Alvarado, J.; Machado, I. Revista de Filosofía, Vol. 41, Nº Especial 2024, pp. 51-59 56
Universidad del Zulia. Maracaibo-Venezuela. ISSN: 0798-1171 / e-ISSN: 2477-9598
relacionados en el sentido de que la libertad permite elegir entre el bien y el mal, mientras
que el mal radical representa una inclinación hacia el mal que puede influir en las decisiones
morales de los individuos, lo que implica superar esta inclinación al mal radical mediante el
ejercicio de la razón práctica y la voluntad de actuar de acuerdo con el deber moral.
III
En la historia de la filosofía, el concepto de mal radical de Kant ha sido objeto de
varias críticas, entre las que destacan la falta de argumentación psicológica, dado que Kant
no profundiza en estas causas ni en los motivos sociales que pueden derivar en las
inclinaciones al mal. Al respecto, posturas psicológicas como el conductismo, argumentan
que el mal es una conducta aprendida a través de las experiencias y los condicionamientos
sociales, pues no hay una inclinación natural al mal, sino que son las acciones las que
moldean y producen las consecuencias en la vida de los individuos. Desde una posición
distinta, el cognitivismo enfatiza en el papel de las creencias sobre las conductas,
distanciándose de enfoques innatistas que señalan el mal en la naturaleza humana, así como
la psicología humanista que señala que el mal es causado por factores ambientales o
externos, que frustran el alcance de las necesidades básicas. Por tanto, a diferencia de Kant,
el mal no es visto como parte de la naturaleza humana, sino como un proceso de aprendizaje
y de cúmulo de experiencias, que encierra factores sociales, cognitivos, emocionales,
biológicos, entre otros.
Por otra parte, esta visión del mal radical adolece de un sustento político, de un
cuestionamiento abierto a las estructuras sociales. Ello es evidente en tanto se comprende
que la postura kantiana sobre el mal radical recae sobre la voluntad individual y en la
libertad de elegir de los individuos. Este enfoque excesivamente individualista descuida el
papel de las estructuras sociales, políticas y económicas que pueden hacerse presente y
reproducir otro tipo de mal. Por esta razón, Kant pasa desapercibido cómo el ser humano
puede causar males a gran escala, como los genocidios, las injusticias sistemáticas, que son
producto, no de la voluntad individual, sino de las dinámicas del poder político. Por otra
parte, se hace un desconocimiento a las desigualdades sociales y cómo estas impactan en lo
individual y social, creando condiciones de vulnerabilidad y de exclusión.
Hannah Arendt, implícitamente cuestiona el concepto de mal radical en Kant, al
denunciar la estructura de los regímenes totalitarios, en la que observa cómo el nazismo y el
estalinismo, condujeron al mal a una escala sin precedentes en la historia humana,
perpetrando actos censurables de forma masiva y sistemática. Empero, no realiza analogías
tradicionales, sino que hace señalamientos peculiares sobre los acontecimientos, pues
considera que estos regímenes constituyen una forma de dominación que destruye la
libertad de los individuos y extermina la participación ciudadana, dando lugar al despotismo
y a la tiranía, controlando las instituciones, la cultura, las relaciones sociales y la esfera de lo
privado, donde a violencia se convierte en un instrumento fiable para satisfacer las
demandas de los gobernantes