Economía social como alternativa ante una
sociedad post coronavirus
Rocha Flórez, Juan José
Julio Rodríguez, Jeysson Juvenal
Semprun Romero, Rafael Ángel
Resumen
El COVID 19 ha impactado en todos los
estamentos de la sociedad, por lo que algunas voces se levantan para advertir
el impacto económico que se espera de esta pandemia. Por tanto, se deben buscar
soluciones integrales que prioricen la condición humana antes que la maximización
de las utilidades. Asimismo, la economía social recobra fuerzas como alternativa
para frenar el impacto generado por esta crisis. El presente artículo tiene
como fundamento describir el papel que puede desempeñar la economía social en
un mundo posterior al COVID 19. Para lograrlo se plantean algunas definiciones
sustentadoras como soporte teórico. Metodológicamente se basó en un enfoque cuantitativo,
de tipo descriptivo con un diseño no experimental y transaccional, la población
estuvo conformada por 14 profesionales con experiencia universitaria en áreas económicas
o sociales, la técnica manejada fue la encuesta y como instrumento un
cuestionario tipo Likert. La validez fue ponderada por la evaluación de tres
expertos y la confiabilidad por la aplicación del coeficiente Alfa Cronbach. Los
resultados arrojaron que existe evidencia de una crisis económica creada por
esta pandemia, sin embargo, se concluye que, la economía social plantea
alternativas, posteriores al Covid 19, que pueden mejorar el crecimiento
económico y productivo en Latinoamérica.
Palabras clave: Pandemia; economía
social; COVID 19; impacto económico; desarrollo sostenible.
*
Magister en Informática
Educativa. Especialización en Didáctica de las
Matemáticas. Licenciado en Educación Básica con énfasis en
Matemática. Profesor de la Universidad Corporación Reformada de Barranquilla,
Colombia. ORCID: https://orcid.org/0000-0003-4205-9265
** Especialización en Gerencia de
Proyectos. Contador Público. Profesor de la Universidad Corporación Reformada de
Barranquilla, Colombia. Asesor de empresas en contaduría, tributaria y
revisoría fiscal, y auditoria. ORCID: https://ordid.org/0000-0002-4676-5696
*** Magister en Planificación
Educativa. Licenciado en Matemática y Física. Profesor de la Universidad Rafael
Belloso Chacín (URBE), Venezuela y Profesor Investigador y Tutor de La
Universidad del Zulia (LUZ), Venezuela.
Recibido:
2020-12-02 · Aceptado: 2020-02-19
Social economy as an alternative to a post coronavirus
society
Abstract
COVID 19 has impacted all levels of society, which is why some voices
are raised to warn of the economic impact expected from this pandemic.
Therefore, comprehensive solutions must be sought that prioritize the human
condition over profit maximization. Likewise, the social economy is regaining
its strength as an alternative to curb the impact generated by this crisis.
This article is based on describing the role that the social economy can play
in a post-COVID 19 world. To achieve this, some supportive definitions are
proposed as theoretical support. Methodologically, it was based on a
quantitative, descriptive approach with a non-experimental and transactional
design, the population was made up of 14 professionals with university
experience in economic or social areas, the technique used was the survey and a
Likert-type questionnaire as an instrument. The validity was weighted by the
evaluation of three experts and the reliability by the application of the Alpha
Cronbach coefficient. The results showed that there is evidence of an economic
crisis created by this pandemic, however, it is concluded that the social
economy raises alternatives, after Covid 19, that can improve economic and
productive growth in Latin America.
Keywords: Pandemic; social economy; COVID 19; economic impact; sustainable
development.
Introducción
La actual crisis generada
por la pandemia del COVID 19 ha impactado en todos los estamentos de la
sociedad y aunque de momento la mayoría de los esfuerzos se encuentran
enfocados hacia la erradicación de este flagelo, algunas voces ya se levantan
para advertir el impacto económico que, a mediano y largo plazo se puede
esperar de esta situación. Si bien, antes de que esta pandemia se generara,
muchos economistas y científicos sociales advertían el desencadenamiento de una
crisis económica que afectaría todas las esferas del quehacer humano, con el
desarrollo de este evento, sus presagios se convierten en una inminente
realidad, ante la cual se deben buscar soluciones integrales que prioricen la
condición humana por encima de la maximización de las utilidades.
En este escenario, complejo
y multicausal, la Economía Social (ES) vuelve a recuperar fuerzas, como
alternativa para frenar el impacto social, económico y ambiental, generado por las
propuestas neoliberales implementadas en algunos países de Latinoamérica (Luna-Nemecio,
2020). Entendida como un conjunto de prácticas que tienen como propósito
mejorar las condiciones de vida de las personas (las cuales se priorizan antes
que los beneficios monetarios). La economía social comprende actividades de
producción, distribución, financiación y consumo, tendentes a democratizar la
economía y erradicar los monopolios (Pérez y Extcezarreta, 2015).
Desde esta perspectiva, lo
que se busca es una redefinición de los procesos productivos en los cuales la
finalidad última no sea el incremento de las ganancias, sino la promoción de la
solidaridad en todas las etapas de la cadena productiva. Esto con el fin de
beneficiar a productores, distribuidores y consumidores, antes que a las
corporaciones nacionales o transnacionales. Se trata, entonces, de un enfoque
orientado hacia la empresa privada, en el cual el Estado puede garantizar
financiamiento, exoneración de algunos impuestos o licencias para la
producción, sin que por ello ejerza un control en torno a las decisiones
operativas en estas organizaciones.
