universidad del Zulia
Centro de Estudios Filosóficos “Adolfo García Díaz”
Maracaibo - Venezuela
josealvarado001@gmail.com
Ineida Machado
Universidad del Zulia
Escuela de Filosofía
Maracaibo - Venezuela
ineidaelsa@gmail.com
DOI: https://doi.org/10.5281/zenodo.14486152
Resumen
La disertación explora el concepto de mal radical en el pensamiento filosófico de Immanuel
Kant. Se centra en el análisis del concepto a partir de la Religión dentro de los Límites de la
mera razón, donde señala que es una propensión inherente a la naturaleza humana que
inclina a los individuos a tergiversar las máximas morales, sirviendo a inclinaciones e
intereses egoístas. A diferencia del mal moral, que se refiere a actos individuales que violan
la ley moral, el mal radical afecta las disposiciones internas de la voluntad, tergiversando así
principios éticos universales. A partir de ello, Kant distingue tres manifestaciones del mal
radical: fragilidad, referida a la susceptibilidad a las inclinaciones sensibles; debilidad o la
incapacidad de seguir el deber moral; y la malignidad o corrupción deliberada de las
máximas morales, producto de la libertad individual que cada uno tiene de elegir entre el
bien o el mal. Finalmente, la intervención explora las críticas suscitadas al concepto de mal
radical en Kant, destacando las propuestas de Arendt, Schopenhauer, Foucault y Nietzsche,
quienes cuestionan el optimismo moral kantiano para superar la inclinación natural al mal.
Palabras clave: mal radical, naturaleza humana, libertad, moralidad, Kant.
_______________________________
Recibido 15-05-2024 Aceptado 15-08-2024
Abstract
The dissertation explores the concept of radical evil in the philosophical thought of
Immanuel Kant. It focuses on the analysis of the concept from Religion within the Limits of
Mere Reason, where he points out that it is a propensity inherent in human nature that
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inclines individuals to misrepresent moral maxims, serving selfish inclinations and
interests. Unlike moral evil, which refers to individual acts that violate the moral law, radical
evil affects the internal dispositions of the will, thus distorting universal ethical principles.
From this, Kant distinguishes three manifestations of radical evil: frailty, referring to
susceptibility to sensitive inclinations; weakness or the inability to follow moral duty; and
malignity or deliberate corruption of moral maxims, a product of the individual freedom
that each one has to choose between good or evil. Finally, the paper explores the criticisms
of the concept of radical evil in Kant, highlighting the proposals of Arendt, Schopenhauer,
Foucault and Nietzsche, who question Kantian moral optimism to overcome the natural
inclination to evil.
Keywords: radical evil, human nature, freedom, morality, Kant.
I
La Religión dentro de los límites de la mera razón
1
, es una obra que complementa el
edificio crítico kantiano, donde se reafirma la autonomía moral de los individuos y su
capacidad para determinar los principios que rigen la moralidad, no por medio de asuntos
dogmáticos, religiosos o por revelación divina, sino por medio de la razón. Esta obra
establece una variación conceptual en la filosofía crítica kantiana; es decir, se da una
superposición del sujeto religioso con el sujeto moral, lo que evidencia la necesidad de un
apoyo en lo incondicionado para lograr el obrar moralmente correcto, puesto que la moral
mantiene el mismo contenido normativo que puede encontrarse en la religión
2
.
En esta se introduce el concepto de mal radical, que alude a la propensión inherente
e innata del ser humano hacia el mal que, a diferencia del mal moral, que se considera como
cualquier acción que viola el deber moral, mediante actos específicos e individuales,
realizados deliberadamente, que van en contra de los principios morales, como mentir,
robar, causar daño a otra persona, siendo consciente de la elección individual de actuar en
contra de los principios morales, el mal radical no se refiere a estos, sino a la disposición que
los hombres, como especie, presentan. Kant considera el mal radical como una inclinación
natural que el hombre siente hacia la tergiversación de las máximas morales, sintiéndose
inclinado, en su libre arbitrio, a servir a intereses no morales, evidenciándose en tres formas
diferentes: fragilidad, debilidad y malignidad.
