Inteligencia
artificial y condición humana: ¿Entidades contrapuestas o fuerzas
complementarias?
Arbeláez-Campillo,
Diego Felipe*
Villasmil Espinoza,
Jorge Jesús**
Rojas-Bahamón, Magda
Julissa***
Resumen
En el siglo XXI la inteligencia artificial se constituye en una fuerza
que supera en muchos aspectos a la ficción, porque de cierto modo ya está presente
en todos los ámbitos de la vida social, desde los motores de búsqueda por
internet para determinar los gustos y preferencias en el acceso a la información
digital, hasta en refrigerados inteligentes capaces de emitir órdenes de compra
para mantener la disponibilidad de ciertos alimentos a medida que se van
agotando. El objetivo de este ensayo es analizar las posibles problemáticas
éticas, ontológicas y jurídicas que se derivan del uso generalizado de la inteligencia
artificial en las sociedades actuales, como intento preliminar de resolver la
interrogante planteada en el título. En lo metodológico se trata de un ensayo
desarrollado mediante el uso de fuentes documentales escritas, como: Obras
literarias, artículos de prensa internacional y artículos arbitrados publicados
en revistas científicas. Se concluye, que la AI tienen el potencial para trastocar
los estilos de vida de la civilización en general de muchas formas llegando,
incluso, a alterar la condición humana de modo negativo al cambiar su identidad
e integridad genética y debilitar el protagonismo de las personas en la
construcción de sus propias realidades.
Palabras clave: Inteligencia artificial en el siglo XXI; significados de la condición
humana; conflictos éticos, ontológicos y jurídicos; fuerzas complementarias.
Artificial intelligence and the human condition: ¿Opposing
realities or complementary forces?
Abstract
In the21st century,
artificial intelligence is a force that surpasses fiction in many respects,
because in a way it is already present in all areas of social life, from
internet search engines to determine tastes and preferences in access to
digital information, to intelligent refrigerated ones capable of issuing
purchase orders to maintain the availability of certain foods as they become exhausted.
The objective of this essay is to analyze the possible ethical, ontological,
and legal problems arising from the widespread use of artificial intelligence
in today's societies, as a preliminary attempt to
resolve the question raised in the title. Methodologically, it is an essay
developed through the use of written documentary sources, such as: literary
works, international press articles and arbitrate articles published in
scientific journals. It is concluded that AI has the potential to disrupt the
lifestyles of civilization in general in many ways, even altering the human
condition in a negative way by changing its genetic identity and integrity and
weakening people's prominence in building their own realities.
Keywords: Artificial intelligence in the 21st century; meanings of
the human condition; ethical, ontological, and legal conflicts; complementary
forces.
Introducción
¿Qué es la inteligencia? ¿Son realmente inteligentes los seres humanos?
¿Tiene la humanidad el monopolio de la inteligencia ante las otras formas de
vida? ¿La vida se reduce únicamente a lo orgánico-biológico? Para poder
contribuir asertivamente con el actual debate sobre la trascendencia y
significación de la Inteligencia Artificial (IA) en el siglo XXI, se debe en principio intentar responder estas
preguntas, destacando que la noción de inteligencia es por su propia esencia
semántica: Polisémica y al mismo tiempo multidimensional, de ahí, que se habla cotidianamente
de inteligencia cognitiva, emocional, conductual, inteligencias múltiples y artificial,
entre otras. Convencionalmente:
La inteligencia es una capacidad mental muy general
que implica habilidad para razonar, planificar, resolver problemas, pensar de
forma abstracta, comprender ideas complejas, aprender con rapidez y aprender de
la experiencia. (…) refleja una capacidad amplia y profunda para la comprensión
del entorno, para ser capaz de capturar el significado de las cosas y darles un
sentido, o para ingeniárselas a la hora de saber qué hacer. (Sanz, 2020, p.1)
Al decir, Ardilla (2010) sostiene
que la inteligencia se muestra como la capacidad central para el ser, el hacer
y el convivir en ámbitos tan diversos como: Los dominios lógico-matemáticos,
las habilidades lingüísticas, el talento musical, lo intra e interpersonal y social,
y, la dimensión corporal sistémico. Para la psicología y la neurociencia, se
trata definitivamente de un fenómeno medible cuyo desarrollo o involución está
asociada a factores filogenéticos, ambientales, educativos y culturales. En
este orden de ideas, la noción de IA es hasta cierto punto subsidiaria de las
teorías y conceptos sobre la inteligencia humana con la particularidad de que
ahora:
(…)
hace alusión concreta a un tipo particular de inteligencia tecnológica que,
aunque tiene su punto de inicio en la persona, que es su artífice y causa
primaria, puede funcionar con independencia y autonomía frente a la misma, llegando
incluso a superar en muchos aspectos las capacidades cognitivas y
procedimentales de la humanidad. (Brito,
Villavicencio y Sánchez, 2019, p.261)
Con todo, la noción de inteligencia ha sido reificada(1) por
un discurso antropocéntrico y logocéntrico –excesivamente acrítico– que postula
tácitamente la supuesta superioridad intelectual de la humanidad, sin
cuestionar sus paradojas, pero ¿hasta qué punto son inteligentes los sistemas
políticos que se han producido y reproducido históricamente? Cuando están plagados
de contradicciones autoritarias evidentes en las relaciones asimétricas de poder,
que subordinan a la ciudadanía al acatamiento de los mandatos de los gobiernos,
independientemente de lo absurdo que puedan resultar a veces ¿hasta qué punto
son inteligentes los sistemas económicos existentes? Cuando depredan sistemáticamente
los recursos naturales no renovables por mero afán de lucro y concentran la
riqueza de forma exponencial en el 1% de la población de los países desarrollados
(Stiglitz, 2012; Parra, 2020).
