Desarrollo
de sistemas de producción agroecológica: Dimensiones e indicadores para su
estudio
Cevallos Suarez, Marco*
Urdaneta Ortega, Fátima**
Jaimes, Edgar***
Resumen
En Latinoamérica, se han impulsado
procesos de transición y conversión de sistemas agrícolas de producción
convencional a sistemas de producción agroecológicos. Sin embargo, no ha sido
posible observar su desarrollo, debido a que ha prevalecido el enfoque
tecnológico sobre los problemas sociales. Se realizó
esta investigación, con el objetivo de diseñar una propuesta de dimensiones e
indicadores para el estudio integral del nivel de desarrollo de sistemas de
producción agroecológica. Metodológicamente implicó el análisis de enfoques y
teorías bajo un episteme racionalista deductivo. Los resultados plantean la
necesidad de avanzar del modelo basado en la relación producción-consumo al
análisis de las relaciones complejas que se dan entre el ecosistema y las
culturas, estudiando el efecto de la intervención humana en los ecosistemas, incorporando
instrumentos de análisis holístico para abordar los sistemas socio-ecológicos,
los cuales hacen énfasis en la racionalidad ecológica de la agricultura
agroecológica. Se concluye en un enfoque de transición social agroecológico con
tres dimensiones: Socio-cultural (dinámicas de cooperación social); socio-política
(políticas públicas de fomento agroecológico) y eco-estructural, (manejo de los
recursos naturales), lo que debería expresar una mejor racionalidad económica
productiva del sistema agroecológico (condiciones sociales, productividad,
tecnología ambientalmente amigable), considerada como variable proxi del grado
de desarrollo.
Palabras clave: Sistemas de producción
agroecológicos; cooperación social; manejo de recursos naturales; políticas
públicas; racionalidad económica productiva.
Development of agroecological production systems: Dimensions and
indicators for their study
Abstract
In
Latin America, processes of transition and conversion of agricultural systems
from conventional production to agroecological production systems have been
promoted. However, it has not been possible to observe their development,
because the technological focus on social problems has prevailed. This research
was carried out with the objective of designing a proposal of dimensions and
indicators for the integral study of the level of development of agroecological
production systems. Methodologically it involved the analysis of approaches and
theories under a deductive rationalist episteme. The results suggest the need
to advance from the model based on the production-consumption relationship to
the analysis of the complex relationships that exist between the ecosystem and
cultures, studying the effect of human intervention on ecosystems,
incorporating holistic analysis tools to address socio-ecological systems,
which emphasize the ecological rationality of agroecological agriculture. It
concludes in an agroecological social transition approach with three
dimensions: Socio-cultural (dynamics of social cooperation); socio-policy
(public policies of agroecological development) and eco-structural, (management
of natural resources), which should express a better productive economic
rationality of the agroecological system (social conditions, productivity,
environmentally friendly technology), considered as a proxy variable of the
degree of development
Keywords: Agroecological
production systems; social cooperation; natural resources management; public
policies; productive
economic rationality.
Introducción
La faceta que mejor se percibe de la
agroecológica es la de una propuesta para producir alimentos sanos, diversos;
es menos conocido que ésta surge a partir del reconocimiento y la valorización
del saber acumulado por los pueblos indígenas y campesinos, y que luego la acción
de los movimientos sociales la ha ido convirtiendo en un elemento central de
propuesta de un nuevo modelo agrario de producción. Así, por ejemplo, la Coordinadora
Europea Vía Campesina (2014), percibe la transformación social desde la
producción y lucha campesina que va
más allá de la aplicación de técnicas o practicas agroecológicas.
Esta perspectiva campesina, plantea
cuatro principios: 1). El
sentimiento: Parte
esencial de la agroecología y está basado en la conciencia, el amor y el
respeto a la tierra, a la naturaleza y a todas las formas de vida; 2). La
comunidad: La
agroecología recupera y refuerza la confianza y la cooperación dentro y entre
las comunidades, grandes o pequeñas. La agroecología supone un cambio de
valores que implica pasar del individualismo a la cooperación, defender las
relaciones sociales igualitarias y recuperar el sentido comunitario; 3).
Derechos campesinos:
Derechos como el acceso a las semillas, a la tierra, al agua y a otros comunes,
son un requisito esencial de la agroecología; 4). Lucha y transformación
social: Es necesaria la articulación campesina y el fortalecimiento de nuestras
bases para avanzar en nuestra propuesta política. La agroecología, se
constituye en una bandera política de cambio social.
