Revista de Filosofía
Vol. 42, Nº112, 2025-2, (Abr-Jun) pp. 8-34
Universidad del Zulia. Maracaibo-Venezuela
ISSN: 0798-1171 / e-ISSN: 2477-9598
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(CC BY-NC-SA 4.0)
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La Personalidad Neuronal:
Del conexionismo a la Neuropsicología Computacional y
Representacional de la Mente (NpCRM)
Neuronal Personality:
From Connectionism to Computational and Representational
Neuropsychology of the Mind (NpCRM)
Charles Ysaacc da Silva Rodrigues
ORCID: https://orcid.org/0000-0002-3545-610X
Universidad de Guanajuato – México
charles.rodrigues@campus.ul.pt
DOI: https://doi.org/10.5281/zenodo.16509770
Resumen:
Este artículo investiga cómo la genética y el aprendizaje contribuyen a la formación de rasgos
de personalidad y su representación mental, integrando tanto perspectivas filosóficas como
neuropsicológicas en su estudio. La primera premisa sostiene que en cada sinapsis eléctrica
se activa el material genético del individuo (ADN), influyendo en el fenotipo personal; y la
segunda premisa destaca el papel de la sinapsis química en el aprendizaje adquirido,
enfatizando cómo los cambios morfológicos neuronales y la consolidación hipocampal
contribuyen a la formación de representaciones mentales y rasgos de personalidad. Así, se
busca argumentar que los rasgos de personalidad, proporcionan representaciones mentales
que ajustan el comportamiento a través de la unidad neuropsicológica de la personalidad,
una matriz que de manera inquebrantable nos recuerda a cada acción quienes somos y por
qué nos comportamos de una determinada manera. La conclusión incide en la idea de que
así como la epigenética incide en la interacción entre herencia y entorno sin modificar el
ADN, los rasgos de la personalidad se forjan a partir de la interacción continua entre
predisposiciones genéticas y experiencias ambientales, modificando y adaptándose en
función de la representación mental.
Palabras clave: Genética, aprendizaje, personalidad, mente, neuropsicología,
conexionismo.
_______________________________
Recibido 01-10-2024 Aceptado 15-02-2025
Abstract:
This article investigates how genetics and learning contribute to the formation of personality
traits and their mental representation, integrating both philosophical and
neuropsychological perspectives in its study. The first premise holds that the individual's
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genetic material (DNA) is activated at each electrical synapse, influencing the personal
phenotype; and the second premise highlights the crucial role of chemical synapses in
acquired learning, emphasizing how neuronal morphological changes and hippocampal
consolidation contribute to the formation of mental representations and personality traits.
The study seeks to argue that personality traits provide mental representations that adjust
behavior through the neuropsychological unit of personality, a matrix that unwaveringly
reminds us with every action who we are and why we behave in a certain way. The conclusion
emphasizes the idea that just as epigenetics affects the interaction between inheritance and
environment without modifying DNA, personality traits are forged from the continuous
interaction between genetic predispositions and environmental experiences, modifying and
adapting based on mental representation.
Keywords: Genetics, learning, personality, mind, neuropsychology, connectionism.
1. Introducción
El conexionismo se presenta como un movimiento de la ciencia cognitiva que busca
explicar las habilidades intelectuales y comportamentales del individuo a través de modelos
abstractos del sistema nervioso, y cuyo propósito es desafiar la concepción tradicional de
que la mente es un sistema simbólico separado del cerebro enfatizando la relación entre los
procesos mentales y la actividad neuronal. Esta idea se reforzó cuando, en 1943, Warren
McCulloch, psiquiatra y neuroanatomista, y Walter Pitts, lógico y matemático, publicaron
un modelo de neuronas artificiales inspirado en la quina de Turing. En este modelo se
argumentaba que todas las funciones computables por la máquina podrían ser realizadas
por redes neuronales, las cuales también serían capaces de llevar a cabo acciones del cálculo
proposicional para realizar tareas simples (McCulloch & Pitts, 1943; Rivière, 1991).
El modelo neuronal de McCulloch-Pitts se refiere a redes de puertas lógicas conectadas
entre para transmitir señales que están sustentadas por la variabilidad eléctrica entre el
potencial de acción y el potencial de reposo de las neuronas. Su operatividad depende de
unidades de entrada, representadas por las dendritas, que reciben la información del
entorno para procesarla; de unidades ocultas, que actúan como variables reguladoras de la
actividad cerebral y se potencian a través de cálculos y umbrales respectivos, es decir, lo que
corresponde a la acción del soma celular en el proceso sináptico, excitatorio o inhibitorio; y
de unidades de salida, que inciden en los terminales del axón, con o sin ramificación, donde
se presentan los resultados del procesamiento de la información (McCulloch & Pitts, 1943).
La teorización matemática de las redes neuronales se basa en circuitos que operan de
manera infinita y aleatoria, evitando formas circulares o cerradas, en este contexto, la
actividad de una neurona en una sinapsis individual se ajusta al principio de todo o nada,
puesto que la excitación de una sola fibra nerviosa no puede desencadenar un impulso
continuo (Pitts, 1942); por lo tanto, si las neuronas están en constante excitación, se requiere
un número fijo de sinapsis para que se produzca la transmisión continua y aleatoria. Aparte,
la teoría refuerza las siguientes ideas: que el único retraso significativo dentro del sistema
nervioso es el sináptico, definido como el intervalo entre la llegada del impulso a una
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neurona y la propagación de su propio impulso; que la sinapsis inhibitoria impide la
excitación de la neurona en un momento dado; y que la estructura de la red neuronal
permanece inalterada con el tiempo (McCulloch & Pitts, 1943; Pitts, 1943).
En resumidas cuentas, los autores consideraron que para cada idea y cada sensación
tiene que existir una actividad específica al interior de una rede neuronal, siendo que cuando
tal red sea indefinida los hechos también lo serán, y justifican la afirmación con ejemplos
que inciden en el cambio mental, como sean las parestesias, las alucinaciones, los delirios e
inclusive, los estados confusionales; dichos cambios, también refuerzan la idea neurológica
de que existen redes necesarias o simplemente suficientes para las actividades concretas, y
así aclaran la relación entre la estructura y la función perturbada. Cuanto a la psicología, el
análisis puede realizarse desde las unidades psicológicas finales, pensando que esta unidad
no puede ser menor que la actividad de una sola neurona, por lo tanto, si la relación es
proporcional, entonces los eventos psíquicos tendrían que presentar un carácter
comportamental, o sea, una determinada tendencia del comportamiento (McCulloch & Pitts,
1943).
El conexionismo clásico continuó fortaleciendo sus teorías sobre la mente, pero se
dividió en dos grandes facciones: los conexionistas implementacionistas, que tal como los
clásicos, abogaban por la utilización de redes neuronales artificiales para modelar procesos
simbólicos y computacionales con base en las teorías cognitivas tradicionales; y los
conexionistas eliminativos, que argumentaban que los modelos basados en redes neuronales
reales ofrecían una comprensión s precisa y directa de los procesos mentales,
promocionando el enfoque neurocientífico. Sin embargo, fueron los materialistas
eliminativistas, teóricamente posicionados entre fisicalistas y analíticos, pero influenciados
por el conexionismo eliminativo, quienes lograron reavivar el interés científico en la
interrelación: neurociencia y mente; tanto como propusieron que los conceptos
tradicionales de la psicología fueran sustituidos por explicaciones fundamentadas en la
acción neurológica (Smolensky, 1988).
Resulta pertinente señalar que los materialistas eliminativistas, al contrario de los
conexionistas clásicos y los cognitivistas, no aportaron a las teorías existentes, más bien
prefirieron crear nuevos modelos que desestimaron las aportaciones de los trabajos
multidisciplinarios y de la psicología tradicional, aparte mantuvieron el debate abierto sobre
si el pensamiento es quien produce en la mente la impresión de un cerebro pensante, capaz
de inferir o suponer acciones casuales, entender el comportamiento, empatizar y procesar
emociones; o si, por el contrario, la mente no necesita del pensamiento para existir, puesto
que hace uso de la psique y de todas sus herramientas de acción, como los sentidos y la
intuición (Churchland, 1989).
Con todo, en el presente artículo defenderemos que, desde la Neuropsicología, es
posible identificar un patrón determinado de acciones conductuales que influyen en la
computación y representación de la mente; esta argumentación filosófica de la
Neuropsicología Computacional y Representacional de la Mente (NpCRM), parte del
modelo neuronal de McCulloch-Pitts y se beneficia de la acción conjunta entre el objetivo de
la neuropsicología, que busca describir la conducta humana desde el funcionamiento del
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Sistema Nervioso Central (SNC), y el de la neurociencia, que procura entender cómo se
organiza, comunica y funciona el mismo SNC.
