Revista de Ciencias Sociales (RCS)
Vol. XXVIII, No. 1, Enero - Marzo 2022. pp. 90-105
FCES - LUZ ● ISSN:
1315-9518 ● ISSN-E: 2477-9431
Percepción del riesgo
al desempleo en México. Un estudio cuantitativo
Mejía Reyes, Carlos*
Resumen
El riesgo conforma
un elemento tácito en la biografía de los agentes en sociedades contemporáneas,
pero en el campo del trabajo esta situación es significativamente más perceptible.
Para el caso mexicano esta situación es imperantes porque más de la mitad de la
actividad económica se ubica en la informalidad, el restante en empleos estables
pero contenidos de precariedad y flexibilidad, más el desempleo abierto. Tal
panorama influye en los estados subjetivos a través de preocupación por perder su
fuente de ingreso en el futuro inmediato. El objetivo es examinar el riesgo laboral
del periodo 1995 - 2018, además de determinar qué situación personal y laboral
generan tal percepción. Lo anterior se analiza con la encuesta Latinobarómetro
2018 a partir de una variable que indaga el temor a ser despedido; esto con un procedimiento
cuantitativo transversal y otro multifactorial ordinal. Los resultados indican
predominancia de riesgo laboral en la mayoría de periodos analizados que
repuntan en etapas de crisis o recesiones económicas y quienes perciben mayor
riesgo laboral son sectores en desventajas como jóvenes en edades productivas
de clases bajas con menor formación escolar, con responsabilidades familiares y
cuyas condiciones laborales son asalariadas o en informalidad.
Palabras clave: Percepción
de riesgo; desempleo; precariedad; mercado laboral; México.
Perception of the risk of unemployment
in Mexico. A quantitative study
Abstract
Risk is a tacit element in the biography
of agents in contemporary societies, but in the field of work this situation is
significantly more noticeable. For the Mexican case, this situation is
prevalent because more than half of the economic activity is located in
informality, the rest in stable jobs but contained in precariousness and
flexibility, plus open unemployment. Such a scenario influences subjective
states through concern about losing their source of income in the immediate
future. The objective is to examine occupational risk in the period 1995 -2018,
in addition to determining what personal and occupational situation generates
such perception. The foregoing is analyzed with the 2018 Latinobarómetro survey
based on a variable that investigates the fear of being fired; this with a
quantitative transversal and an ordinal multifactorial procedure. The results
indicate a predominance of occupational risk in most of the periods analyzed
that rebound in stages of crisis or economic recessions and those who perceive
greater occupational risk are disadvantaged sectors such as young people in
productive ages of lower classes with less school education, with family
responsibilities and whose working conditions are salaried or informal.
Keywords: Risk perception; unemployment;
precariousness; working market; Mexico.
Introducción
A inicios de los años ochenta, durante un congreso europeo de sociología,
Clauss Offe inauguró el debate sobre el tema de “crisis de la sociedad del
trabajo” en el que señaló la diversificación de las formas de empleo en
contraste al típico fordista. También advirtió las consecuencias de estos
cambios en la biografía por razones de reducción de jornadas de trabajo,
retraso en la recepción del ingreso, interrupciones o salidas anticipadas del
campo laboral y la incapacidad de atribuir a este grupo social responsabilidades
de transformación colectiva en aras de la justicia por las propias circunstancias
de dispersión ocupacional en la que se encuentra (Köhler y Martín, 2010).
Las explicaciones de tales problemáticas obedecen a las entonces circunstancias
coyunturales de reestructuración productiva de postcrisis de la década de los
años setenta del siglo anterior. Estas se expresan por la crisis del Estado de
Bienestar evidenciada por las tasas altas de desempleo, el desarrollo de las tecnologías
de la información y comunicación, digitalización y robotización de procesos
productivos que sustituyeron mano de obra, flexibilidad laboral de funciones,
así como de condiciones salariales, la exacerbada búsqueda de ganancias del
sector empresarial e industrial tras la crisis, transformaciones en la
estructura familiar por la necesidad de contar con más miembros que provean
materialmente al núcleo lo que a su vez modifica los esquemas culturales de
organización interna de los grupos, y por último, el crecimiento urbano inusitado
(Giddens 1999; Blanch, 2003).
Como respuesta hacia un nuevo esquema de organización estatal y productiva
de las naciones se instauró al neoliberalismo como modelo e ideología
dominante, cuyos epicentros fueron Inglaterra, Estados Unidos de América y
China; aunque previamente se utilizó y forzó a Chile como experimento (Harvey,
2007). Posteriormente, en América Latina, países como Argentina, Brasil, Perú,
Colombia y México lo asumieron. Sin embargo, es menester señalar que estas nuevas
direcciones se debieron a presiones o promociones emitidas por la Organización
de Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE) con la intención de incentivar la
competencia empresarial externa e interna en cada país (Méda, 2019) y por tanto
acelerar el libre mercado, la alta competencia, así como el tácito
adelgazamiento del Estado; posicionando a la fuerza de trabajo como una
mercancía que fluctúa según “la mano invisible” (Standing, 2013).