Por ventura la IA artificial, pudiera en muchos aspectos superar las
limitaciones y contradicciones de la inteligencia humana, profundizando su
condición de ser una fuerza complementaria de la misma o, por el contrario,
terminar resultando en un factor antagonista, el futuro lo dirá. Son precisamente
estas ideas y otras similares, las que justificaron el desarrollo de este
ensayo. Conviene recordar que, en muchas obras literarias o cinematográficas al
estilo de Yo, Robot de Isaac Asimov o Terminator dirigida por James Cameron,
la IA en su forma robótica-antropomórfica entra en conflicto con la humanidad
en la misma medida que desarrolla altísimos niveles de autonomía que le permite
a estas “entidades” desplegar un conjunto de decisiones que pueden resultar
polémicas desde la perspectiva ética, ontológica o jurídica.
De cualquier modo, no cabe duda de que en el siglo XXI la IA se
constituye en una realidad que supera en muchos aspectos a la ficción, porque
está presente de una forma u otra en todos los ámbitos de la vida social
moderna, desde los motores de búsqueda por internet para determinar los
gustos y preferencias en el acceso a la información digital, hasta en
refrigerados inteligentes capaces de emitir órdenes de compra para mantener la
disponibilidad de ciertos alimentos a medida que se van agotando. Por lo tanto,
el objetivo de este trabajo radica en analizar las posibles problemáticas
éticas, ontológicas y jurídicas que se derivan del uso generalizado de la AI en
las sociedades actuales, como intento de resolver la interrogante planteada en el
título y como excusa para propiciar un debate al respecto sobre esta cuestión
trascendental.
Por lo demás, este ensayo esta divido en 4 secciones particulares, pero lógicamente
relacionadas. En el Estado del arte, se da cuenta de las obras selectas que
sirvieron para modelar la concepción de la IA y sus distintas implicaciones
para la condición humana. En la segunda sección, se explica el procedimiento
metodológico que hizo posible la interpretación y organización de las fuentes
consultadas, así como se aclara la postura epistémica de los investigadores. En
el tercer apartado, interesó resolver el objetivo planteado, al menos de forma provisional
para, en la última parte, arribar a las conclusiones y hallazgos del caso.
1. Estado del arte
De conformidad con los límites de extensión del género articulo
científico, a continuación, se efectúa un breve balance de las diferentes obras
y autores que apuntalaron con sus aportes el aparato teórico y analítico del
ensayo y, simultáneamente, sirvieron de influencia para estructurar esta visión
de la AI en el mundo de hoy, en tanto fenómeno tecnológico que, llegado el caso,
puede contribuir significativamente en el proceso de transformación de la civilización
humana en general de insospechadas maneras.
El trabajo de Vinuesa,
et al. (2020), fue importante para visualizar la utilidad y versatilidad de IA
en la sociedad moderna. En palabras de los autores, la IA adquiere un rol destacado
en el impulso de las metas del desarrollo sostenible, mediante la implementación
de algoritmos y software que, de contar con el respaldo de información cualitativa
y cuantifica suficiente, pueden llegar a regular y supervisar el logro de más
de un centenar de objetivos. No obstante, no se descarta que entre las
limitaciones actuales de esta forma de inteligencia autónoma, resaltan ciertas
lagunas en el manejo transparente de la data, errores de seguridad y conducción
adecuada de los estándares éticos.
Del mismo
modo, la investigación de André y Romy (2020)
aportó luces en la elucidación de los requisitos previos de la inserción de IA
en los procesos de enseñanza-aprendizaje en educación superior, contentivos al
estudio de nuevos modelos de negocios en empresas de tecnología EdTech.
A juicio de los autores la datificación de la realidad social da lugar a la
emergencia de nuevos modelos de negocios, con impacto en el mercado y en la
educación.
