Revista de Filosofía
Vol. 42, Nº111, 2025-1, (Ene-Mar) pp. 37-50
Universidad del Zulia. Maracaibo-Venezuela
ISSN: 0798-1171 / e-ISSN: 2477-9598
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Internacional (CC BY-NC-SA 4.0)
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Hegemonía y sujeto: límites y desafíos del Pos-neoliberalismo para
la Izquierda Latinoamericana
Hegemony and Subject: Challenges and Limits of Pos-Neoliberalism for the
Latin American Left
Oscar Pérez Portales
ORCID: http://orcid.org/0000-00021817-5162
Universidad de Oriente Cuba
oscarahportales2487@gmail.com
DOI: https://doi.org/10.5281/zenodo.15621063
Resumen:
En América Latina el pos-neoliberalismo definió la superación, por proyectos
políticos de izquierda, de las crisis sociales neoliberales a partir de políticas
públicas. Esta categoría centró también el análisis de las prácticas de los sujetos
sociales y los horizontes axiológicos de la transformación política, por parte del
Pensamiento Crítico Latinoamericano. La reversión de las políticas públicas y la
movilización de un sujeto político en torno a valores reaccionarios marcan los
déficits de las políticas pos-neoliberales y los marcos analíticos desarrollados. El
presente artículo se centra en una valoración crítica de los límites de la práctica
pos-neoliberal a partir de una concepción materialista de la hegemonía. El
análisis se basa en una genealogía de las políticas pos-neoliberal, un estudio
histórico lógico del contexto y una revisión hermenéutica de los conceptos
utilizados en el análisis de la realidad estudiada. La discusión evidencia los
límites de la práctica pos-neoliberal centrada en las políticas públicas para
alterar el marco de las relaciones productivas, institucionales y axiológicas que
caracterizan el modelo neoliberal. Se analizan los límites del diagnostico crítico
sobre el papel de los sujetos sociales en la producción de un nuevo marco
subjetivo. La producción de una hegemonía alternativa, como régimen soberano
de organización de la relación entre estado y sociedad civil, a partir de nuevas
formas de subjetivación política, es una tarea central en la superación de los
límites del pos-neoliberalismo.
Palabras Clave: Hegemonía, Pos-neoliberalismo, Izquierda, Pensamiento
Crítico, Subjetividad.
_______________________________
Recibido 19-09-2024 Aceptado 18-02-2025
Abstract: Latin America is the scene of the political challenge of neoliberalism
with the sovereign cohesion of the popular subjects. Post-neoliberalism defined
the overcoming, by left-wing political projects, of neoliberal social crises based
on public policies. This category focused the analysis of the practices of social
subjects and the axiological horizons of political transformation by Latin
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American Critical Thought. The reversal of public policies and the mobilization
of a political subject around reactionary values mark the deficits of post-
neoliberal policies and the developed analytical frameworks. This article focuses
on a critical assessment of the limits of post-neoliberal practice from a
materialist conception of hegemony. The analysis is based on a genealogy of
post-neoliberal policies, a logical historical study of the context, and a
hermeneutic review of the concepts used in the analysis of the reality studied.
The discussion shows the limits of the post-neoliberal practice focused on public
policies to alter the framework of productive, institutional and axiological
relations that characterize the neoliberal model. The limits of the critical
diagnosis on the role of social subjects in the production of a new subjective
framework are analyzed. The production of an alternative hegemony, as a
sovereign regime of organization of the relationship between state and civil
society, based on new forms of political subjectivation, is a central task in
overcoming the limits of post-neoliberalism.
Keywords: Hegemony, Post-neoliberalism, Left, Critical Thinking,
Subjectivity.
Introducción
América Latina es escenario de la disputa más enconada y políticamente
organizada contra el neoliberalismo, con grupos organizados contra los
intereses oligárquicos, en defensa del territorio, con fuertes tradiciones
culturales, sindicales, revolucionarias y anti-imperialista. El significante pos-
neoliberalismo viene a definir un mulo de proyectos políticos que encausan
este conflicto político en opciones gubernamentales diversas (López, 2016, p.
64)
1
. Estas experiencias se caracterizan por una acción política centrada en
políticas públicas, basadas en la integración de las demandas sociales a las
agendas electorales de partidos de izquierda (Romano, 2018, p. 75).