Así, la NpCRM se fundamenta en el siguiente argumento filosófico:
Premisa (1): Se sostiene que, en cada acción eléctrica de la sinapsis, se activan
componentes genéticos que influyen en la adecuación de la conducta al medio; este
proceso depende de una interrelación no dicotómica entre los rasgos de personalidad
y las representaciones mentales, mediada por el temperamento.
Premisa (2): Se sostiene que, en cada acción química de la sinapsis, se activan las
protuberancias y espinas dendríticas de las neuronas, producto de cambios
morfológicos reforzados por la consolidación cognitiva; estos cambios influyen en la
interacción no dicotómica entre los rasgos de personalidad y las representaciones
mentales, mediada por el carácter.
Conclusión: De acuerdo con las premisas anteriores, se propone que en cada
transmisión sináptica se genera una relación entre lo genéticamente heredado
(temperamento) y los aprendizajes consolidados (carácter), formando lo que
denominamos de unidad neuropsicológica de la personalidad. Esta unidad está
encargada de ajustar y definir la conducta, mediante la gestión de información
almacenada de un modo coherente y beneficiosa para quien la lleva a cabo sin dejar de
recordarle quién es y por qué se comporta de esa manera.
Ahora bien, para sistematizar los procesos de acción del material heredado y el
aprendizaje adquirido como una influencia auténtica en la representación mental, mediante
la actividad y la plasticidad neuronal y la formación de los rasgos de personalidad,
emplearemos el método inductivo. Este enfoque metodológico partirá de los argumentos
descritos por McCulloch y Pitts (1943), desarrollándose a través de una revisión bibliográfica
que respetará tanto la secuencia histórica como el progreso científico de los avances en la
neuropsicología.
El trabajo se dividirá en tres secciones, la primera abordará las características de la
transmisión sináptica eléctrica, enfocándose en cómo el proceso de polarización y
despolarización de las neuronas activa el ADN mitocondrial y nuclear, lo que a su vez provee
al individuo de temperamento, es decir, de material heredado de los progenitores; la
segunda sección incidirá en las especificidades de la transmisión sináptica química,
centrándose en la aparición de protuberancias y proliferación de espinas en la membrana
celular como resultado del aprendizaje adquirido a lo largo del tiempo y su respectiva
consolidación cognitiva, lo cual proporciona al individuo su carácter; y la tercera atenderá a
la unidad neuropsicológica de la personalidad, que resulta de la interacción entre el material
heredado y el aprendizaje adquirido, produciendo representaciones mentales que influyen
en la expresión de los rasgos de la personalidad como una acción adaptativa que define el
comportamiento humano ante cada situación, ya sea vivida o por vivir.
2. Sinapsis eléctrica
Antes de nada, es importante aclarar que la sinapsis, por definición, es el punto de
unión donde las células nerviosas comparten la transmisión de impulsos; cuando esta unión
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ocurre entre dos neuronas, una presináptica y otra postsináptica, es porque se ejercieron dos
acciones simultaneas, pero independientes: acción eléctrica y acción química. Esta
simultaneidad se debe a que tanto la transmisión de señales como el proceso de excitación-
secreción en el SNC suceden en fracciones temporales de milisegundos [(ms) = 0,001
segundo] y se presentan en al menos tres formas: la amplitud, que se refiere a los múltiples
potenciales postsinápticos necesarios para que la neurona alcance el umbral que le permita
continuar la transmisión; el tiempo de los potenciales de acción, que pueden durar hasta 15
ms; y el retardo sináptico, que se considera como el tiempo que tarda la transmisión de la
señal en la neurona activada y que puede variar entre 0.3 y 0.5 ms (Eccles, 1965; McCulloch
& Pitts, 1943).
La comunicación neuronal se inicia mediante un impulso nervioso, mismo que cumple
con la función física o mecánica del proceso sináptico; y para que esto ocurra, las neuronas
deben estar conectadas por canales proteicos a través de los cuales se transmiten iones de
una neurona a otra, permitiendo el cambio del potencial de reposo o polarización al
potencial de acción o despolarización (Duque-Parra, et. al., 1997). Se considera en reposo
cuando la célula nerviosa tiene un mayor potencial eléctrico negativo al interior de la
membrana (más iones de potasio: K+), que al exterior (más iones de sodio: Na+); y se dice
que está polarizada cuando su potencial de membrana se sitúa entre - 70 y - 90 mV (Eccles,
1965). El potencial de acción se desencadena una vez que la membrana celular reduce su
potencia hasta un valor aproximado de 55 mV, generando una entrada rápida de iones
Na+ al interior de la célula, despolarizándola y permitiendo que alcance una carga positiva
interna de entre +40 y +50 mV (Changeux, 1985).
En el modelo de la neurona artificial de McCulloch-Pitts, el impulso nervioso fue
sustituido por un sistema de numeración en base dos, donde el reposo y la acción de las
células se codifican mediante la constancia binaria de: "0" para la polarización y "1" para la
despolarización. El modo en que las células se comunican es la principal diferencia entre las
neuronas artificiales y las biológicas, dado que, en términos de complejidad operativa,
ambas son notablemente similares, permitiendo el flujo de información y el procesamiento
simultáneo de grandes cantidades de datos; estas similitudes se deben ante todo a que
McCulloch y Pitts (1943) basaron su modelo en el conocimiento neurofisiológico de la época.
En este sentido, parece pertinente mencionar también las similitudes entre la neurona
de McCulloch-Pitts (1943) y la máquina de Turing (1950), puesto que ambos modelos están
basados en criterios matemáticos y neurofisiológicos, fundamentados en la computación, e
intentan replicar la acción iónica mediante un lenguaje binario. Inclusive, nos permitimos
proponer una analogía explicativa del proceso tomando como referencia la máquina de
Turing: los datos se computan a partir de una cinta infinita de lectura y escritura (redes
neuronales), dividida en celdas (células nerviosas), las cuales pueden contener un símbolo
(actividad excitatoria) o estar vacías (actividad inhibitoria), y a través de un cabezal
(producción de sinapsis), la cinta puede trasladarse en diversas direcciones (recorrido del
potencial de acción), o inclusive, no desplazarse (retardo sináptico parcial o la propia
imposibilidad de completar un número fijo de sinapsis para ejercer la trasmisión).
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Dicha analogía está fundamentada en el artículo original de McCulloch y Pitts, A
Logical Calculus of the Ideas Immanent in Nervous Activity, donde los autores establecen,
aunque de manera general, la influencia de la máquina de Turing en el funcionamiento de
su neurona artificial:
Se puede demostrar fácilmente: primero, que cualquier red, si se le proporciona una
cinta de lectura y escritura, un cabezal con conexión aferente, y una adecuada
conexión eferente para realizar las operaciones motoras necesarias desplazar o no
desplazar la cinta, puede computar los mismos números que una máquina de
Turing; segundo, que cada uno de esos meros puede ser computado por dicha red;
y que esa red cuando circular puede computar, sin cinta y sin cabezal, aun cuando se
sabe que algunos de los números podrán ser computados por la máquina, pero otros
no celda vacía o sin desplazamiento (McCulloch & Pitts, 1943, p. 113; Traducido y
ajustado por el autor).
1
Con todo, lo más importante es entender que este fenómeno binario de la acción
eléctrica en la neurona artificial no es suficiente para crear un lenguaje de la mente o de la
computación orgánica; por lo tanto, ese proceso necesita asegurar ciertas características de
las neuronas biológicas, como la intensidad y la frecuencia eléctrica de la carga y descarga
de sus potenciales que dependen de la simultaneidad de los procesos de tiempo, amplitud y
retardo sináptico, lo que McCulloch y Pitts, en ese entonces, denominaron de potencial
discreto. Este tipo de potencial se asocia con la manipulación de la permeabilidad en la
membrana celular y se corrobora desde la psicofarmacología actual, en particular, cuando
un medicamento manipula la acción de las células y controla el flujo bioquímico, sea a través
del primero o del segundo mensajero (Duque-Parra, et al., 1997; Furshpan & Potter, 1959;
Silva, 2017).
En aquel entonces, se sabía poco sobre las sustancias y elementos químicos que
participaban en la sinapsis, recordemos que la neurona McCulloch-Pitts fue descrita entre
el hallazgo del primer neurotransmisor en 1921, la acetilcolina (ACh) también conocida
como la molécula de la memoria, y el segundo neurotransmisor en 1946, la noradrenalina
(DCI), actualmente denominado de norepinefrina, siendo que ambas sustancias fueron
aisladas por los biólogos alemanes Otto Loewi y Ulf von Euler, respectivamente (Brunello et
al., 2002; Sanabria-Castro, Alvarado-Echeverría, & Monge-Bonilla, 2017). Cabe mencionar
también, que la neurona biológica, referente natural de la neurona artificial, tenía menos de
una década de haber sido identificada, descrita y presentada a la comunidad científica por
Santiago Ramón y Cajal y Camillo Golgi (Bock, 2013).
