Revista de Filosofía
Vol. 42, Nº112, 2025-2, (Abr-Jun) pp. 84-91
Universidad del Zulia. Maracaibo-Venezuela
ISSN: 0798-1171 / e-ISSN: 2477-9598
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(CC BY-NC-SA 4.0)
https://creativecommons.org/licenses/by-nc-sa/4.0/
Una Mirada A Trávez Del Cerrojo De Una Puerta Cerrada
A Glimpse Through the Keyhole of a Closed Door
Sofía Gutiérrez Pérez
ORCID: https://orcid.org/0000-0002-2425-3825
Comisión Estatal de Derechos Humanos, Guadalajara, México
DOI: https://doi.org/10.5281/zenodo.16543347
El francés Jean-Paul Sartre, fue uno de los filósofos más influyentes del siglo XX.
Dentro de sus escritos no tan famosos se encuentra su obra teatral A puerta cerrada1, la
cual es una profunda exploración del existencialismo, la libertad, la validación social y la
intersubjetividad. Esta obra, que representa el infierno de tres personajes atrapados
arbitrariamente en una habitación, ilustra la noción de que el infierno son -o al menos se
encuentra en- los otros (L'enfer, c'est les autres), una de las frases más emblemáticas del
pensamiento sartreano. A través de la dinámica entre los personajes, Sartre expone cómo
la existencia humana está condenada a la mirada de otra persona y cómo el juicio ajeno
puede transformarse en un mecanismo de tortura perpetua. En este ensayo, se examina
cómo la obra refleja algunos de los principios fundamentales del existencialismo, el papel
de la mirada y la construcción del yo, así como las implicaciones filosóficas de la condena
eterna de los personajes.
La obra teatral aprisiona fuertemente una de las principales aportaciones de Sartre
a la filosofía existencialista, donde se palpa a través de los personajes la mirada ajena;
desde la cual nos vemos, donde el ser visto se convierte en el tema medular de reflexión y
análisis. Igualmente pone a discusión como la mirada de alguien más, desencadena hasta
sus últimas consecuencias una crisis personal. El breve guion teatral da testimonio de la
angustia generada por la sociedad de mediados del siglo pasado, pero que a le vez, es la
misma angustia que la generada por la sociedad contemporánea.
Teatralmente, esta obra trasciende el papel y la tinta, a como el escenario y las
butacas. Evoca los sentimientos humanos más instintivos y penetra hasta los más
sublimados en el intelecto. Surge de la confusión que genera en el lector, quien en sus
primeras páginas se encuentra incapaz de comprender claramente lo que ocurre en aquella
habitación, ocupada por tres sillones y una figura de bronce un elemento recurrente en
1 Sartre, J.-P. (1944). A puerta cerrada. Gallimard.
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varias de sus obras
2
. Esta situación llena la imaginación de la angustia que emana de los
propios personajes, mientras juega indirectamente con el papel del lector. Al tomar la obra
en las manos, no se inicia la lectura como una tabula rasa; se lee a través de las
experiencias vividas, la historia personal y las enseñanzas que diversas generaciones han
transmitido.
Jean-Paul Sartre aborda mediante el diálogo teatral su filosofía existencialista para
evidenciar el conflicto constante que se enfrenta en sociedad: el juicio de los demás y la
manera en que nos definimos a través de la mirada del otro. Para él filósofo, la solución no
radica en evadir esta condición de reclusión, sino en la búsqueda de nuestra autenticidad
dentro de nosotros mismos. Sartre propone que aceptemos nuestra humanidad con todas
sus contradicciones, reconociendo que es nuestra existencia la que da sentido al mundo y
no al revés.
La Condición Humana y la Mirada del Otro
Sartre presenta a tres personajes: Garcin, Inés y Estelle, quienes han muerto y son
forzados a compartir una habitación por la eternidad. La ausencia de castigos físicos o
torturas tradicionales en este infierno robustece la idea central de Sartre de que la condena
se origina en la percepción de los demás. La interacción entre los personajes demuestra
cómo la identidad individual se construye a través del juicio ajeno; cada uno de nosotros se
ve a mismo en la mirada del otro. Así, la existencia se define por una angustiante
necesidad de reconocimiento y validación, lo que condena a los personajes a un
sufrimiento sin fin.