El Pensamiento Crítico Latinoamericano responde con este concepto a la
crisis ideológica del siglo XX y re-significa las nociones de revolución social y
sujeto político (Guadarrama, 2018, p. 308). Ante la desarticulación del
movimiento obrero como vector de impugnación política del capitalismo,
fundamenta el papel de los movimientos sociales como sujeto político del nuevo
contexto (Sader, 2010; Boron, 2008; Cristao, 2014). Esfuerzo que asume la
diversidad de demandas y espacios que caracterizan la volición política al
margen de la determinación de clase (Becher, 2019, p. 289).
Estas prácticas e hipótesis fueron impugnadas por una ola de extrema
derecha que revirtió las políticas blicas (Stolowicz, 2014, p. 18). Su aparición
1
La acumulación histórica de las luchas plurales da al traste con opciones políticas de encausamiento de
sus demandas en una serie de triunfos electorales. En 1998 en Venezuela con el triunfo electoral de Hugo
Chávez surge otro proyecto emancipador paradigmático que abre un ciclo de gobiernos pos-neoliberales
en la región: Lula da Silva en Brasil (2003-2011), Dilma Rousseff (2011) Néstor Kirchner en Argentina
(2003), Tabaré Vázquez en Uruguay (2004), Evo Morales en Bolivia (2006), Rafael Correa en Ecuador
(2007), Daniel Ortega en Nicaragua (2007), Fernando Lugo en Paraguay (2008).
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está asociada a un poder soberano incompatible con la radicalización de la
esfera blica. Su movilización comunicativa, financiera y judicial demostró la
incapacidad de la práctica pos-neoliberal para solventar los conflictos de clase
que determinan la acción del Estado (Chávez Mello, 2019, p. 320). Así mismo la
limitación electoral de la movilización política reprodujo prácticas que
asentaron el sentido común neoliberal (Castell, 2018). Es por ello indispensable
explorar cómo la derrota del proyecto pos-neoliberal está condicionada por la
incapacidad de alterar las prácticas de subjetivación neoliberales (Dobelli, 2018,
p. 34). Una subjetividad política hiper-individualista y antidemocrática,
excepcional a los marcos institucionales. La adhesión de grupos marginalizados
y racializados demostró inviable la concepción del sujeto como sucedáneo de
una dinámica de satisfacción-filiación (Pinherio-Machado, 2019).
Este escenario desafía la concepción sociológica de los movimientos
sociales como el sujeto político que determina el triunfo de las opciones de
izquierda (Fournet-Betancour, 2004; Dussel, 2005; Zibechi, 2006; Houtar,
2010; Gruner, 2011). Una comprensión de este tipo indujo a la incomprensión
de las interrelaciones comunicativas, institucionales y axiológicas que
condicionan la relación entre Estado y sociedad civil (Rome, 2018). Es
indispensable un estudio de las formas de organización autónoma, a partir de
las cuales la gubernamentalidad neoliberal organiza la sociedad civil (Foucault,
2010). Dinámica que desde relaciones no institucionales produce discursos e
identidades desde los cuales los subalternos reproducen de los intereses de
clases dominantes.
El presente artículo valora la práctica política pos-neoliberal, así como los
límites de la utilización del concepto neoliberalismo como dispositivo analítico
del Pensamiento Crítico Latinoamericano. A partir de una concepción material
de la hegemonía, centrada en la relación estado y sociedad civil, se indagan las
relaciones excepcionales que condicionaron el desarrollo de la práctica pos-
neoliberal. Tal marco categorial sustenta una fundamentación contingencial de
la subjetividad frente a los determinismos que fijaron la noción de sujeto en el
contexto del Pensamiento Latinoamericano. Un análisis de este tipo responde a
la re-emergencia de una ola de procesos constituyentes y políticos que pugnan
nuevamente contra la hegemonía neoliberal en el continente.