Para encontrar caminos útiles que
puedan acompañar los cambios sociales, se establecieron, en algunos casos,
parcelaciones destinadas a enfatizar grandes dinámicas de cambio cultural que
prescinde de las bases eco-estructurales del mundo; propuestas de
identificación de claves microsociales y comunitarias; o, como ocurre en
agroecología, se enfatizaron las condiciones de identificación de innovaciones
sociales sustentables, o los aspectos metodológicos para acompañar la
emergencia de procesos locales (Calle, Vara y Cuéllar, 2006).
La agroecología desde un accionar socio
político incide, en su mirada y en su praxis, sobre los procesos de cooperación
que construyen estilos alimentarios (redes de producción, distribución,
comercialización, consumo) equitativos y sustentables. La cooperación social se refiere a las estrategias colectivas en la
satisfacción de necesidades básicas que vienen marcadas, en el pasado, por la
confianza; en el presente, por el apoyo; y en el futuro, por la reciprocidad (Calle y Gallar, 2010). Estas dinámicas de cooperación no son
inherentes al ser biológico, sino que beben de la socialización propia del ser
humano para remontar sus necesidades de hambre y de amor (Harris, 1997).
La teoría
agroecológica también incorpora a la agricultura los ya mencionados conceptos
de estabilidad, resiliencia y adaptabilidad, además de los vigentes sobre
productividad, eficiencia y eficacia en la producción. El objetivo es mejorar
el bienestar, la calidad de vida y la equidad entre los agricultores (Gutiérrez,
Aguilera y González, 2008). Puesto que el
hombre, en su ambición por crear, innovar y perfeccionar, ha venido extrayendo
de la naturaleza, los recursos renovables y no renovables, sin la adecuada
reflexión, sobre la repercusión hacia su propia salud, expectativas de vida y
la permanencia de las especies en el planeta (Diaz, 2019). Para este análisis
son fundamentales los principios de especificidad de sitios, interacciones
múltiples, agrobiodiversidad y policultivos; así como los enfoques de analogía
con ecosistemas naturales, multiespeciación y facilitación; diversificación
espacial y temporal, así como efectos integradores de las técnicas de
producción agroecológica.
Un principio
esencial que se discute en este trabajo es el rediseño de sistemas
agropecuarios, como punto de partida para lograr una transformación estructural
de los métodos y técnicas de producción que definen su desarrollo. Rigby y
Cáceres (2001) enfatizan que “la agricultura implica una visión holística de la
relación entre la biota, su producción y el ambiente integral” (p.24). Esto
implica el desarrollo de sistemas de producción integrados, humanos, ambiental
y económicamente sustentables.
Ante esta
complejidad, se realizó esta investigación, con el objetivo de diseñar una
propuesta de dimensiones e indicadores para el estudio integral del nivel de
desarrollo de los sistemas de producción agroecológica; metodológicamente, requirió
una revisión documental para el análisis de enfoques y teorías, en el marco del
episteme racionalista deductivo, y así, identificar los aspectos que definen la
transición agroecológica.
1. De los
sistemas agrícolas convencionales a los sistemas de producción agroecológica
Según el informe
de la Evaluación de los Ecosistemas del Milenio, en los últimos 50 años, los
seres humanos han transformado los ecosistemas más rápido y extensamente, que,
en ningún otro período de tiempo comparable de la historia humana, lo cual
puede comprometer, para los próximos 100 años, la vida en el planeta (Farhad,
2012). En efecto, en las últimas décadas, el sistema socioeconómico y su modelo
basado en la relación producción-consumo, se ha globalizado de forma muy significativa,
impactando el sistema bio-geo-físico del planeta, de tal manera que ya se habla
de una nueva era geológica llamada Antropoceno (Crutzen, 2002); de allí la necesidad
de analizar las interrelaciones complejas que se establecen entre los ecosistemas
y las culturas o estudio de las ciencias ambientales.
En este sentido,
el estudio ambiental se basa en dos ejes interrelacionados: El de la ecología y
el de la cultura (Ángel, 1993; 1995 y 1996; Carrizosa, 2000, Cleves, Toro, Martínez y Leon, 2017). La primera con base
teórica sobre el funcionamiento de los ecosistemas, entendidos como tramas
complejas de intercambios de materia y flujos de energía e información
reguladas tanto por la influencia de leyes termodinámicas, como por leyes
ecosistémicas de equilibrio dinámico espacial y temporal. La segunda, es decir,
la cultura, ampliamente debatida como concepto unificador en las ciencias
sociales, explica los procesos adaptativos de los seres humanos a los límites
impuestos por los ecosistemas y estudia las causas y efectos de esa
intervención humana sobre los ecosistemas (Farhad, 2012).
