Mestizaje, creolización, sincretismo e
hibridación cultural, a través de los mercados populares en América
Ángel-Bravo,
Rafael*
Resumen
Los mercados
populares en el continente americano, especialmente en América Latina, ayudan a
la comercialización de muchos de estos productos y la conservación de diversas
expresiones populares, tradicionales y folklóricas, frente a los efectos homogeneizadores
de la globalización y la modernidad. Con base en la observación directa y revisión
de diversos referentes teóricos, utilizando la fotografía como instrumento para
la recolección y registro documental, se busca comprender y analizar cómo estos
fenómenos se materializan y se evidencian dentro de los mercados populares,
espacios que se revalúan como núcleos de preservación cultural. A partir de la
expansión europea hacia el continente americano, con la llegada de navegantes y
colonizadores, sumada a posteriores movimientos migratorios, voluntarios y
forzados, se desarrolla una serie de procesos interculturales como el mestizaje,
creolización, hibridación y el sincretismo, los cuales conducen a una
configuración o reconfiguración de identidades culturales, que se hacen
manifiestas a través de diversas expresiones del folklore en sus distintas
categorías, tradiciones, creencias, costumbres y manifestaciones artísticas, materializadas
gracias a la herencia alimentaria, artefactos decorativos y utilitarios,
iconografía religiosa, amuletos y gran diversidad de productos, principalmente
artesanales. Se concluye, que esta conjugación de saberes, son preservados en
estos espacios de intercambio comercial y social.
Palabras clave: Mercados populares;
mestizaje; hibridación; creolización; sincretismo.
Miscegenation, creolization, syncretism
and cultural hybridization, through popular markets in America
Abstract
Popular markets
in the American continent, especially in Latin America, help the
commercialization of many of these products and the preservation of various popular,
traditional and folk expressions, in the face of the homogenizing effects of
globalization and modernity. Based on the direct observation and review of
various theoretical references, using photography as an instrument for the
collection and documentary record, it seeks to understand and analyze how these
phenomena materialize and become evident within popular markets, spaces that
are revalued as nuclei of cultural preservation. From the European expansion
towards the American continent, with the arrival of navigators and colonizers,
added to later migratory, voluntary and forced movements, a series of
intercultural processes developed such as miscegenation, creolization,
hybridization and syncretism, which lead to a configuration or reconfiguration
of cultural identities, which are made manifest through various expressions of
folklore in their different categories, traditions, beliefs, customs and
artistic manifestations, materialized thanks to food inheritance, decorative
and utilitarian artifacts, religious iconography, amulets and a great diversity
of products, mainly handmade. It is concluded that this conjugation of
knowledge is preserved in these spaces of commercial and social exchange.
Keywords: Popular markets; miscegenation;
hybridization; creolization; syncretism.
Introducción
A partir del descubrimiento y conquista del continente
americano, los procesos de migración y otros desplazamientos humanos, forzados
o voluntarios, motivados por diversos factores históricos, sociales y
económicos, entre otros, dan lugar a una gran diversidad de encuentros y fenómenos
interculturales, entre los cuales se pueden identificar el mestizaje, la
creolización, la hibridación y el sincretismo, los cuales se generan gracias al
encuentro de diferentes culturas, tradiciones, prácticas, costumbres y creencias,
motivando una configuración o reconfiguración de identidades regionales, nacionales,
étnicas y socioculturales, las cuales se desarrollan a través de las regiones
Norte, Centro y Sur de América.
Estos fenómenos culturales, se evidencian a través de las
diversas expresiones del patrimonio material e inmaterial, el cual se
transforma y evoluciona gracias a estos procesos de intercambio, mestizaje e
hibridación, los cuales determinan la diversidad cultural de este continente,
que se forja como un crisol de razas y culturas, desde la llegada de población
europea y africana, a partir del siglo XVI, para hacer de los pueblos y
ciudades, un reflejo de esta multiculturalidad, como de la herencia aborigen,
la cual se hace latente en los llamados mercados populares y otros espacios, en
contextos rurales así como urbanos (ver Figura I).
Fuente: Elaboración propia, 2017.
