Revista de Ciencias Sociales (RCS)
Vol. XXX, No. 2, Abril - Junio 2024. pp. 460-473
FCES - LUZ ● ISSN:
1315-9518 ● ISSN-E: 2477-9431
Como
citar: Mori, M. D. P.,Cárdenas, R. M., Castro, G. C., y Cubas, T. L. (2024).
Violencia simbólica en la maternidad: Experiencias, significados y discursos . Revista
De Ciencias Sociales, XXX(2), 460-473.
Violencia simbólica en la maternidad: Experiencias, significados y discursos
Mori Sánchez, María del Pilar*
Cárdenas
Vila, Roxana Maribel**
Castro Carrasco, Giuliana Cecilia***
Cubas Romero, Taniht Lisseth****
Resumen
La
maternidad es un fenómeno cultural complejo con representaciones socialmente
construidas, significados y simbolismos en torno a la mujer. El artículo propone analizar las configuraciones de
violencia simbólica en la maternidad en mujeres de Lima-Perú. Siguiendo un
diseño fenomenológico, se entrevistó 13 mujeres estudiantes universitarias y
madres por primera vez. Luego del análisis de las entrevistas, se identificó
tres categorías principales: Significados de maternidad; maternidad con
decepción, vergüenza y culpa; y primero madre, luego mujer. Los principales
resultados indican que los significados de mujer se relacionan a la
responsabilidad y dificultad, debido a los cambios corporales y sociales. La
culpa surge por las expectativas y exigencia de los otros respecto a la
condición materna lo cual genera conflictos emocionales en ellas; la figura
paterna instala la vergüenza y decepción en las interacciones con las
participantes a partir de construcciones y estereotipos de género; así mismo
las participantes perciben que la maternidad ha desplazado el ser mujer
dificultando la consolidación de su identidad como tal. Se concluye que las
mujeres perciben la maternidad con un sentido de culpa debido al incumplimiento
de aquellas acciones validadas en base a estereotipos y concepciones
hegemónicas sobre familia, sociedad y roles de esposa y madre.
Palabras clave: Estereotipos; cualitativa; maternidad; mujer; violencia simbólica.
Symbolic violence in
motherhood: Experiences, meanings and discourses
Abstract
Motherhood is a complex
cultural phenomenon with socially constructed representations, meanings and
symbolism around women. The article proposes to analyze the configurations of
symbolic violence in motherhood in women from Lima-Peru. Following a
phenomenological design, 13 female university students and first-time mothers
were interviewed. After analyzing the interviews, three main categories were
identified: Meanings of motherhood; motherhood with disappointment, shame and
guilt; and first mother, then woman. The main results indicate that the
meanings of woman are related to responsibility and difficulty, due to bodily
and social changes. Guilt arises from the expectations and demands of others
regarding the maternal condition, which generates emotional conflicts in them;
the father figure installs shame and disappointment in interactions with the
participants based on gender constructions and stereotypes; Likewise, the
participants perceive that motherhood has displaced being a woman, making it
difficult to consolidate her identity as such. It is concluded that women
perceive motherhood with a sense of guilt due to non-compliance with those
actions validated based on stereotypes and hegemonic conceptions about family,
society and roles of wife and mother.
Keywords: Stereotypes; qualitative; motherhood;
woman; symbolic violence.
Introducción
La maternidad trasciende aspectos
biológicos, se suman componentes sociales, psicológicos y culturales, que
ayudan a posicionarla como un fenómeno cultural complejo con representaciones
socialmente construidas, significados y simbolismos en torno a la mujer a quien
aún se la define como productora de vida (Palomar, 2005; Cáceres-Manrique, Molina-Marín y Ruíz-Rodríguez, 2014;
Hernández, 2020), con una
postura desde la corporeidad en la constitución de la mujer, que pareciera
guiar su destino, colocando primero la condición de gestante y pasando a complementarse
como el binomio madre-mujer (Giallorenzi, 2020). Así se favorece el desarrollo de subjetividades
que se corresponden con actividades como procrear, criar y cuidar (Lagarde, 2015).
Histórica y culturalmente la maternidad ha
sido asociada a una responsabilidad reproductiva prioritaria e importante en la
mujer con patrones de conducta y características específicas superpuestas con
la cultura y situaciones socio-ideológicas del momento histórico de la
organización social (Barrantes y Cubero, 2014; M. Sánchez, 2016); es decir, el sentido de los múltiples y diversos discursos de
maternidad se modifica conforme el contexto se transforme y se construye en
torno a este (Mojzuk, 2014). La práctica de la maternidad parece
sintetizar tradiciones, prescripciones, automatismos y costumbres, respecto a
aquello que una mujer debe ser y hacer (Palomar, 2005).