De esta misma
manera, es importante la incorporación de nuevos instrumentos de análisis que
estén basados en una prospección holística para lograr una interacción eficaz y
efectiva entre las ciencias sociales y naturales; como el marco de los Sistemas
Socio Ecológicos (SSE’s), utilizado por primera vez por Berkes y Folke (1998),
con el objetivo de dar el mismo peso tanto a la dimensión social como a la
natural.
Se denominan SSE’s,
aquellos sistemas en los que múltiples componentes culturales, políticos,
sociales, económicos, ecológicos, tecnológicos y otros, están interactuando.
Tal es el caso de los Sistemas de Producción Agroecológicos (SPA), que se
caracterizan por ser pequeñas unidades productivas, arraigados en la
racionalidad ecológica de la agricultura tradicional, con tecnologías y
prácticas de manejo de los recursos naturales relacionadas a su cosmovisión
cultural (vinculo que se establece entre el ser humano y la naturaleza), con
propias formas de organización para el trabajo y comercialización, basado en
dinámicas sociales de cooperación y asociatividad. Estas características de los
SPA, permiten visualizarlos como Sistemas Socio Ecológicos, tal como lo
corroboran Ruiz (2006) y Altieri y Toledo (2011).
En las últimas décadas, se han impulsado procesos de
transición y conversión de sistemas agrícolas de producción convencional (monocultivos,
uso de agroquímicos, entre otros) a sistemas de producción agroecológicos
(agrobiodiversidad, reciclaje de nutrientes, entre otros), con el objeto de
promover la seguridad y soberanía alimentaria en concordancia con el cuidado
del ambiente, al principio bajo el patrocinio de ONG’s, agencias de cooperación
internacionales y en los últimos años de gobiernos nacionales y locales.
Este proceso, está
dirigido a comunidades rurales, organizaciones campesinas y pequeños
productores, a través de diversos mecanismos como: Programas de capacitación,
recuperación de la agrobiodiversidad, manejo de huertos familiares, granjas
integrales, uso de tecnologías en control integrado de plagas y enfermedades,
recuperación de semillas autóctonas, manejo ecológico de suelos, implantación
de sistemas de regadío a nivel parcelario, manejo de cosecha y valor agregado a
la producción.
Solo en Ecuador,
uno de los países pioneros en la promoción de estos sistemas agroecológicos, se
estima que existen 673 productores agroecológicos en la provincia de Imbabura (Fundación
Heifer-Ecuador, 2014), pero que representan solo el 1,9% del total de Unidades
de Producción Agropecuaria de esa provincia.
Sin embargo, no ha
sido posible observar el desarrollo de estos sistemas de producción agroecológicos
como se esperaba, debido a que las acciones han sido enfocadas principalmente a
procesos tecnológicos, pero con bajo grado de atención a importantes problemas
sociales de las organizaciones de producción agroecológica como: La reducida
cooperación social, el bajo grado de asociatividad y confianza en las organizaciones
campesinas, así como a las dificultades que se les presentan en el manejo
adecuado de recursos naturales en las unidades de producción, aunado al poco
reconocimiento y atención que otorgan las instituciones gubernamentales al gran
aporte que brindan estos sistemas de producción, en la obtención de alimentos
sanos, cuidado del ambiente y mejora en la salud de las familias campesinas y
consumidores.
En este sentido,
se observan insuficientes políticas públicas locales y nacionales que favorezcan
a los pequeños productores agroecológicos. Espinosa y Ríos (2016), indican que
el reduccionismo tecnológico no tiene en cuenta las variables sociales,
económicas y simbólicas de la cultura, para la comprensión integral del
problema ecosistémico de los territorios.
Las consecuencias
de esta situación, se evidencian en la reducida participación en redes y
cadenas productivas, restringido acceso a mercados justos, restringido acceso a
información, limitada asistencia técnica e infraestructura de apoyo a la producción
agroecológica, con efecto en la motivación de los productores para continuar
con este tipo de producción.
Según Altieri
(1995, 1999) y Gliessman (2002), los sistemas de producción agroecológicos son
biodiversos, resilientes, eficientes energéticamente, socialmente justos y
constituyen la base de una estrategia energética y productiva fuertemente
vinculada a la soberanía alimentaria. En cambio, los sistemas de producción agrícola
convencionales desplazan a la naturaleza, con sustitutos de fertilizantes
producidos industrialmente para las relaciones entre las plantas y las
bacterias que fijan el nitrógeno, saturan a los agroecosistemas en vez de
trabajar con ellos.