Metodología
Este análisis tiene por base una genealogía de las prácticas que
caracterizan el proyecto pos-neoliberal en América Latina. Su fundamento es
una conceptualización material de la hegemonía, como proceso de producción
de sujetos, resultado de la capacidad clasista de regular, bajo consenso, el
vínculo entre Estado y sociedad civil. El centro de esta capacidad es un ejercicio
soberano excepcional de gobierno de la población y el territorio, a partir del
cual el poder estatal hace parte de una guerra de posiciones que produce un
sentido común (Gramsci, 1999, p. 62). La inspiración gramsciana permite
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aquilatar el control de los institutos gubernamentales dentro las relaciones
discursivas y axiológicas que hacen a los individuos sujetos de las relaciones de
dominación.
En un enfoque epistémico como este el antagonismo de clase determina
el carácter alienante de las relaciones productivas, a partir de la capacidad de
reproducir ideologías e identidades que permiten la adhesión de los subalternos
(Marx, 2011, p. 121; Antunes, 2021, p. 38). Esta comprensión material del
carácter simbólico del proceso de dominación supera los límites idealistas del
paradigma discursivo de la hegemonía propio de Ernesto Laclau (Laclau, 2014).
La noción interpreta toda reivindicación de derechos y demandas subalternas,
como proceso enfrentado a la movilización de los actores que representan los
intereses de clases dominantes (Portales, 2021, p. 22). Un espectro desde el cual
se pueden sortear los análisis funcionalistas de la gobernabilidad que obvian el
conflicto como locus de la acción de gobierno (Lefont & Ramírez, 2019).
Teniendo estas ideas por bases se valora que la movilización de una
subjetividad política en el marco electoral, es solo un momento contingente
dentro de la transformación de las relaciones que subjetivan a los individuos.
Ello permite concebir la subjetividad como un objetivo político, derivado de la
creación de relaciones y prácticas que movilicen a los actores sociales a partir de
un sentido común alternativo. En este marco la categoría gubernamentalidad
contextualiza la capacidad excepcional de las oligarquías financieras de producir
una subjetividad dominante. El sujeto empresario de si está en la base de los
discursos e identidades que regulan la acción de los gobiernos dentro de la
relación excepcional entre Estado y sociedad civil (Villacañas, 2020, p. 72).
Entender esta base ontológica permite valorar cómo las prácticas pos-
neoliberales reproducen o profundizan la subjetividad neoliberal, al satisfacer
de forma asistencialista las demandas de los movimientos sociales. La
subjetividad política resulta una condensación contingencial de prácticas de
impugnación, que lejos de ser atendidas como un sujeto sociológico, debe ser
integrada como un plexo discursivo en disputa. Orientado a desplazar el sentido
común, a partir de nuevas relaciones participativas, para producir una
subjetividad alternativa. Una indagación que se orienta a una revisión
hermenéutica de las concepciones que caracterizan la utilización del concepto
pos-neoliberalismo por parte del Pensamiento Crítico Latinoamericano.
Resultados y discusión
El siglo XXI latinoamericano inicia con una fuerte contestación del
modelo neoliberal. La subjetividad política que la materializa poseía un no
despreciable uso coordinado de la violencia frente al estado represor. Un
proceso constituyente que no solo supuso una ruptura del liderazgo ético-
político de las oligarquías nacionales, sino una crisis de autoridad, en cuanto las
clases políticas se deslegitimaron como actores capaces de realizar la promesa
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neoliberal de la meritocrática sociedad de empresarios. Es esta una disputa
contra el sentido común de la época del Consenso de Washington y una
respuesta a la claudicación del pensamiento anti-capitalista, socialista y de
izquierda ante la Tercera Vía (Guadarrama, 2018, p. 110). Las articulaciones
políticas de los movimientos sociales, sindicatos, organizaciones estudiantiles,
indígenas, feministas y los partidos políticos construyeron un significante de
cambio (López, 2016, p. 45). En este, sectores de clase media, funcionarios,
individuos del precariado democrático, condensan en el discurso de partidos de
izquierda sus demandas de transparencia en la gestión pública y de mejoras en
la calidad de vida. El escenario electoral se estableccomo un plano discursivo
donde las ideologías de izquierda consiguen articular identidades y discursos
que movilizan a actores diversos.