De manera que en México desde los años ochenta este modelo comienza a
operar (Blancas, 2011), en la década siguiente fue ampliamente aplicado en el
resto de América Latina (Quijano, 2008). Así, la desprotección estatal ante
contrataciones, eliminación de ascensos en las funciones a criterio de la
antigüedad, así como también de aumento de salarios, exención de prestaciones
sociales (servicios de salud, vacaciones, préstamos para adquisición de
viviendas, entre otros), incapacidad de organización gremial para la defensa de
las condiciones mínimas de empleo, contrataciones temporales sin garantías,
nula pensión para el retiro, se institucionaliza; en suma se legaliza la
denominada precariedad laboral (Standing, 2013).
Su origen es la flexibilidad laboral (Standing, 2013), que se define como
la estrategia aplicada por las empresas e industrias para obtener mayores
dividendos mediante la disminución de gastos en el proceso productivo,
específicamente en mano de obra. Consiste en la polivalencia de puestos de
trabajo, funciones, horarios e incluso salarios en el proceso laboral (Alonso y
Fernández, 2013). Otro tipo de flexibilidad es la organización empresarial en
red cuya base es la división de funciones que subcontrata a trabajadores(as)
para diferentes funciones de segundo nivel (Boltansky y Chiapello, 2002; Sennett,
2005).
En esta condición, el sector trabajador se comprende en vulnerabilidad
concreta y la asume subjetivamente expresándola en estados de ánimo con
respecto a la situación posible de pérdida del trabajo o de los valores
asociados al estatus adquirido por el empleo (Gallie et al., 2017). Para este trabajo
solamente se considera el primer caso entendido con el concepto de riesgo
laboral que se define como el miedo individual objetivo y subjetivo de los
sujetos al perder el empleo siempre y cuando la posible pérdida sea por razones
involuntarias (Greenhalgh y Rosenblatt, 1984; De Witte, 1999; Burchell, 2001;
Sverke, Hellgreen y Näswall, 2002; Campos et al., 2021).
Si bien, el riesgo laboral es tácito al capitalismo (Marx, 1979; Engels, 2020)
porque el sector trabajador prefiere cualquier condición laboral antes perder
la posibilidad de un salario para la satisfacción de necesidades elementales (Mills,
1951); en esta etapa intensificada de alta competitividad atravesada por
flexibilidad y precariedad laboral institucionalizada, el riesgo laboral es
reforzado así como las lealtades con bases motivacionales de sentido instrumental
(Schweickart, 2002; Bolstansky y Chiapello, 2002; Sennett, 2005).
Los efectos de esta situación subjetiva se han documentado desde estudios
clásicos de sociología en general y del trabajo en particular, evidenciando malestar
en los trabajadores(as) (Sverke, Hellgren y Näswall, 2006); desempeño laboral
ineficiente (Greenhalgh y Rosenblatt, 1984); escaso compromiso organizacional
(Furaker y Berlund, 2015); estados depresivos (Lazarfeld, Jahonda y Zeisel,
1996; Cantero-Téllez y Ramírez-Páez, 2009); morbilidad (Beale y Nethercott,
1985); estrés (Fagin, 1987; Sverke et al., 2006; Saldaña et al., 2020); miedo
(Valdéz et al., 2010); hasta suicidio (Medina et al., 2017).
Para el caso de México, el riesgo laboral derivado de las condiciones de
precariedad e informalidad laboral es un fenómeno endémico desde pocos años antes
de la reestructuración neoliberal tras los primeros síntomas del agotamiento
del modelo benefactor (Blancas, 2011) y actualmente coexiste con el sector
formal, además de complementar el ingreso tributario del Estado (Galindo,
2012).
Incluso solo el 40% de la actividad laboral del país es formal
(Organización Internacional del Trabajo [OIT], 2014) con tendencias hacia la precariedad,
así como flexibilidad progresiva (Mendoza-Cota, 2017). Aunado a un porcentaje
de cuatro a cinco por ciento de desempleo en los últimos quince años (Trejo,
Rivera y Ríos, 2017). De forma que el resto, 55% aproximadamente, es trabajo
informal cuya característica es la nula protección en beneficios contractuales,
de salario estable, prestaciones de salud y para el retiro (Cota y Navarro,
2016).