Partiendo de estas
consideraciones, el presente artículo tiene como fundamento describir el papel
que puede desempeñar la economía social en el marco de un mundo posterior al
COVID 19 y en el que sin duda se deberán redefinir las relaciones entre el Estado
y la sociedad, pero también entre productores y consumidores. Para lograr este
cometido se plantean algunas definiciones sustentadoras en torno a la economía
social, lo que servirá de precedente para ahondar en sus principios,
limitaciones y ventajas.
Posteriormente, se exponen
algunas de las consecuencias que, a nivel económico, comienzan a vislumbrarse en
el ámbito mundial y en el caso particular de los países latinoamericanos a raíz
de la pandemia generada por el COVID 19, reflejadas en indicadores emanados por
la CEPAL y el Banco Mundial, a lo que se suman algunas consideraciones en torno
a la incidencia que ha tenido la economía social ante crisis económicas
precedentes y el papel que esta podría jugar frente a esta nueva contingencia.
1. Algunas definiciones
sustentadoras
La economía social, es un
modelo que tiene como finalidad una distribución más equitativa de los bienes.
Se fundamenta en los preceptos de la economía clásica al asumir que los
recursos son limitados y que se debe hacer un máximo aprovechamiento de estos.
Para Fonteneau, et al. (2010), su prioridad siempre van a ser las personas
antes que la maximización de ingresos, por lo cual sus prácticas se encuentran orientadas
a una distribución equitativa de los bienes para que el beneficio sea más
igualitario.
Este concepto presenta
algunas variaciones, que van a depender de las legislaciones de los países en
los que se aplica, así, por ejemplo en Argentina, es
considerada de acuerdo con Torres (2019) como “una alternativa de reinserción
social y laboral para determinados colectivos poblacionales en situación de
vulnerabilidad” (p.1); mientras que en España, es asumida a través de la Ley 5
de 2011, como “todas aquellas actividades económicas y empresariales que, a
nivel privado, llevan las organizaciones cuya producción va destinada al
interés colectivo” (Jefatura del Estado Español, 2011, p.1). En el caso
particular de Colombia, la Ley 454 de 1998 considera en su artículo 2 a la
economía social como “un sistema socioeconómico y ambiental basado en prácticas
autogestionarias solidarias, democráticas y humanistas sin ánimo de lucro”
(Congreso de Colombia, 1998, p.1).
En función a estas
afirmaciones, cada país le otorga una connotación diferente, pero en todos los
escenarios se remite a un modelo económico fundamentado en los valores de
solidaridad y trabajo en equipo. Un modelo, en el cual la producción de bienes
o servicios es una responsabilidad compartida, como igualmente compartidos son
los beneficios que se desprenden de esta actividad. Uno de los referentes más
antiguos en torno a la economía social se encuentra en la obra de Antoine
(1839), donde se la define como un modelo subordinado a los principios de la
moral por encima de la acción política y cuya finalidad “es la prosperidad
material y la riqueza social” (p.24).
En un contexto más reciente,
Bruna (2010), plantea que las organizaciones enfocadas en la economía social se
orientan hacia las necesidades colectivas, sumando esfuerzos para que la
consecución y gestión de los recursos constituya una responsabilidad de todos. Asimismo,
Roitman (2016) afirma que toda economía es de por sí un producto social, sin
embargo, al acuñar este calificativo se remite a un conjunto de prácticas que
se llevan a cabo a través de empresas cooperativas, mutuales y asociaciones, en
las cuales existe autonomía en los procesos de gestión y donde las decisiones
se toman a partir del consenso, “como una forma de generar acercamientos entre
los diversos actores sociales” (Calle e Isaza, 2019, p.158).
Para León (2016), las dos
primeras décadas del siglo XXI han sentado un precedente en lo que respecta a
la economía social en los países latinoamericanos. En el escenario particular
de esta región, los principios de esta práctica han conseguido respaldo en
otras propuestas como la filosofía del buen vivir (Sumak Kawsayenkichway Suma Qamaña) de los Aimara y en
la cual se
promueve la convivencia armónica con la naturaleza, así como con los otros
seres humanos.
Se trata de una concepción de la existencia que tiene
su origen en las manifestaciones ancestrales de las culturas aborígenes
andinas. Estos fundamentos se han revalorizado con el paso de los años, pues se
sustentan en los principios de equidad social y sustentabilidad ambiental que
defienden muchas comunidades minoritarias, grupos de ambientalistas, así como
los defensores de la economía social. De hecho, algunos fundamentos de esta filosofía
han sido considerados en investigaciones en torno a la economía y la gerencia
organizacional que no se encuentran necesariamente vinculados a los principios
de la economía social (Hernández y Santiago, 2016).
Partiendo de estas consideraciones, se puede asumir
que la economía social es el resultado de un consenso donde las necesidades y
potencialidades colectivas se fusionan para dar paso a nuevas formas de
producción destinadas al beneficio común. Si bien el interés prioritario no es
la maximización de las ganancias, esto no implica que las organizaciones
orientadas hacia este enfoque dejen de ser competitivas o que puedan
expandirse.
2. Principios, limitaciones y ventajas de la economía
social
Como toda disciplina
emergente, la economía social presenta una serie de principios, limitaciones y
ventajas que se deben tener en consideración antes de implementarla en una
empresa u organización basada en el cooperativismo. De acuerdo con el
Laboratorio de Innovación Económica y Social (2017), el axioma fundamental de
la economía social es la distribución equitativa entre todas las personas que
hacen vida en la empresa. Aun así, existen otros fundamentos sobre los que se
sustenta esta praxis como lo son la garantía de un empleo digno y estable, la
calidad de vida de todos los empleados, además del desarrollo de prácticas
productivas basadas en el desarrollo sustentable.