Como resultado de este desconocimiento, es posible que los estudios en neurología se
hayan centrado casi exclusivamente en los potenciales eléctricos de la sinapsis; tal es el caso,
por ejemplo, de los trabajos realizados por Pitts (1942, 1943), previos a su colaboración con
1
It is easily shown: first, that every net, if furnished with a tape, scanners connected to afferents, and suitable
efferent to perform the necessary motor-operations, can compute only such numbers as can a Turing machine;
second, that each of the latter numbers can be computed by such a net; and that nets with circles can be
computed by such a net; and that nets with circles can compute, without scanners and a tape, some of the
numbers the machine can, but no others, and not all of them.
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McCulloch, que tenían como objetivo entender si la acción neuronal era estática o dinámica,
es decir, si la sinapsis se producía en un solo sentido o si las neuronas permitían potenciales
en más de una dirección. Sus indagaciones partieron de la estimulación en una sinapsis en
estado estacionario, describiendo el fenómeno como la suma de varias contribuciones y
dejando así, la idea de que las redes neuronales serían dinámicas:
En primer lugar, por supuesto, está la estimulación externa aplicada. En segundo
lugar, debemos considerar la contribución de las cadenas que conducen la
estimulación. Esto puede calcularse de la siguiente manera: ciertas cadenas, cuando
están en actividad completa, entregan una excitación en el punto donde se inicia la
sinapsis. Otras cadenas, que no están en actividad completa, entregan una excitación
diferente. Y finalmente, el resto de las cadenas contribuyen con una cantidad
adicional de excitación (Pitts, 1943, p. 172; Traducido y ajustado por el autor).
2
La confirmación de dicho cuestionamiento formulado por Walter Pitts, llevaría más de
una década a conocerse, siendo que ante todo, fue necesario que Ernest Ruska y Max Knoll
(1930-1933) desarrollaran el primer microscopio electrónico [de transmisión MET]
3
, para
que entonces, Edwin J. Furshpan y David D. Potter, en 1959, publicaran un artículo
histórico: Transmission at the giant motor synapses of the crayfish. Sería en este artículo
que se demostraría la forma en que se lleva a cabo el acoplamiento eléctrico entre neuronas
durante la sinapsis, además confirmaría que la corriente positiva del potencial fluye
idealmente en una dirección, a saber, que independiente al tipo de interacción neuronal, el
flujo de la acción eléctrica puede ser más o menos unidireccional (Furshpan & Potter, 1959).
Lo anterior se deduce a partir de la rectificación en las uniones eléctricas, dado que los
mecanismos responsables de esta corrección están formados por conexinas y subunidades
que facilitan el acoplamiento comunicante de tipo gap entre dos células. En teoría, se
esperaría que cuando las uniones gap se forman entre células del mismo tipo, y las proteínas
que constituyen estas conexiones son subunidades moleculares idénticas a las conexinas
adecuadas, la corriente se mantiene de manera simétrica en ambas neuronas. Sin embargo,
las sinapsis eléctricas en el sistema nervioso rara vez ocurren entre neuronas del mismo tipo;
y esto es esencialmente lo que Furshpan y Potter reportaron en su estudio sobre las
propiedades de la unión rectificadora: independientemente del tipo de comunicación,
rectificación o forma de acoplamiento, el estímulo sigue la orientación unidireccional de la
carga positiva (Duque-Parra et al., 1997; Eccles, 1965; Furshpan & Potter, 1959).
En la actualidad, con un entendimiento más profundo sobre la operatividad cerebral y
el papel de la acción eléctrica de la sinapsis en la representación mental, sabemos que, aun
cuando la teoría fisiológica propuesta por McCulloch y Pitts (1943) para la creación de la
2
First, of course, we have the external stimulation σi applied at si. Second, there is the contribution of the
chains leading to si: this may be computed as follows. Certain of these chains, say ci₁, ci₂, ..., ciH, will be in
complete activity and will consequently deliver an excitation Aia Y[ia] + µia, where S[ia] is the synapse where c’a
commences. Another group of chains, say ciH, …, ci, which are not in complete activity, will generally deliver
an excitation Aib Aib + µib; and the remainder, ciₖ₊, ..., ciL, will contribute an amount Aic Yic + µic
2
.
3
El microscopio electrónico de transmisión (MET) es un tipo de microscopio electrónico utilizado para obtener
imágenes de alta resolución de muestras a nivel subcelular. A diferencia de los microscopios ópticos, que
utilizan luz visible para visualizar las muestras, el MET utiliza un haz de electrones que atraviesa la muestra.
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primera neurona artificial sigue siendo válida en cuanto a su acción y disponibilidad, los
avances científicos presentan nuevos desafíos en relación con los efectos de dicha acción
eléctrica; por ejemplo, hoy podemos afirmar que la actividad eléctrica de la sinapsis depende
de la activación de las mitocondrias dentro de las neuronas y que, al excitarse, estas activan
el ADN mitocondrial, heredado exclusivamente de la progenitora, y responsable de las
funciones biológicas de los órganos en el cuerpo (Duque-Parra et al., 1997).
Otro aspecto relevante es que el potencial discreto de la neurona, y su influencia en la
permeabilidad de la membrana celular, parece ser crucial para la liberación del ADN nuclear
(Furshpan & Potter, 1959; Silva, 2017; McCulloch & Pitts, 1943). Este tipo de ADN, se
encuentra localizado igualmente al interior del soma neuronal, y está constituido por
pequeñas unidades de información descritas como genes, que contienen la herencia genética
de los progenitores tal y como sean los rasgos físicos (sobre el aspecto): sexo, altura, color
de ojos; y otros elementos de la forma de ser del individuo (sobre la psique): reactividad
emocional, nivel de actividad y hasta el cómo se construyen los grupos de amistad; estas
características definen el genotipo del sujeto, siendo que sus manifestaciones anatómicas,
fisiológicas y conductuales, se conocen como fenotipo; y aunque las mutaciones genéticas
no son exclusivas de la acción eléctrica, pueden influir en su actividad y en sus procesos
neuronales (Castillo-Salazar & Campozano-Castillo, 2020; Rosales-Reynoso et. al., 2016).
Por lo tanto, si en cada impulso eléctrico de una sinapsis se activa el ADN mitocondrial
y nuclear, y estos son responsables de la regulación proteica de las células, necesarias para
el origen de la vida, la supervivencia, la reproducción, la caracterización física y, sobre todo,
la determinación psicológica de la persona, y si además estas características experimentan
cambios y mejoras a lo largo de todas las etapas del desarrollo, permitiendo la adaptación a
diversos entornos mediante un aprendizaje continuo, entonces se puede inferir que a cada
acción eléctrica de la sinapsis se manifiesta una información genética que influye en toda
representación mental y, por ende, en la conducta de una persona, a partir de su
temperamento.
Esta idea se basa en numerosos experimentos realizados durante la década de los 80
con gemelos idénticos o monocigóticos, los cuales demostraron que, aunque el entorno y los
aprendizajes individuales pueden inducir cambios conductuales significativos, las
similitudes en el temperamento sugieren la preservación de ciertas características genéticas
(Plomin et al., 2013). Estos hallazgos se confirmaron tanto en gemelos separados a temprana
edad, que vivieron experiencias de vida diferentes, como en aquellos que crecieron juntos y
compartieron influencias familiares, sociales, económicas y culturales (Bouchard et al.,
1990; Segal, 2012).
Resulta evidente que el material genéticamente heredado constituye un legado
biológico significativo, dado que está anclado a cada sinapsis neuronal y actúa como una
constante en los procesos eléctricos del cerebro. Si consideramos que un movimiento
aparentemente simple, como mover un dedo de la mano, implica la activación de complejas
redes neuronales en la corteza motora primaria, el tracto corticoespinal y la placa
neuromuscular, y que durante este proceso se estima la estimulación de entre mil y diez mil
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neuronas, entonces la representación mental de mover un dedo podría reflejar un mensaje
genético tan determinante en la conducta como lo es el número total de sinapsis necesarias
para ejecutar la acción (Plomin et al., 2013; Segal, 2012).
No obstante, es crucial destacar que la herencia genética de una persona está
influenciada por la acumulación de información de las generaciones anteriores, lo que
impone predisposiciones o tendencias en cada representación mental o acción conductual a
través del temperamento. En este contexto, podríamos considerar que para cada sinapsis
eléctrica se genera un dato destinado a la representación mental de la acción; sin embargo,
esta situación podría suponer la saturación del sistema de procesamiento de información e
incluso provocar errores en su análisis. Por lo tanto, proponemos una hipótesis de tipo
computacional para evitar la redundancia en el procesamiento de datos. Esta hipótesis
sugiere la existencia de una matriz similar a la memoria RAM de una computadora, que
almacena y mantiene disponible en todo momento la información genética relevante para
cada acción que se ejecuta; así como al despertar recordamos inmediatamente nuestro
nombre, edad y lugar de residencia, esta matriz permitiría acceder a información genética
pertinente de manera eficiente siempre que sea necesario.