En este contexto el BID y la CEPAL producen, bajo el concepto pos-
neoliberalismo, una agenda de políticas públicas para mitigar las consecuencias
sociales de la liberalización del mercado y la apertura a la economía (Betto,
2011, p. 154). Dentro de este referente los gobiernos pos-neoliberales
desarrollaron programas de integración en el consumo, ascensión social,
satisfacción de necesidades de habitad y acceso a la salud y la educación. Una
agenda que tuvo su centro en la lucha contra la desigualdad social, identificando
en la reducción de la pobreza, el ejercicio fundamental de rectificación de la
crisis social. En la región más desigual del planeta, tal orientación mantiene una
capacidad de disrupción, transformación social y política que impugna las
explotaciones laborales, comunicativas, políticas, culturales, raciales y
coloniales.
No obstante, este esfuerzo redistributivo se encauso dentro de un
pragmatismo que limita la acción política, al operar dentro de los marcos de los
dispositivos de poder-saber que sostienen el régimen de verdad neoliberal
(Romano, 2018, p. 76). Los gobiernos pos-neoliberales asumen los parámetros
de austeridad, frugalidad en el gasto, metas de inflación, independencia de los
bancos centrales, control del déficit fiscal, que son medios del disciplinamiento
económico neoliberal. Por lo tanto, enfrentan la presión mediática y política de
los grupos financieros trasnacionales y las exigencias del bloque electoral
construido por ampliar las medidas redistributivas.
Por otra parte, estas estructuras hacen parte del marco que la
gubernamentalidad produce al disciplinar a los individuos en la defensa la
libertad económica como valor supremo (Dobelli, 2018). Los individuos
neoliberales se encuentran dentro de una grade racional donde toda acción
estatal es contraria a la libertad de capitalización individual. Por ello, aspirar a
que la gobernanza económica sea premiada con la adhesión electoral, desconoce
los medios excepcionales en los que se produce el sentido común. Las políticas
de aumento de salarios mínimos, gasto público, derechos laborales, aumento de
disponibilidad del crédito para el consumo, se asientan en una axiología donde
el individuo las significa como conquistas meritocráticas propias. La
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aglutinación de un sujeto político por parte de la extrema derecha,
cohesionando sectores desclasados y marginales favorecidos por estas políticas
públicas, tiene sustento en el modelo asistencialista en que fueron
desarrolladas.
El pragmatismo político pos-neoliberal es consustancial y eficiente a la
hegemonía neoliberal pues le impide asumir el carácter simbólico, racional y
cultural de los procesos de dominio hegemónico. Por tanto, los gobiernos no
asumieron sus políticas públicas como espacios políticos de creación de nuevas
relaciones de producción estable de la vida para la transformación de las
políticas fiscales y la matriz rentista. Constituirlas en conquistas protagónicas de
una colectividad precisa abandonar el economicismo que impide entender los
procesos económicos como espacios determinados por las correlaciones de
fuerzas ideológicas y culturales. Las políticas públicas, por tanto, deben ser un
vértice de movilización y disputa ideológica para crear lazos de solidaridad y
pertenencia, alternativos al sentido común neoliberal.
En otro orden, el fracaso del proyecto pos-neoliberal tuvo por base la
homologación entre estado y poder político, a partir de concebir al primero
como restricto al sistema institucional de gobierno (Stoessel, 2014, p. 10). La
consigna de ampliar el papel del estado no asimiló la transformación de aquel
por la bio-política neoliberal. En el cual las políticas de desprotección de la
población no significaban su desaparición sino, su actuación por otros medios,
su ampliación. Por el contrario, los gobiernos pos neoliberales reproducen la
cultura política liberal que sobre-entiende como neutro el espacio de
deliberación gubernamental. Y obvian, por tanto, la subordinación de este a los
poderes excepcionales en los que el estado organiza su relación con la sociedad
civil. La democracia representativa no es evaluada como un proceso de
represión de la impugnación del orden económico del capital, fruto de la
disciplinarización generada por la democratización pos-dictaduras (Echeverría,
1998, p. 92).