De Schutter (2010),
en calidad de relator especial de Naciones Unidas sobre el derecho a la
alimentación, basándose en un extenso examen de las publicaciones científicas
especializadas divulgadas en los últimos cinco años, concluye que la
agroecología es un modo de desarrollo agrícola que no sólo presenta fuertes
conexiones conceptuales con el derecho a la alimentación sino que, además, ha
demostrado que da resultados para avanzar rápidamente hacia la concreción de
ese derecho humano para muchos grupos vulnerables en varios países y entornos.
Por su parte, Calle
et al. (2006) indican que, existen elementos importantes a ser
considerados en un proceso de transición social agroecológica como la
cooperación, participación y bienes comunes. Según estos autores, la cooperación
refiere a la confianza y reciprocidad; la participación refiere a identificar
quien tiene el poder y la toma de decisiones; los bienes comunes a los recursos
naturales y culturales no solo en el sentido de posesión, sino a la facultad de
disponer legítimamente de esos recursos. La confianza puede ser entendida como
una actitud que permite la cesión voluntaria del control de recursos (Durston,
2000) y la cooperación como una acción colectiva orientada al logro de objetivos
comunes (Miranda y Monzó, 2003).
Varios autores han
destacado la importancia de las asociaciones desde la perspectiva del
"capital social", puesto que las mismas surgen como resultado de la
confianza, la cooperación entre los individuos, y son la base para una mayor
confianza y nuevos esfuerzos colectivos para llevar a cabo proyectos que beneficien
a toda la comunidad (Putnam, 1993). Asimismo, Garrido (2012), señala que las
relaciones sociales pueden afectar a la sostenibilidad económica de los agricultores
al influir, a través, por ejemplo, de la información obtenida por medio de esas
redes de contacto, en las prácticas agrícolas y en su propensión a adoptar
nuevas tecnologías. Los agricultores pueden de esa manera aprender nuevas
técnicas y conocimientos, obtener una formación informal de otros que ya han
adoptado determinada medida e incluso obtener asistencia oficial para colocar
en marcha distintas prácticas.
Desde esta
perspectiva de relaciones e información, Luhmann (2002), indica que la red de
comunicaciones tiene influencia sobre los individuos, y es mediante esta que se
perpetúa el sistema normativo, económico y tecnológico imperante en dicha
sociedad. Por tanto, los cambios referidos a la forma de producir y de consumir,
están en función de mejorar la eficiencia en el uso de la energía de los sistemas
agroecológicos y realizar un manejo agrícola menos dañino con el ambiente; al
grado de cognición ecológica de los productores, el cual está referido a la
actitud hacia las consecuencias ecológicas de sus acciones; a la conducta
ecológica que manifiestan en sus actividades y a la obligación moral que
sienten para con el ambiente (Martínez y Bustillo, 2010).
En concordancia
con estos autores, De Janvry, Rumstem y Sadoulet (1987), señalan que el
pequeño productor y las organizaciones campesinas que tradicionalmente dan un
uso y manejo sostenible de los bienes y servicios que prestan los sistemas
agroecológicos, tienen poco acceso y beneficio de los recursos políticos y
económicos; los sesgos institucionales prevalecen contra la producción
campesina, como leyes, asistencia técnica, capacitación, entre otros, y los
factores del mercado, favorecen al sector agrícola empresarial. Las políticas
públicas generalmente responden a la agricultura convencional, puesto que
plantean muchos obstáculos que impiden a los pequeños agricultores competir
adecuadamente en el mercado, limitando las oportunidades para transitar hacia
sistemas de producción agroecológicos (Altieri, 1999).
Por tanto, las
decisiones que toman los agricultores para la transición hacia una producción
agroecológica, dependen no solo de la tecnología y recursos locales
disponibles, sino también de numerosos aspectos del sistema social, económico e
institucional circundante.
En ese sentido, se
propone un enfoque teórico para el estudio del desarrollo de los sistemas
agroecológicos, basado en el modelo de transición social agroecológica propuesto
por Calle et al. (2006). Este modelo constituye una
visión de alcance medio, más que una omnicomprensiva narrativa social, cuya
finalidad es motivar reflexiones en tres
grandes dimensiones, tal como se ilustra en la Figura I, en las que se funde lo
ecológico y lo social; es decir: a) la dimensión micro-socio-cultural o de
dinámicas de cooperación; b) la dimensión socio-política relacionada con los
tipos de instituciones involucradas, bien sociales (informales, auto-organizadas)
o bien públicas (formalizadas en gobiernos o representantes) que formulan
políticas públicas; y c) la dimensión eco-estructural vinculada a los circuitos
de manejo de recursos naturales y de las tecnologías que están asociadas al
manejo de las unidades productivas.