En atención a estas
consideraciones, Vicente (2019), señala que el principio rector de la economía
social es la armonización entre las personas y las organizaciones, quienes se
unen en un esfuerzo colectivo para dar respuestas más integrales a la sociedad
y en donde la ética personal y profesional se antepone a la rentabilidad. Es
por ello, que la economía social pudiera considerarse como una economía de los
valores, en la cual no solo se respeta la condición humana, sino también a la
propia naturaleza, lo que trae consigo un aprovechamiento racional de los
recursos que provee el medio.
Para el Ayuntamiento de
Madrid (2018), el principio rector de la economía social es la autogestión,
pues a través de ella se empodera a los colaboradores, generando “una cultura
liberadora” (p.1), en la cual el sujeto no se siente dependiente de la empresa
a la que presta sus servicios, sino responsable con la misma. Esto, sin duda,
cambia significativamente la perspectiva con relación al trabajo, pues la
prioridad deja de ser la de cumplir con lo asignado y se convierte en servir a
todos aquellos que pudieran beneficiarse con la producción generada.
Otro principio rector de la
economía social, es la producción sin fines de lucro, lo cual para Chaves y
Monzón (2001), no significa prescindir de las utilidades, sino hacer una
distribución más justa de estas, de manera que los beneficios de la producción
colectiva se repartan equitativamente entre todos y no se convierta en la
oportunidad para enriquecer a una sola persona o grupo minoritario.
En esta coyuntura, la
Confederación Social de Comisiones Obreras (2010), considera que el principio
que dinamiza a la economía social es la generación de empleo de calidad, con el
cual se mejoren significativamente las condiciones de vida de un mayor número
de la población. Para ello, se plantean nuevas formas de producción y desempeño
laboral, las cuales favorecen la competitividad de estas empresas en el mercado,
evitando los monopolios, el acaparamiento y, sobre todo, la explotación del
hombre por el hombre, logrando la “disminución
de niveles organizativos, para crear estructuras más planas; el trabajo en equipo,
que permita la conciliación e igualdad de oportunidades” (Cervantes, 2020,
p.146).
Otro aspecto determinante,
es el carácter democrático que reviste a la economía social, por tanto las
organizaciones fundamentadas en este modelo actúan a partir de decisiones
consensuadas, en las cuales cada quien tiene el derecho de emitir sus
consideraciones y ser escuchado, contrario a lo que sucede en la economía
convencional, donde las resoluciones son tomadas en función al comportamiento
de los mercados o el incremento de las ganancias, por lo cual el personal solo
es notificado sobre las medidas a tomar o, en algunos casos, solo son escuchados
sin que sus opiniones sean vinculantes (Austroulakis, 2013).
La implementación de estos
principios ha resultado efectiva en muchas empresas, sin embargo, como modelo
económico, la economía social busca trascender el contexto de las
organizaciones para insertarse en las sociedades, estableciendo nuevas formas
de producción y relacionamiento con el medio donde se erradiquen progresivamente
los excesos que acarrea la producción desmedida y la competitividad, al mismo
tiempo que se redimensiona la condición humana a fin de que los colaboradores
dejen de ser un simple recurso para transformarse en la razón de ser que motiva
la economía.
Pareciera entonces, que se
tratara de dos posturas antagónicas en torno a un mismo objeto de estudio, pues
bajo los preceptos de la economía convencional, los sujetos deben trabajar para
que esta se mantenga a flote, reduciendo las posibilidades de crisis o
recesión, mientras que, desde la perspectiva de Tapia y Alvarado (2019), la
economía social, se amolda a las necesidades humanas para subsanar las brechas
que existen entre los diferentes estratos de la sociedad.
Pese a lo anterior, aún
existen muchas limitaciones que restringen la aplicación generalizada de la
economía social, la principal de ellas quizá sea la ausencia de una consciencia
colectiva en torno a la necesidad de cambiar el modelo productivo para dar paso
a nuevos esquemas, basados en una sana relación con las personas y con el
medio. Esto se debe, a lo que algunos teóricos como Hodge (2012), consideran
desaciertos en la racionalidad económica, lo cual se deriva de “la falta de
consenso entre la ciencia económica, la ética y la teología” (p.475).
A esto se debe añadir la
continuidad de prácticas contraproducentes, que aún persisten en muchas
empresas fundamentadas en la economía social, pero que tienen sus orígenes en las
deficiencias acarreadas a partir de la Revolución Industrial. De acuerdo con el
Ayuntamiento de Madrid (2018); y Neusa, et al. (2019), esto se refleja en las
deficientes condiciones ergonómicas que propician el deterioro de la salud, así
como la exposición a largas jornadas labores que terminan afectando física y emocionalmente
al empleado.
Otras limitaciones estarían
dadas por las legislaciones de aquellos países en los que se viene
implementando la economía social, pues como destaca el Senado de la Nación
Argentina (2015), la mayoría de los países en América Latina y el Caribe
cuentan con disposiciones para regular la materia. No obstante, las concesiones
y oportunidades, que se le confieren a las empresas basadas en la economía
social limitan su competitividad con las grandes corporaciones nacionales o
transnacionales que operan en cada una de estas naciones.
De igual manera, otra de las
limitaciones estaría dada por lo que Roas (2020), considera “la necesaria
deconstrucción del sentido de desarrollo impuesto por dos siglos de capitalismo
y su lógica económica” (p.62). Desde la perspectiva de este autor, los métodos
y procedimientos que rigen la economía actual se encuentran arraigados en el
imaginario colectivo, por lo que son sustentados por empresarios y empleados o,
en el peor de los casos, por explotadores y explotados.