Ante este panorama se podría asegurar que la sensación de incertidumbre en
general (Beck, 1996), y laboral en particular, es casi generalizada en el
sector trabajador y asumida en la biografía laboral (Sennett, 2001; Alonso,
2017); no obstante, el riesgo laboral fluctúa a partir de condiciones
ocupacionales como tipo de empleo o clase social (Beck, 1996; Gallie et al.,
2017). Pero también puede explicarse empíricamente con relación a situaciones individuales
(Kinnunen et al., 1999; Gimpelson y Oshchepkov, 2012).
Por ejemplo, se ha documentado que en los sectores de actividades consideradas
de bajo nivel tienen mayor riesgo laboral (Gallie et al., 2017). Esto se debe a
que el personal de cuadros administrativos o gerenciales poseen mayores
posibilidades de decisión con respecto a la empresa o negocio y por tanto de su
propia situación ocupacional; de forma que el grado de angustia sobre su futuro
en el empleo es menor. Mientras que el personal operativo, asalariado, no
cuentan con esas posibilidades de control y por tanto sostienen mayor
percepción de riesgo (Bolstansky y Chiapello, 2002; Linhart, 2013). Lo cual se
corresponde con evidencia que asevera en actividades operativas y de poca
calificación donde se concentran altos niveles de desempleo y precariedad laboral
en México (Márquez-Scotti, 2015).
En la misma tesitura se ha documentado que es en clase social baja donde
predomina la precariedad laboral, subempleo e informalidad (Benach y Amable,
2004) y específicamente en México (Márquez-Scotti, 2015). Lo que permite conjeturar
entonces que es en este sector poblacional donde el riesgo laboral es más notorio
(Cheng y Chan, 2008); las razones obedecen a que regularmente este sector
poblacional posee baja formación académica y escasas destrezas ocupacionales
que hacen depender del empleo vigente (Sverke y Hellgren, 2002).
Con respecto al nivel educacional de igual manera se ha demostrado que es
entre agentes con menor formación escolar quienes experimentan mayor riesgo
laboral (Hellgren y Sverke, 2003; Keim et al., 2014) y en México
particularmente también (Torres-López, Acosta-Fernández y Aguilera-Velasco,
2017). Las razones de ello se replican como en la clase social: Entre menos
educación, menos capacidades de competir en el mercado laboral y por ello
perciben más inseguridad; a diferencia de los trabajadores(as) más instruidos(as)
(Sverke y Hellgren, 2002; Näswall y De Witte, 2003).
En razón del sexo, se ha señalado la relación empírica de mayor sensación
de riesgo laboral en varones que mujeres (Valdéz et al., 2010) a pesar que en
estas últimas predominan altos índices de desempleo (García, 2012), mayores complicaciones
de obtener empleo digno (Martínez-Licerio, Marroquín-Arreola y Ríos-Bolívar,
2019; Palacios y Mondragón, 2021) y en mayor precariedad que los varones
(Hualde, Guadarrama y López, 2016).
Además, es en trabajadores(as) de edades mayores con quienes el riesgo
laboral es más perceptible en comparación a los(as) más jóvenes (Mauno,
Ruokolainen y Kinnunen, 2013). La razón de esto obedece a que regularmente las
personas de mayor edad tienen más obligaciones familiares a diferencia de
jóvenes y por ello son más sensibles a la inseguridad económica y por tanto al
miedo al desempleo. También estos trabajadores adultos tienden en menor medida
a mudar de empleo por lo que dependen casi por completo de su actual labor, lo
que estimula el temor a perderlo (Cheng y Chan, 2008).
Por último, la conformación familiar es una variable asociada a la
preocupación por el desempleo, puesto que en agentes adscritos a grupos
familiares y en roles de proveeduría tienden a manifestar mayor riesgo laboral
que aquellos(as) que no la han construido (Cheng y Chan, 2008; Román-Reyes,
Padrón-Innamorato y Ramírez-García, 2012). Aunque también se ha señalado que en
personas con familia o cohabitantes la sensación de incertidumbre disminuye
porque potencialmente cuentan con soportes económicos y emocionales en caso de
desempleo (Hellgren y Sverke, 2003).
1. Metodología
La fuente de datos a utilizar para examinar el riesgo laboral en México es
el Latinobarómetro de 2018, que contempla en sus múltiples temáticas una que
atiende de forma específica el riesgo laboral. Se ubica en el tema “Problemas
personales, sociales y del país”, subtema “Desempleo y búsqueda de empleo” y el
ítem tiene por nombre “Grado de
preocupación por quedarse sin trabajo dentro de los próximos doce meses”. Este contenido
ha sido recurrentemente investigado por la encuesta desde 1995 hasta 2018
(exceptuando 1999) y aplicada para el caso mexicano en todos estos años.