Fuente: Calle et al. (2006).
Figura
I. Modelo de
transición social agroecológica.
Hablar de participación
cuando se trata el tema de la transición social agroecológica, supone repensar
la cuestión del poder. Señalar e identificar quién tiene el poder para definir
la realidad, la noción de verdad, y los mecanismos de toma de decisiones. La
participación que se requiere en procesos de transición agroecológica será aquella
en la que el protagonismo de las personas implicadas o afectadas por los mismos
sea claro. Donde la toma de decisiones se realiza de manera colectiva y
consensuada, desde el principio hasta el final, y donde la implicación del grupo
en las decisiones tomadas es necesaria.
Los procesos de transición
agroecológica y cambio social no pueden obviar la cuestión de los bienes
comunes: Recursos naturales y culturales. Propiedad entendida no solo en el
sentido de posesión sino también la referida a la facultad de disponer
legítimamente de esos recursos. La semilla,
ocupa un lugar singular en dicha cadena alimentaria puesto que
representa la reproducción del sistema agrícola, así los procesos de
industrialización de la semilla implican un desplazamiento de la función
reproductora agrícola del campo hacia la industria, dejando a los agricultores
en una posición de alta dependencia.
Dentro de este contexto del modelo de
transición social agroecológica, es importante considerar lo relativo al consumo local de alimentos como estrategia
de transformación social; es decir, los llamados grupos de consumo
agroecológico, toda vez que son iniciativas puestas en funcionamiento
por grupos de pequeños productores y campesinos, así como grupos de consumidores
de bienes ecológicos, que establecen lazos directos a nivel local; permitiendo
la conformación de asociaciones o cooperativas autogestionarias, aunque algunos
de ellos tienen un carácter informal, agrupando a personas del mismo
territorio, con el objetivo de fomentar la relocalización de la alimentación
ecológica, mediante las relaciones directas entre consumidores y productores, a
través de circuitos cortos de comercialización (Vivas, 2010).
En este sentido, los mercados locales
agroecológicos se caracterizan por la presencia de grupos de pequeños
productores, que realizan una feria en un determinado lugar de una ciudad o
poblado, donde se vende productos provenientes de sus fincas en las que se
aplican técnicas de producción agroecológicas. Cada grupo de agricultores asume
normas acordadas internamente que dan cuenta del proceso de transición hacia la
agricultura ecológica y observa comportamientos requeridos para el comercio y
el funcionamiento de la organización (Calle
et al., 2006). Estos modelos
de transición agroecológica que consideran los aspectos tecnológicos endógenos,
socio culturales y las relaciones con el entorno, han sido sistematizados para
su aplicación como política de gobiernos y organizaciones internacionales, para
ser validados en medio real (INDAP y FAO, 2018).
2. Desarrollo de
los sistemas de producción agroecológicos
Altieri
y Nicholls (2012), señalan que los sistemas de producción agroecológicos, son
conservadores de recursos, biodiversos, flexibles, eficientes en el uso de la
energía, bajo principios que permitan aumentar el reciclaje de biomasa, con
miras a optimizar la descomposición de materia orgánica y el ciclo de
nutrientes a través del tiempo; proveer las condiciones de suelo más favorables
para el crecimiento vegetal, en particular mediante el manejo de la materia
orgánica y el mejoramiento de la actividad biológica del suelo; fortalecer el
“sistema inmunológico” de los sistemas agrícolas, mejorando la biodiversidad
funcional (enemigos naturales, antagonistas, entre otros.); minimizar las pérdidas
de energía, agua, nutrientes y recursos genéticos mejorando la conservación y
regeneración de suelos, recursos hídricos y la diversidad biológica agrícola;
diversificar las especies y los recursos genéticos en el agroecosistema en el tiempo
y el espacio a nivel de campo y del paisaje y aumentar las interacciones
biológicas y las sinergias entre los componentes de la biodiversidad agrícola,
promoviendo procesos y servicios ecológicos clave.
Ante estas características de los sistemas agroecológicos y considerando
que: “El desarrollo es un concepto complejo, profundamente axiológico,
multidimensional, constructivista, cualitativo en su esencia, e intangible por consecuencia” (Boisier, 2003, p.7), es posible
develar elementos que permiten determinar el grado de desarrollo en el proceso
de transición de una agricultura convencional a un sistema de producción agroecológico.