El presente artículo propone analizar las configuraciones de violencia
simbólica en la maternidad en mujeres de Lima en Perú. La importancia de abordar estas configuraciones
permite comprender la compleja interacción de la madre y la maternidad esperada
por la sociedad; además de las acciones que lleva afrontar cada requerimiento
de aquel patrón cultural donde se construye la maternidad. La maternidad basada
en parámetros irreales y exigentes trae consigo efectos en el plano emocional, físico, económico y social;
agudizando estereotipos que limitan el desarrollo y posicionamiento de la mujer
y valoración de todo cuanto se relacione a ella.
1. Fundamentación
teórica
1.1. Significados de
maternidad
La construcción simbólica de la maternidad implica una progresiva
confusión entre mujer y madre, feminidad y maternidad; precisándolas como
unidades necesarias y complementarias para encontrar el sentido de ser mujer; y
se ha extendido gradualmente a los diferentes ámbitos de interacción sociales y
políticas. Todo ello, en palabras de Mojzuk
(2014) llevaría a
hablar de maternalizacion o maternaje de las mujeres, donde el entorno social y
cultural establecen una ideología universal de maternidad; de allí que los
aspectos simbólicos de la feminidad incluyen a la maternidad así, el ser mujer
significa ser madre y la maternidad queda principalmente vinculada al proceso
de gestar y parir (Giallorenzi, 2020); este sistema se encuentra dentro de la vida personal, social y política de la
mujer.
Es un proceso interminable que inicia con la experiencia dolorosa del
parto; los tiempos interminables de aprendizaje para la crianza; el probable deterioro
de la relación de pareja; el descuido personal; y otros hechos que se ven
expuestos al juicio externo y la exigencia arraigada en el imaginario social (Palomar, 2005).
Este imaginario estructura características alrededor de las madres que
hacen proveer construcciones significativas traducidas en comportamientos y
tipos; así la madre real,
es aquella observada en el contexto diario de interacción bajo requerimientos,
necesidades, intereses y procesos que son cotidianos; la madre socialmente
construida, se toma desde expectativas sociales asumidas como parte del
cumplimiento del orden social; y la madre representada, aquella que nace a
partir de la convergencia de todas para un determinado discurso (Kaplan,1992). En este sentido, la sociedad construye un tipo de madre y atribuye
comportamientos que asumen como expectativa lograda o estar completa solo si se
es madre (Douglas y Michaels, 2005; Calafell,
2020; Vivas, 2021).
El discurso hegemónico alrededor de la maternidad contribuye a la naturalización
y construcción del instinto maternal, con el tiempo ha ido tomando el nombre de
amor maternal (Badinter, 1991; Palomar, 2005), que continúa atribuyendo las mismas
características y condiciones univocas en torno a la mujer, quien debe amar tener
hijos (Vivas, 2021). Esta construcción “determina y configura
la subjetividad de las mujeres sean estas madres o no” (Palomar, 2009, p. 4), asignando sentido y significado a su vida e instalándose como una
necesidad adoptada en el imaginario individual y colectivo (Donath, 2016; M. Sánchez, 2016).
Este estereotipo unificador rechaza las individualidades de aspectos
como el nivel cultural, clase social y coyunturas sociales resultando en la determinación
de que toda mujer equivale a una madre (Saletti, 2008); las concepciones hegemónicas sobre las categorías de la familia y
maternidad han sido posible a través de los medios masivos de comunicación que
difunden roles femeninos de mujer, esposa y madre como ejes centrales de sus
vidas (Lagarde, 2015; Giallorenzi,
2020), surgiendo
una clasificación social binaria de “madre
y no madre”, que divide
y propone diferencias entre ser y no ser (Donath, 2016).
Por lo general, la maternidad es vinculada a términos como naturaleza,
emoción, valor, amor, sacrificio y cuidado; se espera que la mujer-madre asuma comportamientos
asociados a dichos términos, generando una postura dicotómica de la buena o
mala madre; simplificando, generalizando o
distorsionando las experiencias propias, puesto que no todas las madres
experimentan de forma única la maternidad ni las experiencias son similares
entre si (Donath, 2015); se designa el ser madre desde una
necesidad que supone la entrega completa de su ser físico, psicológico,
emocional e intelectual (Douglas y Michaels, 2005; Vivas, 2021). Es un orden integrado, legitimado por un sistema que ejerce dominación
y otorga significado, reconocimiento, estatus social e identidad solo a través
del ser madre, invalidando la plena realización del ser mujer fuera de la
función materna (Darré, 2013).