Figura I: Integrantes de la comunidad indígena Misak
ofrecen sus productos en el mercado central. Silvia, Cauca, Colombia
En ese sentido, García (2005) plantea que la hibridación,
es un fenómeno que ha generado una preocupación tardía, cuando esta ha sido una
característica permanente en el desarrollo histórico, a través del tiempo. De
acuerdo con el autor, si bien el mestizaje ha sido considerado un factor fundamental
en el desarrollo de las sociedades, el concepto de “hibridación” ha sido usado
para identificar todo lo ocurrido tras la expansión europea hacia el continente
americano en el siglo XV, mientras que en algunos casos como el de Bakhtin, lo utilizan
con el fin de caracterizar “la coexistencia, desde el comienzo de la
modernidad, de lenguajes cultos y populares” (p.13).
En el continente americano, los mercados populares,
también denominados como galerías o mercados centrales, son un testimonio vivo
de esta coexistencia, de la hibridación cultural y el mestizaje, albergando y
evidenciando un conjunto de procesos socioculturales, estrechamente vinculados,
como los movimientos migratorios, el encuentro de lo tradicional con lo moderno
y de lo rural con lo urbano, la creolización y el sincretismo, en un encuentro
de identidades culturales; recorrer estos escenarios “puede ayudar a comprender
y evidenciar las culturas que en cada pueblo o ciudad habitan, sus costumbres,
sus productos y sus tradiciones” (Ángel-Bravo, 2016, p.264). Es por
ello, que en la presente investigación se busca comprender y analizar cómo
estos fenómenos se materializan y se evidencian dentro de los mercados
populares, espacios que se revalúan como núcleos de preservación cultural.
1. Metodología
Este proceso investigativo, de carácter
descriptivo y cualitativo, se fundamenta en el análisis morfológico de la
imagen, método propuesto por Marzal (2007), a través de la descripción del
motivo fotográfico. Acudiendo a la fotografía, como instrumento para la
recolección y registro documental, utilizando la observación directa y haciendo
revisión de diversos referentes teóricos, se busca comprender y analizar un
conjunto de fenómenos socioculturales que se materializan y se evidencian
dentro de los mercados populares en las regiones Norte, Centro y Sur de América,
a través de una amplia diversidad de productos, artefactos, prácticas y
servicios que allí se acogen.
A nivel general, el proceso de recolección de
información, organización, interpretación y análisis del material gráfico, se
basa en el modelo o método folklórico, propuesto por Ocampo (1981), mediante el
cual se recopila el material a través de diversos medios, para su organización,
clasificación e interpretación, conduciendo finalmente, a la generación de
análisis y producción de nuevos saberes.
2. El mercado
popular y su valor cultural
En el contexto continental, los mercados populares,
además de ser escenarios para el intercambio comercial de productos y
servicios, son de gran importancia para la preservación de diversas expresiones
de carácter popular, ancestral, tradicional y folklórico (ver Figura II y III).
Estos lugares no solo permiten la distribución de alimentos, puesto que en
ellos es posible adquirir plantas medicinales, artículos utilitarios y
decorativos de carácter artesanal, imaginería religiosa, amuletos y otros
productos asociados a la superstición, entre otros. Gracias
a estos elementos tangibles, propios de lo que Abadía (1983) define como folklore
demosófico, es posible evidenciar y comprender la herencia alimentaria, las
creencias religiosas, la espiritualidad, las tradiciones y costumbres, de cada
uno de los contextos donde estos mercados se ubican.
Fuente: Elaboración propia, 2018.
Figura II: Artefactos utilitarios de producción artesanal. Plaza
de mercado La Esmeralda, Popayán, Colombia
Fuente: Elaboración propia, 2012.
Figura III: Danzantes aztecas, mercado de Olvera Street,
Los Ángeles, California
Al respecto, Coronado (2010), define los mercados
populares, como:
(…) el sitio
de encuentro entre vecinos, conservando una memoria cultural alimentaría, rica
en tradiciones locales y regionales, base para fortalecer la identidad y la
pertenencia en una ciudad plural e incluyente (…) espacios populares para
intercambiar sabiduría tradicional, fomentar prácticas culturales, incrementar
el sentido de pertenencia. (p.20)
Desde una aproximación estructural, el Gobierno Autónomo
Descentralizado Municipal del Cantón Latacunga (GAD Municipal de Latacunga, 2012), describe este lugar
como el “Centro de comercialización de alimentos que cuenta con infraestructura
fija y cerrada, en la cual los comerciantes compran y venden sus productos al
público en sus puestos individuales distribuidos por giros”.