El levantamiento de datos para esta encuesta se realizó mediante muestreo
probabilístico modificado en tres etapas aleatorias y una por cuotas de mil
doscientos casos, con margen de error probabilístico +/- 2.8, nivel de
confianza de 95% y con 100% de representatividad nacional (32 entidades
federativas). El universo se conforma por población de 18 años y más. La
ponderación del diseño muestral se realizó conforme las variables sexo, edad y
educación.
Así la muestra está distribuida en 48% hombres y 52% mujeres, en cuanto
edades el 19% es de 18 a 25 años, 33% de 26 a 40 años, 32% de 41 a 60 años y el
16% de 61 años y más. El estado civil 63,2% es casado(a) o conviviente; 25,8%
es soltero(a) y el 11% es separado(a), divorciado(a) o viudo(a). La escolaridad
se distribuye con el 7% sin educación; 57% con educación básica; 19,9%
educación media superior; 7% con estudios superiores incompletos; y 9,1% con
estudios superiores completos.
La variable dependiente que responde a las necesidades de este análisis es
la signada en el Latinobarómetro con la clave S3 y versa de la siguiente
manera: “¿Cuán preocupado diría usted que está por quedar sin trabajo o de
estar desempleado durante los próximos doce meses? Las respuestas son 1) Muy
preocupado, 2) Preocupado, 3) Poco preocupado, 4) No está preocupado y 5) No
tiene trabajo; la cual fue respondida por el 98,3% de los(as) informantes.
Para este trabajo la variable fue reconfigurada en dos sentidos: Primero,
se omitió la quinta categoría de respuesta porque no es útil para los objetivos
planteados y en segundo lugar, se cambió el orden de respuestas de forma descendente
a ascendente en la importancia por tratarse de una variable ordinal tipo Likert, tal y como en estudios previos
se realiza con la finalidad de ofrecer correspondencia teórica y empírica con estudios
predecesores (Greenhalgh y Rosenblatt, 1984; Rugulies et al., 2008; Laine et
al., 2009; Rugulies et al., 2010; Shoss, 2017).
Las variables independientes consideradas para el análisis y que ofrece la
fuente de información son las de control (sexo, edad, escolaridad y clase
social) porque en estudios previos han sido explicativas (Sverke et al., 2002;
Sora, Caballer y Peiró, 2014). También se considera el tipo de trabajo que
desempeña puesto que es la única que la base de datos ofrece en relación con
espacios ocupacionales, es decir, en la particular y concreta situación laboral
en que se desenvuelve, que resulta explicativa en este tipo de análisis
empíricos (Sverke et al., 2002; Keim et al., 2014).
De manera que las variables predictoras se componen por sexo de dimensiones
1) Hombre y 2) Mujer. Educación signada en la base de datos como REEDUC1 cuyas categorías
son 1) Básica y menos; 2) Secundaria, media técnica y menos; y 3) Superior o
más. La edad cuya variable se nombra REEDAD conformada por 1) 16 a 25 años; 2)
26 a 40 años; 3) 41 a 60 años; y, 4) 61 años y más. El estatus marital, de
nombre cifrada como S23 en el Latinobarómetro conformada por 1)
Casado/Conviviente; 2) Soltero(a); y, 3) Separado(a)/Divorciado(a)/Viudo(a).
Por último, el tipo de trabajo que desempeña signada S15 compuesta por 1)
Autónomo profesional (doctor, abogado, contador, arquitecto); 2) Autónomo dueño
de negocio; 3) Autónomo agricultor/pescador; 4) Autónomo trabajador por cuenta
propia/Ambulante; 5) Asalariado profesional; 6) Asalariado alto ejecutivo
(gerente, director); 7) Asalariado ejecutivo mando medio; y, 8) Asalariado: Empleado.
El procedimiento analítico inicial es de corte transversal de la variable
dependiente, enfatizando la observación en la categoría “Muy preocupado” en el
total de etapas en que se ha revisado (1995 a 2018, excepto 1999). El cual se
define como una técnica cuantitativa descriptiva de la frecuencia y
distribución de eventos en un momento preciso de una o varias variables, con la
finalidad de examinar cambios o permanencias para dilucidar tendencia a partir
de cotejos matemáticamente estructurados (Hernández y Velazco-Mondragón, 2000;
Navarro, Sánchez y Martín, 2004). Esta examinación implícitamente es comparativa
puesto que contrasta categorías semejantes en fenómenos sociales de la misma
clase (Sartori, 1970) y con ello localiza semejanzas o diferencias de
observaciones descriptivas para dar cuenta de particularidades que habiliten
clasificar el fenómeno objeto de estudio (Ragin y Zaret, 1983).