La maternidad es un tema que abarca
diferentes aspectos emocionales, sociales y económicos. En la sociedad, la
maternidad tiende a ser idealizada como un período de felicidad y plenitud para
las mujeres. Sin embargo, las experiencias pueden ser diferentes, puesto que confluyen
diferentes factores en el proceso de maternar: Los cuales complejizan la
incorporación de la mujer en esta nueva etapa, donde los significados y las
exigencias cobran sentido.
1.2. Maternidad
con culpa
La maternidad construida desde la dicotomía socio-funcional de buena o mala
madre, presenta una visión idealizada y naturalizada de acciones y experiencias
en torno a ella; está sustentada en estereotipos y comportamientos de género,
cualquier acción fuera de esta imagen es concebida como incorrecta a lo
éticamente deseable; por tal, es fuente constante de culpa y crítica hacia la
madre. Esta forma de maternidad es intensa, entregada y trasciende la identidad
de las progenitoras e impacta en su mundo emocional pudiendo generar numerosos
conflictos psicológicos (Douglas y
Michaels, 2005; Donath, 2016; Cosciuc, 2021; Bakucz, 2022).
Percibir a las mujeres y buenas
madres desde experiencias maternales unívocas como dadoras de vida,
sacrificadas, inmunes al cansancio y viviendo la crianza con placer y amor, las
coloca en una condición de “todopoderosas”
y únicas responsables del destino de los hijos; imposibilitadas de aprender,
equivocarse o cuestionar (Saletti,
2008; Darré, 2013; Maher et al., 2021; Vivas, 2021); lejos de ser una atribución favorable
para la construcción de su identidad es más bien una condición de subordinación
a la naturaleza y orden socio cultural, de escenarios de culpa y frustración (Donath, 2016).
Las exigencias socioculturales, dejan permear mecanismos que evidencian
comportamientos esperados por parte de quienes asumen la maternidad; así el no
cumplirlos será visto como una falta o negligencia de madres cuestionables (Cosciuc, 2021), a quienes se las expone bajo un sistema de sanciones y recompensas
basados en registros morales, médicos, psicológicos, criminológicos y
psiquiátricos, que van a indicar la maternidad apropiada (Darré, 2013; Maher et al., 2021). Ello genera una recarga imperativa y
exigente que pone en riesgo la salud mental de la mujer Influyendo en su
desenvolvimiento personal y social (Montiel, 2016; Bedoya-Gallego et al., 2022).
1.3. Primero
madre, luego mujer
La tensión por el cumplimiento de las exigencias de la maternidad deteriora
el bienestar general de las mujeres, quienes asumen su tiempo y
responsabilidades para la familia y trabajo y no para sí mismas (Mora et al., 2022). Ello supone altos niveles de estrés que
puede ser no tolerable, favorece la carga diferencial de género impregnada por
el modelo tradicional que exige una presencia laboral de la mujer madre y
esposa, y (al mismo tiempo) penaliza el distanciamiento o abandono del cuidado familiar
(Buitrón, 2020).
Las mujeres se han introducido en diferentes escenarios donde se ha
visto el desarrollo de sus habilidades y generación de nuevas responsabilidades
frente a las exigencias de un sistema económico y social; sin embargo, el rol
de la maternidad no ha dejado de verse como prioritario sumando las nuevas
responsabilidades a las ya existentes; así la maternidad intensiva, centrada en
las demandas de los hijos, se hace extensiva hacia los espacios laborales
siguiendo el correlato y expectativa de cumplimiento de ser buena madre (Montiel, 2016; Maher et al., 2021). A pesar de que en América Latina se cuenta con leyes que protegen la
maternidad, no ser suficiente para permitir el crecimiento adecuado de la mujer
en el contexto laboral y en su realización como madre sin posturas de juicio
social (Llanes
et al., 2020).
El exceso de trabajo empeora la vivencia de la maternidad, siendo más
probable que opte por priorizar alguna de las dimensiones donde se desenvuelve
(Buitrón, 2020); así la maternidad reduce las
probabilidades de la mujer en el ámbito laboral. Tan solo el 45,8% de las
madres con niños pequeños están empleadas, frente al 53,2% de mujeres sin niños
menores de 6 años; además se registra tasas de participación más bajas en
cargos directivos y de liderazgo (25%), en comparación con los hombres con
niños pequeños (74,9%) (Organización Internacional del Trabajo [OIT], 2019).
Así, la mujer debe recurrir al apoyo social o familiar para cumplir con las
labores de cuidado y cubrir la reproducción de roles de género, frente a lo
cual, es etiquetada de mala madre y
desnaturalizada, que abandona a sus hijos y prioriza sus propios intereses
(Calafell, 2020).