De acuerdo con Eames y Eames (2015), “existe cierta
evidencia para indicar, que se puede juzgar el estado de la cultura en un país,
por la calidad del pan y la sopa” (p.226); para estos autores, a través de los
objetos, costumbres, prácticas, tradiciones, creencias y herencia alimentaria,
es posible comprender la cultura e identidad de un territorio, siendo el
mercado popular, desde esta aproximación, el escenario ideal para la
observación y reconocimiento de estas expresiones de carácter popular y
folklórico.
Estos espacios de carácter comercial y cultural, permiten
reconocer en ellos la multiculturalidad que caracteriza y define en un sentido
general, la identidad del continente americano, determinada por el encuentro de
la cultura aborigen o precolombina, con la cultura europea, como lo describen
Villegas (1988) y el Ministerio de Turismo de Ecuador (2020), al que se suma
posteriormente, la creolización, con el tráfico de esclavos de origen africano,
consolidando un proceso intercultural que inicia desde el descubrimiento y
colonización del nuevo continente en el siglo XV.
3. Antecedentes
históricos: Descubrimiento y conquista
El deseo impetuoso en el “viejo mundo”, de acercar los
continentes de Europa y Asia, para fortalecer y optimizar sus procesos de
intercambio comercial, motiva a viajeros y navegantes a emprender extensas
travesías marítimas a finales del siglo XV, constituyendo en primer lugar, el
camino de la comunicación náutica entre los países occidentales y el oriente,
proeza ejecutada por Bartolomé Díaz y Vasco de Gama, bajo el auspicio de la
Corte de Portugal; el éxito de estas travesías, de gran favorabilidad para los
comerciantes europeos, motiva a nuevos marinos a navegar en nuevas direcciones,
buscando fortuna (Castillero, 2004).
Uno de estos exploradores, sería el navegante Cristóbal
Colón, quien busca encontrar un trayecto más directo a los países de oriente,
con base en la combatida idea de la redondez de la tierra, con el objetivo de
llegar a lo que entonces se denominaba como Indias Orientales, navegando con
dirección a occidente, en el sentido opuesto a lo que se había hecho, para
finalmente, el 12 de octubre de 1492, descubrir estos nuevos territorios en el
continente americano, lo que sería en aquel tiempo denominado como Indias
Occidentales (Castillero, 2004). Como lo explica Saucedo (2014), la conquista,
entendida como el “proceso de inserción de la cultura española” (p.33), tiene
como propósito el descubrimiento de tierras nuevas, que pudieran ofrecer
diversas riquezas minerales para su explotación y ocupación a estos grupos de
exploradores.
Para los países de Europa occidental, finalizaba la Edad
Media feudal, caracterizada por la agricultura de subsistencia, en la cual los
señoríos generaban producción solo exclusivamente para el consumo de sus
propios habitantes, siendo estas sociedades básicamente rurales y de población
campesina. En los siglos XI y XII, se da un resurgimiento del comercio
terrestre y marítimo, como de la producción artesanal, con una gran circulación
comercial, la cual transforma la economía señorial, orientando la producción
hacia la venta de excedentes (Montenegro y Marañón, 1985).
Luego, a mediados del siglo XV, con el fortalecimiento de
la burguesía comercial, surge un nuevo sistema económico, el capitalismo
comercial; en este sistema, se invierten capitales o bienes para generar
ganancias, con base en mano de obra libre. Dicho modelo económico sería, de
acuerdo con Montenegro y Marañón (1985), una primera causa de la expansión
europea, el descubrimiento y conquista del nuevo continente. Una segunda, de
acuerdo con estos autores, radicaría en la consolidación de Inglaterra,
Francia, Portugal y España, como “estados modernos bajo monarquías autoritarias
y centralistas” (p.23), dentro de los cuales, cada Rey busca enriquecer su
país, a través de la expansión y la colonización.
Este primer encuentro entre los navegantes de origen
europeo, con los pueblos aborígenes americanos, denominados entonces bajo el calificativo
genérico de “indios”, se convierte en el punto de partida, para un proceso de
intercambio económico y cultural, que posteriormente, sería complementado con la
migración forzada de población africana, a través de la esclavitud. “La mezcla
de colonizadores españoles y portugueses, luego de ingleses y franceses, con
indígenas americanos, a la cual se añadieron esclavos trasladados desde África,
volvió al mestizaje un proceso fundacional en las sociedades del llamado Nuevo
Mundo” (García, 2001, p.21).