De acuerdo a Fundación
Heifer-Ecuador (2014), existen tres niveles para determinar el grado de
desarrollo de los sistemas de producción agroecológico: Inicial, en transición
media y agroecológica (avanzada). En ese sentido, Venegas, Gómez, Infante y
Venegas (2018) definen a la transición agroecológica como el proceso de cambio
en las prácticas agrícolas y la readecuación biológica de un sistema
agropecuario, tendiente a la recuperación de los principios agroecológicos para
lograr resultados equilibrados en torno a la producción, la independencia de
insumos externos especialmente agroquímicos, la restauración de todos los procesos
ecológicos y sociales que le permitan acercarse a la sustentabilidad.
Desde una
perspectiva social, Caporal y Costabeber (2004), señalan que la transición
agroecológica es también un proceso social, esto implica no sólo la búsqueda de
una mayor racionalización económico-productiva, sino también un cambio en las
actitudes y valores de los actores sociales en relación al manejo y
conservación de los recursos naturales.
Según Calle et al. (2006), el vector clave del cambio social agroecológico, reside en
la capacidad de un sistema socio-ecológico para recrear y alentar dinámicas
contextualizadas de cooperación social, dirigidas al manejo sustentable y
equitativo de los recursos naturales. Es decir, si no existen condiciones para
recrear satisfactores de naturaleza endógena (redes cooperativas, estilos de
manejo, instituciones sociales, expresiones socioculturales) o estos
satisfactores no encuentran viabilidad para emerger, producir intercambios y
crear nuevas situaciones, entonces el sistema socio-ecológico reduce
drásticamente sus probabilidades de ser sustentable.
3. Dimensiones e indicadores para el estudio del desarrollo de sistemas
agroecológicos
Del modelo de
transición agroecológica se desprenden tres dimensiones fundamentales para el
análisis del desarrollo de los sistemas agroecológicos: Socio-cultural,
socio-política y eco-estructural. La dimensión socio-cultural, que involucra
las dinámicas de cooperación social, cuyo accionar colectivo promueve el
comportamiento agroecológico; la dimensión socio-política, que requiere el
análisis de las políticas públicas para verificar su fomento agroecológico; y
la dimensión eco- estructural, que se refiere al manejo de los recursos
naturales de manera cónsona con el ambiente, con tecnologías apropiadas a estos
principios agroecológicos; con todo esto, debería expresarse una mejor racionalidad económica
productiva del sistema agroecológico.
3.1. Cooperación social
La Cooperación social se define como el conjunto de estrategias
colectivas que vienen marcadas, en el pasado, por la confianza; en el presente, por el apoyo; y en el futuro, por la reciprocidad. Estas dinámicas de cooperación, se encuentran,
entrelazadas a formas sociales (comunidades, sociedades) de participación y de
sustentabilidad (Calle et
al., 2006).
Al respecto, la confianza
puede ser entendida como una actitud que permite la cesión voluntaria del
control de recursos (Durston, 2000); ello eleva las posibilidades de generar
relaciones fluidas y abiertas, así como de crear acuerdos de cooperación. Es de
suponer que el "encuentro con el otro", fomentado por la asociatividad,
favorece relaciones de confianza (PNUD, 2000).
Por su parte, la
reciprocidad surge de la necesidad de mantener un equilibrio entre lo que se da
y lo que se recibe. La reciprocidad es un tipo de obligación social que emerge
en el intercambio entre dos o más individuos o grupos (Miranda y Monzó, 2003).
La participación supone una
actitud personal, basada en la motivación por formar parte de un proceso con el
que se sienten identificados, o al que se reconoce como gratificante o
necesario; la participación implica entre otros aspectos, toma de decisiones de
manera colectiva y consensuada (Calle et al., 2006). De esta manera, puede estudiarse el grado de
confianza según la experiencia asociativa y la participación: Grado de involucramiento
en la toma de decisiones, grado de participación en redes de intercambio, en el cuidado de los bienes
comunes, en el trabajo de la parcela y grado de reciprocidad cuando siente que lo que recibe de la
organización se compensa con lo que entrega.
3.2. Políticas públicas
La política pública puede
entenderse, como un conjunto de acciones estructuradas en modo intencional y
causal, que se orientan a realizar objetivos considerados de valor para la
sociedad o a resolver problemas, cuya solución es considerada de interés o
beneficio público (Aguilar, 2009).