El análisis multifactorial es el segundo procedimiento técnico mediante un
ajuste de regresión logística ordinal, el cual tiene por objetivo evidenciar
matemáticamente la dependencia de la variable a explicar con un conjunto de
otras indicado por coeficientes en función de la varianza total (López-Roldán y
Fachelli, 2015). Al mismo tiempo explica el signo de la relación, así como
estimación probabilística de los sucesos (Heredia, Rodríguez y Villalta, 2018).
La validez del procedimiento se verifica mediante los coeficientes de ajuste -Chi
cuadrado- el cual infiere la predicción de frecuencias en la distancia de
acontecimientos frente al cálculo real; cuyo valor de confirmación es .000 (Hosmer
y Lemeshow, 2000).
Es menester señalar que el valor de pseudo R2 describe la
variabilidad total del modelo a partir de la magnitud de correlación entre las
variables independientes con la dependiente y su validez se verifica con
coeficientes cercanos a la unidad. Sin embargo, por tratarse de variables
cualitativas ordinales tipo Likert,
el coeficiente suele ser excepcionalmente inferior (Gujarati y Porter, 2010);
tal y como se verifica en antecedentes empíricos sobre la misma temática y
técnica (Kinnunen et al., 1999; Mauno et al., 2013; Gallie et al., 2017). Con
los valores extraídos “error típico” y coeficiente se interpretarán la
ocurrencia del fenómeno analizado de la categoría de la variable dependiente (Ortega
y Cayuela, 2002); sin embargo, se prioriza el cálculo con Odds ratio (OR) para interpretar en probabilidades de ocurrencia
del suceso (Cerda, Vera y Rada, 2013).
2. Resultados
La trayectoria transversal de percepción de riesgo laboral en México de
1995 a 2018 muestra períodos fluctuantes (ver Gráfico I). En el primer proceso refiere
en 29,7% de informantes con muy alta preocupación, el año siguiente aumenta
hasta 40%; inmediatamente disminuye de forma progresiva hasta 2001 con 27,2%.
Para 2002 hay aumento a 38% y nuevamente decrece hasta niveles de 16% en 2006,
para recuperarse de inmediato hasta 24,2% en 2007. En 2008, retorna una alta
proporción de 35% hasta disminuir en 2015 a 27,8%. El antepenúltimo ciclo de la
encuesta reportó incremento a 31% para que en el penúltimo informe 2017 se
registraran los porcentajes más bajos, 15,1%, tendiendo hacia la baja; y en
2018 se mantiene relativamente estable con 15,4% de encuestados(as) que lo
refirieron.
Fuente: Elaboración propia, 2021 con base en Latinobarómetro
1995- 2018.
Gráfico I: Preocupación por quedar sin empleo. México 1995-2018
A pesar de lo cíclico del comportamiento transversal de la categoría “Muy
importante” es visible la progresiva depreciación porcentual histórica de
entrevistados(as) que lo consideran.
Con la finalidad de dilucidar la probabilidad de ocurrencia del fenómeno
(riesgo laboral) de la categoría eje de variable dependiente con las categorías
de las independientes, se aplica la técnica de multivariada de regresión
ordinal, así como medir probabilidades estadísticas de las tendencias con el
valor B, y posteriormente a partir de OR; la viabilidad del proceso se verifica
puesto que el ajuste es favorable conforme la hipótesis nula al 0.000, bondad
del ajuste de Pearson de 0.001y Deviance 0.000. Por último, el valor del
Pseudo R2 es 0.026 (ver Tabla I).
Tabla 1
Probabilidades de percepción de riesgo laboral. México
2018
Variable |
Categorías |
Estimación |
OR |
Sexo |
Hombre |
-.140 |
0.86*** |
Mujer |
0a |
0.86*** |
|
Estado Civil |
Casado/conviviente |
-.060 |
0.94* |
Soltero(a) |
-.133 |
0.88* |
|
Separado/divorciado/viudo |
0a |
0.88* |
|
Edad |
16 a 25 años |
.271 |
1.31*** |
26 a 40 años |
.298 |
1.35*** |
|
41 a 60 |
.168 |
1.18** |
|
61 y más |
0a |
1.18** |
|
Escolaridad |
Básica y menos |
.264 |
1.30*** |
Secundaria, media técnica y menos |
.183 |
1.20*** |
|
Superior o más |
0a |
1.20*** |
|
Clase social |
Baja |
.401 |
1.49*** |
Media |
-.016 |
0.98* |
|
Alta |
0a |
0.98* |
|
Tipo de empleo |
Profesional (Doctor, abogado,
contador, arquitecto) |
-.256 |
0.77** |
Dueño de negocio |
-.057 |
0.94* |
|
Agricultor/pescador |
-.061 |
0.94* |
|
Trabajador por cuenta
propia/ambulante |
.115 |
1.12** |
|
Profesional |
-.350 |
0.70*** |
|
Alto ejecutivo (gerente, director) |
-.074 |
0.93* |
|
Ejecutivo mando medio |
.131 |
1.14* |
|
Empleado/otro |
0a |
1.14* |
Notas: 0a:
Este parámetro está establecido en cero porque es redundante. Sig. 0.000;
Pearson 0.001; Pseudo R2 0.026. *** P< 0.005; **P<
0.010; *P< 0.050.
