Gutiérrez, S. Revista de Filosofía, Vol. 42, Nº112, 2025-2, (Abr-Jun) pp. 84-91 88
Universidad del Zulia. Maracaibo-Venezuela. ISSN: 0798-1171 / e-ISSN: 2477-9598
Enfoque de género
Colocando lentes de género se observa a Garcin sufriendo por querer ser reconocido
como hombre. Con todos los constructos que socialmente se le han impuesto y que lo
mutilan en su autenticidad, y que, a pesar de ello, se enorgullece por sus acciones
machistas (motivo también, por el cual se encuentra en el infierno). A Estelle, con la típica
feminización de la mujer, la que se encuentra vanidosa y sofocando todas sus pasiones ante
los ojos de los demás para no moverse de la pasividad que como canon debe de tener las
mujeres “clásica”, la cual se niega a verse como una infanticida y carente de sentimientos
maternales (situación que se pena fuertemente en las mujeres). Para Estelle lo único que
cuenta es ser apreciada, aprobada, deseada, por un hombre. Es lo único importante para
ella, es la que se encuentra con menor libertad y la que es cosificada. Finalmente se
presenta a Inés en un plano más crítico y, que quizás debido a su homosexualidad o a las
constantes preguntas sobre su identidad que posiblemente hubiera tenido en vida, y que la
ayudaron a construir una personalidad más honesta y existencial. Es ella, la primera en
aparecer, la que maneja las cartas del juego, la que nos avisa que están en el infierno, la
que propone hablar con sinceridad y finalmente descubre que el castigo no les vendrá de
afuera, sino de las relaciones entre ellos mismos. Es ella el papel central de la obra.
La elección del perfil de cada personaje, no fue realizada al azar, un varón que no es
socialmente varón, una mujer que, al no ser maternal, es penada, y una lesbiana. Tres
circunstancias que la sociedad rechaza, violenta y marginaliza, y por tal son castigados.
Esta mezcla de personalidades, son las que generan el instrumento de tortura. Una
triangulación de relaciones de poder ejercidas con violencia entre ellos mismos, afianzadas
por la codependencia, que, al traducirlo en términos eternos e infinitos, se entiende
claramente el infierno al cual están condenados los tres personajes.
Sartre ilustra esta tensión a través de la relación entre los personajes, atrapados en
una situación donde su identidad y destino dependen del juicio mutuo. A primera vista, la
obra podría ser considerada sexista por su representación de los roles de género, lo cual
resulta paradójico si recordamos que Sartre fue un difusor del feminismo y que su pareja,
Simone de Beauvoir, desempeñó un papel fundamental en la lucha por la igualdad de
género. Sin embargo, más allá de esta aparente contradicción, la obra refleja la
imposibilidad de escapar de la mirada del otro y el sufrimiento que ello conlleva. Si bien
hay elementos que reflejan la visión tradicional de género de su época, también es posible
argumentar que Sartre utiliza estos estereotipos para criticarlos y mostrar cómo las
personas quedan atrapadas en la mirada de los demás.
Michel Foucault y Jean-Paul Sartre ante el castigo psicológico vs el físico
La relación entre Michel Foucault y Jean-Paul Sartre fue compleja y estuvo marcada
por diferencias filosóficas significativas. Foucault formuló críticas a varios aspectos del
humanismo existencialista de Sartre, en particular la noción de un sujeto autónomo y
racional, argumento que consideraba limitante en la comprensión de la subjetividad.
Foucault sostenía que el sujeto es una construcción social influenciada por relaciones de