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que debe concebir el nuevo arquitecto, en dos concep-
tos consecuenciales, distinguibles analíticamente pero
intrínsecos en la vida y realidad de la sociedad: territorio
y lugar, sin desviar el interés en este trabajo de profundi-
zar en la dimensión espacio para poder comprender sus
principios conceptuales.
Ello también conduce, como propone Lefebvre,
a trabajar con los principios del espacio experimentado
mediante el cuerpo, la imaginación y espacio sensorial
y sensual de la palabra, la voz, el olfato, la audición, la
memoria y lo soñado. Herramientas que sugiere al arqui-
tecto, aplicables al espacio otorgado como lienzo para
plasmar su creatividad y dar pasó al espacio donde todas
estas csas cnen
Así, fundamenta su concepto de ciudad, la cual
cncretaente ene c na ase racticsensi-
le na rlía na realia erca n at
presente e inmediato, algo que está ahí; volúmenes, in-
fraestructuras, calles, plazas y actividades, consideradas
como fundamentales, en cuanto expresan a través de lo
urbano, la esencia de la ciudad. Su discurso, además se
enriquece con una visión fenomenológica que pretende
dar cuenta de la suma de impresiones que provoca la vi-
vencia cotidiana de la ciudad y en la ciudad.
Lefebvre conjetura que, el espacio como produc-
to (social), exige recuperar la idea de la búsqueda de una
teoría unitaria del espacio físico, mental y social que an-
tes era dominaba por una teórica más amplia, poética,
subjetiva o especulativa positivistas. En tanto, el espa-
cio asimilado como producto social, sirve tanto de ins-
trumento del pensamiento como de la acción; al mismo
tiempo, constituye un medio de producción, un medio de
control pero, también de dominación y de poder.
Además reconoce, al espacio como contenedor
de relaciones sociales, culturales y productivas, sobre
lo cual es preciso saber cuáles son, cómo y por qué se
dan, de tal manera que ello propicie la introducción de
nuevas ideas como la diversidad, multiplicidad espacial
más allá de los que resultan de la fragmentación y el re-
corte del espacio, ideas que deben realizarse al interior
de la historia, pero sobre nuevos enfoques. Sostiene así,
que cuando el espacio social, deje de ser visto como
esaci ental el e ls lóss ls atetics
c el esaci ísic eni r l rcticsensile
y la percepción de la naturaleza), entonces se pondrá de
aniest ta s esecicia
Aceptar estas visiones es, desechar esquemas
simplistas de correspondencia puntual o circunstancial
entre las acciones y los lugares sociales, entre funciones
y formas espaciales ya que la buena producción social,
trasciende los esquemas estructurales toscos y reduccio-
nistas al margen de las ciencias y el saber.
El espacio social debe ser concebido como un pro-
ceso amplio y complejo, para lo cual la capacidad prácti-
ca de la sociedad y sus poderes soberanos dispongan de
sitios privilegiados para los ciudadanos: lugares religio-
sos y políticos, donde se producen y reproducen todas
sus características físicas, naturales, creencias, modos
de vivir, religiosidad, lo cultura, popular, comunitario, los
valores humanos, ciudadanos, su postura ante la sexuali-
dad, derechos humanos, modos de producción y susten-
t ecnóic el traa así n sin n e características
e l enen
Ante esta propuesta de Lefebvre (1974/2013), se
resumen como postulados, la concepción del espacio so-
cial asumido desde un proceso complejo de asociación
para captar e interpretar las condiciones de producción y
reproducción de la vida misma de los ciudadanos en sus
espacios de vida, desarrollo y evolución como ser social
y socializante. Es un proceso que, indistintamente de las
condiciones y posibilidades en las que se produce, re-
quiere un trabajo interdisciplinar y transdiciplinar entre va-
rias ciencias y saberes para ser captado como un órgano
vivo que va dejando huellas en la historia de la ciudad en
la relación hombre-territorio, por tanto debe asumirse con
alto sentido de rigor teórico y responsabilidad práctica.
En este proceso complejo, donde se articulan ne-
cesidades de un grupo social y la interpretación a prueba
de competencias, valores y percepciones de quien diseña
planea o proyecta sus espacio (el arquitecto), se espera
c reslta n esaci sinicante e reresente
estas determinaciones. Y un producto del análisis formal,
estructural y, funcional. Es la manera como el arquitecto
aborda la problemática espacial desde los orígenes de
la profesión y aún vigente en la búsqueda de códigos
y métodos para descifrar lo que a primera vista parece
impenetrable.
Estas concepciones permiten entender la arqui-
tectura desde su verdadera razón, la que va más allá de
su rol, apreciado de limites estrechos y de orden utilitario,
ya que su verdadera razón de ser, se centra en resolver
los problemas de habitabilidad en una asimilación más