Fuente: Elaboración propia,
2021 con base en Latinobarómetro 2018.
Los resultados del cálculo multivariante señalan a la categoría sexo con
86% de probabilidad en señalar demasiada preocupación de ser despedido(a) en
los próximos doce meses, sin referir diferencias entre hombres y mujeres. En
cuanto al estado civil, resultaron categorías nulamente asociadas o influyentes
en el riesgo laboral (P<0.050). Sin embargo, existe más probabilidad
de percibir riesgo laboral en agentes en situación conyugal que en aquellos(as)
que no se adscriben a núcleos familiares vigentes.
Con respecto a la edad, las categorías con mayor asociación (P<0.005)
son las de 16 a 25 y 26 a 40 años, mientras que las categorías restantes tienen
una influencia media (P<0.010), sin que deje de ser significativa
conforme los parámetros de variables cualitativas. De manera que en las edades
entre 18 y 25 años, así como en las de 26 a 40 tienen 1,3 veces más posibilidad
de sentir alto riesgo laboral a diferencia de las edades mayores de 41 a 61 y
más, puesto que solo tienen probabilidad de 1,1. No obstante, es en la edad de
26 a 40 la que predomina en riesgo laboral. De manera que es en sectores
jóvenes de edades productivas donde se percibe más temor al despido.
En cuanto a la escolaridad, que conforma un factor altamente asociado en el
total de sus categorías (P< 0.005), la tendencia afirma que entre
menor escolaridad más tendencia a percibir riesgo laboral; puesto que
informantes con educación básica o menos tienen 1,3 veces más posibilidad de
referir riesgo laboral frente al 1,2 de los niveles superiores de formación
académica. En la misma directriz la clase social subjetiva, puesto que existe
1,4 veces más posibilidad en clases bajas que lo refieran frente a las clases
ascendentes; incluso es en la clase social inferior la que se conforma como un
factor asociada a diferencia de las restantes.
Por último, el tipo de empleo refleja que las categorías profesionales (abogado,
doctor, contador y arquitecto), profesional y trabajador por cuenta propia/ambulante,
son factores asociados alta y moderadamente al riesgo laboral respectivamente (P<
0.010 y P< 0.005); mientras que el resto escasamente están asociadas
a la variable dependiente. La tendencia indica que es en actividades
asalariadas y en cuenta propia (informal) que superan en posibilidad de
experimentar riesgo laboral en comparación a actividades profesionales; puesto
que tienen 1,1 veces más posibilidad de percibirlo frente al 77% y 70% de los
otros. Incluso los(as) dueños(as) de negocio y altos ejecutivos(as) lo perciben
más que profesionistas. Así la tendencia indica que entre más operativa la
actividad laboral, asalariada y sin prestaciones es mayor la percepción de
riesgo laboral.
3. Discusión
Conforme el estudio transversal, el alto riesgo laboral ha predominado en más
de la mitad de las encuestas levantadas en el país (16 de 21), frente a
percepciones moderada o nulas de riesgo. De manera que se puede aseverar que el
riesgo laboral es endémico entre informantes de México, al grado de
considerarse en estudios empíricos comparativos por tal característica (Debus et
al., 2012); e incluso es coincidente con estudios empíricos comparativos de
inicios de siglo que señalan en cuatro de cada diez trabajadores(as) considera
seguro su empleo (Burchell, 2001); y sostenido en otros ejercicios similares
que subscriben en encuestados(as) mexicanos como los que comparativamente exhiben
más temor en comparación de informantes de otros treinta países (Green, 2008).
De igual forma la distribución transversal del alto riesgo laboral fluctúa
coincidentemente con acontecimientos económicos coyunturales como las
recesiones y crisis económicas locales e internacionales; las cuales pueden
tener efectos considerables en la sensación de riesgo laboral (Debus et al.,
2012). La primera en México es 1994 que se extendió durante 1995 (Loría y Díaz,
2013), y sus efectos se notaron hasta 1996 (Camberos y Bracamontes, 2015). En
esta etapa, particularmente en 1995 el 29,7% de informantes refirió alto riesgo
laboral y el año siguiente fue el 40%, siendo las proporciones más altas. En las
siguientes etapas de levantamiento disminuye progresivamente hasta el año 2000
con 25,6%.