La demandante dedicación a la vida familiar, laboral y/o académica implica
vivir un desequilibrio por optar por su desarrollo profesional o familiar y
ello deviene en sentimientos de culpa respecto al abandono, al saberse
imposibilitada de dar cumplimiento a las expectativas idealizadas sobre la
maternidad (Reyes et al., 2021; Peraza et al., 2022; Carrillo y Novoa, 2022). Estas tensiones se extienden al plano de
pareja, crianza de los hijos, a las subjetividades de la mujer y su identidad (N.
Sánchez, 2016). Todo ello incrementa las preocupaciones
y sentimientos negativos de percibirse solas, angustiadas, frustradas y
perjudica la relación afectiva con los hijos pudiendo generar comportamientos
hostiles y agotamiento (Bedoya y Giraldo, 2010; Cáceres-Manrique et al., 2014).
Pese a la presión social respecto a los estereotipos de maternidad, la
condición laboral es una fuente favorable para la construcción de autonomía,
formas de crianza positivas y desarrollo de los hijos, en comparación con
aquellas mujeres madres que se quedan cumpliendo el cuidado familiar, cuyas
prácticas de maternidad se condicionan con creencias tradicionales en torno al
ser mujer y madre, estableciendo interacciones con los hijos que por lo general
están basadas en la coerción (Faas et al., 2022).
Queda claro que la mirada sesgada de la maternidad impacta sobre el apoyo
emocional hacia la mujer y madre especialmente desde la sociedad, de donde
parten las exigencias y parámetros sobre la cual se evalúa la maternidad; y
aunque hombres y mujeres están de acuerdo en que las responsabilidades no
remuneradas deberían ser compartidas por ambos dentro de la familia; son ellas
las que asumen más del 75% del total de horas en trabajos de cuidado no
remunerados con un promedio de 3.2 veces más de tiempo de cuidado respecto a
los hombres (OIT, 2019).
A pesar de las condiciones y necesidades exigidas por la sociedad en
torno a la maternidad, en América Latina (más que en América del Norte o
Europa), el 83% de mujeres precisan que la maternidad es la mejor etapa de una
mujer; esta misma percepción representa el 93% en Perú. La satisfacción de la
maternidad para las mujeres alcanza el 92% (en el Perú la cifra llega a 94%);
64% de mujeres de la Región de Latinoamérica desean convertirse en madres en
algún momento; mientras que en Perú la cifra representa el 78% sobre los otros
países (Torrado, 2018).
Así mismo, el 57% de peruanos considera que la mujer debe cumplir
primero como madre dentro de su hogar y luego cumplir sus sueños (Instituto Nacional de Estadística e informática [INEI],
2019). Situación que
expone la estructura cultural y construcción de estereotipos respecto a la
mujer condicionada a la maternidad para percibirse completa en la configuración
de su vida e identidad (Lagarde,
2015; Giallorenzi, 2020).
Así, las experiencias, significados y discursos de la maternidad que se
construyen como interacciones subliminales y que determinan el ser mujer
podrían determinar violencia simbólica; en ese sentido, el objetivo del
presente artículo propone analizar las configuraciones
de violencia simbólica en la maternidad en mujeres de Lima en Perú.
1.4. Violencia
Simbólica
La maternidad viene
impuesta por roles sociales, categorías cognitivas y estructuras a través de
las cuales una persona percibe y actúa; estas condiciones corresponden a términos
de violencia simbólica; una forma sutil de violencia basada en la influencia
social que ejercen sobre las categorías de percepción, evaluación y sistemas
simbólicos de una persona o grupo (Bourdieu, 1990). Ejercida
a través de símbolos, mensajes, imposiciones sociales, políticas, culturales y
creencias que se reproducen y contribuyen a la desigualdad y exclusión entre
géneros (Menéndez, 2014; Leites,
2019). Es construida sobre condiciones culturales de diversidad,
con aceptación y consenso; migrando a un plano racional y moral, y
reconstruyendo el orden social a partir de lo que se considera propio (Bourdieu,
2011).
Los
estereotipos se imponen y tratan como esquemas de verdad hasta que el sujeto
los acepta como parte de su identidad; una forma de poder que somete y se transmite
a través de los sistemas de comunicación, convirtiendo la violencia en una
herramienta de poder socialmente reconocida por consenso o aceptación (Foucault,
1988). Adoptar una estructura socialmente reconocida abre
relaciones de poder y jerarquía. Los símbolos actúan como herramienta dominante
a partir de relaciones significativas estructuradas (Cerruti,
2016). Así, la violencia simbólica se ejerce sin coerción
física brindando respuestas adecuadas a estos estímulos, demostrando el uso del
poder a través de los canales de comunicación disponibles (Peña,
2009; Galarza, Cobo y Esquembre, 2016).