La acción de los gobiernos debió orientarse a la producción de conflictos
que movilizaran las fuerzas subalternas más que erigirse en actores de
redistribución material. Un enfoque de este tipo observaría los procesos de
fragmentación territorial, control policial, narcopolitización, desigualdad
jurídica, así como la racialización y explotación de género de las poblaciones
más desfavorecidas (Sanahuja, 2019). La acción de estos, por el contario,
domestica la participación política de las mayorías a los espacios electorales. La
restricción electoral e institucional de la lucha política, es un síntoma de la
operatividad de los dispositivos ideológicos que catalogan como populistas
cualquier movilización de las clases subalternas a partir de formas de
participación social directa. Así mismo actúa como un factor retardatario para
enfrentar los medios y actores de las oligarquías dominantes que accionan todo
su capacidad jurídica, comunicativa, financiera y geopolítica para frenar la
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articulación de las fuerzas subalternas. Un reflejo de esto se encuentra en la
acción de control o supresión de la impugnación política del orden democrático
liberal por parte de los movimientos sociales y la pulsión por convertirlos en
poleas transmisoras o de propaganda electoral de los partidos de izquierda
(Becher, 2019).
A partir de ello, los gobiernos de izquierda fueron medios de legitimación
del modo de producción capitalista al cerrar la opción de cambio o impugnación
del sistema político (Stolowicz, 2014, p. 14). La renuncia al ideal socialista como
objetivo de transformación, vino acompañada de la ingenua derrota ideológica
ante el supuesto liberal de la subordinación de los grupos dominantes al orden
deliberativo. Por tanto, no ha producido un sentido común alternativo a la
meritocracia empresarial neoliberal. Esto es, la primacía de lo productivo en la
formación de sujetos políticos, la democracia institucional como un espacio de
orden a ser defendido per se, una lógica agonística que tolera la acción
excepcional de los grupos en el poder a partir de una confianza en la operación
reductora del derecho y el debate deliberativo.
Pos-neoliberalismo y Pensamiento Crítico
La re-emergencia de gobiernos de izquierda en la segunda década del
siglo, resultado de movilizaciones sociales, hace pertinente la evaluación
anterior. En esa misma línea es indispensable analizar los límites del
diagnóstico realizado por parte del Pensamiento Crítico Latinoamericano ante
la posibilidad histórica que la ola progresista supuso. Un acervo teórico que
sirvió como referencia a las luchas y resistencias sociales al poner en cuestión
las nociones modernas de racionalidad, legitimidad y libertad. La crítica de este
al humanismo moderno, gira en torno al reconocimiento del ser humano en su
dimensión corporal, como limite a la deconstrucción de las racionalidades
represivas y metonímicas de la modernidad (Guadarrama, 2018, p. 44). Un
posicionamiento que asume como necesario transformar los límites de
represión de la vida que caracterizan de la explotación del capital; la
desaparición de tradiciones, propia de la cultura globalizadora y la inoperancia
de la gobernabilidad liberal, para enfrentar la soberanía excepcional de los
grupos dominantes. Ello implica una pulsión ético normativa que ha guiado la
producción filosófica, a partir de lo que la Teología de la Liberación definió
como opción por los pobres o desde la Filosofía de la Liberación Enrique
Dussel denomina principio material de imposibilidad. Sentido en el que la
crítica de Franz Hinkelammert a la teología neoliberal fundamenta la búsqueda
del ser humano como sujeto reprimido.
Es así como el Pensamiento Crítico produjo diagnósticos y estrategias,
respondiendo al desarme de parte del pensamiento anti-capitalista. En este
sentido, el cúmulo de revueltas populares dejó vacía la idea de tomar el poder
sin el poder (Holloway, 2005, p. 40). Así mismo, la propuesta de cambiar el
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modo de producción podría a partir de una lógica informática de cambios de
valor, propia del Socialismo del siglo XXI de Heinz Dieterich, no soportó las
evidencias de la lucha de clases que emergen ante las políticas de redistribución
de renta (Dieterich, 2002). Al mismo tiempo, la tradición latinoamericana
critica la teoría discursiva que supone a la democracia liberal como un espacio
susceptible de ser radicalizado sin transformar las relaciones alienantes del
capital (Laclau, 2014). El imperialismo norteamericano con golpes de estado y
ataques financieros a los gobiernos pos-neoliberales, al contrario de la
fundamentación de Hardt y Negri, no dejó espacio a pensar en una noción de
imperio informacional sin imperialismo y control territorial (Hardt; Negri,
2000, p. 285).
No obstante, para el pensamiento crítico continental la noción pos-
neoliberalismo
2
induce un optimismo que interpreta la crisis social como el
síntoma de que el neoliberalismo ha fracasado rotundamente en la esfera
económica: fracasó en promover el crecimiento económico (Borón, 2019, p.