Ante esta realidad, toda
innovación en el plano económico, requiere de una concientización previa en la
que además de considerarse los fundamentos de la economía y sus implicaciones
en este nuevo enfoque, se aborden los valores sobre los que se sustenta esta
praxis, a saber: Solidaridad, trabajo en equipo, responsabilidad compartida,
equidad, entre otros. Requiere, asimismo, un trabajo interdisciplinario en el
cual lo social, cultural, político y lo económico, se articulen para dar forma
a un nuevo modelo de producción que vaya mucho más allá de las empresas, con el
fin de imbricarse en el seno de las sociedades actuales.
Una vez subsanados estos
inconvenientes, lo que implica un trabajo sostenido, se podrían considerar las
diferentes ventajas que aporta este nuevo modelo económico y que sin duda
contribuirían a cerrar las brechas sociales, culturales y educativas, que
actualmente aquejan a las economías latinoamericanas, en las cuales, según datos
aportados por la Comisión Económica para América Latina y El Caribe (CEPAL, 2017)
el 30,2% de la población vive en situación de pobreza y el 10,2% en condiciones
de pobreza externa.
En este sentido, los
actuales enfoques de la economía no abogan por un nuevo enfoque económico, o lo
que Corragio (2016) considera otra economía,
sino por la generalización de un modelo de producción ya existente que
puede coexistir con economías capitalistas en las que se quiera focalizar “la
acción en los más pobres” (p.21). Es, por tanto, una alternativa viable ante la
pobreza extrema que azota a muchos países de la región, ofreciendo condiciones
dignas de trabajo y la reivindicación de los derechos sociales.
Partiendo de estas
consideraciones, la economía social ofrece innumerables ventajas, una de ellas
es la de perfilarse como un modelo pensado por y para las personas, lo cual la
deslinda de las formas de producción y explotación capitalista, pero también de
los controles gubernamentales que suelen utilizarla como trampolín para saltar
hacia un modelo económico socialista. Por tanto, el compromiso de la economía
social es con las personas, en el marco de una interacción armónica con el
medio, como única vía para alcanzar un desarrollo integral donde la condición
humana se anteponga a la obtención desmedida de capitales.
3. Impacto económico del
COVID 19
Sin duda el COVID 19, ha
sido un evento que ha trastocado los diferentes estamentos de la sociedad a
escala global. Personas, instituciones, gobiernos y sistemas, han tenido que
redefinir sus prácticas cotidianas y adecuarlas a las limitaciones que plantea
una pandemia que si bien fue advertida por los científicos con algunos años de antelación,
agarró al mundo desprevenido, para demostrar la vulnerabilidad en la que aún se
encuentra la especie humana.
El sector económico es, sin
duda, uno de los más afectados ante esta emergencia, lo que se corrobora en las
estimaciones de la CEPAL (2020), donde se advierte que los efectos de esta
pandemia en las economías emergentes y desarrolladas serán superiores a los de
la crisis de 2008 – 2009. En esta coyuntura, los países latinoamericanos sufrirán
pérdidas significativas en sus relaciones comerciales, las cuales afectarán la
oferta y la demanda, así como la interrupción en las cadenas de producción. Las
cifras manejadas por este organismo demuestran que la región experimentó un
leve crecimiento en el 2019 de 0,1% por lo que se estimaba que para el 2020
fuese de un 1,3% lo que sin duda se vio obstaculizado por la emergencia
generada por la pandemia.
A lo anterior se suma una
contracción de -1.8% del Producto Interno Bruto en los países de la región (CEPAL,
2020), lo que conlleva a un incremento en la tasa de desempleo, sumado a un
aumento significativo de la pobreza. Ante esta realidad, las políticas
gubernamentales se han enfocado en el aumento del gasto social, a fin de
ofrecer una mayor protección a los grupos mayormente vulnerables, entre otras
resoluciones que si bien sirven para paliar los efectos de esta pandemia,
difícilmente podrán mantenerse en el mediano o largo plazo, cuando ya se haya
superado la emergencia sanitaria, pero aun persista la emergencia económica y
la social.
Otros organismos como el
Banco Mundial (2020), consideran que el impacto de la pandemia es la peor
crisis que ha sufrido la humanidad desde la II Guerra Mundial, por lo que las
actividades económicas se reducirán en un 5,2% con relación al 2019. Esta
situación afectará en diferentes medidas a las economías avanzadas y los
mercados emergentes, impactando directamente en sectores como el comercio, el turismo,
así como las exportaciones e importaciones de productos básicos.
La situación de Colombia no
dista mucho del panorama reflejado a nivel internacional, de acuerdo con
Bonett, et al. (2020), en un informe presentado para el Banco de la República,
la economía del país mantuvo un buen comportamiento durante el 2019, lo cual la
llevó a alcanzar una tasa de crecimiento de 3,3% que supera significativamente
al promedio de la región que de acuerdo a la CEPAL (2020) creció a una tasa
estimada de escasamente 0,1%.
Ante esta panorámica que ya
comienza a vislumbrarse, la economía social puede jugar un papel determinante en
la reinserción laboral de aquellos que han quedado sin empleo, pero también
como alternativa viable ante los desaciertos que la economía neoliberal ha
tenido durante las últimas décadas y que han contribuido, entre otras cosas, al
deterioro progresivo del medio ambiente y a un incremento exponencial en las
condiciones de desigualdad que se evidencian en Colombia.
La economía social, puede
constituirse en una alternativa viable para los países de Latinoamérica, sin
embargo, cuando se habla de ella, como alternativa ante las crisis económicas,
las opiniones parecieran estar divididas. En efecto, algunos autores como Jaén
(2017), consideran que el comportamiento de las empresas basadas en la ES es
similar al de las empresas convencionales, al enfrentar una crisis como la
experimentada en Europa y Estados Unidos entre el año 2008 y 2009, por lo que
sostienen que esta no representa la mejor alternativa para las economías
desarrolladas o en vías de desarrollo.