En este
sistema simbólico, el cuerpo tiene una representación principal en la
diferencia sexual para la generación de estereotipos, actitudes y valores, lo
que fuerza a una serie de mandatos culturales de género y se convierte en
acción simbólica colectiva (Serrano-Barquín et al., 2018); en este
sentido, la corporeidad y la maternidad se incorporan de manera convencional,
inmediata y necesaria en la identidad de la mujer.
La
estructura de los mensajes estereotípicos de desigualdad, exclusión y
dominación se logra a través de tres procesos graduales y generalizados en
diferentes etapas; hábitus, corresponde a
aquellos significados y esquemas que se construyen desde la niñez y que
permiten guiar en su repertorio conductual (Bourdieu, 2009). Es una forma de interactuar con el individuo y el mundo
en la práctica social, a partir de un sistema de clasificación simbólica,
arbitraria y binaria, producto de los procesos de socialización vividos en las
familias y la escuela (Bourdieu, 2006). Es un
trascendente histórico, una estructura abierta que requiere práctica en los espacios
de interacción social y poder incorporarlas al mundo social del individuo (Bourdieu,
2013).
La dominación masculina, es la
forma paradigmática de la violencia simbólica, de las diferencias sexuales de
los cuerpos y la atribución de estereotipos a cada sexo según los principios de
primacía y generalización (Bourdieu, 2006; 2011). Tienen
lugar en el orden natural de la diferencia socialmente establecida entre
hombres activos y mujeres pasivas; a través de tradiciones y costumbres
culturalmente reproducidas (López, 2015; Posada, 2017).
Para Carrera y Pietrak (2015), los patrones pasan desapercibidos de tal manera que
impide al sujeto discutir las costumbres y normas impuestas por la sociedad. Al
atribuir causas naturales a los hechos sociales, las personas ya no cuestionan
ni analizan las reglas que rigen su comportamiento. Es una
forma de establecer relaciones, aceptar la alienación y asimilarla, estos son
mecanismos micro sociales que sustentan y mantienen ciertas estructuras,
estilos de vida, estabilidad y estatus social.
2. Metodología
El estudio se realizó desde un enfoque cualitativo, el mismo que se
ajusta a la realidad y eventualidad de los hechos (Miles, Huberman y Saldaña, 2019);
el diseño fenomenológico permitió reconstruir la realidad desde la
interpretación de los participantes, a través de la descripción de su
experiencia, profundizando en los significados del fenómeno (Creswell y Poth, 2018).
El muestreo fue intencional, se trabajó con 13 mujeres residentes de
Lima en Perú. Se incluyó mujeres mayores de 19 años, todas estudiantes
universitarias y madres primerizas. Para el reclutamiento se empleó las
estrategias por referencias e invitación directa (Robinson, 2014). El promedio de edad fue de 23 años, de las cuales el 46% están entre
20 y 24 años; 31% entre 25 y 28 años; y, 23% tenían 19 años.
Se empleó la entrevista en profundidad semiestructurada (Kvale, 2011). Para construir el guion de la entrevista se
tomó en cuenta la matriz de categorización basada en el marco teórico y
objetivos del estudio. La rigurosidad en el contenido y elaboración del
instrumento se pasó por revisión de ocho expertos en el tema, quienes consideraron
la claridad, coherencia y pertinencia de cada pregunta, determinando la
idoneidad de este; así mismo, se validó mediante la entrevista piloto (Martínez, 2013). Las entrevistas se llevaron a cabo por tres de
las investigadoras en los meses de agosto y diciembre del 2022, se consideraron
principios éticos con la firma del consentimiento informado, la participación
voluntaria y respeto por el anonimato de datos.
Debido al proceso de extracción inductivo de datos y asociación con el
marco teórico de referencia, el análisis cualitativo se trabajó bajo el método
abductivo (Swain, 2018); para ello se empleó el Análisis Fenomenológico
Interpretativo (AFI) (Interpretative
Phenomenologycal Analysis – IPA), un método que se orienta a la comprensión
de las experiencias vividas por el sujeto y el sentido que le otorga a estas en
un contexto de su mundo personal (Smith
y Nizza, 2021).