De ahí que, un número
destacado de empresas de tecnología educativa, conocidas en sus siglas en
inglés como (EdTech), intentan renovar los modelos educativos tradicionales
mediante la implementación sistemática de la IA para el procesamiento de
metadatos de distinta índole, provenientes del uso cotidiano de los motores de
búsqueda de la web, entre otras fuentes, que dan cuenta de los gustos y
preferencias de las personas. Concluyen que, la incertidumbre y la poca
comprensión de datos estratégicos están frenando el desarrollo de soluciones y,
en consecuencia, la IA es la mejor herramienta que se vislumbra para el avance
de este tipo de negocios.
Por su parte, Belk, Humayun y Gopaldas (2020) indican que la IA no
es necesariamente una idea novedosa tipica de la modernidad occidental, toda
vez que ciertas civilizaciones antiguas intentaron representar a su modo, nociones
similares a la IA mediante actividades mágicas y religiosas como la alquimia,
llegando a estructurar una tradicion mítica en la cual la humanidad se siente
fascinada o temerosa ante la impronta de otra forma de inteligencia alternativa
que venga a cuestionar su hegemonia intelectual en el planeta o, a superar sus
capacidades cognitica y procedimentales.
A
modo de conclusion Belk, et al. (2020) señalan que, los enfoques de IA basados
en sofware (suaves) o en la robotica (duros) pueden articularse en la
persona humana desembocando en un proceso dificil de determinar a priori de transhumanismo.
Por estas razones, urge desde ya la construccion consensuada de marcos ético,
que orienten la acción y diseño de las políticas públicas para garantizar en
todo momento la seguridad y resguardo de la dignidad humana ante el avance de
la IA en todas las dimensiones de la realidad social. Por útimo, se valoran las
dos tradiciones discursivas que se originan en torno a la IA: Por un lado, la visión
escéptica y cautelosa y, por el otro, la mirada futurista que celebra el avance
de esta forma de inteligencia sin mayor reparo al respecto.
Biagini, et al. (2020), destacan ademas, la autonomia de la IA para el manejo, en un
futuro próximo, de los sistemas de energia como condición de posibilidad para
la puesta en marcha de un parque energético sostenible, con muy poca supervisión
humana. Los autores argumentan que la puesta en
marcha de software y hardware de IA pueden impulsar asimismo una
transición tecnológicamente evolutiva de la humanidad, a una fase superior de
su ciclo vital, con abundante energía renovable producida y distribuida de forma
racional por la IA.
Especial interés tuvo
en el equipo de investigación, los trabajos del polémico historiador hebreo Yuval
Noah Harari (2014; 2015), que vienen a confirmar ahora con evidencia empírica
concreta las predicciones que en otro tiempo efectuó la ciencia ficción e,
incluso, a rebasarlas en varios sentidos. Para él, la especie Homo sapiens
se encuentra definitivamente en su ocaso y, como resultado de la conjugación de
la ingeniería genética, la robótica y la IA se dará paso a otra entidad post-humana
o supra-humana –según como se vea el fenómeno– al mismo tiempo bio-mecánica y cibernética,
que vendría a superar las limitaciones materiales y cognitivas de la condición
humana y, paralelamente, a desarrollar sus habilidades y destrezas de modo exponencial.
En este contexto próximo sostiene que:
La ingeniería cíborg irá un paso más allá y fusionará
el cuerpo orgánico con dispositivos no orgánicos, como manos biónicas, ojos
artificiales, o millones de nanorrobots, que navegarán por nuestro torrente
sanguíneo, diagnosticarán problemas y repararán daños. Un cíborg de este tipo
podrá gozar de capacidades que superarán con mucho las de cualquier cuerpo
orgánico. (Harari, 2015, p.55)
Igualmente, destaca:
(…) un cíborg podría existir en numerosos lugares al
mismo tiempo. Una doctora cíborg podría realizar operaciones quirúrgicas de
emergencia en Tokio, en Chicago y en una estación espacial en Marte, sin salir
de su despacho de Estocolmo. Solo necesitaría una conexión rápida a internet, y
unos cuantos pares de ojos y manos biónicos. Pero, pensándolo bien, ¿por qué
pares? ¿Por qué no cuartetos? De hecho, incluso estos son realmente superfluos.
¿Por qué un médico cíborg tendría que sostener en la mano un bisturí de
cirujano cuando podría conectar su mente directamente al instrumento? (Harari, 2015, p.55)
No cabe duda que para criterios conservadores estas afirmaciones pueden
resultar exageradas y fantásticas, sin embargo, una revisión, incluso superficial,
de la historia del último siglo muestra que los vertiginosos avances científicos
han logrado en la vida cotidiana cosas inimaginables para las generaciones de antaño, como las comunicaciones en tiempo real con personas
de todo el mundo, que proporcianan los dispositivos moviles inteligentes con
conexiones inhalabrincas a la internet de banda ancha; la socialización
abierta del conocimiento científico, o las nuevas formas de trabajo, relaciones
interpersonales y educación virtual que facilitan las Tecnologías de Información
y Comunicación (TIC). Por este motivo, muy seguramente las hoy
vanguardistas ideas de Harari sean superadas por el porvenir en las próximas
décadas.