Para Kant, la fragilidad se presenta como la capacidad humana de ser influenciado
por las pasiones y las inclinaciones sensibles. El hombre puede ser seducido por la tentación
hacia una felicidad aparente, en la que puede desarrollarse por sus inclinaciones, sin uso
restrictivo de los dones ofrecidos por la naturaleza. Implica la desviación de los principios
morales, debido a los impulsos emocionales y a las tentaciones presentes en el mundo
sensible. Al respecto, afirma:
1
Cfr. KANT, Immanuel. La Religión dentro de los límites de la merar Razón. Alianza Editorial, Madrid, 1981.
2
Cfr. PLATA PINEDA, Oswaldo. La antropología de la religión dentro de los límites de la mera razón. Arete,
Vol. 22, Núm. 2, pp. 259-288, 2010. http://www.scielo.org.pe/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S1016-
913X2010000200005&lng=es&nrm=iso.
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Por su parte, la debilidad es considerada como la carencia o falta de fuerza de
voluntad para resistir las tentaciones y las inclinaciones que son contrarias a la moralidad.
Representa la incapacidad para actuar de acuerdo con la ley moral, debido a la falta de
determinación y resolución moral. Sin embargo, Kant también considera que al poseer los
hombres una disposición hacia la moralidad, la debilidad se convierte en una transgresión
en sí misma, en un estado de rebelión contra la moralidad.
Para solventar esta situación, Kant afirma que la única forma de superar la debilidad
es mediante la moralidad, en la transformación interna de su voluntad, en la regeneración
moral, que se traduce como un cambio radical en la orientación de la voluntad, de modo que
esté motivada por el deber moral en lugar de inclinaciones egoístas. En la Crítica de la razón
práctica
3
, se destaca que el bien moral sólo puede ser alcanzado mediante la regeneración
moral; es decir, mediante la transformación de la voluntad de los individuos, para que estén
en capacidad de actuar de acuerdo a los dictámenes de la ley moral, que es dirigida por la
razón y no por las inclinaciones particulares y sensibles.
La regeneración moral es un proceso necesario para alcanzar la verdadera moralidad,
que procede de la razón, de la autonomía del individuo, de la capacidad de darse a sí mismo
leyes morales que rijan su conducta, en lugar de depender de elementos heterónomos o
sensibles, que dictaminen su actuar. Representa un cambio profundo en las disposiciones
morales de los individuos, que comienzan a ser guiados por el respeto a la ley moral y no por
inclinaciones egoístas o intereses personales.
Ahora bien, un tercer elemento considerado por Kant es la malignidad o el estado de
corrupción, que es la propensión del hombre a motivos no morales, que también puede
afirmarse como una perversidad que desvía los motivos del libre albedrío, corrompiendo a
el modo de pensar desde sus orígenes. Esta propensión no es propia de algunos individuos,
es algo tocante a la condición humana, como tal, se encuentra entrelazada a su naturaleza,
siendo
(…) la propensión del libre albedrío a máximas que posponen el motivo
impulsor constituido por la ley moral a otros (no morales). Puede
llamarse también perversidad (perversitas) del corazón humano, pues
invierte el orden moral atendiendo a los motivos impulsores de un
libre albedrío, y, aunque con ello puedan aún darse acciones buenas
según la ley (legales), sin embargo, el modo de pensar es corrompido
en su raíz (en lo toca a la acción moral) y por ello el hombre es
designado como malo
4
.
La esencia de la maldad es, en consecuencia, producto de las disposiciones internas y
de la voluntad de los individuos de cometer actos moralmente reprochables. Por su parte,
los actos externos pasan a ser secundarios, lo relevante es esa perversidad o la disposición
corrupta hacia la malignidad, que lleva a los individuos a actuar en contra de la ley moral.
Esta propensión, que no puede confundirse con predisposición, es lo que da pie al mal
radical, lo que evidencia una voluntad transgresora y dispuesta a romper los principios
éticos que atentan contra la dignidad de la alteridad. Por esta razón, el mal radical afecta la
3
Cfr. KANT, Immanuel. Crítica de la razón práctica. Editorial Verbum, Madrid. 2020.