3. La sinapsis química
El cerebro humano es la más compleja de las máquinas de computación y necesita
energía para mantener sus relés en el rango operativo de voltaje. Funciona con pilas,
cada relé tiene en propia batería. Se cargan mediante una serie de reacciones
químicas que comienzan con azúcar y oxígeno y terminan con dióxido de carbono y
agua (McCulloch, 1949, p. 492; Traducido y ajustado por el autor).
4
Esta idea de McCulloch (1949) busca reforzar la importancia del factor químico de cara
a cualquier acción biológica cerebral, incluso en la parte eléctrica de la transmisión sináptica,
dado que la producción de energía al interior del soma depende más de la reacción molecular
que de cualquier otro fenómeno físico o energético. Por ello, este apartado estará dedicado
a la transcendencia de la acción química, y no solo por la importancia del neurotransmisor
en la representación de ideas, objetos o acciones en la mente humana, sino también por la
importancia del proceso de aprendizaje celular (cambio morfológico) y claro está, por el
desarrollo y fortalecimiento de las nuevas conexiones simpáticas en relación a la plasticidad
cerebral y a la consolidación de memorias.
En cuanto al primer aspecto, que se refiere al cambio morfológico neuronal debemos
referir que tal ejercicio se lleva a cabo mediante conexiones bidireccionales en los circuitos
o redes neuronales clásicas del aprendizaje, como son la corteza e hipocampo; corteza y
amígdala; y amígdala e hipocampo. Asimismo, existen otras áreas que no estando dedicadas
exclusivamente al aprendizaje también generan adquisiciones de conocimiento, es el caso
del sistema de recompensa, que actúa entre el encéfalo, área tegmental ventral, estriado y
4
Computing machines, including brains, belong to the latter specialty. Man's brain is much the most com
plicated of computing machines and it requires power to keep its relays in the operating range of voltage. It is
battery-operated, each relay having its own battery. These are charged by a series of chemical reactions
beginning with sugar and oxygen and ending with carbon dioxide and water.
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núcleo accumbens, y produce lo que llamamos de aprendizajes aberrantes. La expresión
se aplica a toda enseñanza que se desarrolla como siendo una conducta de riesgo para el
propio individuo o para los demás, por ejemplo, la adicción.
Cabe mencionar también la región neurológica del miedo, que incluye el núcleo medial
de la amígdala, el núcleo dorsolateral del hipocampo, la corteza prefrontal y la ínsula; siendo
que esta región produce representaciones mentales de vergüenza, desconfianza,
inseguridad, desesperación, terror y tristeza, y se asocia directamente con tres grandes
formas de miedo: físico, social y metafísico (LeDoux, 2012; Phelps & LeDoux, 2005). Y por
fin, el circuito del odio, cuya actividad depende de la corteza frontal medial, la corteza
premotora bilateral, la corteza cingulada anterior, la ínsula, la amígdala y el núcleo del
putamen, y que provoca manifestaciones mentales y conductas de ira, desprecio, hostilidad,
rencor, agresividad y violencia (Averill, 1982; Gazzaniga Ivry & Mangun, 2018). Harris &
Williams, 2018).
El sistema de recompensa servirá como caso para argumentar la relevancia del sentido
de la transmisión del mensajero químico en el aprendizaje neuronal (Pitts, 1942, 1943). A
primera vista, podríamos suponer que existen dos vías separadas: una para la recompensa y
otra para el castigo; sin embargo, esto no es así, dado que la misma vía se encarga de
diferenciar entre ambos procesos, modulando tanto el flujo como la intensidad de la
información que se transmite. Esto se confirma por el tipo y cantidad de neurotransmisores
liberados, por ejemplo, cuando existe una mayor liberación de dopamina en el sistema de
recompensa, es probable que el individuo manifieste conductas eufóricas y desinhibidas; por
el contrario, una liberación reducida de dopamina tiende a estar asociada con
comportamientos de aislamiento y tristeza (Berridge & Kringelbach, 2015; Schultz, 2015).
En tal caso, podemos observar que el flujo y la intensidad del neurotransmisor en una
región específica definen la función cerebral de ese conjunto de neuronas, influyen en el
comportamiento del sujeto y, además, son responsables del proceso de aprendizaje
adquirido. En cuanto a la función de la red neuronal y la conducta del individuo, la hipótesis
de Pitts (1943), mencionada en el apartado anterior y validada por Furshpan & Potter (1959),
resultó ser fundamental; el supuesto establecía que la neurotransmisión sigue el impulso
eléctrico positivo, independientemente de la forma de acoplamiento, y aunque ya se sabía
que la amplitud era responsable por la repetición de la sinapsis para asegurar el umbral de
transmisión en un cierto sentido, lo que se desconocía es que esta repetición, en el caso de
retroalimentación sináptica, es necesaria para el cambio morfológico permanente en una
determinada neurona, y que se establece como la consecuencia de un proceso básico de la
neuroplasticidad (Citri & Malenka, 2008; Feldman, 2012; Kappel et al., 2015; Turrigiano,
2012).
La retroalimentación neuronal favorece la acción de los genes al interior de la célula
nerviosa, haciendo con que estos se expresen mediante la síntesis de nuevas proteínas y del
empleo de mecanismos intracelulares para movilizar las moléculas receptoras hacia la
membrana nuclear (Holtmaat & Svoboda, 2009; Kandel, 2001). Las proteínas recién
sintetizadas, junto con las anteriormente presentes en la célula, generan protuberancias o
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espinas dendríticas adicionales a lo largo del axón, las cuales simbolizan unidades de
procesamiento psicológico. Dichas unidades, después de consolidadas, reflejan lo aprendido
y actúan como umbrales de experiencia que facilitan la respuesta a nuevas situaciones
mediante comportamientos adaptativos (Martin, Grimwood & Morris, 2000).
Para cada reacción neuronal existe una correspondencia que reivindica una
preposición simple. Esto, a su vez, implica alguna otra proposición simple o la
disyunción de la conjunción, con o sin negación, de proposiciones similares, según la
configuración de las sinapsis y el umbral de la neurona en cuestión. Aparecieron dos
dificultades. La primera se refiere a la facilitación y extinción, en las que la actividad
antecedente altera temporalmente la capacidad de respuesta a la estimulación
subsecuente de una misma parte de la red. La segunda se refiere al aprendizaje, en el
cual actividades concurrentes en algún momento anterior han alterado la red de
manera permanente, de modo que un estímulo que antes habría sido insuficiente
ahora es adecuado (McCulloch & Pitts, 1943, p. 101; Traducido y ajustado por el
autor).
5
Estas unidades de procesamiento psicológico son las mismas que McCulloch y Pitts
(1943) describieron inicialmente, señalando que la acción no puede ser menor que la
actividad de una sola neurona, y esto es debido a que cada cambio morfológico genera una
unidad psicológica distinta, la cual se produce en una neurona específica y puede distribuirse
a lo largo de una o varias redes neuronales. Para recuperar un aprendizaje completo, es
necesaria una unificación de estas unidades en una imagen mental, o sea, consolidarlas, y
esto es lo que permite que cada unidad sea codificada y almacenada de manera coherente,
asegurando que la recuperación del aprendizaje completo se logre en una sola acción (Dudai,
2004; Frankland & Bontempi, 2005). De otro modo, si recordamos el ejemplo de que mover
un dedo puede generar entre mil y diez mil sinapsis, y si este acto representara un
aprendizaje que creara un número similar de unidades psicológicas, solo sería posible
integrarlas a través de la consolidación (Eichenbaum, 2004; Mayford, Siegelbaum & Kandel,
2012).
No hace falta ir más lejos: sin consolidación, sería imposible recordar una experiencia
pasada a partir de un solo estímulo sensorial, como un olor o una sensación; sería necesario
recrear todo el escenario sensorial original para evocar ese recuerdo. La consolidación de los
aprendizajes ocurre en el hipocampo y, aunque depende de la interacción con otras
estructuras cerebrales, este es quien facilita la estabilización de los recuerdos, su relación
con otras acciones, y garantiza que el aprendizaje sea apropiado de manera coherente a lo
largo del desarrollo humano (Dudai, 2004; Eichenbaum, 2004; Mayford, Siegelbaum &
Kandel, 2012).
5
To each reaction of any neuron there is a corresponding assertion of a simple proposition. This, in turn,
implies either some other simple proposition or the disjunction of the conjunction, with or without negation,
of similar propositions, according to the configuration of the synapses upon and the threshold of the neuron
in question. Two difficulties appeared. The first concerns facilitation and extinction, in which antecedent
activity temporarily alters responsiveness to subsequent stimulation of one and the same part of the net. The
second concerns learning, in which activities concurrent at some previous time have altered the net
permanently, so that a stimulus which would previously have been inadequate is now adequate.