2. Aclaratoria epistemológica y metodológica
Los autores de este
trabajo, suponen que pronto la humanidad experimentará una transformación del
orden mundial vigente (Arbeláez-Campillo,
Andreyevna y Rojas-Bahamón, 2019; Villasmil, 2020), acontecida en parte
por los efectos devastadores del nuevo coronavirus, así como por el agotamiento
de los modelos políticos y económicos efectivos hasta el momento.
Como es lógico
suponer, estas transformaciones venideras, impulsaran a su vez cambios paradigmáticos
en la estructura de la ciencia, apuntalando lo que Martínez (2009) define como una
nueva racionalidad, en tanto superación definitiva de los límites impuestos por
el neopositivismo, al menos en los dominios de las ciencias sociales y humanas,
como intento fructífero por revindicar sin prejuicios saberes humanísticos como
la filosofía, la literatura y el arte, en el marco de una concepción sistémica unificada
del conocimiento científico que, sin perder rigurosidad en su metódica y cuerpos
teóricos es simultáneamente: Objetiva-subjetiva, inductiva pero profundamente
interdisciplinaria; quizá rememorando la integridad y el sentido holístico del
conocer que identificó a los antiguos o los renacentistas.
Es precisamente,
animados por estas posturas gnoseológicas que presagian revoluciones
paradigmáticas, donde emerge con fuerza el ensayo, no solo como un género
literario de ruptura que destaca:
(…) por su
libertad formal y temática, sino también por su ideología –en tanto su
advenimiento se produjo en gran medida como reacción hostil hacia los
géneros establecidos–, el ensayo es un caso ejemplar de visibilidad de la
problemática genérica. Es un caso límite, cuando no un punto ciego, en cualquier
toma de posición del pensamiento literario, que desde Aristóteles hasta nuestros
días se ha sostenido sobre los pilares de la teoría de los géneros. (Camprubí, 2014, p.101) (negritas añadidas)
En efecto, el ensayo
crítico es también una herramienta clave del discurso científico en general,
que permite el decurso de una hermenéutica libre con cierta originalidad, con arreglo
a la combinación de factores como: La creatividad de los autores, criticidad y
flexibilidad en el manejo de las fuentes, más allá de los estándares formales rígidos
característicos de las monografías tradicionales que reproducen la
subordinación cognitiva a los paradigmas dominantes, al tiempo que de cierto
modo obliteran las innovaciones.
En términos
operativos, en un primer momento se procedió a la delimitación del tema en
reconocimiento de la trascendencia de la IA para el mundo actual y venidero. Seguidamente,
se efectuó un arqueo de fuentes documentales escritas, en formato físico y
digital, conformada por artículos científicos ubicados en reconocidas bases de
datos: Scopus, WOS y Dialnet, entro otras; obras literarias
y artículos de prensa internacional, que más allá de sus diferencias de textualidad
y género, coinciden en otorgar una centralidad inusitada a la IA, en su varias
formas y modalidades de existencia. Por último, se procedió a redactar el
trabajo de conformidad con la normativa para autores de la Revista de Ciencias
Sociales, para su evaluación, contrastación y, si procedía, publicación.
3. Inteligencia
artificial y condición humana: Problemáticas éticas, ontológicas y jurídicas
que derivan de su uso generalizado en la sociedad
Cuando se debaten las grandes posibilidades que derivan de la propagación
generalizada de la IA en la sociedad, rápidamente se pueden observar al menos dos
posiciones encontradas sobre este fenómeno: Por un lado, se revelan las
personas e investigadores que suponen en esta forma de inteligencia una
herramienta multidimensional para el mejoramiento de las condiciones de vida de
la humanidad, al adelantar trabajos, procesos y tomar decisiones de forma
autónoma y eficaz en función de los intereses y necesidades de las personas
situadas en su contexto diferencial. Por el otro, no faltan voces críticas que
presagian en la IA la posibilidad de alterar, para mal, el curso histórico de
las sociedades en el siglo XXI, sin por ello, incurrir en anacronismos o
posturas retrogradas.