En esta puesta en escena, los personajes mantienen relaciones conflictivas y
ninguna de las tres personas actúa de buena fe. Sin embargo, buscan con fervor la
validación de los demás para poder validarse a mismos. Esta búsqueda de aprobación se
alinea con los estereotipos que la sociedad impone sobre lo que es considerado importante
para hombres y mujeres. Por ejemplo, Garcin se muestra profundamente inquieto por ser
percibido como un cobarde, un valor que la sociedad asocia estrechamente con la
construcción de la masculinidad hegemónica. Por otro lado, Estelle se presenta como una
mujer-objeto, que intenta reflejar un espíritu pasivo, evitando el sufrimiento y
sacrificándose por el bienestar de su hermano, en cumplimiento de un rol femenino
típicamente preestablecido. Completa este trío Inés, una mujer lesbiana y la más
perceptiva del grupo, que, a pesar de reconocer su orientación sexual, no acepta este papel
y se siente juzgada a través de la mirada de los demás, percibiendo su homosexualidad
como algo censurable y rechazable en la sociedad.
Esta dinámica de squeda de validación se ve respaldada por teoría argumentada
en El ser y la nada
3
, donde sostiene que la conciencia humana se experimenta a través de
2
La nausea: En esta novela, el protagonista, Antoine Roquentin, describe un jarrón de bronce que observa en
el museo, que se convierte en un símbolo de la existencia y la percepción. El muro: En esta colección de
relatos, el jarrón de bronce también es mencionado en el contexto de la reflexión sobre la realidad y la
existencia.
3
Sartre, J.-P. (1943). El ser y la nada (A. Cardín, Trad.). Ediciones Gallimard.
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la otredad y que la mirada del otro tiene un poder constitutivo sobre el ser. En la obra
teatral, los personajes intentan definir sus acciones y justificar su existencia a través de la
percepción ajena, lo que solo les genera más angustia. Inés, por ejemplo, adopta una
postura de dominio, intentando definir a los demás desde su propia representación,
mientras que Estelle busca exasperadamente la validación de Garcin. Este triángulo de
interdependencias evidencia cómo la identidad se construye de manera dialéctica y cómo
la existencia se encuentra atrapada en un juego perpetuo de miradas y juicios.
La Libertad y la Responsabilidad Existencial
En la obra, cada personaje intenta justificar su presencia en el infierno negando su
culpa, pero, a medida que la acción avanza, se ven obligados a aceptar sus propias
acciones. Garcin, por ejemplo, busca la aprobación de Inés para convencerse de su
valentía, lo que demuestra su dependencia del juicio externo para definir su identidad.
Inés, en cambio, asume su maldad con osadía, mientras que Estelle se niega a reconocer su
responsabilidad en los actos que la llevaron allí. Esta dinámica robustece la idea de Sartre
de que la evasión de la responsabilidad personal es una forma de autoengaño, un tema
recurrente en su pensamiento filosófico
4
. El existencialismo sartreano postula que el ser
humano está condenado a ser libre y que la responsabilidad de sus acciones recae
únicamente en sí mismo.
Desde una perspectiva filosófica, Sartre sostiene que la libertad conlleva una carga
insoportable de responsabilidad, lo que a menudo empuja a las personas a refugiarse en la
mala fe (mauvaise foi). En la obra, cada personaje intenta escapar de la sentencia que
implica reconocer su verdadera naturaleza y asumir la autenticidad de sus decisiones. No
obstante, la reclusión en la habitación funciona como una metáfora de la dificultad de huir
de la propia conciencia, reforzando la idea de que cada persona es responsable del propio
destino.
Sartre desafiando a Dante: el infierno psicológico
La estructura oval de la obra, en la que los personajes llegan a la conclusión de que
su condena es eterna y que la puerta de la habitación no les brinda una salida real, refuerza
la idea sartreana de la inevitabilidad de la mirada del otro. La frase final de Garcin, "Bien,
sigamos adelante"
5
, refleja la aceptación de su destino y la imposibilidad de escapar del
juicio externo. De este modo, Sartre muestra que el infierno no es un castigo sobrenatural
o físico, sino la ineludible interacción humana en la que los individuos se ven reducidos a
meros reflejos en la conciencia de los demás
6
.
El modelo vigente del infierno, tal como lo concebimos en la cultura popular, está
profundamente influenciado por la visión que Dante Alighieri presentó en su Divina
Comedia. Este modelo, se ha incorporado a las representaciones modernas del infierno,
influenciando no solo el pensamiento religioso, sino también el arte, la literatura y el cine.
4
Flynn, T. (2006). Existencialismo: una introducción muy breve. Oxford University Press.