El proceso incluyó cuatro etapas: La familiarización con los datos
(comentarios iniciales), donde se transcribió la información; se hicieron las
revisiones y asociaciones iniciales, y descripciones de las impresiones anotando
de aspectos interesantes y significativos. Siguió la identificación de temas
emergentes, haciendo síntesis de la primera etapa. Se avanzó con el agrupamiento
de temas, en base a conceptos y teorías, así se buscó relaciones lógicas y
asignó etiquetas. Finalmente, se elaboró la tabla resumen de aquellos temas que
ilustran la cualidad del fenómeno investigado (Duque y Aristizábal, 2019; Willig, 2021). El proceso se complementó con el uso del software especializado ATLAS ti 23.
Se
trabajó bajo los criterios de significancia del análisis y saturación propuestos
por Miles et al. (2019), estos fueron: La densidad teórica, en razón de la
cantidad de relaciones de una categoría que determina el poder explicativo de
la misma; la representatividad, al contener el código por lo menos una cita en
cada documento; y, la frecuencia de categorías, que evidencia la mayor
importancia de la categoría en razón de las citas vinculadas.
En
este sentido, para la significancia de la categoría se consideró aquellos con
densidad (≥2), representatividad (≥1), y frecuencia (≥ 13), incorporando aquellas
categorías que cumplan con al menos uno de los criterios señalados. Para
cumplir con el criterio de calidad de confirmabilidad se minimizó la subjetividad
y sesgo del investigador al realizar el análisis intercodificadores, tener la secuencia
clara del proceso de interpretación, reflexión sobre los prejuicios, así como
la grabación de las entrevistas.
3. Resultados
y discusión
3.1. Significados de
maternidad
El significado de maternidad no se puede entender de manera atemporal o
universal (Palomar, 2005; Abajo-Llama
et al., 2016), es una práctica
dinámica que engloba diversas experiencias en consonancia con la cultura y
coyuntura alrededor de esta.
En las respuestas de las participantes se identifica dos significados
claramente establecidos; aquellos que especifican y resaltan la maternidad como
una responsabilidad de cuidado, protección y entrega al bienestar de un ser; lo
que implica incorporar tareas para las cuales no se prepararon, pero, las
asumen en función de la necesidad prioritaria, como únicas responsables del
cuidado y destino del nuevo ser, lo que les genera preocupación constante (Darré, 2013; Hernández, 2020). “Es una responsabilidad muy grande, hay que
estar muy alertas a todo, (…) sin importar si estoy cansada o tengo que hacer
lo de la universidad” (Dori, 26 años).
Las respuestas anteriores se encontraron mayormente en mujeres con más
de 23 años, con experiencia laboral y que eventualmente habían estado viviendo
fuera del contexto familiar. Por tal, existe un sentido de responsabilidad y
cuidado mayor, pareciera que el papel de cuidadoras toma sentido más agudo a
partir de la adultez temprana.
Otra mirada al significado de maternidad es aquella que la define como
una experiencia difícil, destacando cambios que han ido transitando en esta
etapa; estos cambios se describen en áreas corporales (nauseas, peso, dolores
de espalda y cadera, heridas en los pezones) y sociales (reuniones sociales, percepción
de otros, forma de interacción). Lo que implica que esta experiencia se valora
en función de la comparación de un antes y después entre la sensación de
libertad-gusto versus deber-dolor.
Para mí, ser mamá ha sido lo más difícil que me
ha tocado vivir; en el embarazo la pasé mal en el hospital porque no aguantaba
nada de comida y de allí los cambios han sido muy drásticos, no lo pensé así,
me decían que todo iba cambiar cuando naciera. que sería lo que me faltaba para
crecer, pero no he podido acostumbrarme a todo. Aun después de un año sigo
sintiendo una carga enorme. (Arlin, 19 años)
Esta forma de valorar la maternidad se corresponde con aquella imagen
progresiva generada en la sociedad, donde se espera una adaptación a esa condición
de la mujer, que pasa de estar carente de algo a estar completa o encontrar el
sentido de ser mujer amando a quien trajo al mundo (Palomar, 2005; Donath, 2016); sin embargo, algunas madres podrían
identificar la maternidad como carencia de aquello que ya tenía, extrañando el
pasado, generando desconcierto y numerosos conflictos emocionales y
psicológicos (Cosciuc, 2021; Bakucz,
2022).
Los significados atribuidos a la maternidad parecieran estar
contextualizados con la dimensión real que implica el cuidado y tareas, discrepando
con la interpretación que hace el 93% de mujeres que indican a la maternidad
como la mejor etapa de su vida (Torrado,
2018). De acuerdo con Donath (2015; 2016); y, Vivas
(2021), los cambios a
los que se enfrenta la madre genera un rango de emociones consecuentes y ambivalentes
que surgen de las exigencias y restricciones culturales de la crianza.