Otros estudios, como el reflejado
en la Declaración de Madrid (Gobierno de España, 2017), destacan “la necesidad
de promover las empresas basadas en la economía social, ya que estas no tienen
la política de despedir a su personal en tiempos de crisis” (p.1). Esto
significa, que a pesar de la posible disminución en las utilidades, se
mantendrán los puestos de trabajo, al tiempo que se establecen iniciativas
consensuadas para estabilizar e incrementar progresivamente las ganancias. En
el mencionado documento se estimula la economía social y su inserción “en las
actividades educativas, formativas y de capacitación profesional para la
adquisición de competencia y aprendizajes a lo largo de la vida” (p.3).
Lo expuesto en el párrafo
anterior, corrobora lo planteado previamente por Roas (2020), al señalar que un
modelo de gestión basado en la economía social necesariamente pasa por un
proceso de formación y concientización del colectivo, a fin de que sustituyan
los valores individualistas por prácticas productivas fundamentadas en los
valores sociales. A esto se debe añadir un apoyo sostenido por parte del Estado
,en el cual la financiación y dotación de recursos se realice en consonancia
con el nivel de productividad que vaya demostrando la empresa, lo que se
reflejará en la consecución de las metas pautadas en los lapsos de tiempo
previstos.
4. La economía social como
fuente de desarrollo sustentable
Uno de los principales retos
que se ciernen sobre la economía social es la de servir como plataforma para el
desarrollo sustentable. Con este último se procura, recapacitar e indagar “reacomodos
de cómo los ciudadanos deben de vivir mejor en la tierra, y el deber ser del
cuidado de los espacios de recursos naturales y no renovables para el futuro,
los cuales se le debe fortalecer para futuras generaciones” (Guillén, 2020,
p.295).
Sobre este particular, Pardo
(2006) señala que las practicas económicas solidarias le conceden al ser humano
el desenvolvimiento de sus capacidades y potencialidades en función de mejorar
su patrimonio tanto biofísico como cultural. Esto sin duda garantiza su
continuidad como especie a lo largo del tiempo. En este sentido, la ES se
enfoca, con el apoyo de los entes gubernamentales, hacia aquellos grupos en
situaciones de exclusión, promoviendo en ellos practicas conservacionistas que
les permitan generar bienes y servicios sin comprometer el medioambiente en el
que se encuentran inmersos.
Al respecto, Toro (2001) manifiesta
que la economía social puede constituirse como un tercer sector productivo,
capaz de contrarrestar el flagelo del desempleo a través de prácticas
solidarias enfocadas hacia aquellos sectores en condición de vulnerabilidad y
exclusión social. Para ello, se hace necesario establecer que estas constituyen
empresas del sector privado, puesto que no son gestionadas por entes del Estado,
sin embargo, “su vocación hacia lo público y sus propósitos sociales, pueden
contribuir a frenar los niveles de desempleo en países con economías en vías de
desarrollo” (p.13). En ese sentido, Macías (2020) sostiene que “la iniciativa privada
solidaria, el compromiso personal de los ciudadanos anónimos, o relevantes, ha
sido fundamental en el control y minimización de los efectos que provoca la
enfermedad pandémica” (p.19).
En consecuencia, la economía
social se plantea como una alternativa para la activación del sistema
productivo en tiempos de recesión o crisis económica. A tal efecto, Tapia, et
al. (2017), consideran que bajo este enfoque se pueden establecer iniciativas encauzadas
en las particularidades del contexto, lo que permite un desarrollo integral encauzado hacia la transformación de la
estructura productiva del territorio, como fundamento para mejorar la calidad
de vida de la población.
5. Metodología
La metodología aplicada, se
basó en una corriente de investigación de estilo positivista cuantitativo,
partiendo de la función del estudio se manejó un tipo de investigación descriptiva,
con un diseño no experimental y transversal. Para la recolección de los datos,
se utilizaron fuentes primarias de información, donde la población seleccionada
quedó conformada por 14 profesionales, entre ellos, 3 trabajadores sociales, 4
economistas, 3 administradores, 2 politólogos, y 2 comunicadores sociales, todos
ellos con experiencia en la docencia universitaria, además de sólidos
conocimientos en el área social y económica. Cabe destacar que los mismos se
encuentran en diferentes países de Latinoamérica (Colombia, Venezuela, Chile,
Ecuador).
Como técnica para la
recolección de información, se aplicó la
encuesta, mientras que el instrumento, recayó en un cuestionario cerrado estilo
Likert con cinco alternativas de respuesta del 1-5 constituido por 17 preguntas
en formato online, las opciones de respuesta y su valoración fue: De
acuerdo, medianamente de acuerdo, ni en acuerdo ni en desacuerdo, medianamente
en desacuerdo y en desacuerdo; donde tales ítems fueron realizados con
base al análisis documental de fuentes relacionadas con el contexto estudiado
presentado en la fundamentación teórica, a partir de lo cual se pretende
obtener información de las variables. Para la validación del instrumento, se
utilizó la validez de contenido, la cual fue valorada por tres expertos: Uno en
metodología de la investigación, un economista y un trabajador social con
experiencia a nivel universitario.
En lo concerniente a la
confiabilidad, se trabajó con la aplicación de una prueba piloto a dos sujetos profesionales,
uno en economía y el otro en trabajo social, ambos con experiencia
universitaria para obtener características similares a los profesionales encuestados.