5
Sartre, J.-P. (1944). A puerta cerrada. Gallimard. p. 92
6
Cox, G. (2009). Sartre: A Guide for the Perplexed. Continuum International Publishing Group.
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El modelo de infierno puntualizado por Dante ha influido significativamente en
diversas tradiciones religiosas, que frecuentemente reúsan la idea de un espacio de castigo
para las almas condenadas. Por ejemplo, en el cristianismo, el infierno se entiende como
un estado de tormento eterno para quienes mueren en pecado, similar a las descripciones
de Dante, donde los castigos son proporcionales a las transgresiones. En el Islam, el
infierno, conocido como Jahannam, también presenta una estructura jerárquica de
castigos, donde las personas que pecan sufren castigos físicos basados en la gravedad de
sus acciones
7
. Además, en algunas interpretaciones del hinduismo y el budismo, aunque el
concepto de infierno no es idéntico, existen reinos de sufrimiento donde las almas
experimentan castigos relacionados con sus malas acciones en vidas anteriores,
alineándose con la noción de justicia retributiva presente en la obra de Dante
8
. Esta
replicación del modelo dantesco de castigo físico y moral resalta una preocupación común
entre las religiones por la justicia divina y la moralidad humana.
No obstante, Sartre sorprende con una concepción del infierno que nunca antes
había sido contemplada. En su visión, los instrumentos de tortura no son forjados por la
mano del ser humano, sino que emergen de la mente misma, a través de la capacidad de
juicio y la autoevaluación. Esta perspectiva sugiere que el castigo psicológico es la pena
más severa, superando al castigo del cuerpo físico, el cual a lo largo de la historia había
sido considerado el máximo sufrimiento. Sartre plantea que la verdadera condena reside
en la angustia existencial y el martirio mental que infligen los demás a través de su mirada
y sus juicios, enfatizando que el sufrimiento emocional puede ser más devastador que
cualquier tortura física. Así, el infierno que describe no es solo un lugar, sino un estado del
ser en el que las relaciones humanas se convierten en el más cruel de los tormentos.
Los tres personajes se saben no los únicos en la misma habitación, y esto les implica
la vergüenza de no ser contemplados como a cada uno les gustaría, la vergüenza de
hallarme ante otro que me mira, descubrir que el otro es el espejo en que se miran y se
miden, haciendo un círculo vicioso que construye el infierno, un infierno en el que
voluntariamente nos encontramos como humanidad entera.
Estelle, Garcin e Inés deciden libremente no salir de la habitación a pesar de que
físicamente tienen la posibilidad de hacerlo. La habitación se convierte en un símbolo de
su condena, donde las dinámicas de poder y las verdades ocultas emergen, revelando la
angustia que cada uno siente hacia mismo y hacia los demás. A pesar de su deseo de
escapar, el temor a encarar su propia realidad y la incapacidad de confrontar sus pecados
los mantiene en un estado de inercia.
7
Nigosian, S. (1994). Religiones del mundo: Un enfoque histórico. Wadsworth Publishing.
8
Eliade, M. (1987). Historia de las ideas religiosas (Vol. 1). University of Chicago Press.
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Enfoque de género
Colocando lentes de género se observa a Garcin sufriendo por querer ser reconocido
como hombre. Con todos los constructos que socialmente se le han impuesto y que lo
mutilan en su autenticidad, y que, a pesar de ello, se enorgullece por sus acciones
machistas (motivo también, por el cual se encuentra en el infierno). A Estelle, con la típica
feminización de la mujer, la que se encuentra vanidosa y sofocando todas sus pasiones ante
los ojos de los demás para no moverse de la pasividad que como canon debe de tener las
mujeres “clásica”, la cual se niega a verse como una infanticida y carente de sentimientos
maternales (situación que se pena fuertemente en las mujeres). Para Estelle lo único que
cuenta es ser apreciada, aprobada, deseada, por un hombre. Es lo único importante para
ella, es la que se encuentra con menor libertad y la que es cosificada. Finalmente se
presenta a Inés en un plano más crítico y, que quizás debido a su homosexualidad o a las
constantes preguntas sobre su identidad que posiblemente hubiera tenido en vida, y que la
ayudaron a construir una personalidad más honesta y existencial. Es ella, la primera en
aparecer, la que maneja las cartas del juego, la que nos avisa que están en el infierno, la
que propone hablar con sinceridad y finalmente descubre que el castigo no les vendrá de
afuera, sino de las relaciones entre ellos mismos. Es ella el papel central de la obra.