4
KANT, Immanuel. La Religión dentro de los límites de la mera Razón, Op. Cit. p. 39.
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capacidad de actuar moralmente, conduciendo a manifestaciones fenoménicas como el
egoísmo, que es muestra de la inclinación inherente a la debilidad o perversidad radical.
Esta inclinación prioriza los intereses propios sobre la dignidad de las personas, siendo el
resultado una influencia negativa sobre las acciones y decisiones humanas, llevando a actuar
por instintos, que entran en conflicto con la moralidad.
Es así que la presencia del mal radical puede guiar a los individuos a actuar en contra
del deber moral, a entrar en conflicto con la autonomía moral, puesto que obstaculiza la
capacidad de actuar de manera racional, reflexiva, sino que, en su lugar, se actúa por
impulsos e inclinaciones patológicas, que ameritan su corrección, mediante esfuerzos
conscientes y el ejercicio de la voluntad para actuar de acuerdo a los preceptos morales. En
la perspectiva de López
5
, esta propensión al mal es entendida como la inclinación habitual a
apetecer determinado goce, una vez que los individuos han experimentado ese placer, lo que
se encuentra ligado a la facultad moral del libre arbitrio. Por tanto, el mal radical surge de la
adopción de máximas contrarias a la ley moral, lo que hace al hombre culpable de un mal
innato, intrínseco e inherente.
II
Para Kant, el ser humano posee la capacidad racional que le permite juzgar entre el
bien y el mal. En ello juega un papel determinante el imperativo categórico, definido como
aquel principio de carácter universal e incondicional, que es válido para todos los individuos
sin excepción y se formula de distintas formas, pero su esencia es la misma: actuar de
acuerdo con aquellas máximas que puedan convertirse en ley universal para todos los
hombres. Empero, Kant también reconoce que las tendencias al mal pueden entrar en
contradicción con el deber moral, de modo que el hombre se sienta inclinado al egoísmo, a
la satisfacción de sus intereses sensibles, al alcance de sus metas y objetivos, violando la
dignidad de la alteridad.
El mal radical es una experiencia fenoménica, que entra en conflicto con el deber
moral. La inclinación al mal conduce a la satisfacción de las ambiciones y deseos materiales,
a la violación de los preceptos éticos e insta a violentar el mandato del imperativo categórico.
Ejemplo de esta realidad puede evidenciarse en los genocidios perpetrados por los
regímenes totalitarios, como el holocausto durante la Segunda Guerra Mundial, que
evidencia la capacidad humana de perpetrar crímenes atroces contra sus semejantes.
Asimismo, se presenta en la represión en los regímenes políticos, en la búsqueda del poder
absoluto, como una violación sistemática de la dignidad de los individuos, en las
experiencias coloniales, en la guerra de exterminio, entre otros aspectos.
Para Kant, la libertad es una condición necesaria para la moralidad, puesto que
permite actuar de acuerdo con el deber moral y no simplemente de acuerdo con las
inclinaciones sensibles. En este orden de ideas, la libertad es una característica universal de
la naturaleza humana y la inclinación al mal es una consecuencia de esta libertad. Sin
embargo, la libertad también abre la posibilidad de que los hombres actúen en contradicción
5
LÓPEZ, Guillermo. La pasión y el mal radical en Kant. VI Congreso Internacional de Investigación y Práctica
Profesional en Psicología. XXI Jornadas de Investigación. Décimo Encuentro de Investigadores en Psicología
del MERCOSUR. Facultad de Psicología - Universidad de Buenos. 2014. https://www.aacademica.org/000-
035/113
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con el deber moral, siguiendo sus inclinaciones egoístas. Expresado, en otros términos, la
libertad otorga la capacidad de elegir entre el bien y el mal, lo que supone el riesgo de elegir
el mal.
A través de esto, Kant sustenta la conexión existente entre la libertad y la posibilidad
del mal, dado que la libertad ofrece la posibilidad de elección dual: entre la ley moral y el
mal. Es así que la libertad se constituye como el principio fundamental sobre el que recae la
responsabilidad de actuar de acuerdo a la ley moral o inclinarse hacia su tergiversación,
derivando en el mal radical.