La siguiente etapa es a inicios del milenio, aunque se consideró como
recesión. La diferencia reside en la breve duración de la actividad económica a
diferencia de la crisis (menos de un año). De forma que en 2001 (Calva, 2001) y
2003 se comprendieron dos recesiones cuyos efectos negativos tuvieron
recuperaciones que se alargaron por casi cuatro años (Mejía, Díaz y Vergara,
2017). Así en el año 2001 la percepción de alto riesgo laboral fue señalado por
el 27,2%, aumentando ligeramente. Pero al siguiente año se elevó la proporción
a 38%; en 2003 disminuyó a 30,4%; y en 2004 repuntó a 34,8%. En los siguientes años
se contrajo hasta 16% en 2006.
En 2008 se registra otra crisis cuyos efectos en México fueron más severos
que en otros países de la región (Lomelí y Murayama, 2009; Ronconi et al., 2010)
y en ese año el porcentaje de encuestados(as) que refirió alto riesgo laboral
se acrecentó hasta 35,1% y 26,1% el siguiente. A partir de 2010 decreció a 23,3%
pero fue en aumento hasta 31% en 2016. El 2017, se ha categorizado como un año
de desaceleración económica (lo que supone es menos grave que una recesión o
crisis) y se ha extendido hasta el primer trimestre de 2018 (Notimex, 2019); no
obstante, la influencia de esta coyuntura en la apreciación de riesgo laboral
no se comporta como en las etapas previas puesto que los porcentajes de 2017 y
2018 de informantes que perciben riesgo laboral se ubica en los quince puntos
porcentuales y tal vez se deba a que el fenómeno económico es menos gravoso que
los anteriores.
De forma que por la congruencia entre altos porcentajes de encuestados con
percepción de riesgo laboral en etapas recesivas o de crisis económica, el
estudio encuentra una relación que deberá sustentarse empíricamente con otros
procedimientos técnicos.
Al respecto del factor sexo no hay evidencia de diferencias entre hombres y
mujeres en la percepción de riesgo laboral, lo que es coincidente con otros estudios
empíricos antecedentes (Erlinghagen, 2007; Gallie et al., 2017). La razón
obedece a que la variable tendría que estar involucrada con terceros factores
como tipo de empleo o edad para definir distancias puntuales en función de la
particular situación (Rosenblatt, Talmud y Ruvio, 1999). Sin embargo, se
distancia de otros ejercicios que señalan la preponderancia de varones en
percibir riesgo (Rosenblatt et al., 1999; Valdéz et al., 2010) y por la inferida
responsabilidad típica de la masculinidad para proveer materialmente el núcleo
familiar. Por otra parte, y en discrepancia de otros análisis, esta variable
predictora mantiene alto nivel de influencia con la dependiente (Keim et al.,
2014).
En cuanto al estado civil su influencia es exigua en contraste con
antecedentes empíricos sobre el tema. Sin embargo, por los valores extraídos en
el análisis multivariado y su predicción coincide con otros resultados (De Cuyper
et al., 2008), que afirman es en agentes adscritos a núcleos familiares donde
predomina la sensación de inseguridad a ser desempleado por razones inherentes
a la responsabilidad de manutención familiar (Román-Reyes et al., 2012).
Con la edad, variable de alta influencia, los resultados indican a
trabajadores jóvenes, particularmente en etapas productivas (26 a 40 años),
quienes refieren más sensación de riesgo laboral que en edades mayores; lo cual
disiente con algunos otros resultados que refieren a personas activas de mayor
edad con más tendencia al temor (Näswall y De Witte, 2003; Mauno et al., 2013).
Las razones se deben a que ese rango de edad es que concentra desempleo y
precariedad laboral (Botello, 2013; García, 2016; Pérez y Ceballos, 2019); aunado
a que en edades de entre 20 a 25 años es cuando jóvenes urbanos típicamente concretan
su emancipación del núcleo familiar primario (Vázquez y Ortíz-Avila, 2018) lo
que multiplica la incertidumbre laboral.
La influencia del nivel educativo en el riesgo laboral es significativa,
tal y como se corrobora en otros estudios precedentes (Kinnunen et al., 1999;
Hellgren y Sverke, 2003; Moore, Grunberg y Greenberg, 2004; Keim et al., 2014),
cuya tendencia general señala que entre menos educación más se percibe riesgo; puesto
que entre menos formación académica se adquieren menores capacidades y
oportunidades para competir en el mercado laboral lo que causalmente genera más inseguridad
(Sverke y Hellgren, 2002; Näswall y De Witte, 2003).