111). Desde esta perspectiva no es posible asimilar que la producción de tales
crisis sociales es el marco de las terapias de choque neoliberales que precisa el
modelo de acumulación por expropiación neoliberal (Klein, 2008). Por el
contrario, los fracasos pos-neoliberales de la izquierda frente al neoliberalismo
se interpretan como resultado de que: el éxito que ha tenido en la esfera
ideológica es extraordinario (Borón, 2019, p. 101). Una inversión epistémica
que no observa que el éxito ideológico del neoliberalismo se fundamenta en la
solidez de las relaciones laborales, comunicativas y axiológicas de producción de
los individuos. Al asumir que el modelo subjetivo neoliberal estaría abocado a
su debacle no se contempló por tanto que la bio-política excepcional del
neoliberalismo no ha sido disputada por los movimientos emergentes. Lejos de
analizar las prácticas políticas, como una posibilidad de radicalización social de
una propuesta alternativa, se valoraron como la transformación del régimen de
relaciones laborales, comunicativas, institucionales y de sentido que lo
sostienen. A partir de ello al interpretar la crisis política como crisis del
neoliberalismo se confundió su readecuación a los marcos de legitimidad social
de la democracia y, por tanto, se obvió su capacidad excepcional y hegemónica
de regular la gobernabilidad institucional (Dos Santos, 2004, p. 121; Anderson,
2010, p. 18).
En el análisis del llamado Socialismo del Siglo XXI Atilio Borón y otros
autores asumen que la depauperación del trabajo y la desindustrialización
serían elementos estructurales de emergencia de un sujeto político alternativo al
neoliberalismo (Borón, 2005, p. 37; Therborn, 2010, p. 79; Salama, 2010, p.
160). La crisis de autoridad de finales del siglo XX será interpretada por Emir
Sader como un síntoma de la incapacidad neoliberal de crear una base social
2
Un análisis de esta aproximación puede ser examinada a partir de la publicación varias compilaciones de
ensayos a finales del siglo XX: Pós Neoliberalismo. As políticas e o estado democrático, Do terror à
esperança: auge e declínio do neoliberalismo.
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(Sader, 2010, p. 72). Tal diagnóstico ignora la gubenamentalidad neoliberal
como forma de gobierno excepcional que gestiona las resistencias emergentes
dentro de su patrón de ampliación del lucro.
Por otra parte, en estos análisis se ausenta un estudio de la positividad de
las relaciones laborales en que se produce el sujeto neoliberal. La crítica a su
carácter alienante no profundiza en las prácticas en que estas relaciones son
reproducidas por los individuos que dan condiciones eficientes a la hegemonía
neoliberal. Desde este déficit se aquilata la ausencia de un análisis del papel del
consumo y la comunicación en la producción de identidades. Pensadores como
Atilio Borón y Nestor Kohan desarrollaron una crítica al carácter fetichista de
los procesos de producción en su determinación alienante (Borón, 2010, p. 107;
Kohan, 2005, p. 11). No obstante, no exponen las distorsiones de tipo identitario
que ello supone para la articulación de una subjetividad política.
Al mismo tiempo, la visión contextual del carácter periférico y colonial
del orden mundial, como elemento estructural de la realidad nuestro-
americana, no permitió evaluar la capacidad reproductiva del orden
transnacional en la realidad latinoamericana. La defensa del carácter autóctono
del ser latinoamericano reproduce una serie de valores y prácticas sin
profundizar en la capacidad sistémica de la globalización de ordenarla y
redirigirla dentro de un sistema de valores universales coherentes a la
hegemonía neoliberal. Noción que está imbricada con una concepción práctica
del sujeto, identificado con los movimientos sociales advenidos de las
represiones múltiples del capital. Esta característica asienta una interpretación
mesiánica en la acción de grupos sociológicos específicos, como pueden ser los
pueblos originarios (Guadarrama, 2018, p. 303). Tal es el caso de la noción de
opción por los de abajo definida por Fornet-Betancourt (Fornet-Betancourt,
2004, p. 8). Es decir, el sujeto se identifica con los movimientos de reacción
articulada a la dominación capitalista tal como afirman François Houtar o
Zibechi (Houtar, 2010, p. 64; Zibechi, 2006, p. 133).