Por tanto, la libertad se define como la facultad que permite actuar de acuerdo a la
autonomía de la voluntad, independientemente de las influencias externas. Sin la libertad,
el ser humano no sería capaz de tomar decisiones morales importantes. Pero, al mismo
tiempo, esta libertad también conlleva al riesgo de elegir actuar en contra del deber moral y
seguir las inclinaciones egoístas, propias de la naturaleza humana. De esta manera, la
libertad concede la capacidad de elegir entre diferentes cursos de actuación, y la inclinación
al mal radical puede influir en las decisiones humanas, afectando la conducción de los
asuntos fenoménicos en los que se ve envuelto la humanidad.
En este orden de ideas, Kant evidencia dos sentidos de la libertad: un sentido positivo
(interno), cuando el individuo actúa convencido de la validez de la ley que obedece y uno
negativo (externo), que nace de la capacidad de suprimir los impulsos no racionales. El
ámbito interno de la libertad proviene de la distinción que existe entre los conceptos de
heteronomía y autonomía de la voluntad establecida en la Fundamentación de la metafísica
de las costumbres
6
. El sentido positivo que puede encontrarse en la libertad interna radica
en la capacidad deliberativa que se da en concordancia con el mandato del imperativo
categórico, donde se puede llegar a la autodeterminación de los individuos.
Como mandato de la razón práctica, el imperativo categórico es a priori y determina
el arbitrio de los individuos, donde cada uno debe buscar la acción que mejor se adecúe al
mandato señalado, de esta forma, orienta el accionar humano hacia obras buenas en sí
mismas. Por otro lado, el sentido negativo de la libertad (externa), proviene de la relación
con el derecho, con la independencia que se tiene con respecto al otro, en la medida que
pueda coexistir mi libertad con la de la alteridad según una ley universal. En consecuencia,
la libertad externa se presenta como un sistema de derecho de libertades igualitarias. La ley
moral regula la libertad interna a través de la autonomía de la voluntad de los individuos,
mientras que la libertad externa es regulada por el derecho y por los individuos que tienen
capacidad de elección.
Empero, a pesar de la existencia del mal radical, Kant sostiene que es posible la
moralidad, y puede lograrse por medio del ejercicio de la razón práctica, que reconoce la
validez de la ley moral e insta a actuar de acuerdo a ella, incluso cuando las inclinaciones
van en otra dirección. Lo anterior lleva a resistir la tentación de seguir las inclinaciones
egoístas y actuar de acuerdo con el deber moral, lo que requiere un ejercicio activo de la
libertad y la razón. En síntesis, en la filosofía kantiana, la libertad y el mal radical están
6
Cfr. KANT, Immanuel. Fundamentación de la metafísica de las costumbres. Alianza Editorial, Madrid.
2002.
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relacionados en el sentido de que la libertad permite elegir entre el bien y el mal, mientras
que el mal radical representa una inclinación hacia el mal que puede influir en las decisiones
morales de los individuos, lo que implica superar esta inclinación al mal radical mediante el
ejercicio de la razón práctica y la voluntad de actuar de acuerdo con el deber moral.
III
En la historia de la filosofía, el concepto de mal radical de Kant ha sido objeto de
varias críticas, entre las que destacan la falta de argumentación psicológica, dado que Kant
no profundiza en estas causas ni en los motivos sociales que pueden derivar en las
inclinaciones al mal. Al respecto, posturas psicológicas como el conductismo, argumentan
que el mal es una conducta aprendida a través de las experiencias y los condicionamientos
sociales, pues no hay una inclinación natural al mal, sino que son las acciones las que
moldean y producen las consecuencias en la vida de los individuos. Desde una posición
distinta, el cognitivismo enfatiza en el papel de las creencias sobre las conductas,
distanciándose de enfoques innatistas que señalan el mal en la naturaleza humana, así como
la psicología humanista que señala que el mal es causado por factores ambientales o
externos, que frustran el alcance de las necesidades básicas. Por tanto, a diferencia de Kant,
el mal no es visto como parte de la naturaleza humana, sino como un proceso de aprendizaje
y de cúmulo de experiencias, que encierra factores sociales, cognitivos, emocionales,
biológicos, entre otros.