Las leyes son un componente
formal de una política pública, pero por sí sola no garantiza el cumplimiento
de sus objetivos y por esto el gobierno requiere de una estrategia de gestión
que permita una adecuada implementación (Torres y Santander, 2013). De manera
más explícita, las políticas públicas para el fomento de la agroecología, se consideran aquellas
acciones que tratan de fomentar modelos de agricultura “más ecológicos”,
alternativo al modelo “convencional” (Red PP-AL y FAO, 2017).
Las acciones consideradas
serán los incentivos (fiscales, económicos, ambientales) e instituciones que
impulsen y conduzcan su accionar hacia procesos de transición agroecológica. En
la dimensión política pública, se deben tomar en cuenta aspectos como la legislación, los incentivos del gobierno nacional y local, así como el apoyo de instituciones públicas y el tipo
de servicios en el ámbito de la
agroecología.
3.3. Manejo de
recursos naturales
El manejo de los recursos naturales en los sistemas agroecológicos, consiste
en conservar la tierra, el agua, los recursos genéticos vegetales y animales,
sin degradar el medio ambiente (Pearce y Turner, 1995). Por otro lado, según Altieri
(2009), es mejorar la base de recursos naturales mediante la regeneración y
conservación del agua y suelo, poniendo énfasis en el control de la erosión, manejo
de agua, reforestación, biodiversidad, entre otros aspectos ambientales.
Se propone enfocar a la dimensión
manejo de los recursos naturales bajo tres sub dimensiones: a) La conservación
de suelos y agua, considerando el grado de fertilidad del suelo y la
disponibilidad de agua para riego, así como registrar el tiempo que la unidad de
producción ha permanecido en proceso de transición agroecológica; b) La erosión
del suelo, que toma en cuenta el porcentaje de la cobertura vegetal y la
presencia de obras físicas de conservación; y c) El manejo de agro diversidad, para
lo cual debe registrarse,la rotación de cultivos, la diversidad vegetal y animal
del predio, así como el tipo de semillas que utiliza el productor.
Como consecuencia
de esa transición agroecológica, que multidimensionalmente define el grado de
desarrollo de los sistemas agroecológicos, se espera un cambio en la racionalidad
económica productiva del productor en su predio.
3.4. La racionalidad económica productiva
Desde una visión
economicista, se considera que las relaciones sociales de una persona o sus
valores compartidos con una comunidad, pueden ser un tipo de capital (capital
social), solo cuando las acciones de esa persona o agente económico, se llevan
a cabo desde una racionalidad que guíe su comportamiento hacia la búsqueda del
máximo beneficio económico (Lobato, 2002). Sin embargo, continúa el autor
indicando que, la corriente teórica de la sociología económica, se basa en la visión
de la economía como un componente del entorno social, siendo la sociedad
siempre la referencia básica. Se contemplan las acciones económicas como un
conjunto de acciones sociales muy diversas, entre las que se incluyen acciones
guiadas por un comportamiento racional maximizador, pero también acciones
basadas en otras guías, ya sean éstas también consideradas como racionales
(otro tipo de racionalidad) o no racionales (Lobato, 2002).
Según Landini (2011),
cuando los campesinos toman decisiones en el ámbito de la producción, la
comercialización, el ahorro, la inversión y el consumo, es decir, en el ámbito
de la economía, lo hacen a partir de un conjunto de parámetros, reglas y
supuestos propios, que no se identifican con la lógica capitalista de mercado.
De manera que, la producción y la economía deben redimensionarse dentro de una
nueva racionalidad. Para ello será necesario repensar los conceptos marxistas
de relaciones sociales de producción y desarrollo de las fuerzas productivas
desde los potenciales de la naturaleza y los sentidos de la cultura.
Ello implica
desplazar la teoría económica fundada en la productividad del capital, el trabajo
y la tecnología, hacia un nuevo paradigma fundado en la productividad ecológica
y cultural, en una productividad sistémica que integre el dominio de la
naturaleza y el mundo de vida de sujetos culturales en las perspectivas
abiertas por la complejidad ambiental (Leff, 2004; Finol, Hernández y Ocando, 2019).
Del desquiciamiento de la naturaleza y de la razón que se expresa en la crisis
ambiental, emerge una nueva racionalidad para reconstruir el mundo, incorporando
en el ser la racionalidad ambiental, la cual construye nuevos mundos de vida en
la rearticulación entre la cultura y la naturaleza.