En esta valorización se deja fuera la problemática de la subjetividad,
como conjunto de relaciones, prácticas que son reproducidas por esos grupos,
por los dominantes y por los subalternos. Enrique Dussel sintetiza esta
comprensión al asumir que las fuerzas excluidas son, por esencia, un sujeto
cohesionador del cambio (Dussel, 2005, p. 12). Ello no recoge la compleja
estructura clasista de la que es resulto el triunfo de los gobiernos de izquierda y
cuya incomprensión traerá como consecuencia su desatención política.
Esta distinción condicionó que se interpretara, la subjetividad política
derivada de movilizaciones electorales y reivindicativas, como el retorno de un
sujeto capaz de alterar la hegemonía neoliberal. La fundamentación no
declarada de estas subjetividades emergentes, como entidades sustitutivas de la
clase obrera, en tanto ente sociológico revolucionario, se erige en un límite de
implicancias prácticas. En el orden político, por ejemplo, no es operacional para
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identificar la diversidad de demandas móviles y dispersas de grupos que
reproducen la hegemonía dominante. Un enfoque que resulta esencial para
aquilatar la subjetividad como resultado de una correlación de fuerzas donde los
movimientos sociales son puntos nodales, en torno a los cuales puede
articularse una subjetividad política que los exceda. Esto implica de forma per-
formativa colocar sus prácticas como formas discursivas universales en
operaciones comunicativo-metafóricas que permitan establecer nuevas
identidades. En sentido contrario, la definición del sujeto excluido como entidad
sociológica esencializada, ha contribuido a invisibilizar el papel y las vías para
crear, desde las demandas de estos grupos, formas identitarias que radicalicen
sectores como la clase media. Al contrario de la interpretación compartida por
Martín Cortés, tal definición supuso un límite para entender los procesos que,
fomentado una base social importante al conservadurismo y la extrema derecha
entre la juventud, los pobres, las mujeres, o los indígenas (Cortés, 2011, p. 119).
En otra línea analítica a destacar el pensamiento crítico insiste en la
centralidad de la problemática de la producción y gestión del conflicto y del
poder político, como respuesta frente a varias de las tendencias posmodernas.
Mas, el distanciamiento crítico ante estas tendencias, implicó la negación de
importantes temáticas y problemas contemporáneos por identificarlos como
una claudicación ante estas corrientes. En tal sentido, la indagación por la
posibilidad de producir una contra-hegemonía tiene entonces como punto
inicial indispensable, una comprensión del proceso neoliberal de producción de
la subjetividad. En ello pensamiento crítico se caracteriza por la hiper-
centralidad analítica de la relación de explotación trabajo-capital, en tanto
relación de propiedad restricta al campo de la producción material. Tal
formulación conlleva a una subordinación de la dominación y su especificidad,
así como del papel de las prácticas de resistencia y sus sujetos dentro del propio
proceso de producción de la hegemonía en el contexto neoliberal. Ello se
expresa en una concepción de la relación entre estado y sociedad civil, que no
atiende en su justa medida los procesos sociales, laborales, comunicativos e
institucionales de excepcionalidad, en los que se organiza el ejercicio del poder
soberano.
Por otra parte, el enfrentamiento a los poderes hegemónicos y las
tendencias filosóficas que negaban la posibilidad de una alternativa
revolucionaria, reprodujo un triunfalismo u optimismo militante en el análisis
de las experiencias pos-neoliberales. Tal límite implicó no definir estrategias
realistas de cómo actuar ante la necesaria transformación de la sociedad civil y
su relación con el estado capitalista. Varias de las más influyentes figuras de este
pensamiento reproducen como un principio de entendimiento materialista la
distinción entre la realidad objetiva y material de lo económico y el cúmulo de
relaciones no económicas (Grüner, 2011, p. 13; Borón, 2005, p. 120). Ello
implica reproducir, aunque de forma mitigada, la lógica arquitectónica, que no
permite identificar que las relaciones económicas capitalistas son hegemónicas
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por su capacidad de regular las relaciones de producción del individuo en
cuanto sujeto.