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Conforme comenta Churchland (1994) la cantidad del neurotransmisor que fluye en la
membrana nuclear tanto de la neurona presináptica como postsináptica; bien como la
síntesis de la sustancia al interior de la célula; el mero de receptores disponibles en la
transmisión; y los cambios químicos que se ejercen al interior de la célula receptora durante
la sinapsis química puede, ciertamente, influenciar una serie de aspectos relacionados con
el funcionamiento y la acción del sistema nervioso (Churchland, 1989; Churchland &
Sejnowski, 1992). A pesar de que todo lo anterior es correcto, parece necesario destacar que
tan importante es el mensajero que circula en una neurona presináptica como el número de
transportadores disponibles en la neurona postsináptica; este dato se legitima a partir de la
psicofarmacología, sino veamos el ejemplo de los recaptadores selectivos de la serotonina,
de la dopamina y de la noradrenalina, para el combate al trastorno depresivo.
La cantidad de recaptadores disponibles para un neurotransmisor y una mayor
permeabilidad de la membrana neuronal postsináptica permiten un aumento en el flujo de
mensajeros entrantes, y por ende, incrementa la posibilidad de captación de la sustancia
transmitida, facilitando que la información se establezca o se refuerce en las regiones
cerebrales correspondientes según su funcionalidad; esta acción se conoce como plasticidad,
y más allá de lo neurológico, es un fenómeno que enriquece la representación de las unidades
psicológicas por medio del desarrollo cognitivo (McCulloch & Pitts, 1943, 1942). Inclusive,
Pitts (1943), publicó dos artículos sobre el aprendizaje natural y condicionado, en los que
consideró que la transmisión sináptica es tan responsable de la conducta aprendida por la
experiencia del sujeto como de la conducta condicionada por recompensas positivas o
negativas.
(…) tratemos todos los casos de aprendizaje y condicionamiento en los que estímulos
independientes o relacionados, con tendencias originales dadas a producir tipos
especificados de respuesta, se distribuyen a lo largo del tiempo en intensidades
específicas de una manera arbitraria, continua o no (Pitts, 1943, p.2; Traducido y
ajustado por el autor).
6
Ahora parece crucial retomar el tema de la plasticidad neuronal o sináptica, que
William James describió en 1890 como la capacidad que el ser humano tiene para modificar
su comportamiento; una propiedad neurológica que permite la continua configuración y
reconfiguración de las redes neuronales en el cerebro, puesto que las neuronas, como
entidades adaptativas que son, pueden ocasionar modificaciones en su arquitectura
dendrítica, mediante cambios morfológicos permanentes que a su vez, representan el
aprendizaje adquirido (Holtmaat & Svoboda, 2009; Martin, Grimwood & Morris, 2000;
Kandel, 2001). Por lo tanto, la plasticidad es un proceso esencial y necesario para el
aprendizaje y la adaptabilidad conductual, aunque su acción depende de la etapa de vida en
la que se encuentre el individuo.
6
(…) we shall deal with all eases of learning and conditioning in which independent or related stimuli, with
given original tendencies to produce specified types of response, are distributed over time in specified
intensities in an arbitrary way, continuous or otherwise.
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Cabe destacar que la plasticidad comienza con el desarrollo ontogénico durante la
niñez y puede extenderse hasta los 18 o 22 años, dependiendo de la teoría que se considere
(Pascual-Leone, Amedi, Fregni & Merabet, 2005). Durante este periodo, las sinapsis son
responsables de organizar y enlazar las áreas anatómicas del cerebro, estableciendo regiones
como los hemisferios, lóbulos, redes neuronales específicas e incluso sistemas biológicos
complejos como el sistema límbico (Kolb & Gibb, 2011). Estas estructuras se nutren del
aprendizaje generado por la acción química de las sinapsis, de los cambios morfológicos y
de la consolidación de la unidad psicológica, sin embargo, cada vez que el hipocampo
estabiliza un nuevo dato en una red de aprendizaje, se favorece el mejoramiento de la
funcionalidad o del conocimiento, basándose en la acumulación de características
diferenciadoras del dato original (Huttenlocher & Dabholkar, 1997; Lebel & Beaulieu, 2011).
El aprendizaje adquirido depende en gran medida del proceso de neurogénesis,
mediante el cual se reemplazan las neuronas envejecidas o inactivas por nuevas unidades
nerviosas, un proceso natural y esencial para la funcionalidad e integridad de las redes
neuronales (Kuhn, Dickinson-Anson & Gage, 1996). La neurogénesis depende de dos
actividades mitóticas distintas, la primera se conoce como teoría de la senescencia celular o
límite de Hayflick, un fenómeno descrito en los años 60 por Leonard Hayflick, quien postu
que las células madre tienen la capacidad de duplicarse a través de un ciclo celular, en el que
la célula se divide en dos, generando una réplica genéticamente idéntica
7
; importa referir
que este proceso se repite hasta que los telómeros se desgastan por completo, impidiendo
que la célula continúe replicándose, y por lo tanto, se entiende que la renovación de dichas
células ocurre a diferentes ritmos, y dependiendo de su tipo y función (Eriksson et al., 1998;
Hayflick, 1965; Kandel, 2001).
La segunda actividad mitótica sucede tras la duplicación de las células madre,
momento en el cual las nuevas células tienen un periodo limitado para proliferar
8
, es decir,
transformarse en neuronas y migrar hacia las redes neuronales con mayor activación, lo que
contribuye a optimizar y perfeccionar la actividad funcional de dichas redes (Pascual-Leone,
Amedi, Fregni & Merabet, 2005). La migración celular es más intensa durante la ontogenia
infantil, disminuyendo conforme avanza el desarrollo y la edad; y a medida que esto sucede,
las células progenitoras neuronales reducen su migración y comienzan a transformarse en
otros tipos de células, como sean gliales
9
u oligodendrocitos
10
, mismas que en vez de mejorar
la actividad neuronal a través de la migración, aseguran un ambiente químico adecuado en
el cerebro e incrementan la producción de mielina, facilitando la eficiencia de las
transmisiones sinápticas (Kolb & Gibb, 2011; Lebel & Beaulieu, 2011).
7
Las nuevas células nerviosas no almacenan ni replican información como lo hacen las neuronas en el contexto
de aprendizaje, sino que continúan el proceso biológico en las redes donde se integran asegurando eso sí, el
aprendizaje de las demás neuronas.
8
Este período es de aproximadamente 12 horas.
9
Son un tipo de células no neuronales del sistema nervioso que proporcionan soporte, protección y nutrición
a las neuronas. Estas células son fundamentales para el funcionamiento eficiente del sistema nervioso y
desempeñan otros roles igualmente importantes, tales como la mielinización, la homeostasis, la modulación
sináptica, la reparación y regeneración, y la interacción con las neuronas.
10
Son células que forman la capa de mielina que envuelve y protege los tejidos nerviosos del cerebro y la médula
espinal.
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Importa señalar que las células madre se localizan, sobre todo, en la zona subgranular
del giro dentado del hipocampo, aproximadamente dos semanas antes de su duplicación, y
se estima que generan alrededor de decenas de miles de nuevas unidades nerviosas
anualmente, lo cual representa casi el 6% del total de la densidad celular del cerebro (Eisch
& Petrik, 2012; Kempermann & Gage, 1999). En este proceso, diversos neurotransmisores,
como el glutamato y las monoaminas (serotonina, noradrenalina y dopamina) cumplen un
papel crucial, aparte de la influencia genética en diferentes regiones y niveles de la
regulación, proliferación y diferenciación celular en áreas neurogénicas, aseguran también
el desarrollo adecuado de las nuevas células (Altman & Das, 1965; Gould et al., 1999).
Cuando la neurogénesis disminuye su actividad, especialmente en etapas avanzadas
del desarrollo, como el envejecimiento, la estructura cerebral recurre a la reserva cognitiva,
una capacidad multifactorial que facilita la preservación y mejora de ciertas habilidades del
conocimiento. Esto se debe a que las personas mayores experimentan una reducción en su
capacidad de aprendizaje debido a la decadencia celular y a los cambios encefálicos propios
de la edad o de alguna enfermedad; sin embargo, esta disminución se compensa, en cierta
medida, por la experiencia acumulada, lo que les permite manejar estrategias más asertivas
sin necesidad de un aprendizaje formal adicional (Hayflick, 1965; Kandel, 2001; Stern,
2009; Valenzuela & Sachdev, 2006).
Para entender mejor el concepto de reserva cognitiva, es útil considerar la analogía
propuesta por McCulloch (1949), en la que compara el aprendizaje con imágenes mentales
secuenciales que surgen como respuesta a una situación. Estas imágenes se representan en
la mente, para facilitar la capacidad de adaptación y optimizando de la eficacia cognitiva. En
la analogía original, McCulloch describe este proceso de la siguiente manera:
Podemos utilizar estas perforaciones para recordar, o podemos recorrer la pila de
fotografías en el orden en que fueron tomadas y archivadas. Pero, como ocurre con
las fotografías que hay que revelar, esta memoria no está disponible inmediatamente
después de ser tomada, sino que debe pasar por los procesos de recuerdo y
reconocimiento (McCulloch, 1949, p. 494; Traducido y ajustado por el autor).