Denominado por García (2015), como el “sincretismo
triétnico” (p.394), dicho proceso se materializa y permanece latente por medio
de la conjugación de diversas creencias, rituales, amuletos, imaginería e
iconografía, aún vigentes en los mercados populares, especialmente en regiones
geográficas de fuerte influencia indígena y africana (ver Figura IV y V).
Fuente: Elaboración propia, 2016.
Figura IV: Sincretismo triétnico, materializado través de la imaginería
religiosa, la magia y la superstición. Santa Bárbara Botánica, Little Haití,
Miami
Fuente: Elaboración propia, 2018.
Figura V: Colonias, velas, jabones y otros productos asociados
con la sanación y la superstición. Mercado Central, Quito, Ecuador
4. Mestizaje,
sincretismo y creolización en el continente americano
“¿A través de qué alquimia se mezclan las culturas?, ¿En
qué condiciones? ¿Bajo qué circunstancias? ¿De qué manera y en qué medida?”
(Gruzinski, 2013, p.3). De acuerdo con García (2005), la comunidad indígena o
aborigen no sobrepasa el 10% de la población latinoamericana; igualmente plantea,
es una minoría la urbe de origen europeo que no se ha mezclado con población
nativa, lo cual implica, que un gran porcentaje de la población, especialmente
en el contexto de Latinoamérica, con sus diversas expresiones, creencias e
identidad, surge del mestizaje, la creolización y el sincretismo de creencias,
fenómenos basados en el encuentro de las identidades precolombinas o nativas,
con las culturas migrantes, europea y africana.
Estos procesos dan lugar a una mezcla intercultural, que
se desarrolla y se manifiesta en diferentes proporciones, en las distintas
regiones del continente, a partir de antecedentes históricos; movimientos
migratorios, los cuales no siempre se dan en
condiciones favorables o voluntarias, siendo a su vez un fenómeno que motiva la
pluralidad, gracias al intercambio cultural que esto conlleva, como lo explican
Guillén, Menéndez y Moreira (2019) y Gutiérrez,
et al. (2020); factores socioculturales y económicos; entre otros; por
lo tanto, dicha multiculturalidad, evidencia la presencia de estas identidades
y orígenes, en mayor o menor medida, dependiendo del contexto geográfico que se
analice, asumiendo cada uno de estos componentes, mayor o menor notoriedad, de
acuerdo con cada territorio (Ángel-Bravo, 2018).
De acuerdo con Todorov (1986), “La interacción constante
de culturas da como resultado la formación de culturas híbridas, cruzadas o
creolizadas” (p.20), siendo exitosa en la medida que da lugar a una
coexistencia, a un proceso de intercambio fluido y recíproco, en el cual según Schmidt
(2004), se conservan las fronteras, pero se enriquecen las culturas
involucradas, como en el caso de la conquista y colonización del continente
americano, por parte de los españoles, calificándola como una “coexistencia de
diferentes lenguajes y culturas” (p.228).
Como lo explica García (2001), la historia de las
fusiones en diferentes grupos, requiere el concepto de mestizaje en un sentido
biológico, entendido como la “producción de fenotipos a partir de cruzamientos
genéticos” (p.21), como en un sentido cultural, tal como sucede en la mezcla de
algunos hábitos, creencias y formas de pensamiento, de los inmigrantes
europeos, frente a aquellos que se originan en las sociedades americanas.
Si bien, existe una estrecha relación entre los conceptos
de mestizaje y sincretismo, Schmidt (2004) explica que “el primero se dirige
exclusivamente a la mezcla racial, mientras que el segundo se caracteriza por la
mezcla de movimientos simbólicos religiosos o, mejor dicho, tradicionales”
(p.229). Por su parte, García (2001) describe el sincretismo como “la
combinación de prácticas religiosas tradicionales” (p.21), la cual se
incrementa con la intensificación de las migraciones y la difusión transcontinental,
durante el último siglo, siendo común la posibilidad de las múltiples pertenencias
religiosas, fenómeno que se extiende en algunos casos, más allá de las
prácticas religiosas, con el fin de comprender diversos tipos de creencias, que
pueden estar asociadas con la medicina ancestral, la magia, la superstición y
diversos rituales para la prosperidad (ver Figura IV y V).