Por otra parte, esta visión del mal radical adolece de un sustento político, de un
cuestionamiento abierto a las estructuras sociales. Ello es evidente en tanto se comprende
que la postura kantiana sobre el mal radical recae sobre la voluntad individual y en la
libertad de elegir de los individuos. Este enfoque excesivamente individualista descuida el
papel de las estructuras sociales, políticas y económicas que pueden hacerse presente y
reproducir otro tipo de mal. Por esta razón, Kant pasa desapercibido cómo el ser humano
puede causar males a gran escala, como los genocidios, las injusticias sistemáticas, que son
producto, no de la voluntad individual, sino de las dinámicas del poder político. Por otra
parte, se hace un desconocimiento a las desigualdades sociales y cómo estas impactan en lo
individual y social, creando condiciones de vulnerabilidad y de exclusión.
Hannah Arendt, implícitamente cuestiona el concepto de mal radical en Kant, al
denunciar la estructura de los regímenes totalitarios, en la que observa cómo el nazismo y el
estalinismo, condujeron al mal a una escala sin precedentes en la historia humana,
perpetrando actos censurables de forma masiva y sistemática. Empero, no realiza analogías
tradicionales, sino que hace señalamientos peculiares sobre los acontecimientos, pues
considera que estos regímenes constituyen una forma de dominación que destruye la
libertad de los individuos y extermina la participación ciudadana, dando lugar al despotismo
y a la tiranía, controlando las instituciones, la cultura, las relaciones sociales y la esfera de lo
privado, donde a violencia se convierte en un instrumento fiable para satisfacer las
demandas de los gobernantes
7
.
7
Cfr. BOTERO, Adolfo & LEAL, Yuliana. El mal radical y la banalidad del mal: las dos caras del horror de los
regímenes totalitarios desde la perspectiva de Hannah Arendt. Universitas Philosophica, Vol. 30, Núm. 60,
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Para Arendt, la banalidad del mal radica en la incapacidad de los perpetradores de
reconocer el mal de sus acciones y el impacto sobre los demás. Eichmann, al igual que
muchos otros en posiciones de poder durante el régimen nazi, no sentía conexión emocional
ni remordimiento por las consecuencias de sus actos; sólo cumplía con su deber de manera
eficiente y sin reflexión moral. Este concepto arendtiano desafía la idea tradicional de que el
mal es siempre resultado de una intención malévola o inclinación inherente al mal y revela
cómo puede surgir en contextos sociales y políticos normales, donde la obediencia ciega y la
falta de pensamiento crítico pueden permitir la perpetración de atrocidades masivas
8
.
Por otro lado, se destaca el exacerbado optimismo moral, sustentado en la fe en la
razón y en la buena voluntad para erradicar el mal radical de la naturaleza humana, lo que
hace que Kant subestime el arraigamiento irremediable del mal dentro de la naturaleza
humana y de la continua evolución de los actos moralmente cuestionables del ser humano.
En medio de estas críticas, destaca el pensamiento de Schopenhauer que, a pesar de estar
influenciado por la filosofía de Kant, cuestionó su visión optimista sobre la capacidad de la
razón para superar el mal radical.
Schopenhauer creía que el mal es una fuerza inherente y presente en la voluntad
humana
9
; por tanto, la razón es impotente para erradicarlo completamente. También
criticaba la ética kantiana, argumentando que la moralidad no podía derivarse de la razón,
sino que esta se encuentra arraigada en la naturaleza misma de la voluntad
10
, y que las
acciones verdaderamente moralmente loables surgían de la compasión y la empatía hacia
los demás, en lugar de obedecer al imperativo categórico. Al respecto, el pensamiento de
Schopenhauer deriva en un pesimismo profundo sobre la naturaleza humana, que es
destructiva, egoísta, irracional y ciega, producto del sufrimiento y de los males en el mundo,
lo que lleva a afirmar que el mal radical no es una inclinación o propensión humana, sino
una fuerza inevitable que se ejerce mediante la voluntad.