11
Esta afirmación también permite aludir a la semejanza computacional entre la sinapsis
(McCulloch, 1949) y la máquina de Turing (1950), pensando en la computación de los
aprendizajes, no obstante, una analogía nos ayudará a entender mejor está idea:
Imaginemos una feria con puestos de “suerte y azar”, donde los premios están
distribuidos por vitrinas y se asignan mediante un sistema computacional, o sea, por
números que están conectados a argollas a través de hilos, y al jalar varias argollas, suben
los meros correspondientes al premio que recibirá la persona. De manera similar, en la
estructura cerebral, los aprendizajes están segmentados y distribuidos por diferentes
11
We may use these punches for recall, or we may ripple through the stack of shots in the order they were taken
and filed. But, as with photographs that have to be developed, this memory is not available immediately after
it is shot, but must go through the processes of recall and recognition.
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neuronas o redes neuronales (vitrinas), y la recuperación del todo de una acción, o sea, de la
una imagen mental específica, se realiza al activar determinadas unidades psicológicas
(argollas), anteriormente consolidadas a los cambios morfológicos a través del hipocampo
(hilos). Estas unidades psicológicas trabajan en armonía para recrear la representación
mental de la información original, de manera análoga a cómo el sistema de argollas indica
el premio a recibir.
Ahora bien, si la retroalimentación sináptica de una sustancia química puede crear
cambios morfológicos en las neuronas, permitiendo al cerebro apropiarse de los
aprendizajes más significativos para el individuo por medio de la consolidación de unidades
psicológicas; y si la neurogénesis contribuye a mejorar la actividad funcional de una neurona
o red neuronal, asegurando un ambiente químico s adecuado para la transmisión
sináptica, entonces se infiere que los aprendizajes adquiridos mediante la interacción social
actúan como referente mental para el comportamiento. Incluso cuando estos procesos
disminuyen su intensidad de acción, dichos aprendizajes, acomodados en la reserva
cognitiva, continuarán siendo la mejor opción para ajustar y adaptar las conductas del
individuo.
4. Unidad neuropsicológica de la personalidad
La personalidad es un fenómeno de la psique que la neuropsicología explica mediante
patrones de actividad cerebral, los cuales otorgan sentido y coherencia a los aprendizajes
adquiridos y a las predisposiciones genéticas, por medio de las representaciones mentales
que, a su vez, influyen de manera decisiva en la forma en que una persona piensa y actúa.
Sobre este tema, parece importante destacar que los primeros estudios fueron realizados por
psicólogos muy influyentes en la época, como Kurt Lewin, Gordon Allport, Raymond Cattell,
Carl Rogers y Abraham Maslow, quienes definieron la personalidad como un constructo
unificado y relativamente estable; no obstante, también reconocieron que ciertos cambios
pueden ocurrir a lo largo del tiempo en consecuencia de eventos significativos, como casarse,
establecer relaciones de compromiso, tener hijos, perder a un ser querido, desarrollar una
carrera, enfrentar la jubilación o, incluso, en el proceso de envejecimiento (Maslow, 1970;
Lewin, 1935; Rogers, 1961).
La búsqueda de fundamentos que respaldaran la teoría de una personalidad unificada
fue una constante entre la mayoría de estos psicólogos, excepto por Gordon Allport y
Raymond Cattell quienes orientaron sus investigaciones hacia un enfoque donde la
unificación proporcionó paso a la identificación de aspectos específicos de la conducta, que
más tarde serían denominados como rasgos de la personalidad. Allport desarrolló una de las
primeras taxonomías de los rasgos, mientras que Cattell creó dos de las pruebas de medición
de personalidad más aplicadas en Europa: el 16 PF (actual 16 PF 5), publicado en 1949, y el
CAQ, publicado en 1957. En ese entonces, en el continente americano también se aplicaban
pruebas de rasgos, entre las cuales la más popular sigue siendo el MMPI de Starke Hathaway
y John C. McKinley, publicado en 1943, cuya finalidad esencial es medir tanto la
personalidad como los trastornos mentales (Hathaway & McKinley, 1943).
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Una de las primeras teorías modernas sobre los rasgos de la personalidad fue
desarrollada en la década de 1940 por Katharine Cook Briggs y su hija Isabel Briggs Myers;
el enfoque quedó conocido como: Myers-Briggs Type Indicator (MBTI), fue formalmente
publicado en 1943 y se consolidó en las décadas de 1960 y 1970 a través de la publicación de
manuales y materiales educativos lo que popularizaron su uso (Myers & Myers, 1995). Una
década después, en 1980, Paul Costa y Robert McCrae desarrollaron el modelo de los Cinco
Grandes Factores (Big Five Factor, nominación original en inglés), que fue publicado y
ampliamente aceptado en 1985. Este modelo se basó en estudios empíricos, principalmente
análisis factoriales, que identificaron cinco dimensiones de la personalidad con una cierta
estabilidad, convirtiéndolo en una herramienta bastante utilizada en la práctica clínica,
puesto que dichos factores subyacen a las descripciones más comunes de la personalidad
(Costa & McCrae, 1992; McCrae & Costa, 1997, 2008).
Importa mencionar que la American Psychiatric Association siguió de cerca el
desarrollo de estas teorías sobre la personalidad, incorporándolas en las distintas ediciones
del Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM). En el DSM-I (1952)
y el DSM-II (1968), los trastornos de la personalidad se describieron de manera general y
sin un enfoque específico. Con el DSM-III (1980) y el DSM-III-R (1987), se introdujo una
clasificación más detallada con criterios diagnósticos, aunque bajo un enfoque categórico
que se consolidó en el DSM-IV (1994) y en su versión revisada, el DSM-IV-TR (2000); y no
fue hasta la publicación del DSM-5 (2013) cuando se incorporó el modelo del Big Five Factor
como la teoría preferente para la clasificación de los trastornos de personalidad,
reconociendo la necesidad de un enfoque dimensional; sin embargo, esta última edición
también incluyó el Modelo Alternativo para los Trastornos de la Personalidad (AMPD), que
integra tanto el enfoque categórico como uno dimensional más moderno (Costa & McCrae,
1992; McCrae & Costa, 1997, 2008).
Una vez que la personalidad es un fenómeno de estudio en psicología, resulta preferible
abordar sus aspectos neurológicos, conductuales y de representación mental desde la
neuropsicología, dado que esta disciplina comparte con la psicología clínica un interés
común en la relación entre estructura cerebral y comportamiento. La neuropsicología tiene
sus raíces en los estudios de Paul Broca y Carl Wernicke, realizados en la segunda mitad del
siglo XIX, donde relacionaron áreas específicas del cerebro con la articulación y
comprensión del lenguaje, respectivamente (Broca, 1861; Wernicke, 1874). Además, la
neuropsicología se fortaleció con las aportaciones de varios investigadores de la reflexología
rusa, como fue Vladimir Bekhterev, quien propuso la teoría de los reflejos asociados; Iván
Pávlov, con el condicionamiento clásico; y Alexander Luria, quien describió cómo el cerebro
mediatiza los procesos psicológicos complejos; aunque con el tiempo, la neuropsicología
evolucionó hacia un enfoque que integró elementos de la psicología cultural-histórica
(Bekhterev, 1907; Luria, 1973; Pávlov, 1927).
Lev Vygotsky, fundador de la psicología cultural-histórica, centró sus estudios en dos
áreas fundamentales de la psicología: el pensamiento y el lenguaje; y aunque no se dedicó
exclusivamente al estudio de la personalidad, sus análisis contribuyeron significativamente
a este campo. Entre los muchos ejemplos encontrados, se destaca la relación entre el habla
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privada o interna con la autorregulación, que sugiere que el individuo realiza procesos de
metacognición y reflexión sobre su propia conducta; la mediación simbólica por medio del
lenguaje que revela la valía de las herramientas culturales para la configuración del
pensamiento y la personalidad individual; y su concepto de Zona de Desarrollo Próximo
(ZDP), que se refiere al potencial de mejora que la persona puede alcanzar con la orientación
adecuada, demostrando cómo la interacción cultural supone un papel primordial en la
formación y evolución de la personalidad (Vygotsky, 1978, 1987, 2012).