Respecto al fenómeno del sincretismo, Gutiérrez (2014) lo
define como el proceso de “apropiarse y rehacer lo ajeno para fundirlo y
confundirlo con lo propio” (p.126); frente a esto, Rowe y Schelling (1991) explican
que, si se considera el sincretismo en un sentido más general, como la adhesión
simultánea a diversos sistemas de creencias, no solo religiosas, dicho fenómeno
se hace mucho más complejo, sobre todo en las comunidades que recurren a
medicinas indígenas u orientales para ciertas enfermedades, en otros casos, a
la medicina alopática, amalgamados con imaginería y rituales católicos, como de
otras religiones o credos.
Estos recursos, relacionados con la medicina natural y la
sanación, como lo explica Uribe (2012), suelen asociarse con fusiones musicales
y formas multiculturales de organización social, como se puede apreciar en
prácticas como la santería cubana, el vudú haitiano (ver Figura IV) y prácticas
diversas donde se encuentran los saberes de la medicina ancestral, la religión,
la espiritualidad y la superstición (ver Figura VI y VII).
Fuente: Elaboración propia, 2018.
Figura VI: Aloe Vera y otras plantas, asociadas con la medicina
y la superstición. Plaza de Mercado, Palmira, Colombia
Fuente: Elaboración propia, 2018.
Figura VII: Altar católico dentro del mercado
popular. Plaza de Mercado El Potrerillo, Pasto, Colombia
Dentro del folklore demosófico, como lo expone
Abadía (1983), las prácticas esotéricas de brujos, hechiceros, yerbateros,
chamanes, chupadores, curanderos y sobanderos, entre otros apelativos, rituales
sagrados y ciencia empírica, dan lugar a un sincretismo entre las creencias
religiosas, la superstición y la medicina natural, el cual se gesta a partir
del mestizaje triétnico y la creolización, con base en la integración de los
saberes ancestrales de origen precolombino, manifestaciones e iconografía
propias de catolicismo europeo, como las creencias y prácticas propias de la
cultura africana.
Estos productos, expresiones y prácticas, encuentran en
la plaza de mercado o mercado popular, un canal para su difusión,
comercialización y preservación, siendo un espacio donde conviven estás
manifestaciones y creencias, sincretizadas con las costumbres, rituales e
iconografía del catolicismo, teniendo este último, una presencia permanente en
estos lugares, a través de altares, capillas e imaginería religiosa (ver Figura
IV y VII).
Aun cuando la conquista y sus procesos interculturales
derivados, afectan de manera general al continente americano, sostiene García (2015)
que: “El sincretismo triétnico (indígenas, africanos y españoles) es la base
cultural y racial de la población caribeña” (p.394), explicando que, por su
ubicación geográfica, actividades comerciales y turísticas, el Caribe ha estado
sujeto a diversos movimientos migratorios, proponiendo el concepto de “caribe”
en lugar de “africano”, dentro del contexto del mestizaje, con el fin de
denominar la cultura resultante de estos procesos de mestizaje o creolización.
En ese sentido, García (2015) considera lo caribe como “una
síntesis humana, étnica y cultural, que no se reduce a ninguno de sus
componentes, pues se trata de una nueva expresión, el resultado complejo de la
relación desigual de varios elementos” (p.402). Desde esta perspectiva, el
sincretismo es planteado en un sentido más intrincado, donde el encuentro de
las culturas precolombinas, con las culturas europea y africana, dan como
resultado una nueva identidad, más allá de lo estrictamente religioso o
espiritual (ver Figura VIII).
Fuente: Elaboración propia, 2020.
Figura VIII: Creolización, cocina tradicional y arte popular en el
Caribe colombiano. Caroline Baking and Cooking, San Andrés, Colombia
Aunque el concepto de creolización o criollización, se ha
utilizado de manera general para referirse a mezclas interculturales, en un sentido
estricto, este término permite definir al lenguaje y cultura, creados por
variaciones de un lenguaje base y otros lenguajes, en el contexto del tráfico
de esclavos, desde el continente africano (García, 2005). La llegada de estos
grupos humanos, a partir de la esclavitud y otros procesos migratorios, han
llevado a la consolidación, en territorio americano, de movimientos culturales y
expresiones artísticas diversas como el vallenato, la salsa, el reggae y
el hip hop, entre muchas otras, al igual que ha contribuido al
sincretismo de creencias, hoy visible a través de las llamadas “botánicas” (ver
Figura IV) y mercados populares en general (ver Figura V).
