Interacción y Perspectiva. Revista de Trabajo Social Vol. 14 N
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Octubre-Diciembre 2024
Vol. 14 No. 3
Ana María Castellano / Reseña
910
Interacción y Perspectiva Dep. Legal pp 201002Z43506
Revista de Trabajo Social ISSN 2244-808X
Vol. 14 N
o
3 910-914 pp. Copyright © 2024
octubre-diciembre
RECENSIONES
BRICEÑO-
LEÓN,
ROBERTO
(2023).
GRAMÁTICA
SOCIAL DE
LA
VIOLENCIA.
EDITORIAL
ALFA.
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Ana María Castellano
i
Gramática social de la violencia (2023) es una obra escrita por Roberto Briceño-León,
quien es reconocido a nivel nacional e internacional por sus investigaciones sobre la
violencia en varios países. Es Profesor titular de Sociología de la Universidad Central
de Venezuela (UCV) y de la Universidade Federal do Ceará (UFC), Brasil. Es también
el director del Laboratorio de Ciencias Sociales (LACSO) y del Observatorio
Venezolano de Violencia (OVV), entre otras responsabilidades que ha asumido en su
vida académica.
El agradecimiento del autor es espléndido, pues reconoce que los
planeamientos que expresa en este libro han sido compartidos con diversas personas
e instituciones, que a través de los años lo han acompañado, ofreciendo con grandeza
sus reflexiones, en torno al tema de la violencia.
La obra comienza con el Prólogo realizado por el mismo autor, que nos cautiva
desde la primera nea, pues señala que: “Este libro es el resultado de un asombro.
El asombro sobrevino al constatar que, en comunidades muy diversas y en distintos
países, la vida cotidiana se regía más por las reglas impuestas por las bandas
criminales que por las leyes del Estado”. Este planteamiento, por supuesto, enmarca
toda la obra, aunque sus límites son tan dinámicos como la realidad misma.
El autor dedica un apartado para situar teóricamente al lector. En tal sentido,
define la gramática social como las normas y las reglas que dirigen la acción de las
personas en determinados contextos históricos que, además, los conduce a asumir
una sintaxis individual que les permite desenvolverse en su vida cotidiana, teniendo
plena conciencia de lo que es permitido hacer, lo que es obligatorio realizar y lo que
está prohibido. En este orden de ideas, se manejan muy bien las consecuencias de
cada una de las decisiones y acciones desarrolladas en un espacio físico y social, que
en principio les pertenecía a sus habitantes nativos. Pero que, en un un giro
inesperado, las normas y las reglas han modificado su contenido. Esos cambios deben
ser incorporados rápidamente por las personas, si quieren sobrevivir en un contexto
en el que coexisten con “una doble gramática social: la de la ley de la república y la
del crimen”, como bien lo señala el autor.
Las normas y reglas, sin lugar a dudas, son conocidas y aceptadas, no
necesariamente de forma voluntaria, pero se cumplen en aras de lograr beneficios
individuales y también para sus comunidades. La gramática social del crimen se
impone y, además, se superpone sobre la ley de la república. Es decir, es contraria
a la legalidad y ofrece un camino distinto a la gramática social y formal.
“Más allá de la concepción de que el crimen lo realizan solo delincuentes
marginales, del enfermo sexual o del asesino psicótico que desvaría y agrede a las
víctimas aleatorias en las noches oscuras se encuentra que el crimen es racional y
moral, maneja símbolos de comunicación que estructuran un lenguaje y una sintaxis
propias de una gramática social de la violencia”.
Sustentados en estos pilares teóricos se puede abordar la obra con la perspectiva de
que en las zonas controladas por la gobernanza criminal “todo lo que no está
permitido está prohibido”, el miedo de la gente es inmenso y agobiante, porque el
temor a las sanciones suprime las acciones de la población, la cual se debate entre
la duda y el no hacer, entre requerir autorizaciones de forma incesante.