En este hilo conductor, –y sin caer en una falacia de falso dilema– toda reflexión sobre el tema implica un cierto posicionamiento
en torno a las posturas señaladas y este ensayo no es la excepción. Sea como
sea, la IA ha demostrado hasta el momento una significativa versatilidad para
coadyuvar a la gestión de casi todas las actividades humanas como: La educación,
la salud, las finanzas, la recreación, las labores de limpieza del hogar y
hasta en el desempeño de algunas profesiones liberales, en las que prevalece la
técnica, el conocimiento intelectual, la creatividad y la experiencia. Hoy en
día, por ejemplo, aplicaciones disponibles en teléfonos inteligentes como: ADA,
iDoctus y Endomondo basadas en IA pueden desarrollar un
acertado diagnóstico médico de diversas patologías, mientras que otras como: The
Law Guide o SmartLeges hacen lo mismo en materia jurídica.
No obstante, científicos como Stephen Hawking (BBC News, 2014) no dudaron en su momento en augurar los peligros
de la IA para la raza humana, argumentando que: “Los humanos, que son seres
limitados por su lenta evolución biológica, no podrán competir con las
máquinas, y serán superados” (p.1). Según el extinto físico británico una
completa IA podría además auto-diseñarse con unos propósitos que, según su
rápida evolución, podrían superar todos los controles antrópicos e insurgir
contra las personas, al tiempo que no negó el potencial de este tipo de
inteligencia para resolver gran variedad de problemas (BBC News, 2014).
Previendo esta situación de conflicto entra la robótica como máxima manifestación
material de la IA y, la condición humana, el célebre escritor de ciencia
ficción Isaac Asimov ya en una época temprana había formulado sus tres reglas
fundamentales de la robótica:
1. Un robot no hará daño a un ser humano o, por inacción,
permitirá que un ser humano sufra daño. 2. Un robot debe hacer o realizar las
órdenes dadas por los seres humanos, excepto si estas órdenes entran en
conflicto con la 1º ley. 3. Un robot debe proteger su propia existencia en la
medida en que esta protección no entre en conflicto con la 1ª o la 2ª ley. (Asimov, 1942, p.13)
De la lectura entre líneas de estas reglas o leyes que emergen del
cuento corto Runaround publicado originalmente en 1942, se infiere que
el destino de todo robot es subordinar sus actuaciones a las órdenes
dadas por los seres humanos y velar, por lo tanto, porque las personas no
sufran ningún daño a costa incluso de su propia existencia, bajo la premisa
categórica No. 1.
Por lo demás, queda claro que Asimov plantea el inicio del debate ético
que buscaba regular desde los dominios de la ficción literaria el ejercicio de
la praxis de la IA para evitar todo conflicto o tensión de estas entidades nacientes
con la humanidad en su conjunto. De hecho, esta preocupación ética ocupara un
lugar prominente en sus principales obras: Yo, Robot (1950); Hombre
bicentenario (1976) y la saga Fundación(2).
Sin ninguna duda la IA, en todas sus expresiones y modalidades es
susceptible a tratamiento ético, por los riesgos y posibilidades que implica su
propia existencia que está en desarrollo constante, mucho más cuanto que, todo
indica que se trata de una entidad que evoluciona dialécticamente, tiene la capacidad
de actuar con autonomía y de aprender y auto-modelarse con base a su propia
experiencia individual y colectiva a un ritmo que rebasa las capacidades humanas.
De hecho, círculos selectos como el Club Bilderberg incluye en su agenda
de debates internacionales el paradigma de la IA como fuerza transformadora de
las sociedades modernas (Esparza, 2015),
lo que ha generado un conjunto de teorías conspirativas en las redes sociales.
En este punto crucial conviene aclara que la reflexión ética, siguiendo
a Savater (1999), es la preocupación
filosófica que entraña el ejercicio de la libertad individual que opta por la
búsqueda del buen vivir, con todo lo que ello representa desde la perspectiva
moral. De igual modo, la visión de las problemáticas que surgen del ejercicio
de la libertad es subsidiaria de la ética humanística de Fromm (2003), para
quien toda reflexión ética se sustenta además, en un criterio formal y material
que vincula la praxis de las personas concretas con preceptos morales generales
o particulares, utilitarios o dogmáticos, con
base al principio de que es la conciencia del hombre –por sí sola– la que puede determinar el criterio de la virtud o
vicio de sus actuaciones y no necesariamente una autoridad que lo transciende,
lo que apuesta por la promoción de la autodeterminación de la voluntad sin la
necesidad de fuerzas coercitivas externas a la misma, como el Estado o la
religión.
En ambos casos, Savater (1999); y Fromm (2003) consideraran tácitamente
que la persona humana es, en esencia y existencia, el único ser dotado de
conciencia y voluntad capaz de actuar con libertad y, en consecuencia, que
justifica un tratamiento ético. A pesar de estas posturas antropocéntricas que
han regido hasta ahora la materia, el desarrollo de la IA cuestiona el
paradigma dominante para el cual la inteligencia es un atributo exclusivamente
humano y la vida se reduce únicamente a su esencia biológica, lo que posibilita
al menos teóricamente un debate ético post-humano con mucho más sentido en las
décadas venideras, en la misma medida que se disipen todas las dudas sobre la
voluntad y conciencia particular de la IA, para ser y hacer con base a las condiciones
del hardware y software que determinan su propia existencia y su fuerza
autopoiética.