Finalmente, aun frente a las diferencias semánticas, establecidas
entre los conceptos de mestizaje, sincretismo y creolización, es inevitable
establecer un rompimiento o separación absoluta entre ellos, siendo todos
consecuencia, en gran medida, de la expansión europea y su colonización del
continente americano.
5. Hibridación
cultural: Una familia de conceptos
García (2001), define la hibridación como los “procesos
socioculturales en los que estructuras o prácticas discretas, que existían en
forma separada, se combinan para generar nuevas estructuras, objetos y prácticas”
(p.14). Asimismo, plantea que, dichas estructuras son el resultado de
hibridaciones previas, por lo cual, no pueden ser consideradas como puras. Partiendo
de esto, es necesario comprender, que las diversas expresiones populares,
lenguas, tradiciones, costumbres e identidades de los pueblos, se configuran por
medio del encuentro de estructuras aisladas, las cuales a su vez se conforman
sobre la base de mezclas o mestizajes anteriores, y que posteriormente,
servirán para la generación de nuevas organizaciones híbridas.
Esta evolución de estructuras aisladas a estructuras híbridas,
definido en García (2001) como la fórmula de los “ciclos de hibridación” (p.15),
describe cómo a través de la historia se genera una transición de formas más heterogéneas
hacia otras más homogéneas, para después evolucionar nuevamente hacia otras formas
relativamente homogéneas, sin ser ninguna de ellas “pura” o simplemente
homogénea.
De acuerdo con García (2005), la hibridación cultural
abarca fenómenos dispares y situaciones diversas, presentes desde el despertar
mismo de la globalización; en ese sentido, el concepto de hibridación es
utilizado en algunas investigaciones para denominar diversas formas de contacto
intercultural, usualmente mencionadas bajo distintos nombres, incluyendo el
mestizaje de etnias, el sincretismo de creencias, el encuentro de lo artesanal
con lo industrial, lo culto y lo popular, así como la combinación de lenguajes
escritos y visuales, en los medios masivos de comunicación.
Conceptos como mestizaje, sincretismo y creolización,
siguen siendo utilizados en literatura antropológica para denominar diversas
formas de hibridación cultural, mientras que, el concepto de hibridación,
permite identificar fenómenos modernos que se desarrollan principalmente en
territorios fronterizos y grandes ciudades, en muchos casos asociados con los
desarrollos tecnológicos, designando de esta manera a la fusión entre los
medios masivos y la cultura popular, entre lo local y lo global, en gran medida
determinados o fortalecidos por la globalización, los desarrollo en
comunicaciones y los movimientos migratorios (García, 2001).
6. Tradición
e identidad frente a la modernidad y la globalización
La exigencia de un molde universal, la estandarización
del mundo así como el decaimiento de una realidad, “reducida a mercancía,
perfectamente podría ir de la mano, con un pluralismo imaginario, con una
ilusoria diversidad, mantenida a cualquier costo, de hecho, reconstruida y
confeccionada fuera de la realidad” (Gruzinski, 2013, p.3).
Con el inicio de la industrialización, a comienzos del
siglo XX, se da una transición de la producción artesanal, a la tecnificada o
en serie; igualmente, se produce una transición de las sociedades rurales o
campesinas, a urbanas, modernas e industrializadas, motivando la conformación
de las grandes ciudades, alrededor de estos nuevos procesos productivos, los
cuales entran a estandarizar la fabricación de artefactos utilitarios y
decorativos, colocando en riesgo el trabajo de artesanos y campesinos, cuya
labor es relegada a un plano secundario, frente a una producción tecnificada y homogeneizada.
En el continente americano, especialmente en las regiones
centro y sur, comunidades rurales y urbanas, al igual que los procesos
artesanales y procesos tecnificados de producción, coexisten y conviven hasta
el día de hoy, desarrollándose de forma paralela, encontrando en los mercados
populares su punto de encuentro, donde se construye un diálogo entre lo local y
lo global, lo artesanal y lo industrial, entre la tradición y la modernidad.
Frente al posible impacto de estas nuevas tecnologías y procesos, en la
producción artesanal y el patrimonio cultural, Villegas (1988) señala que:
En
estos tiempos, el avance de los medios de comunicación y la concentración tecnológica
aumentan día a día, con lo cual el universo de los objetos tiende a estandarizarse.