En este punto ya tenemos las manos, los pensamientos y los ojos ávidos de conocer
en detalle como en diferentes países de América Latina, la gramática criminal tiene
sus propios recodos, bemoles y formas particulares de vivir la criminalidad; bien
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como protagonista o como testigo participante y obligado. Entonces ya atados y
hechizados por el asombro constante de vivir realidades impensadas, pero tan reales
que duelen no solo en el cuerpo, sino también en el ser, aceptamos la invitación de
Briceño-León para inmiscuirnos en la lectura de una obra que está constituida por
cuatro partes, que muestran duramente realidades diversas y tan comunes a la vez.
En la primera parte, Crimen organizado y gobernanza criminal, con la mirada puesta
en América Latina, en la obra se examinan los problemas presentes, a partir de la
intervención y el control de los territorios por parte de las bandas y los procesos de
gobernanza criminales que surgen al desplazar o coexistir con el Estado. Se pone de
manifiesto como la población dominada por grupos criminales es atravesada por dos
“espadas”, es decir, los castigos pueden venir por dos as: por parte del Estado y
de la mano de las bandas de delincuentes que dominen determinada zona.
Esas bandas criminales y su gramática se imponen por la ausencia de la protección
del Estado y su dejar hacer, frente a las formas de seguridad creadas al margen de
la legalidad: creación de miniejércitos para la protección, que más tarde se adueñan
del lugar e imponen su sintaxis expresada en reglas, normas y principios que
gobiernan los sintagmas y las oraciones gramaticales: la cultura criminal
contextualizada en un espacio físico, social y económico. En esta parte se destaca un
elemento importante y novedoso referido a la gobernanza criminal en América Latina
que se ha instaurado no solo en las zonas rurales, “sino también de zonas urbanas,
centrales y de gran relevancia social y política”. Aquí se pone de manifiesto que el
gobierno nacional es desplazado por un grupo criminal. Su gobernanza se impone.
Esta gobernanza se instituye sobre seis dimensiones: capacidad de ejercer un
monopolio fáctico de la fuerza, una organización compleja y estable, disponer de una
base financiera regular, capacidad para establecer normas propias e imponer su
acatamiento, obtener la sumisión y legitimidad de la población y establecer un tipo
de cohabitación con el Estado nacional.
En la segunda parte titulada: La ciudad y la gramática social se presentan datos e
historias interesantes sobre la violencia en el espacio urbano, sus relaciones con el
fenómeno de la pobreza y las respuestas de los pobres, sus luchas, sus decisiones
frente a situaciones de carencias semejantes. El autor nos habla del papel de la mujer
frente a la institucionalidad informal. Se pone de manifiesto en esta parte, que el
sostén de las decisiones se encuentra enraizado “en los valores, las reglas de
comportamiento, los mecanismos confiables de resolución de conflictos; es la moral
de la sociedad expresada en normas, su gramática social. Lo cierto es que las
ciudades en América Latina se encuentran ancladas entre murallas que juegan el
papel de protección: calles, caminos peatonales con rejas, cercas altas--que roban la
visión o comunicación con el otro y con el entorno--, las cercas con electricidad como
mecanismo de defensa. Al lado de estas murallas se encuentra la actitud de “no te
metas en nada”; sencillamente no mires, no oigas, no hables. Solo dedícate a ti y a
tu familia. Cerrar las puertas emocionales y territoriales es la salida para sentirse
escasamente protegidos. Sentirse, que no significa estarlo; es solo el efecto
tranquilizador de creerlo. En el libro se discuten otros aspectos de interés, e incluso
se analiza que las decisiones de mudarse de ciudad o de emigrar del país (la huida)
se encuentran influidas por una vasta pluralidad de factores sociales y políticos; así
como por el miedo a ser víctima de la violencia.