Sin más dilaciones ¿Cuáles serían desde ya las principales problemáticas
éticas que pueden surgir directa o indirectamente de la propagación de la IA a
todas las dimensiones de la vida social?, en este punto conviene recordar que, así
como en su momento la primera revolución industrial significó la perdida masiva
de empleos al sustituir hombres por maquinas, más baratas y eficientes, muy
seguramente en las próximas revoluciones telemáticas y nanorrobótica que
tendrán como factor protagónico a la IA, la situación no será muy diferente a
lo acontecido en el siglo de las luces y los resultados en este sentido serán más
dramáticos, toda vez que estas entidades tienen usos múltiples en casi todos
los ámbitos imaginables.
En el escenario descrito, se está ante un evento que altera
materialmente el principio de la ratio política, tal como lo entiende
Duseel (2001), porque un nuevo orden mundial dominado por la IA, en cuanto
razón práctica material no solo no se ocuparía de la condiciones que determina
la producción y reproducción de la vida buena para los humanos, sino que además,
introduce ahora una fuerza externa a la humanidad en procesos clave para el
mantenimiento del equilibrio del ecosistema político y social, como la
producción de bienes y servicios, la distribuciones de bienes de valores y la
división social del trabajo y del conocimiento.
Pudiera argumentarse, que la impronta de la IA traería consigo la reducción
de las jornadas laborales para beneficio de personas y comunidades enteras, incrementando
paralelamente los espacios de recreación, convivencia familiar y formación, y
que, igualmente, las pérdidas de potenciales empleos cooptados por maquinas
inteligentes será subsanada por una política pública que garantizaría un ingreso
básico general para todas las personas, similar a las experiencias de la
seguridad social en el marco del Estado de bienestar posteriores a la segunda
guerra mundial. No obstante, toda la evidencia histórica demuestra que en el sur
global estas políticas siempre han sido insuficientes y limitadas y no garantizarían
en ningún caso los recursos necesarios para el logro de una vida por encima de
la pobreza y la precariedad, argumentar en sentido contrario sería ilusorio o
demagógico.
Si a esto se le suma, que probablemente los grandes beneficios de la IA
serán monopolizados por la elites políticas y económicas tal como sucedió en
América Latina con los distintos programas modernizadores, que aun hoy han sido
incapaces, según Morales, Villasmil y Martínez (2019), de aportar soluciones
definitivas a la pobreza, la inequidad y las falta de oportunidades que tienen
las grandes mayorías en la región para apuntalar su desarrollo, entonces la IA
vendría a incrementar más bien las desigualdades y los mecanismos de exclusión
social porque dotaría a unos pocos de un conjunto de ventajas relativas, en
detrimento de los que no tengan acceso al disfrute de estas tecnologías.
También, la IA potenciara aún más los mecanismos de control social formales
e informales de gobiernos autoritarios, para deterioro de los espacios de
participación democrática y liderazgo ciudadano logrados históricamente
mediante arduas luchas por todo el orbe. Si resulta exagerada esta afirmación basta
examinar la forma como ha funcionado hasta ahora en China la red social
conocida como Sistema de Crédito Social, que combina software de
reconocimiento facial, geolocalización en tiempo real e IA, para premiar o
castigar a las personas con una escala de puntuación que puede, en ciertos
casos donde se atenta contra “la pureza ideológica del sistema” desembocar en
la prohibición de salir del país, viajar en trenes u optar por un crédito
bancario (Garrido y Shanghai, 2019).
Como epifenómeno de la cuestión ética, se visualiza asimismo una serie
de problemáticas ontológicas que interesa revisar a grosso modo. La ontología,
se refiere en este caso a la búsqueda del sentido último que define al ser humano
en su dignidad intrínseca. Desde este punto de vista, el ser o la persona
humanos ha construido históricamente su condición de ser, no solo como
resultado de los imperativos categóricos de su biología, sino muy
especialmente, del accionar intersubjetivo de atributos como la inteligencia,
la voluntad, la capacidad de cooperar que caracteriza a la especie y la cultura,
en tanto fuerza de reorganización constante de la naturaleza.