Entonces, también su identidad va perdiéndose o pasa inadvertida, entre otras
razones, por la ausencia de una tradición cultural sólida y propia. -tras la
desaparición de la indígena y la adaptación de la europea- que nos alejó de
nosotros mismos. (p.7)
“Nuestras ciudades son esa mezcla, están repletas de
campesinos recién llegados, aunque haya sido hace 20 años”, así define García (2003)
la ciudad latinoamericana, como un espacio de encuentro entre lo rural y lo
urbano, lo local y lo global, en el cual se manifiesta su herencia precolombina
y campesina, en contraste con las tendencias homogeneizadoras de la
globalización y la modernidad, a través del encuentro de artefactos, productos,
costumbres, tradiciones y creencias propias de cada territorio o región, con
diversas expresiones foráneas (ver Figura IX y X), que se expanden gracias a
los procesos migratorios y los grandes avances tecnológicos en las comunicaciones,
desde el siglo XX.
.
Fuente: Elaboración propia, 2018.
Figura IX: Bola disco colgando en medio del mercado popular.
Plaza de Mercado El Potrerillo, Pasto, Colombia
Fuente: Elaboración propia, 2012.
Figura X: Artículos propios de la cultura mexicana son comercializados
en el mercado popular. Olvera Street, Los Ángeles, California
En palabras de García (2002), “la
globalización tiende a uniformar el mercado y a estandarizar patrones comunes” (p.18),
considerando este proceso como consecuencia de un “conjunto de procesos
sociales, económicos, tecnológicos, que no suceden por azar (…) de un conjunto
de tendencias históricas, del discurso neoliberal, que pretende homogeneizar o
subordinar mercados o formas culturales locales a un proyecto que se presenta como
mundial” (p.18).
Tal como sucede en su momento con la
industrialización, relegando o colocando en riesgo el trabajo de artesanos con
la implementación de nuevos procesos automatizados o de producción en cadena; la
modernidad y la globalización tienden a desplazar las expresiones vernáculas,
tradicionales y folklóricas, para imponer modelos, estéticas y expresiones
globales.
Frente a estos procesos de
industrialización y modernidad, en contextos urbanos, Martín-Barbero (1981),
define la plaza de mercado como un espacio “aún no homogeneizado ni
funcionalizado completamente, aún no digerido por la maquinaria mercantil”
(p.4), siendo este un escenario propicio para la preservación de diversas
manifestaciones de la producción artesanal, la tradición alimentaria, la
espiritualidad y la superstición.
Los mercados populares y artesanales en el continente
americano, han ayudado a la conservación del patrimonio material e inmaterial,
protegiendo estas técnicas y formas de producción, de carácter empírico,
popular y tradicional, entregadas y preservadas de generación en generación, las
cuales no solo se enfrentan a unas nuevas formas de producción, tecnificadas o
industrializadas, sino a los efectos uniformadores u homogeneizadores de la
globalización y la modernidad, la cual tiende a estandarizar patrones
estéticos, formales y culturales comunes.
Además de convertirse en un espacio de intercambio social
y comercial para cada comunidad, los mercados populares se establecen como un
punto de encuentro entre las sociedades rurales y urbanas, la tradición y la
modernidad, entre lo local y lo global, trascendiendo para convertirse en mucho
más que simples lugares de intercambio comercial.
Entre la producción artesanal y la industrialización de
los procesos, los productos, artefactos y servicios, que en estos lugares se
distribuyen, como las prácticas y costumbres que allí se manifiestan, desde el
arte, la superstición, la sanación y la espiritualidad, dan cuenta de unos
saberes populares y ancestrales que son comunicados por medio de la tradición
oral, de forma generacional, permaneciendo vigentes en el tiempo, en
contraposición frente a los efectos homogeneizadores de la globalización, la
cual, desarrollada sin límites o controles, puede colocar en riesgo este patrimonio
cultural o ayudar al reconocimiento de la diversidad cultural del continente,
si se asume de una manera sostenible y responsable frente a su patrimonio.
Espinoza y
Ley (2020), plantean la necesidad de espacios y estrategias que permitan la
convivencia armónica de diversas identidades y la protección de la riqueza
cultural, dentro de estos contextos multiculturales. De un desarrollo
responsable y sostenible, respetuoso del folklore y el patrimonio cultural,
dependerá finalmente la preservación de estas identidades, sus saberes, sus
costumbres y sus tradiciones.