La tercera sección: Gramática social e institucionalidad, se centra en discutir la
vinculación de los homicidios con la desigualdad social. De igual forma, se aborda el
rol que juega la institucionalidad formal o informal en su sujeción. Se resalta que la
institucionalidad informal es la respuesta práctica que asumen las comunidades
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urbanas frente “a la ausencia de una ley formal que sea aplicable y funcione para sus
contextos sociales”. Esta permite garantizar derechos individuales y se constituye en
un patrón que debe seguirse para resolver conflictos, sin la aplicación de la ley. “La
institucionalidad informal no es legal, pero tampoco es necesariamente ilegal ni
criminal, aunque puede llegar a serlo”. Existe un consenso entre quienes habitan
determinado territorio, pero cuando este fracasa la fuerza bruta de las bandas
criminales se erige y se consolida, como forma de vida. Las barreras entre
comunidades están basadas en el poder ejercido por las bandas criminales. Los
limites están marcados, sin marcas; cada quien sabe dónde empieza y dónde termina
el poder que debe respetarse. La institucionalidad informal puede ser una a para
hacer que la ciudad sea más segura. La desigualdad no causa violencia. “La violencia
crea desigualdad”. Este último planteamiento rompe el paradigma que establece que
“…la delincuencia se origina o se incrementa pues la sociedad es desigual”. En este
sentido, Roberto Briceño-León señala que: “Ahora, pretender que con la disminución
de la desigualdad se produce necesariamente una disminución del delito y la violencia
es equivocado e ingenuo”.
En la última parte, El Estado y el monopolio de la violencia, el autor pone de
manifiesto que frente a un Estado que no cumple sus funciones y cede sus espacios
de poder, se impone el monopolio de la fuerza. De forma asombrosa, se encontra
el lector con testimonios de vida que aseguran que, en su territorio, “la guerrilla
ejerce un control social completo: establece las normas de trabajo, de comercio y de
familia. La guerrilla no permitía que los demás delinquieran, ellos tenían
monopolizado el uso de la fuerza y la comisión del delito, y los infractores eran
castigados con una crueldad considerada ejemplarizante. Esta sección muestra como
las organizaciones criminales han sustituido al Estado en muchos territorios de
América Latina”. Dos razones explican este fenómeno. Uno, por la falta de presencia
y ejercicio de la soberanía del Estado en aquellas zonas que se encuentran aisladas
o bien porque sencillamente el Estado ha sido “orillado” por el crimen organizado. Se
requiere verdadera voluntad política por parte del Estado y los gobiernos de América
Latina para recuperar sus funciones.
El libro está colmado de casos que ejemplifican y son útiles para demostrar que “El
monopolio de la violencia puede darse tanto en democracia como en dictadura”. Lo
que es posible establecer de común es una voluntad de destrucción de la
institucionalidad y del monopolio de la violencia por parte del Estado como ente
abstracto, impersonal y regido por leyes, para sustituirlo por un control individual y
personalizado de la violencia”. En este último caso, estamos frente a un Estado que
cohabita con el crimen organizado, que concede sus espacios y abandona sus
funciones.
Después de recorrer las páginas de este libro, cerramos con el mismo asombro que
condujo a Roberto Briceño-León a escribirlo y a preguntarse: ¿Por cuál razón el ser
humano escogería los medios prohibidos? Y aunque la respuesta parece sencilla: por
la libertad. Resulta realmente complejo entender como unas personas escogen el
camino correcto (los Edersons) y otras optan por la violencia criminal (los Jonathan).
La respuesta ha de descubrirla cada lector puesto que, al sumergirse en los
planteamientos expuestos por el autor, encontrará que la Gramática social de la
violencia se comprende a plenitud cuando nos inmiscuimos, sin reparo alguno, en las
historias y los datos que presenta el autor para mostrarnos una realidad diferente en
cada país, y contextualizada históricamente. Prevalece aquí el componente
pragmático que nos lleva a comprender el discurso, las acciones, las normas, las
reglas y los principios impuestos por la violencia. Se trata de entender que los
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significados y la vida misma están enraizados y situados América Latina y en sus
particularidades.
La capacidad de asombro que nos transmite el Dr. Roberto Briceño-León nos habla
también de la esperanza en los tantos Endersons que habitan nuestros territorios. A
pesar de las situaciones tan duras por las cuales atravesamos, todavía existen
caminos y generaciones dispuestas a hacer la diferencia.
i
Licenciada en Trabajo Social. Magíster en Educación. Doctora en Ciencias Humanas. Profesora titular,
emérita, de la Universidad del Zulia (LUZ). Investigadora del Centro de Investigaciones de Trabajo Social
de la Facultad de Ciencias Jurídicas y Políticas de LUZ y coordinadora del Observatorio Venezolano de
Violencia, sede Zulia. E mail: castellano.anamaria@gmail.com