En efecto, los
principales problemas ontológicos que derivan del uso general de la IA en el
mundo de hoy, son aquellos que se modulan por su efecto primario para transformar
al ser humano en el futuro en una entidad diferente, que no se puede determinar
a plenitud en sus características y ethos esenciales en este momento. Si
Harari (2015), tiene razón en su visión
prospectiva, la especie Homo experimenta desde ya su ocaso biológico y
material, fenómeno que trae consigo más preguntas que respuestas: ¿La
fusión de IA con la humanidad subvierte la condición humana? ¿Cuáles son los
límites éticos de todo proceso evolutivo? ¿El nuevo ser que surge de la
combinación de la ingeniería genética, la nanorrobótica y la IA es necesariamente
inaceptable? Ya en las postrimerías del
siglo XIX, el gran pensador alemán Friedrich Nietzsche sentenció que:
El hombre sólo existe para ser superado. «El
hombre es una cuerda tendida entre la bestia y el superhombre -una cuerda sobre
un abismo-». De ahí que su grandeza esté en el hecho de «ser un puente y no una
meta» y que lo que en él cabe amar sea «que es una transición y un ocaso». (Nietzsche, 2003, p.499)
Quizá el desarrollo
de la tecnología en general y de la IA en particular, sea la potencia que impulse
la superación definitiva de la persona humana, tal como se ha conocido ontológicamente
hasta ahora. O tal vez, esta superación integral del Homo sapiens coincida
con lo que Nietzsche imagino como el transito de la bestia al
superhombre y, de paso, a una compleja encrucijada en la cual se debate el
ocaso de la humanidad o la evolución de sus capacidades a niveles propios de
los dioses, tal como supone Harari (2014).
A ciencia cierta, no hay nada seguro
y solo se puede especular al respecto, pero en cualquier escenario las
transformaciones que se materializaran en las décadas venideras no serán fáciles
y traen aparejados cambios en la identidad de las personas pudiendo transformar
su integridad genética y, por lo tanto, alterar significativamente su ser,
hacer y convivir junto a la forma como sienten y viven sus mundos de vida, que está
fijada en todo momento por las limitaciones y subjetividades propias de la
condición humana en esta fase de su desarrollo histórico.
Por último y no menos importante, la IA requiere en cada momento de la
reproducción de un conjunto leyes que colocan a prueba a los saberes jurídicos
en su capacidad para normatizar y regular en el presente y futuro, el diseño,
producción y uso de la IA. En este punto, Leret
(2005) destaca la íntima relación existente entre biotecnología, derecho
y bioética, que se da ante el acelerado desarrollo de la tecnología en los
dominios de la informática, medicina y la genética, para resguardo de la
identidad de las personas y de su integridad e identidad genética.
De nuevo en este punto, surgen preguntas legítimas como: ¿Una persona confeccionada
genéticamente para lograr ciertos atributos genotípicos y fenotípicos
contraviene el decurso evolutivo natural de la especie?, ¿estos avances
dividirán en dos grupos a la humanidad: las personas “normales” y los
superdotados por manipulación genética y/o implantes biomecánicos? Aunque no
hay repuestas definitivas al respecto, queda claro desde ya, que serán las
naciones desarrolladas las más favorecidas por estas mejoras, lo que reforzará
aún más la brecha tecnológica y científica que hay entre el norte y el sur.
Desde el advenimiento del programa filosófico de la modernidad política,
al decir de Calvano (2017; 2018), subyace
en los sistemas jurídicos de occidente una idea de justicia, democracia y equidad
que, mediante dispositivos simbólicos y conceptuales como: El estado de derecho
y la dignidad humana, buscan proteger a las personas comunes de situaciones que
vulneren su ethos o deterioren sus condiciones de vida. En este sentido,
la producción de los cuerpos normativos que se generen para regular la IA deberá
centrarse en por lo menos 4 aspectos cruciales, que se visualizan desde ya:
a. Desarrollar consensuadamente un marco legislativo internacional que
subordine el diseño, producción y desarrollo de la IA a la dignificación de la
vida en su tipología biológica. Tal como postula la primera ley de la robótica
de Asimov.
b. Fijar los principios éticos y axiológicos universales que den sentido
y propósito a la IA como una herramienta al servicio del desarrollo de las
capacidades humanas, tal como las entiende Nussbaum
(2012), es decir, como posibilidades
inconmensurables de ser y hacer en el marco de un proyecto de vida, elaborado
desde la soberanía individual.
c. Penalizar
la instrumentalización de la condición humana por la fusión de implantes
tecnológicos de IA, que transformen la conciencia y/o obliteren el criterio
ético de las personas para ser y hacer libremente.
d. Castigar el uso de la IA como dispositivo de control
social formal e informal para apuntalar un ordenamiento totalitario, al estilo
de las ficciones distópicas como Black Mirror, Un Mundo Feliz de Aldous
Huxley o 1984, de George Orwell.
El éxito de una agenda legislativa de esta naturaleza dependerá no solo
de la voluntad política de gobiernos de avanzada para hacer un buen uso de la
IA, sino, además, de la presión que haga la sociedad civil organizada para defender
sus derechos en una democracia sustantiva para la cual sería inaceptable que IA
se tornará paulatinamente en un dispositivo de dominación, independientemente
de sus múltiples posibilidades de desempeño presentes en toda clase de
dispositivos tecnológicos.