Tras el temprano fallecimiento de Vygotsky a los 37 años, fue Luria, su seguidor y
colaborador, quien se encargó de dar continuidad a su legado, pero ahora bajo un enfoque
integral de la neuropsicología. Antes que nada, postuló que las funciones mentales son el
resultado de la actividad integrada de diferentes áreas del cerebro, basándose en un sistema
jerárquico y funcional donde distintas regiones colaboran para sustentar la cognición y el
comportamiento, o sea, identificó tres grandes sistemas funcionales en el cerebro: el sistema
de regulación y control de la actividad mental, el sistema de recepción y procesamiento de
la información, y el sistema de planificación y ejecución de actividades (Luria, 1966).
Posteriormente, enfatizó la importancia del lenguaje para la regulación del pensamiento y
la conducta, pero desde la comunicación verbal externa y realizando una serie de estudios
de casos clínicos donde observó que las lesiones en ciertas áreas del cerebro podían llevar a
cambios en la conducta y en la personalidad (Luria, 1973, 1980).
Inclusive, más tarde, se publicó una serie de estudios realizados por Vygotsky y Luria
en una obra titulada: Estudos sobre História do Comportamento: O Macaco, o Primitivo e
a Criança, donde ambos indagaron sobre los aprendizajes heredados y adquiridos a través
de los mecanismos cerebrales y cognitivos:
El supuesto inicial es que cualquier exposición adecuada sobre el comportamiento
debe basarse en el análisis genético. Hoy en día, la expresión (…) se aplica casi
exclusivamente al ámbito genético de la ontogénesis y, (…) más estrictamente a los
períodos de la infancia y la adolescencia. En nuestros experimentos, pudimos
verificar que el desarrollo de la memoria en un niño está principalmente vinculado a
(…) recursos psicológicos auxiliares, a la capacidad de controlar asociaciones e
imágenes individuales, así como al aprendizaje de cómo utilizarlas funcionalmente
con el fin de recordar (Vygotsky & Luria, 1996, p.190; Traducido y ajustado por el
autor).
12
Cabe destacar que los estudios realizados sobre la relación entre el cerebro, la mente y
la personalidad no se limitaron a los investigadores de la reflexología rusa; otras figuras
prominentes también hicieron contribuciones significativas, como Wolfgang Köhler, a
través de sus experimentos con simios en Tenerife, Islas Canarias, quien investigó la
12
O pressuposto inicial deles é o de que qualquer exposição adequada a respeito do comportamento deve
basear-se na análise genética. Hoje em dia, a expressão psicologia do desenvolvimento aplica-se quase que
exclusivamente ao domínio genético da ontogênese e, tipicamente, ainda mais estritamente aos períodos da
infância e da adolescência (Vygotsky & Luria, 1996, p.10). Em nossos experimentos, tivemos condições de
verificar que o desenvolvimento da memória de uma criança está vinculado primordialmente a esses recursos
psicológicos auxiliares, à obtenção de controle sobre associações e imagens individuais, bem como à
aprendizagem de como utilizá-los funcionalmente para fins de rememorar.
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resolución de problemas mediante el insight o la percepción repentina. Su trabajo demostró
que la experiencia no se organiza simplemente sumando partes, sino de manera holística,
sugiriendo que los rasgos de la personalidad ofrecen una visión s completa sobre cómo
abordar y resolver problemas (Köhler, 1925). Antes de Köhler, Edward Thorndike, conocido
por su caja-problema y su teoría del efecto, ya había influido de manera notable para la
comprensión de cómo las experiencias y las consecuencias de las acciones afectan el
aprendizaje y la conducta (Thorndike, 1911).
No cabe duda de que Thorndike fue una gran inspiración para otro destacado
conductista, B.F. Skinner, conocido por la caja de Skinner y por desarrollar la teoría del
condicionamiento operante. Esta teoría se centra en cómo las consecuencias de una
conducta, sean refuerzos o castigos, influencian en la probabilidad de que esa conducta se
repita (Skinner, 1938). Parece crucial destacar que las investigaciones anteriores a la
Segunda Guerra Mundial se centraban principalmente en el cerebro y la conducta, y aunque
la mente se consideraba más abstracta, se asumía que estaba de alguna manera relacionada
con estos procesos. Durante la Segunda Guerra Mundial, se intensificaron las
investigaciones sobre lesiones cerebrales y su impacto en la conducta, lo que impulsó el
desarrollo de la neuropsicología clínica, siendo que la rehabilitación de soldados con
lesiones cerebrales promovió un mayor interés en estudiar la relación entre las
representaciones mentales y el comportamiento.
Durante la década de 1960 y hasta la de 1980, la psicología desarrolló una serie de
experimentos sociales basados en la conducta, como por ejemplo, el trabajo de Stanley
Milgram en la Universidad de Yale, descrito en un artículo publicado en 1963 sobre la
obediencia ciega a la autoridad (Milgram, 1974). Casi en simultáneo, Walter Mischel en la
Universidad de Stanford llevó a cabo el experimento del bombón, que buscaba verificar la
relación entre la conducta impulsiva y el autocontrol en niños en edad preescolar, mediante
la capacidad de aplazar una gratificación inmediata por un beneficio a largo plazo (Mischel,
1970). En 1971, Philip Zimbardo protagonizó el experimento de la prisión de Stanford,
explorando la relación entre los roles sociales y el mal, y su diario de campo se publicó como
el Efecto Lucifer (Zimbardo, 2007); y Nils Bejerot, tras una situación real de secuestro en
1973, acuñó el término Síndrome de Estocolmo para describir la conducta de empatía
adaptativa que se desarrolló en las victimas hacia los secuestradores (Rizo-Martínez, 2018).
Durante las décadas de 1960 y 1970, se desarrollaron técnicas de imagen claves para el
estudio del cerebro, como la tomografía computarizada (TC), seguida por la resonancia
magnética (RM) aproximadamente diez años después; ambas técnicas permitieron una
observación más detallada del cerebro aunque demasiado estática y momentánea. Sin
embargo, observar la relación entre las redes neuronales y su funcionalidad no fue posible
hasta la aparición de la tomografía por emisión de positrones (PET) y la resonancia
magnética funcional (RMf) en los años 80. Estas técnicas innovadoras implicaban altos
costos para la investigación, especialmente en estudios experimentales que requerían una
considerable cantidad de participantes y evaluaciones con herramientas consistentes. Por lo
tanto, solo a partir del año 2000 los avances en tecnologías de imagen permitieron a los
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neuropsicólogos obtener una comprensión más precisa de la relación entre el cerebro y el
comportamiento.
En el año 2000, en Londres, Eleanor Maguire y seis investigadores del Instituto de
Neurología de University College London llevaron a cabo un estudio titulado: Navigation-
related structural change in the hippocampi of taxi drivers. En esta investigación, los
científicos exploraron la posibilidad de cambios morfológicos en el cerebro de los taxistas
londinenses, específicamente en el hipocampo, debido a su extensa experiencia en
navegación espacial. El estudio reveló que estos profesionales del trasporte quienes tenían
que memorizar complejas rutas debido al sentido de las calles, exhibían un aumento en el
volumen del hipocampo
13
posterior lo que sugiere que las experiencias prolongadas y las
demandas cognitivas específicas pueden inducir cambios en la estructura del cerebro,
ofreciendo una valiosa perspectiva sobre la plasticidad cerebral (Maguire et al., 2000).
Con respecto a los cambios en los rasgos de personalidad, destacamos dos
investigaciones muy relevantes, la primera es el estudio The Big Five and Brain Structure,
publicado en la Nature Neuroscience en 2010 (aunque se basa en datos recopilados en
2003). Este estudio utilizó la RMf para demostrar que la extraversión y el neuroticismo están
asociados con variaciones en regiones cerebrales específicas, como la corteza prefrontal y la
amígdala (DeYoung et al., 2010). Otro estudio similar se publicó en el 2009, titulado: Neural
Correlates of Extraversion and Neuroticism, y que también empleó RMf, verificando que la
extraversión se asocia con una mayor activación en áreas relacionadas con el sistema de
recompensa, mientras que el neuroticismo está vinculado a una mayor activación en
regiones involucradas en la respuesta al estrés y la amenaza, o sea, a la lucha o huida (Canli
et al., 2009).
En el 2016, estas líneas de investigación culminaron en un estudio titulado Emotional
Stability and Gray Matter Volume, que asoció la estabilidad emocional (es decir, el
neuroticismo) con cambios en el volumen de la materia gris en el cerebro, encontrando que
dicho cambio se manifestaba preferentemente en personas con mayor estabilidad emocional
(Holmes et al., 2016). Resulta interesante señalar que, al contrario de lo presentado en
apartados anteriores, donde los autores primero se enfocaron en la acción eléctrica y
después en la acción química de la sinapsis, en el estudio de la personalidad los hechos se
invirtieron; o tal vez, por inercia, se continuó con los trabajos que incidían en los cambios
morfológicos por aprendizaje adquirido, o quizás fue debido a los avances tecnológicos de
hoy en día, que permiten investigar la conducta y la representación mental bajo la premisa
del material genético (Kandel, 2001; Pascual-Leone, Amedi, Fregni & Merabet, 2005).