Esto arrojó un coeficiente de Alfa Cronbach de 0,84, lo cual de acuerdo al
baremo ofrecido por George y Mallery (2003), se encuentra en una tendencia de
bueno.
El instrumento en cuestión,
se divide en tres partes o dimensiones: La primera, posee nueve (9) preguntas
que están relacionadas con los principios, limitaciones y ventajas de la
economía social, cuyas preguntas fueros extraídas de la fundamentación teórica
planteada para tal tema. Asimismo, se repartieron en tres partes, la primera,
relacionada con los principios con 5 ítems; la segunda con las
limitaciones con
2 ítems; y la tercera, las ventajas con 2 ítems.
De igual forma, para la segunda parte se realizaron 5 ítems
relacionados con el Impacto económico del COVID 19. Igualmente se
tomó en cuenta para su formulación las fuentes primarias relacionadas con la
temática. Por último, la tercera parte del instrumento, contiene 3 ítems
que midieron la economía social como fuente de desarrollo sustentable.
Cabe destacar, que debido a
las consideraciones y prohibiciones desarrolladas a causa de la pandemia, el
instrumento de recolección fue aplicado en línea lo que pudiera considerarse
por un lado como una limitación del estudio, sin embargo, también proporciona
la ventaja de encuestar sujetos de diferentes países latinoamericanos con la
finalidad de realizar un estudio con una fundamentación internacional. La recolección
de los datos, se llevó a cabo entre los meses de noviembre de 2020 y enero de 2021.
Una vez aplicado el instrumento de recolección de datos, se procedió a su
tabulación y análisis a través de la estadística descriptiva, basado en
frecuencias absolutas y relativas.
Se resalta la idea, de que
este estudio muestra características de un modelo de producción que puede
ayudar a mejorar los impactos económicos que han sido generados por la pandemia
mundial, sin embargo, para saber con exactitud si las ideas planteadas fueron
de provecho práctico, se tendría que realizar una futura investigación unos
meses después de haber concluido la pandemia generada por el COVID 19.
6. Resultados y discusión
A continuación se evidencian
los resultados de los datos obtenidos a través del instrumento aplicado. Al indagar sobre los principios,
limitaciones y ventajas de la economía social, se evidencia en la Tabla 1 que
la tendencia es favorable al hecho de que la economía social realiza una
distribución equitativa de las ganancias económicas con un 57%, mientras que un
43% consideró estar medianamente de acuerdo con ello. Estos resultados guardan
correspondencia con lo propuesto por el Laboratorio de Innovación
Económica y Social (2017), cuando se alega que una de las bases de este modelo
productivo radica en la justa repartición de los ingresos que genere la
empresa.
Tabla 1
Dimisión principios, limitaciones y
ventajas de la economía social
Alternativas |
D A |
M
A |
NI NI |
M D |
E D |
|||||
Fa |
% |
Fa |
% |
Fa |
% |
Fa |
% |
Fa |
% |
|
Principios |
8 |
57 |
6 |
43 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
Distribución equitativa de las ganancias económicas |
||||||||||
Garantía de un empleo estable |
5 |
36 |
4 |
29 |
3 |
21 |
2 |
14 |
0 |
0 |
Mantiene armonización entre el personal |
4 |
29 |
7 |
50 |
3 |
21 |
0 |
0 |
0 |
0 |
Aprovechamiento racional de los recursos |
7 |
50 |
6 |
43 |
1 |
7 |
0 |
0 |
0 |
0 |
Mejora significativamente la calidad de
vida de los empleados |
9 |
64 |
5 |
36 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
Limitaciones
|
10 |
71 |
2 |
14 |
2 |
14 |
0 |
0 |
0 |
0 |
Ausencia
de una consciencia colectiva en torno a la necesidad de cambiar el
modelo productivo |
||||||||||
Las concesiones e inversión que se le
confieren a las empresas basadas en la economía social limita su
competitividad |
5 |
36 |
5 |
36 |
2 |
14 |
1 |
7 |
1 |
7 |
Ventajas |
4 |
29 |
6 |
43 |
2 |
14 |
2 |
14 |
0 |
0 |
Contribuye a cerrar las brechas sociales,
culturales y educativas |
||||||||||
Reivindica los derechos sociales |
7 |
50 |
5 |
36 |
2 |
14 |
0 |
0 |
0 |
0 |
Fuente: Elaboración propia, 2021.
Asimismo, los datos obtenidos
evidencian que la economía social busca garantizar un empleo estable para
quienes laboran en este tipo de organizaciones, lo cual contó con un 36% de las
opiniones de la muestra, mientras que un 29% refirió estar medianamente de
acuerdo con este hecho. Dentro del enfoque económico estudiado, el axioma
básico es la garantía de una estabilidad laboral digna (Laboratorio de
Innovación Económica y Social, 2017).
De igual manera, se pudo
corroborar que un 50% de los encuestados están medianamente de acuerdo con la
aseveración de que este modelo productivo mantiene la armonía en el personal,
seguido de un 29% para quienes este principio siempre se produce dentro de las
empresas con características de economía social. Esto se debe a que, desde el
momento en que las organizaciones se unen en un esfuerzo colectivo para
solucionar las necesidades de la sociedad, se involucran armoniosamente al
seguir objetivos comunes (Vicente, 2019).
También se
pudo constatar, que el 50% de los sujetos consideran que los recursos en la economía social
son utilizados de forma racional; mientras que un 43% está medianamente de
acuerdo con este aspecto. Esto debido a que todos los empleados buscan
administrar los recursos de la mejor forma posible. Cabe destacar, que los
datos concuerdan al reflejar que la economía social mejora la calidad de vida
de sus empleados, lo cual obtuvo un 64% de aprobación por parte de los
encuestados, siendo este el porcentaje más alto dentro de todos los principios
de la economía social. En contraposición, un 36% están medianamente de acuerdo
con este aspecto. Con base en estos resultados, se puede considerar que la
creación de empleos en la economía social mejora puntualmente la calidad de
vida de sus trabajadores (Confederación Social de Comisiones
Obreras, 2010).