La elección del perfil de cada personaje, no fue realizada al azar, un varón que no es
socialmente varón, una mujer que, al no ser maternal, es penada, y una lesbiana. Tres
circunstancias que la sociedad rechaza, violenta y marginaliza, y por tal son castigados.
Esta mezcla de personalidades, son las que generan el instrumento de tortura. Una
triangulación de relaciones de poder ejercidas con violencia entre ellos mismos, afianzadas
por la codependencia, que, al traducirlo en términos eternos e infinitos, se entiende
claramente el infierno al cual están condenados los tres personajes.
Sartre ilustra esta tensión a través de la relación entre los personajes, atrapados en
una situación donde su identidad y destino dependen del juicio mutuo. A primera vista, la
obra podría ser considerada sexista por su representación de los roles de género, lo cual
resulta paradójico si recordamos que Sartre fue un difusor del feminismo y que su pareja,
Simone de Beauvoir, desempeñó un papel fundamental en la lucha por la igualdad de
género. Sin embargo, más allá de esta aparente contradicción, la obra refleja la
imposibilidad de escapar de la mirada del otro y el sufrimiento que ello conlleva. Si bien
hay elementos que reflejan la visión tradicional de género de su época, también es posible
argumentar que Sartre utiliza estos estereotipos para criticarlos y mostrar cómo las
personas quedan atrapadas en la mirada de los demás.
Michel Foucault y Jean-Paul Sartre ante el castigo psicológico vs el físico
La relación entre Michel Foucault y Jean-Paul Sartre fue compleja y estuvo marcada
por diferencias filosóficas significativas. Foucault formuló críticas a varios aspectos del
humanismo existencialista de Sartre, en particular la noción de un sujeto autónomo y
racional, argumento que consideraba limitante en la comprensión de la subjetividad.
Foucault sostenía que el sujeto es una construcción social influenciada por relaciones de
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poder y contextos históricos
9
, en contraposición a la visión sartreana del individuo como
agente libre y responsable
10
. Sin embargo, resulta interesante como las ideas de ambos
van tejiéndose en cuanto al castigo psicológico. Foucault en su libro Vigilar y castigar nos
lleva por un recorrido histórico el cual inicia en los momentos en que el ser humano era
castigado mediante penas físicas, donde lo más fuerte era lastimar al cuerpo; hasta el
momento actual en el que la sociedad ha dejando descansar lo físico y ahora emplea la
libertad como instrumento de tortura.
Actualmente, esta situación de castigo se ha extendido al Estado, que, a inicios del
siglo pasado, comenzó a utilizar las prisiones como un método de sanción. En este
contexto, ya no se busca infligir daño al cuerpo humano, sino que se limita todas sus
funciones psicológicas, afectando profundamente la salud mental y emocional de las
personas.
Michel Foucault, en Vigilar y castigar
11
, analiza la transformación del castigo desde
la tortura corporal hacia el control disciplinario de la mente y la conducta. Según Foucault,
en las sociedades modernas el castigo ha dejado de centrarse en el cuerpo para dirigirse al
alma, a través de instituciones como prisiones, escuelas y hospitales psiquiátricos, que
moldean el comportamiento mediante vigilancia y normalización
12
. Este cambio refleja un
poder que ya no se ejerce brutalmente sobre el cuerpo, sino sutilmente sobre la
subjetividad, generando individuos dóciles y funcionales para el sistema
13
.
Michel Foucault
14
analiza cómo las prisiones no solo buscan castigar el cuerpo, sino
también moldear y controlar la mente de los individuos a través de mecanismos
disciplinarios. El sostiene que el encarcelamiento impone una vigilancia constante que
induce un estado de autocontrol en las personas privadas de la libertad, similar al efecto
del Panóptico, donde el sujeto, al sentirse observado permanentemente, interioriza la
disciplina y restringe su comportamiento. Este control psicológico, según Foucault, no solo
reprime, sino que también configura nuevas formas de subjetividad, transformando a los
individuos en objetos de estudio y corrección dentro del sistema carcelario. Así, la prisión
se convierte en un espacio donde el poder no solo impone castigos, sino que también
reconfigura las funciones psicológicas de los internos para mantener el orden social
15
.
En contra parte, para Sartre, lo único verdaderamente infinito es la libertad. A pesar
de estar encerrados en una habitación sin escapatoria, los personajes siguen siendo libres
de elegir sus respuestas y actitudes frente a la situación que enfrentan. La libertad, en su
concepción, no se limita por la muerte ni por las circunstancias externas; es la única
eternidad posible, ya que persiste en cada acto de elección y contradicción. Así, incluso en
9
Foucault, M. (1977). La arqueología del saber. Siglo XXI.