Si se
observa lo que acontece en la realidad, puede apreciarse, que las actividades
productivas han transgredido permanentemente los principios ecológicos de no consumir
recursos naturales a una tasa mayor que la de reposición, no consumir recursos
naturales no renovables a una tasa mayor de la creación de sustitutos, y no
contaminar a una velocidad mayor que la capacidad de absorción de la biosfera
(Yurjevic, 1998).
Significa que la
racionalidad económica productiva que construye el capital social agroecológico,
considera las condiciones sociales necesarias para la vida del individuo
integrado a su comunidad, en un sistema agrícola productivo con manejo adecuado
de la tecnología amigable con el ambiente, fundamentado en el grado de
cognición desarrollado al respecto, promoviendo los beneficios tangibles e intangibles
del vivir agroecológico.
En consideración con lo antes planteado, se
hace necesario conocer los productos disponibles para el autoconsumo en la familia, la superficie
destinada a la agricultura, el ingreso, el número y tipo de productos para la
venta, los canales de comercialización, el uso de agroquímicos y la titularidad
del predio, para configurar un panorama de la seguridad alimentaria, económica,
ambiental y jurídica del productor y su familia, y por otra parte, al llevar
cuenta de la calidad de la vivienda, del acceso a servicios públicos, de la educación,
del grado de satisfacción del sistema agroecológico y del grado de conocimiento del aporte de la agroecología,
se configurará un estado social y de conciencia ecológica. La integración de
estos dos bloques de indicadores conformará la racionalidad económica
productiva, la cual se considerará como variable proxi del desarrollo.
Conclusión
Las organizaciones
campesinas construyen día a día el tejido social, saberes y catalizan los
recursos del medio rural; edifican la institucionalidad de los territorios y
son receptivas de ser orientadas hacia fines específicos, como la transformación
de sus sistemas de producción agrícola convencionales a sistemas de producción
agroecológicos. Para ello, es necesario trascender el modelo basado en la
relación producción-consumo sumamente globalizado, hacia un modelo de análisis
de las relaciones complejas que se dan entre el ecosistema y las culturas
(sistema socio-ecológico), el cual hace énfasis en la racionalidad ecológica de
la agricultura agroecológica.
En este sentido, y
dado que, las decisiones que toman los agricultores para la transición hacia
una producción agroecológica, dependen de aspectos tecnológicos, sociales y del
sistema social, económico e institucional circundante, se propone el modelo de
transición social agroecológico de Calle et
al, (2006) con tres dimensiones: Socio-cultural (dinámicas de cooperación
social); socio-política (políticas públicas de fomento agroecológico) y
eco-estructural, (manejo de los recursos naturales), todo esto, debería expresar
una mejor racionalidad económica productiva del sistema agroecológico, (condiciones
sociales, productividad, tecnología ambientalmente amigable) la cual se
considera la variable proxi del grado de desarrollo de estos agroecosistemas.
El enfoque construido para el estudio del desarrollo de sistemas agroecológicos
es en modo alguno exhaustivo, el proceso conformación teórica es continuo y
podrá validarse en medio real, su
análisis permitiría llevar acciones encaminadas a expandir los márgenes de
oportunidades, democracia y bienestar de los individuos, creando un nuevo
escenario de desarrollo de los sistemas de producción agroecológicos.
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* Doctor(c) en Ciencias
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Desarrollo Humano Sustentable. MSc. en Gestión de los Recursos Naturales y
Ambiente. Ingeniero Agrónomo Docente de la Universidad Andina Simón Bolívar,
Ecuador. E-mail: cevallos1963@hotmail.com.
ORCID: https://orcid.org/0000-0002-6445-5712
** Doctora en Economía Agroalimentaria y Desarrollo
Rural (Universidad de Córdoba, España). Diploma de Estudios Avanzados (Universidad
de Córdoba, España). Magister Scientiarum en Producción Animal (LUZ). Ingeniera
Agrónoma. Profesora Titular en el Departamento de
Ciencias Sociales y Económicas de la Facultad de Agronomía de la Universidad del Zulia,
Venezuela. E-mail: fatimaurdanet@gmail.com ORCID: https://orcid.org/0000-0002-5378-7287
*** Magister y PhD en Ciencia del Suelo. Ingeniero
Agrónomo, Agrólogo. Docente-Investigador Titular de la Universidad de Los Andes
(ULA), Núcleo
NURR-ULA, Venezuela. E-mail: jaimes.5060@gmail.ve
ORCID: http://orcid.org/0000-0003-3653-0241
Recibido: 2019-02-09 · Aceptado:
2019-06-02