Se añade a ello, que todas las participantes coincidieron con presentar
a la maternidad como una situación que permitió la madurez, el crecimiento en
términos de hacerse consciente de su vida y del nuevo ser a cuidar, tomar
decisiones y asumir consecuencias de estas. Convendría analizar si esta
percepción de madurez a partir de la maternidad, corresponde a aquellas
construcciones sociales intrínsecas de la mujer como productora de vida (Cáceres-Manrique et al., 2014), y de aquello que una mujer debe ser: Como la
sensación de estar completa o la necesidad adoptada por el imaginario social. En cualquiera de los casos existirían significados y esquemas
que se construyen desde la niñez y que permiten guiar en su repertorio
conductual, lo que corresponde a la dimensión hábitus, de violencia simbólica.
3.2. Maternidad con decepción, vergüenza y culpa
Asumir un embarazo no planificado es una experiencia
compleja, la mujer (ahora madre) atraviesa una serie de conflictos que la hace
transitar por diversas emociones que alteran su salud emocional mucho antes de
empezar a vivir los cambios de la maternidad (Douglas y Michaels, 2005). El proceso de comunicar a sus padres y
familiares sobre el embarazo la expone, la mayor parte de las veces, a críticas,
opiniones, conductas y actitudes que conllevan a una percepción de culpa,
vergüenza y decepción hacia sí misma; sentenciándolas a iniciar la experiencia
de la maternidad bajo percepciones negativas y cuestionamientos poco favorables
en la adaptación a esta etapa.
Todas las participantes coincidieron en señalar
que, al momento de comunicar el embarazo, fueron sus padres, y no las madres,
quienes expresaron decepción frente a la maternidad de sus hijas; muchos de
ellos con ausencia parcial o total en la vida de las participantes. “Mi papá
lloró, me dijo que lo había decepcionado, me dejo de hablar casi un mes; luego
decía cosas como que me quedaría siendo ama de casa (…) me hacían sentir mal”
(Flor, 19 años).
Es preciso cuestionarse ¿qué decepciona a los
padres?; no seguir el camino esperado, o simplemente expectativas de género
basadas en estereotipos sociales y estructura de dominación masculina que
especifica un orden aparente de acciones generalizadas a cada sexo (Bourdieu, 2011; Posada, 2017); además de la necesidad de aprobación del padre
dentro de una cultura reproducida de necesidad sobre la cual construyen el
significado de su interacción.
La maternidad es una experiencia atravesada por
la culpa, que invalida las emociones y decisiones de quien la percibe, se
centra en el cuestionamiento y dudas sobre el criterio asumido (Montiel, 2016; Vivas, 2021). La culpa se incorpora desde el embarazo por
decisiones o indecisiones; “después de eso [comunicación del embarazo] mi papá discutía
más con mi mamá. Le reclamaba (…) le decía que no me cuidó bien (…) ambos me
culpaban de sus peleas” (Lili, 22 años). Se instala por cambiar el camino
planeado, por alterar la dinámica familiar, por no considerar el esfuerzo de
los padres, o por no ser quien se espera; es decir por expectativas y
exigencias de la sociedad (Donath,
2016).
La culpa siempre parte del cuestionamiento de
otros, pero es asumida y sufrida por la madre; la vergüenza se genera al
sentirse juzgadas. Las críticas son directas o sutiles, presentadas a modo de
consejos o necesidades de cumplir con el estándar esperado de una madre; pues al
entrar en la maternidad tienen que asumir todo lo que de ella se requiere (Cosciuc, 2021; Ambiado-Lillo,
2022; Bakucz, 2022); y es
probablemente este asumir aquella madurez que las participantes indican como
significado de maternidad.
Este imperativo social patriarcal, hace que las
madres sean las principales responsables de todo lo que acontece con los hijos,
es un continuo que se establece como parte natural de la maternidad, de aquella
que exige ser buena madre; cuando esa madre no lo logra le alcanzará la culpa
permeada de error (Cosciuc, 2021; Peraza et al., 2022). “Ella [su hija] estaba sentada, solo entré a
la cocina y escuché el grito (…) le había caído agua caliente (…) desde allí siento
nervios cuando la dejo para venir a la universidad (…), claro siempre están
señalando mi error” (Gise, 21 años).