En tal sentido debe prestarse especial atención al carácter material y
también determinante de las relaciones, comunicativas, afectivas y simbólicas,
que dan condición a la hegemonía del capital. Esta perspectiva es condición
esencial para elaborar una crítica al enfoque discursivo de los procesos sociales
y del papel de las dinámicas simbólicas en la producción de los sujetos. Las
dificultades para comprender tal determinación simbólica de las relaciones
económicas, se encuentra influenciada por la negativa a reconocer el valor de las
reflexiones de varios pensadores contemporáneos. En tal caso no se produjo una
explicitación de los límites y una asunción de los valores de tales enfoques para
el análisis de las regularidades del capitalismo tardío.
Limitación que condiciona posicionamientos ideológicos sobre la
incapacidad intelectiva o la inmadurez de sectores como las clases medias o
sectores populares que en escenarios electorales ceden su filiación política a
agentes neoliberales. La limitación que se expone tiene un correlato e influencia
nada despreciable en la incapacidad política de trazar estrategias de
enfrentamiento a la capacidad hegemónica del grupo dominante de producir
productos fetichistas e identitarios para la resolución constante del antagonismo
de las relaciones capitalistas. La inoperancia de las prácticas políticas en el
ambiente digital y comunicativo expresa la limitada comprensión del papel
material de estas instancias en la subjetividad política. En ello el paradigma
materialista que asume como determinante la satisfacción de demandas
materiales, no permite aquilatar que la posibilidad de articular una hegemonía
alternativa pasa por la producción de un sistema simbólico que sustituya el
sentido común neoliberal. Resultado esto último de relaciones de poder que
exceden la relación institucional con los gobiernos en su función redistributiva.
La reducción de lo político a la gobernabilidad democrática es un eje conceptual
reproducido también por la intelectualidad orgánica a las fuerzas subalternas.
Dentro de este esquema las dinámicas simbólicas, generadas en el ámbito
comunicacional, son siempre fundamentadas como el resultado de la acción
alienante de corporaciones tecnológicas y grupos dominantes. Sin aquilatar el
carácter de necesidad material del acto comunicativo y su mediación de los
procesos de significación de lo real desde los cuales regulan la acción de los
individuos en el ámbito público. Por ello no se definen como ejes indispensables
las estrategias de producción de operaciones comunicativo-significantes que
disputen, re-signifiquen y dejen en metonimias, los marcos lingüísticos de la
ideología del campo dominante. Es evidente, en tal sentido, la reproducción en
el entorno político de estos esquemas analíticos, como un rechazo o prejuicio
ante la emergencia de la esfera pública digital, al asumirla como el resultado de
una operación mediático discursiva. Si tal análisis fuese real no serían posibles
los sucesivos movimientos de impugnación de los grupos subalternos que
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caracterizan a América Latina. Por el contario, estos últimos son evidencia de
que la sociedad civil tiene medios, espacios y lenguajes que disputan
cotidianamente el sentido común dominante y que precisa de la movilización
política para su eclosión como acción política. En ese esfuerzo la extrema
derecha parece estar mejor posicionada.
Conclusiones
La perspectiva epistémica de la hegemonía permite diagnosticar que las
prácticas redistributivas de los gobiernos pos-neoliberales han actuado como
espacios de reproducción de la gubernamentalidad neoliberal. Al reducir la
movilización política de las fuerzas subalternas al espacio democrático electoral
reproducen los dispositivos ideológicos y cognitivos del sentido común
neoliberal devenido de la democratización.
La fundamentación sociológica de los movimientos sociales, como sujetos
de la transformación, no ha permitido analizar la subjetividad como un objetivo
político. Dinámica que deviene de producir una impugnación del orden
económico y deliberativo promoviendo prácticas y experiencias de participación
en torno a las políticas públicas. Para ello es indispensable responder a la
fundamentación contextual que el concepto sujeto histórico describe en el
pensamiento latinoamericano. Este es sustrato de la asimilación política de un
esquema analítico que supone al sujeto político como el resultado de la
satisfacción material de necesidades. Tal esquema se muestra ineficaz para dar
cuenta de los procesos comunicativos, simbólicos y axiológicos en los que el
neoliberalismo ha desarrollado su gubernamentalidad.
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REVISTA DE FILOSOFÍA
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