Al indagar sobre las
limitaciones de la economía social, los resultados indican que la mayor
limitación con un 71%, es la ausencia de una consciencia colectiva en torno a
la necesidad de cambiar el modelo productivo, mientras que una paridad se
encuentra en las opciones medianamente de acuerdo y ni en acuerdo ni en desacuerdo
con un 14% cada una.
Tomando en consideración las
necesidades de la población más vulnerable, surge la de cambiar el sistema productivo
para dar paso a un modelo de carácter más social y general, donde se promueva
la conciencia colectiva basándose en la sana relación entre los sujetos (Hodge,
2012). La aplicación de estos principios traerá ventajas a la población que
desee insertarse en empresas basadas en la economía social, una vez se hayan
superado los embates de esta pandemia. En este proceso, tienen incidencia dos
aspectos clave: La mejora en las relaciones interpersonales, que han sido
afectadas por el distanciamiento social; así como la disponibilidad de ayudar a
aquellas personas o grupos afectados económicamente y a quienes han ido
dirigidas, prioritariamente, las políticas adoptadas por los gobiernos u otros
organismos sin fines de lucro.
Otra limitación que obtuvo
una tendencia afirmativa en paridad con un 36%, recayó sobre las concesiones e
inversiones que se le confieren a las empresas basadas en la economía social,
las cuales no fortalecen su competitividad, al mismo tiempo, que restringen sus
oportunidades económicas, colocándolas en clara desventaja con las grandes corporaciones nacionales o
transnacionales que operan en cada uno de estos países (Senado de la Nación
Argentina, 2015). Ante este panorama, es preciso que, una vez culminada la
pandemia, los gobiernos otorguen financiamientos a empresas de carácter social,
estableciendo convenios que permitan subsanar los embates de la crisis en los
estratos más vulnerables de la población.
Ahora bien, en el plano de
las ventajas, se pudo constatar que los sujetos encuestados en un 43%, se
mostraron medianamente en acuerdo con la idea de que la economía social
contribuye a cerrar las brechas sociales, culturales y educativas, mientras que
un 29% reflejaron total conformidad con este hecho. Se establece
correspondencia con la CEPAL (2017), cuando señala que las brechas económicas
existentes en los países latinoamericanos oprimen a la economía y desaceleran el
sistema productivo en la región.
Aunado a lo anterior, un 50%
de las tendencias estuvieron enfocadas en afirmar que la economía social
reivindica los derechos sociales de la población, mientras un 36% optó por
estar medianamente de acuerdo con dicha afirmación. Esto ante la gran pobreza manifiesta
en los países latinoamericanos, como consecuencia de los desaciertos del
capitalismo, que han contribuido a acrecentar la brecha económica entre los
diferentes conglomerados de la población.
En relación al impacto económico causado por el Covid
19, la Tabla 2 muestra que dentro de las diferentes incidencias, la de mayor
tendencia entre los sujetos encuestados fue el alto nivel de desempleo,
ocupando esta un 86% de los datos. A esto se le suma un elevado índice de
pobreza, aun a pesar de que los gastos gubernamentales se están inclinando por
atender las prioridades sociales. Seguido se encuentra un 79% de los
encuestados, quienes afirman la existencia de una crisis en las empresas
desarrolladas y emergentes, la cual podría superar con creces a la del
2008-2009, además de acarrear una creciente pérdida en las transacciones
comerciales que se haría extensiva a todo tipo de empresas (CEPAL,
2020).
Tabla 2
Dimensión impacto
económico del COVID 19
Alternativas |
D A |
M
A |
NI NI |
M D |
E D |
|||||
Fa |
% |
Fa |
% |
Fa |
% |
Fa |
% |
Fa |
% |
|
Crisis de las empresas desarrolladas y emergentes |
11 |
79 |
3 |
21 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
Latinoamérica sufrirá pérdidas
significativas en sus relaciones comerciales |
9 |
64 |
3 |
21 |
2 |
14 |
0 |
0 |
0 |
0 |
Interrupción en las cadenas de producción |
8 |
57 |
6 |
43 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
Alta reducción de las actividades económicas |
7 |
50 |
5 |
36 |
2 |
14 |
0 |
0 |
0 |
0 |
Alto nivel de desempleo |
12 |
86 |
2 |
14 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
Fuente: Elaboración propia, 2021.
Asimismo, con un 64% los
sujetos encuestados pronostican que Latinoamérica sufrirá pérdidas
significativas en sus relaciones comerciales, mientras que un 21% considera
estar medianamente de acuerdo con esta aseveración. Desde esta perspectiva, se
afectará la oferta y la demanda en los países latinoamericanos, los cuales
generarán pérdidas importantes en sus patrones de comercialización (CEPAL,
2020).
Aunado a lo
anterior, también se
pronostica la interrupción en las cadenas de producción con un 57% de los
resultados, mientras que un 43% considera estar medianamente de acuerdo con
esta afirmación. El leve crecimiento que se experimentó en el 2019, quedó
relegado en el año 2020 lo que sin duda representa un obstáculo para las empresas
comerciales (CEPAL, 2020). En este contexto, un 50% afirma que ha existido una
alta reducción de las actividades económicas, mientras un 36% alega estar medianamente
de acuerdo con esta aseveración. Sin embargo, de acuerdo a las estimaciones del
Banco Mundial (2020), estas actividades se redujeron un 5,2% en comparación con
el año 2019. Esto lleva a considerar que en los actuales momentos, la
economía social podría plantear una nueva visión económica en un mundo post
COVID 19, al reinsertar al sistema productivo una gran cantidad de personas que
han quedado desempleados en los países latinoamericanos.