Conclusiones
Los diversos procesos de desplazamiento humano y
migración, incluyendo entre ellos la expansión europea hacia el continente
americano, conquista y colonización, al igual que el tráfico y movilización de
esclavos, traen como consecuencia un conjunto de fenómenos asociados al intercambio
étnico y cultural, tales como el mestizaje, la creolización, el sincretismo y
la hibridación, los cuales conducen a un encuentro y fusión de culturas, tradiciones,
costumbres, prácticas y creencias, que dan como resultado la configuración o
reconfiguración de unas nuevas identidades culturales, que evolucionan
gradualmente, siendo afectadas en muchos casos, por los avances tecnológicos en
las comunicaciones, los desarrollos en el transporte y los efectos
homogeneizadores de la globalización.
Estas identidades dinámicas y cambiantes, definidas
a partir de los procesos interculturales que a nivel continental se
desarrollan, encuentran en el mercado popular un escenario de preservación y
resistencia, frente a las tendencias, modelos y patrones globales, neutralizando
la estandarización de patrones estéticos, formales y culturales, permitiendo la armonía de diversas
identidades así como la protección de la riqueza cultural, dentro de estos
contextos multiculturales.
De igual manera, los procesos migratorios y de
desplazamiento entre distintos países, a nivel continental, especialmente hacia
América del Norte, conducen a la conformación de núcleos de expresión cultural,
guetos o comunidades, los cuales, más que espacios de residencia, son territorios
que permiten la preservación de las diversas identidades, propias de estos
grupos migrantes, incluyendo su herencia alimentaria, tradiciones, costumbres, creencias,
músicas y otras expresiones artísticas. Adicionalmente, estos lugares, aunque
permiten la conservación de estas identidades, son también un espacio que consienten
la hibridación y el intercambio cultural, a partir del encuentro de saberes que
se establece entre las comunidades inmigrantes y las poblaciones locales,
previamente allí establecidas.
Parte fundamental en la conformación de estas
comunidades, reside en la creación de escenarios para el desarrollo de sus
creencias espirituales, supersticiosas y religiosas, como en la apertura de
mercados populares, a través de los cuales se comercializan sus productos
típicos o tradicionales, siendo estos el espacio de encuentro para estas
comunidades, como el escenario ideal para la preservación de estas identidades
cambiantes.
Frente a las diversas interpretaciones semánticas
asociadas a los conceptos de mestizaje, creolización, sincretismo e
hibridación, en el contexto latinoamericano, es necesario comprender que todos ellos
responden a un proceso de encuentro o fusión intercultural, que se construye a
partir del intercambio racial o étnico entre las culturas indígenas,
aborígenes, prehispánicas o precolombinas, establecidas a lo largo de este
territorio, con las culturas europea y africana, las cuales se entrelazan en
una síntesis humana, étnica y cultural, que da como resultado una configuración
y reconfiguración permanente de identidades, las cuales permanecen en constante
evolución y transformación, gracias en parte, a los movimientos
migratorios.
Entendiendo la creolización o criollización como el
proceso intercultural derivado del tráfico de esclavos de origen africano, del
cual se obtiene como resultado una nueva identidad “caribe”, es necesario
comprender este fenómeno como un proceso inherente al continente americano en
su totalidad, a través del cual, en mayor o menor medida influye el mestizaje
triétnico como base para la configuración de su identidad y su patrimonio
cultural, especialmente protagónico en las prácticas de carácter mágico, como
espiritual, en las cocinas tradicionales, así como en una gran diversidad de
expresiones artísticas y musicales que se desarrollan en Norte, Centro y Sur
América.
Dentro de los distintos fenómenos interculturales y conceptos
que se originan a partir del mestizaje, el sincretismo, como encuentro o fusión
de creencias y expresiones de la religiosidad, es el de mayor notoriedad en el
contexto de los mercados populares a nivel continental, puesto que, gracias a
las medicinas ancestrales, amuletos y creencias basadas en la magia y la
superstición, así como la iconografía, creencias y prácticas propias del
catolicismo, se construyen nuevas identidades, creencias y concepciones de la
sanación y el bienestar humano, a partir de esta conjugación de saberes,
transferidos en gran medida por medio de la oralidad, en conjunto con los
procesos migratorios y siendo preservados a través de estos espacios de
intercambio comercial y social.
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* Máster en Comunicación Empresarial y Corporativa. Docente de la Corporación
Universitaria Autónoma de Nariño, Colombia. E-mail: angelrafael1980@hotmail.com ORCID: https://orcid.org/0000-0001-6326-6787
Recibido: 2020-12-08 · Aceptado: 2021-02-28