10
Sartre, J.-P. (1946). El existencialismo es un humanismo. Losada.
11
Foucault, M. (1975). Vigilar y castigar: nacimiento de la prisión. Siglo XXI.
12
Foucault, M. (1975). Vigilar y castigar: nacimiento de la prisión. Siglo XXI.
13
Foucault, M. (1975). Vigilar y castigar: nacimiento de la prisión. Siglo XXI.
14
Foucault, M. (1975). Vigilar y castigar: nacimiento de la prisión. Siglo XXI.
15
Foucault, M. (1975). Vigilar y castigar: nacimiento de la prisión. Siglo XXI.
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el encierro, Sartre nos recuerda que somos responsables de nuestra existencia y del
significado que damos a nuestra vida.
Los dos autores, se desprenden del análisis de castigo del cuerpo y giran su mirada hacia a
las relaciones de poder ejercidas con violencia, Sartre de forma existencialista, en la
creación de un nuevo infierno y Foucault en un análisis de psicología social.
Conclusión
A puerta cerrada es una de las manifestaciones más impactantes del existencialismo
sartreano, donde se plasma la idea de que la existencia está definida por la interacción con
los otros y que la angustia surge de la imposibilidad de escapar del juicio ajeno. La obra
refuerza la concepción de la libertad como una condena y la responsabilidad individual
como un peso ineludible. Sartre no solo ofrece una pieza teatral profundamente filosófica,
sino que también plantea un cuestionamiento sobre la naturaleza de la convivencia
humana y la fragilidad de la identidad personal. A través del infierno como metáfora de la
vida misma, Sartre nos recuerda que el ser humano es responsable de su destino, aunque
esto implique una condena perpetua a la angustia y al enfrentamiento con la otredad.
A puerta cerrada a diferencia de las otras líneas de textos filosóficos, es
caracterizada por una retroalimentación entre pensamiento y literatura. Se apoya en crear
una dialéctica entre la escritura y el placer literario, donde la segunda completa la obra
intelectual del autor. Con ello facilita su comprensión, ya que recurre a la imaginación de
quienes lo leen para que con ella se corrobore la producción filosófica que expone.
El francés Jean Paul Sartre, al escribir esta obra, nos toma de la cara y nos invita a
ver otro perfil antes desconocido, aquel que versa sobre las consecuencias de la libertad y
la permanente mirada del “otro” (la cual siempre existirá mientras vivamos en sociedad).
Nos señala la mirada hacia un paisaje pintado con brochas de angustia y que proyecta lo
que compone ontológicamente al ser humano, nos regresa la mirada a través de un espejo
que solo indica el interior de nosotros mismos. Es una obra cuyos ejes son principalmente
la subjetividad de nuestro autoconocimiento, la autenticidad del humano (como una obra
de arte), la enajenación y la soledad.
Desde el punto de vista estructural, A puerta cerrada se caracteriza por un diálogo
circular, donde los personajes parecen estancados en una conversación que no avanza en
términos de acción, pero que los lleva a un profundo cuestionamiento ético. Esta repetición
refuerza la idea de que el infierno es, en esencia, la eterna dependencia del juicio ajeno,
una condena en la que los personajes están atrapados no por el espacio en sí, sino por su
incapacidad de definirse fuera de la mirada del otro.
Referencias bibliográficas
Cox, G. (2009). Sartre: A Guide for the Perplexed. Continuum International Publishing Group.
Flynn, T. (2006). Existencialismo: una introducción muy breve. Oxford University Press.
Foucault, M. (1975). Vigilar y castigar: nacimiento de la prisión. Siglo XXI.
Gutiérrez, S. Revista de Filosofía, Vol. 42, Nº112, 2025-2, (Abr-Jun) pp. 84-91 91
Universidad del Zulia. Maracaibo-Venezuela. ISSN: 0798-1171 / e-ISSN: 2477-9598
Foucault, M. (1977). La arqueología del saber. Siglo XXI.
Sartre, J.-P. (1938). La náusea (R. Tejada, Trad.). Losada.
Sartre, J.-P. (1943). El ser y la nada (A. Cardín, Trad.). Ediciones Gallimard.
Sartre, J.-P. (1943). Las moscas (L. Echávarri, Trad.). Losada.
Sartre, J.-P. (1944). A puerta cerrada. Gallimard.
Sartre, J.-P. (1946). El existencialismo es un humanismo. Losada.
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