En la Tabla 3, se reflejan los resultados de la dimensión
economía social como fuente de desarrollo sostenible, apreciándose que los
sujetos encuestados opinan en un 43% que este modelo económico mejora
significativamente los niveles de desempleo. Esto se debe, a que el mismo puede
servir como un tercer sector productivo que contrarreste las incidencias del
desempleo enfocado a la población más vulnerable (Toro, 2001; Macías, 2020).
Cuando los empleados cambian su condición de asalariados y se constituyen como
parte de la empresa (gracias a las ventajas que le confiere la economía social),
sus ingresos mejoran significativamente, lo que estabiliza su condición
laboral.
Tabla
3
Dimensión
la economía social como fuente de desarrollo sustentable
Alternativas |
D A |
M A |
NINI |
MD |
ED |
|||||
Fa |
% |
Fa |
% |
Fa |
% |
Fa |
% |
Fa |
% |
|
Mejora automática
del desempleo |
5 |
36 |
6 |
43 |
3 |
21 |
0 |
0 |
0 |
0 |
Activa el sistema
productivo |
8 |
57 |
6 |
43 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
Mejora la calidad
de vida de la población más vulnerable |
9 |
64 |
3 |
21 |
2 |
14 |
0 |
0 |
0 |
0 |
Fuente: Elaboración propia, 2021.
Esto se perfila como una
alternativa viable para aquellas personas que han quedado en condición de
desempleo a causa de las restricciones generadas por la pandemia,
permitiéndoles (con ayuda de los organismos gubernamentales) constituirse en
empresas cooperativas, que ayuden a dinamizar las economías locales en la misma
medida que superan los embates de la pobreza y la exclusión de los sistemas
productivos.
En este orden de ideas, se
debe destacar que un 57% de los encuestados considera que la economía social es
un factor clave en la activación del sistema productivo, coincidiendo, con las
aseveraciones de Tapia, et al. (2017), para quienes este modelo dinamiza el
aparato comercial y productivo de aquellos países o localidades donde se
implemente.
Por último, se observó que un 64% afirmaron que este modelo económico mejora
la calidad de vida de la población más vulnerable. Esto se debe, a la
posibilidad que tiene la economía social de enfocarse en las necesidades
particulares del contexto, mejorando las condiciones de vida de la población al
propiciar transformaciones en el sistema productivo (Tapia, et al., 2017;
Tapia-Toral y Alvarado-Espinoza, 2019).
Conclusiones
Los profesionales
encuestados reconocen que los principios de la economía social están basados en
la distribución
equitativa de las ganancias económicas, por lo que garantizan un
empleo estable para quienes se adhieren a este modelo productivo. Entre sus ventajas
más significativas se encuentran el hecho de que mantiene la armonía en el
personal; los
recursos son utilizados de forma racional y se mejora la calidad de vida de los
empleados. Al abordar las limitaciones, concuerdan en la falta de
consenso al plantearse la necesidad de cambiar el modelo productivo.
Otro aspecto determinante,
viene dado por las escasas concesiones e inversiones que se le confieren a las
empresas basadas en la economía social, las cuales limitan su competitividad. Al culminar la pandemia
generada por el COVID 19, es necesario que los gobiernos destinen mayores
financiamientos a las empresas de carácter social, lo que a su vez contribuiría
al mejoramiento en las condiciones de vida de los estratos más vulnerables de
la población. Las ventajas implícitas de la economía social, contribuyen a
disminuir las brechas sociales, culturales y educativas entre los diferentes
conglomerados de la sociedad, contribuyendo a reivindicar los derechos sociales
de la población.
Como consecuencia más
directa del impacto
económico causado por el COVID 19, se evidencia el alto nivel de desempleo,
sumado a una crisis significativa en las empresas desarrolladas y emergentes.
Ante este panorama, se prevé que los países latinoamericanos
experimentarán una considerable disminución en sus relaciones comerciales, como consecuencia de la interrupción
en las cadenas de producción y la alta reducción en las actividades económicas.
Atendiendo las consideraciones anteriormente
expuestas, se asume que la economía social representa en los actuales momentos,
no solo una propuesta para el desarrollo sostenible, sino un modelo emergente
para superar los embates económicos, así como los crecientes niveles de
desempleo que se pronostican en la región para los meses y años venideros. A
esto se debe añadir que al formar parte de una empresa de producción social, el
nivel de ingresos del personal mejora significativamente, generando en ellos un
mayor compromiso y sentido de pertenencia.
Una vez superada la actual crisis sanitaria, las
miradas se centrarán en la reactivación de la economía y la superación de la
crisis socioeconómica derivada de la pandemia. En este escenario post COVID 19,
las empresas basadas en la economía social pueden constituirse como una nueva
alternativa para reactivación del aparato productivo, generando nuevas fuentes
de empleo basadas en el cooperativismo y la inclusión de los grupos en
condición de vulnerabilidad a la dinámica laboral.
Esto, sin duda contribuirá a reducir los niveles de
pobreza y desempleo, demostrando que en una economía de mercado, como la que
prevalece en casi todos los países de la región, también hay cabida para las
empresas de producción social, basadas en la autogestión, la inclusión de todos
los estratos de la población y sobre todo, en la disminución de la brecha
económica que aqueja a las economías en vías de desarrollo.
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