Con la misma tendencia de correlación la clase social indica que la
autoadscripción en estratos menores se relaciona con alto riesgo laboral,
compatible con otros ejercicios en Europa (Burchell, 2001; Gallie et al., 2017).
Lo anterior se puede explicar por las condiciones laborales concretas del país
puesto que la flexibilidad, precariedad y subempleo es axiomática en las capas
poblacionales necesitadas (Benach y Amable, 2004; Márquez-Scotti, 2015).
El tipo de empleo y la relación con el riesgo laboral es irrebatible
teóricamente (Bolstansky y Chiapello, 2002; Sennett, 2005; Castel, 2010; Standing,
2013; Linhart, 2013), así como empíricamente, puesto que la incertidumbre o
temor al desempleo es tácito al proceso pragmático de trabajar (Greenhalgh y
Rosenblat, 1984; Ashford, Lee y Bobko, 1989). En cuanto a la propensión del
riesgo con el tipo de ocupación, se reafirma la tendencia que señala a las
actividades profesionales o más calificadas con menores sensaciones de temor a
diferencia de aquellas consideradas operativas, manuales o poco calificadas
(Adams, Cantah y Wafe, 2014; Gallie et al., 2017); acentuándose para este caso
en informantes asalariados(as), y posteriormente, el ambulantaje o por cuenta
propia. La explicación ya referida obedece a que los empleos administrativos/gerenciales
cuentan con mayores rangos de decisión con respecto a su situación ocupacional comparativamente
a las y los empleados (Bolstansky y Chiapello, 2002; Sennett, 2005; Linhart,
2013) aunado a que en este tipo de posiciones en el proceso productivo es donde
se encuentran mayores indicadores de precariedad laboral en México (Márquez-Scotti,
2015).
En suma, el riesgo laboral en México tiene las características típicas que
las teorías sobre el tema señalan de forma directa, en específico en dos
elementos: De forma generalizada el riesgo laboral está presente en la mayoría de
los y las trabajadoras de cualquier actividad productiva contemporánea (Sennett,
2005; Bolstansky y Chiapello, 2002). Sin embargo, en segundo lugar, es más
perceptible en agentes cuyas condiciones laborales son atípicas o informales,
pero aún más entre agentes pocos calificados(as) y en situación de
asalariados(as) (Linhart, 2013; Standing, 2013).
Así, estos resultados soportan la idea que los riesgos, así como su percepción
inherente a la sociedad en el capitalismo contemporáneo, y en específico del campo
laboral, se producen y distribuyen de forma que refuerzan la lógica de
distribución estructural de clase; es decir, de forma más abrasiva contra los
sectores en desventaja (Beck, 2017).
Conclusiones
El riesgo laboral en México es una sensación dominante entre entrevistados(as)
desde 1995 a 2018 según lo compilado por el Latinobarómetro; puesto que en la
mayoría de las encuestas anuales destaca la “Muy alta preocupación”. Sin
embargo, las fluctuaciones porcentuales de informantes con esta intranquilidad
se elevan en etapas de crisis o recesiones económicas que impactaron al país,
exceptuando la última de 2018 que se considera desaceleración, fenómeno conceptualmente
descrito como menos grave.
En el último periodo, 2018, el riesgo laboral es percibido entre hombres y
mujeres sin diferencias importantes en su gravedad. Pero no así entre agentes
adscritos a un núcleo familiar frente a quienes no han formado o lo han
disuelto. La edad de las(os) encuestados que señalan más riesgo laboral es entre
jóvenes coincidente con el periodo típico de emancipación familiar. Se detectó
una correlación significativa que entre menos formación escolar más percepción
de riesgo laboral y en el mismo sentido o dirección con respecto a la clase
social: Entre más baja la clase social más preocupación existe por el
desempleo. Por último, es en actividades poco calificadas, de posiciones
laborales asalariadas y en informalidad donde predomina el riesgo laboral en
contraste con actividades de alta calificación o gerenciales.
En suma, las implicaciones empíricas del ejercicio contribuyen a reforzar las
tesis teóricas que señalan al riesgo en general, y el laboral en específico,
como endémico en las sociedades contemporáneas con impactos diferenciados en
función de las desigualdades estructurales en el contexto del capitalismo
contemporáneo; siendo estos efectos más considerables en sectores poblacionales
con desventaja ocupacional para el caso mexicano.
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*
Doctor en Sociología. Profesor de la
Universidad Pedagógica Nacional, sede Hidalgo-131, México. Representante
regional América del Norte de la Red-ALEC, Université de Limoges, Francia. E-mail:
carlosmejiareyes@upnhidalgo.edu.mx
ORCID: https://orcid.org/0000-0003-2998-1749
Recibido: 2021-08-26 · Aceptado:
2021-11-13