En este sentido, el artículo Heritability of Personality, publicado en el 2017 con la
participación de gemelos de diferentes edades y orígenes geográficos, constató que la
personalidad tiene una base genética considerable, e independiente a la influencia del
entorno (Kandler et al., 2017); un año después, el artículo The Genetics of Human
13
Cuando se dice que estos taxistas presentaron un aumento en el volumen del hipocampo, realmente se están
refiriendo a un aumento en el número de neuronas (densidad) y, o de conexiones neuronales (organización del
tejido); no existe un aumento literal de una estructura.
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Personality, basado en estudios de asociación de genoma completo (GWAS), reveló que la
genética desempeña un papel significativo en la personalidad, siendo que este puede estar
influenciado por ciertos factores ambientales (Sanchez-Roige et al., 2018); y más actual,
tenemos el estudio: The five factor model of personality and heritability, que proporciona
evidencia adicional sobre la interacción de los factores genéticos y ambientales con respecto
a la construcción y eficacia de los rasgos de la personalidad (Weinschenk et al., 2022).
Así, podemos afirmar que la sinapsis completa integra la acción eléctrica con la acción
química, estableciendo una correspondencia entre el material heredado y el aprendizaje
adquirido; por lo tanto, entendemos que la personalidad se refiere a la organización
dinámica de las características internas del individuo:
(…) el carácter, producto del aprendizaje social, constructo del ambiente, de la
cultura, de la familia y de los amigos; y el temperamento, producto de la
predisposición genética (Da Silva, 2017, p. 93-94).
Conforme se puede verificar, estas características de la personalidad determinan los
ajustes únicos de una persona al entorno y permiten predecir su comportamiento en
situaciones dadas. Este fenómeno se manifiesta a través de patrones de conducta o rasgos
de personalidad, los cuales se clasifican como dimensiones de las diferencias individuales,
reflejando una idiosincrasia personal que es cambiante y se ajusta a las necesidades del
entorno (Allport, 1961; Cattell, 1970; Eysenck, 1967; McCrae & Costa, 1997).
Conclusiones
Sobre la primera premisa del argumento filosófico, se sustenta que la acción eléctrica
es esencial para la manifestación del material genético, esto a través de la excitación de las
mitocondrias y del núcleo celular, lo que no solo asegura el correcto funcionamiento
biológico de los órganos y detalla los atributos físicos de la persona, sino que también
impacta en su forma de ser y estar. De este modo, se constata que el ADN aporta a la
construcción de representaciones mentales que buscan planificar o adaptar respuestas
conductuales ante un nuevo problema, así como a una situación inesperada o atípica, para
la cual no se cuenta con una resolución previa. Entonces, importa señalar que la acción del
material genético, por medio del temperamento, modela una representación mental innata,
un tipo de instinto codificado en el ADN que, además de representar una variación estimada
entre el 20% y el 60% del patrón conductual, también influye en la expresión del fenotipo,
mismo que expone la esencia de quiénes somos en cada situación de aprendizaje o acción
realizadas en el entorno social u en la vida privada del sujeto.
En cuanto a la segunda premisa, se sostiene que la acción química desempeña un papel
crucial en el aprendizaje adquirido, por un lado, porque el proceso se basa en la
retroalimentación celular continua, lo cual provoca cambios morfológicos en la neurona,
como sea la formación de protuberancias y, o el aumento de la densidad dendrítica; y por
otro lado, puesto que este aprendizaje debe ser consolidado por el hipocampo para asegurar
que la información quede correctamente codificada y almacenada, permitiendo su rápida
recuperación y representación mental, siempre y cuando sea necesario. Siendo así, podemos
afirmar que existe una interacción constante, pero no dicotómica, entre el aprendizaje
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adquirido y la consolidación de unidades psicológicas, generando representaciones
mentales dirigidas a la expresión e incluso al desarrollo de los rasgos de la personalidad, los
cuales definen y organizan respuestas conductuales orientadas a la solución de problemas y
a la adaptación del individuo a situaciones nuevas y cotidianas.
No obstante, es importante señalar que los aprendizajes adquiridos, es decir, que los
cambios morfológicos en las neuronas pueden producirse tanto por el interés en un
determinado tema por una preferencia interna o externa que tenga el sujeto respecto a
algo como por insight o percepción repentina (Köhler), consecuencia de las acciones
(Thorndike), refuerzos y castigos (Skinner), condicionamiento (Pávlov), adaptación
mediante roles sociales (Milgram y Zimbardo), por necesidad (Eleanor Maguire) o por
empatía y miedo (Nils Bejerot). Inclusive podemos tomar el termino empatía y explicarlo
como un aprendizaje suficiente y necesario, sino veamos, los psicólogos y psicoterapeutas la
utilizan para entender, sin crear juicios de valor, los traumas y afectaciones mentales de sus
pacientes; los psicópatas para mostrar un remordimiento que en realidad no tienen; y las
victimas para intentar sobrevivir a un evento que pone en riesgo su vida, aunque después,
es la empatía misma que fundamenta actos de violencia entre parejas y personas cercanas.
Retomando el argumento filosófico y dado que las premisas se fundamentan en
conceptos válidos, podemos acervar, mediante el razonamiento inductivo, que la conclusión
es verdadera. En efecto, la transmisión sináptica influye en la formación y estabilidad de los
rasgos de personalidad a través de lo que denominamos unidades neuropsicológicas de la
personalidad, un fenómeno cognitivo que se presenta bajo la forma de una matriz de gestión
de datos, similar a un sistema de Big Data, cuya accesibilidad es constante. Por ello, la
representación mental de la solución a un problema se configura como un conjunto de
respuestas adaptativas que facilitan la elección de la acción más adecuada, siempre
respetando la esencia del individuo; es decir, sin perder de vista quién es, de dónde proviene
y qué espera obtener de sus interacciones con el mundo y con los demás.
En conclusión, se puede afirmar que, tal como propone el conexionismo, las redes de
unidades simples (redes neuronales) son capaces de aprender, generalizar y modificar el
comportamiento humano en función de la experiencia, imitando, en cierta medida, lo que
se cree que es el funcionamiento cerebral. Esta perspectiva se alinea con la interacción entre
el material genético y el aprendizaje cognitivo, tanto adquirido como consolidado, así como
lo plantea y explica la NpCRM en relación con el desarrollo de la capacidad del individuo
para generar conductas y patrones conductuales a partir de modelos vinculados al sistema
nervioso.
La relación más significativa entre el conexionismo y la neuropsicología se manifiesta
en el aprendizaje, la potencialidad y la plasticidad, además de que ambos enfoques
fundamentan sus teorías en la explicación de casos clínicos que presentan trastornos
cognitivos. En lo que respecta al material heredado, tanto el conexionismo como la
neuropsicología coinciden en la importancia de integrar la genética en las representaciones
mentales, dado que esta no solo imprime una firma genética única en las decisiones,
aprendizajes y conductas de cada individuo, sino que también determina la estructura inicial
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del cerebro y la manera en que las redes neuronales se desarrollan y adaptan a lo largo de la
vida.
Otro aspecto importante que destacar es que tanto el conexionismo como la
neuropsicología desafían la visión tradicional que separa la mente del cerebro, enfatizando
en cambio la interacción entre los procesos psicológicos y la actividad neurológica. En este
contexto, la mente consolida, representa y computa la ejecución de procesos cognitivos y
metacognitivos a través de la acción neuropsicológica; por lo tanto, la neuropsicología se
presenta como el conocimiento psicológico que aborda la idea filosófica del conexionismo,
fundamentándose en la acción representacional asociada a los procesos neurológicos que se
manifiestan en la mente humana; y aun cuando la mente puede ser un fenómeno tan
abstracto como la psique, al menos desde la perspectiva del estructuralismo, es innegable
que ambas abstracciones son igualmente efectivas y eficaces en su funcionalidad.
Por último, podemos afirmar que, de manera similar a cómo la epigenética se centra
en los factores externos que influyen en la expresión de los genes, lo que a su vez puede
impactar indirectamente en la personalidad y la conducta, la NpCRM se enfoca en cómo las
unidades neuropsicológicas de la personalidad, a través de la consolidación de aprendizajes
adquiridos (experiencias de vida y estímulos del entorno) y del patrimonio genético
heredado (predisposiciones y bases biológicas), forman la representación mental; siendo
que dicha representación, no dicotómica, asegura tanto el buen funcionamiento como la
adaptabilidad de los rasgos de personalidad. Por lo tanto, es inevitable reconocer que ambos
enfoques se complementan: el primero desde los mecanismos que regulan la expresión de
los genes sin modificar la secuencia del ADN y el segundo, desde el fenotipo que surge de la
relación natural que une la neurología a la psicología, o sea, la neuropsicología.
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REVISTA DE FILOSOFÍA
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Esta revista fue editada en formato digital y publicada en JUNIO de 2025
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