Conclusiones
La IA y la condición humana se debate inexorablemente en ser ¿entidades
contrapuestas o fuerzas complementarias? Esencialmente todo dependerá del uso
general que las personas hagan de esta tecnología, de los propósitos con que sea
diseñada y de los resultados concretos que se obtengan de la misma para
beneficio o deterioro de la vida en general, claro está, si es que la humanidad
puede mantener controlada a esta forma de inteligencia bajo ciertos estándares
éticos y bioéticos en el triángulo que conjuga IA, robótica e ingeniería
genética. Hasta ahora, aparentemente la IA pudiera en muchos aspectos superar
las limitaciones y contradicciones de la inteligencia humana, profundizando su
condición de ser una fuerza complementaria de la misma.
No obstante, no debe descartarse a priori que en cierto momento de su
evolución la IA en sus variadas modalidades de existencia, entre en conflicto
con la humanidad en la misma medida que desarrolla altísimos niveles de
autonomía que le permiten desplegar un conjunto de decisiones que pueden resultar
polémicas desde la perspectiva ética, ontológica o jurídica. Bien sea como
resultado de su propia voluntad consciente o, por su uso como herramienta de
control y dominación social, como ya está sucediendo en países como China,
donde la IA está al servicio de un ordenamiento autocrático.
Por las razones aludidas a lo largo del texto, ante las dos posiciones
argumentativas sobre la IA que la visualizan: Por un lado, como una herramienta
para el mejoramiento de personas y colectividades de cara al futuro o, por el
otro, como una fuerza que debe ser analizada críticamente por las distintas
amenazas que directa o indirectamente devienen de su uso, la opción se inclina
por esta segunda postura sin desmeritar por ello sus múltiples contribuciones a
la vida moderna. Todo indica que, en el nuevo orden mundial que se está
estructurando la IA ocupará un rol central que bien podría augurar el transito
del hombre a una entidad cualitativamente superior o, por el contrario, a la
erosión moral de la condición humana. Desde esta perspectiva,
hay más preguntas que respuestas y buenos motivos para ser cautos ante lo que
se avecina en esta etapa de transición global.
Por lo demás, IA es un tema tan amplio y complejo que demanda en todo
momento de un estudio interdisciplinario que la aborde en sus variadas dimensiones,
como condición de posibilidad para comprender el fenómeno en su totalidad dialéctica.
Con este propósito, no es descabellado proponer más y mejores líneas de investigación
que den cuenta en la teoría y en la realidad, sobre las problemáticas éticas, ontológicas,
jurídicas, políticas, psicológicas y antropológicas, que se derivan del cada vez
más generalizado uso de esta tecnología.
Notas
1 Al decir de Ritzer (1999): “La reificación puede
considerarse como el proceso por el que se llaga a creer que las formas
sociales humanamente creadas son naturales, universales y absolutas y,
consecuentemente, que esas formas sociales adquieren, de hecho, esas características.
El concepto de reificación implica el convencimiento de las personas de que las
estructuras sociales están fuera de su control y son inalterables” (p.191).
Aunque pudiera argumentarse que la inteligencia humana tiene una base biológica
neuronal, no es cierto que sea un atributo exclusivamente humano. A nuestro
entender la inteligencia en un concepto de base social que varía en el tiempo y
la cultura. Por lo demás, todas las formas de vida poseen cierta inteligencia
en función de las características de su especie que les permite adaptarse al medio
y sobrevivir inclusive en ambiente extremos como los llamados organismos
extremófilos, de ahí que suponemos que la noción de inteligencia ha sido
reificada.
2 Para
una revisión de las principales obras de Asimov se recomienda consultar: https://www.europapress.es/cultura/libros-00132/noticia-24-anos-isaac-asimov-10-novelas
fundamentales-20160406165615.html
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* Magister en Educación.
Docente de la Universidad de la Amazonia, Colombia. E-mail: dfaca@hotmail.com ORCID: https://orcid.org/0000-0002-9041-9563
** Doctor en Ciencia Política con Postdoctorado
en Derechos Humanos. Magíster Scientiarum en Historia de Venezuela. Licenciado
en Educación, mención Historia. Profesor Titular de la Universidad del Zulia, Venezuela.
E-mail: jvillasmil@fcjp.luz.edu.ve;
jvillasmil52@hotmail.com ORCID: https://orcid.org/0000-0003-0791-3331
*** PhD. en Educación y Cultura Ambiental.
Profesora en la Institución Educativa Jorge Eliecer Gaitán, Universidad de la
Amazonia, Colombia. E-mail: mjulissa@gmail.com ORCID: https://orcid.org/0000-0003-4882-1476
Recibido: 2020-12-04 · Aceptado: 2021-02-22