Por otro lado, Kant pasa desapercibido que el mal puede exteriorizarse de formas
diferentes en cada individuo, no considerando, además, el relativismo cultural, lo que hace
que su definición de mal radical se oriente hacia una visión única del ser humano, sin
distingos o diferenciaciones culturales. Al respecto, aunque Foucault no aborda
directamente el tema del mal radical en Kant, en sus obras cuestiona la moralidad sobre las
que se cimentan las sociedades modernas, ofreciendo una crítica contundente sobre la
esencia maligna o corrupta de la naturaleza humana, donde destaca que no hay una esencia
humana única o absoluta, sino que las experiencias éticas deben ser vividas de acuerdo a los
contextos sociales específicos, lo que podría interpretarse como una crítica al absolutismo
ético kantiano y a su postura al mal innato de la naturaleza humana.
Creo que la ética no es la búsqueda de los orígenes, sino la indagación
de las condiciones bajo las cuales algo nuevo puede llegar a nosotros.
pp. 99-126. 2013. http://www.scielo.org.co/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0120-
53232013000100005&lng=en&nrm=iso
8
Cfr. ARENDT, Hannah. Los orígenes del totalitarismo. Alianza Editorial, Madrid. 2021. / Eichmann en
Jerusalén: un reporte sobre la banalidad del mal. Editorial Lumen, México. 2013.
9
Cfr. SCHOPENHAUER, Arthur. El mundo como voluntad y representación. Editorial Trotta, Madrid. 2016.
10
Cfr. SCHOPENHAUER, Arthur. On the Basis of Morality. Hacket Publishing Company. Indianapolis /
Cambridge. 2019.
Alvarado, J.; Machado, I. Revista de Filosofía, Vol. 41, Nº Especial 2024, pp. 51-59 58
Universidad del Zulia. Maracaibo-Venezuela. ISSN: 0798-1171 / e-ISSN: 2477-9598
Creo que la ética no es la búsqueda de la verdad, sino una tentativa,
una práctica, una experiencia de la verdad. Creo que la ética no es un
sistema moral, y que cada sistema moral, incluso el más formalizado
de ellos, es una tentativa de limitar, de frenar, de controlar y de
canalizar nuestra locura. Creo que la ética no es una filosofía primera,
sino la filosofía misma
11
.
En concordancia con esta crítica al universalismo ético kantiano, Nietzsche considera
que la moralidad kantiana, al reducirse al deber y la razón, restringe el potencial humano y
niega la voluntad del poder. Es decir, la moralidad no es una ley objetiva ni universal, sino
un constructo humano, sujeto a cambios e interpretaciones que pueden darse. Con ello,
Nietzsche sugiere que la moralidad kantiana suprime los instintos naturales, la vitalidad y
la creatividad inherentes en la naturaleza humana, lo que significa que Kant ha apartado los
deseos, las pasiones, las inclinaciones humanas, para dar lugar a una moralidad restrictiva,
que reprime y controla la esencia humana. Sostiene que el verdadero mal, no reside en los
deseos humanos, sino en la negación de sus impulsos vitales, en la negación de la vida
terrenal, en la represión de la voluntad del poder, proponiendo una ética que afirme la vida,
la diversidad y su complejidad
12
Referencias bibliográficas
ARENDT, Hannah. Los orígenes del totalitarismo. Alianza Editorial, Madrid. 2021. / Eichmann en
Jerusalén: un reporte sobre la banalidad del mal. Editorial Lumen, México. 2013.
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11
FOUCAULT, Michael. An Interview with Michel Foucault. Entrevista realizada por Paul Rabinow, 1984. En:
Foucault Live: Interviews, 1966-1984.
12
Cfr. NIETZSCHE, Friedrich. La genealogía de la moral. Editorial Edaf, Madrid. 2023.
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SCHOPENHAUER, Arthur. El mundo como voluntad y representación. Editorial Trotta, Madrid.
2016.
REVISTA DE FILOSOFÍA
ESPECIAL 2024 - IMMANUEL KANT. 300 AÑOS
Esta revista fue editada en formato digital y publicada en noviembre de 2024,
por el Fondo Editorial Serbiluz, Universidad del Zulia. Maracaibo-Venezuela
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