La culpa en la maternidad es una forma de
erosión personal, emocional y relacional por hacer o no hacer, por la
ambivalencia emocional, por necesitar cuidado y apoyo; existe una
hiperexigencia personal y externa que no permite transitar la maternidad con
las necesidades de cada madre bajo sus experiencias y recursos que la lleven a
vivir una maternidad gozosa; por el contrario, las mujeres asumen las
dificultades de sus maternidades y las normalizan (Oliver, 2022);
esta culpa surge a partir del ideal de la buena madre, aquella sacrificada,
abnegada, sin posibilidad de fracasar, siempre disponible; es la voz de la
supermamá, que no responde a la experiencia real de la mujeres y cuestiona
equivocadamente el amor hacia los hijos.
En este punto juega un papel fundamental la
corresponsabilidad y el cuidado compartido con el padre, aun cuando hay mayor
implicancia de este en el cuidado de los hijos, no hay culpa en el padre; pues
su rol no tiene límites fijados y es flexible.
3.3. Primero
madre, luego mujer
Son más las exigencias sociales que las personales las que se destacan al
momento de describir las experiencias en la maternidad; las participantes
perciben la necesidad de cumplir patrones de comportamiento y cuidado hacia sus
hijos, familias y mantener presencia laboral; todo ello demandado por
familiares, amigos y especialistas (Buitrón
2020; Mora et al., 2022).
“Creo que esperan [sus familiares] que al ser mamá ya tengo que hacerme cargo
de todo sin mostrar cansancio o pedir ayuda” (Ney, 26 años).
Los patrones naturalizados socialmente
alcanzan a las instituciones sin cuestionar ni analizar si aquellas normas se
condicen con la realidad de las madres (Carrera y Pietrak, 2015), haciendo que la maternidad, inicialmente intensiva, pase
a ser extensiva hacia otros espacios cumpliendo con la expectativa de ser buena
madre (Montiel, 2016; Maher et al.,
2021). “En la universidad tenía
dificultades de ir a la practica en las mañanas no querían cambiarme el horario
y yo no podía por mi hijito, incluso una vez un profesor me dijo que priorizara
mejor ser mamá” (Mary, 24 años).
Estas
exigencias basadas en estereotipos no solo simplifican, generalizan o distorsionan las
experiencias propias de maternidad, sino que, legitiman la expectativa de la
super mamá con la cual se somete una forma de ser y ejercer en la maternidad
bajo la vigilancia dominante, invalidando las propias vivencias y desplazando
una experiencia gozosa de la maternidad (Donath, 2015; Vivas, 2021; Oliver,
2022). Desde la experiencia de las participantes, la
maternidad cambió el término de mujer por madre, a partir de ello no se
conciben por separado, como si el ser mujer equivaldría a ser madre. Es una
construcción llena de significados solo a partir del binomio madre-mujer.
Maravilla de 26 años narra: “Siempre me dicen tu ya eres madre, tienes
que pensar como madre o no hagas esto, no te vistas así porque eres mamá; eso
me desgasta a veces me enoja, porque no solo soy mamá”; esta postura dificulta la
construcción de identidad de mujer y legitima un orden de dominación que invalida
el significado de la mujer fuera de la condición materna perpetuando la
idealización de madre y subordinación a la llamada naturaleza.
Conclusiones
Las mujeres asignan un sentido de culpa a
experiencias de maternidad, dado el incumplimiento de aquellas acciones
validadas en base a estereotipos y concepciones hegemónicas sobre familia,
sociedad y roles de esposa y madre; se suma a ello las percepciones paternas
que instalan la vergüenza y decepción en la dinámica de interacción con la
nueva madre. El problema no es la maternidad, el problema es que la maternidad
no encaja en el sistema tal como está configurado; ante ello la mujer
experimenta angustia en un proceso por cumplir y asumir las condiciones
esperadas.
Analizar estas configuraciones ha permito comprender la compleja
interacción de la madre y la maternidad esperada por la sociedad; que lejos de
ser contenedora y aportativa para el desarrollo de la madre, es más bien
encausadora de críticas y facilitadora de ciclos de violencia que envuelve a la
mujer y perpetua asimetrías. La maternidad basada en parámetros irreales y
exigentes trae consigo efectos negativos en el plano emocional, físico,
económico y social; agudizando estereotipos que limitan el proceso de
crecimiento y posicionamiento de la mujer y valoración de todo cuanto se
relacione a ella.
Visto lo anterior, convendría pensar en la maternidad desde una
perspectiva de derecho donde la elección y deseo del ser madre se configuren no
solo en la necesidad social de serlo y estarlo; donde se valore las practicas
visibilizadas en el ámbito público y político, reivindicando la responsabilidad
colectiva de este proceso con una postura realista menos idealizadora de quien
asume la experiencia, el significado y responsabilidad de la maternidad fuera
de estigmatizaciones que incluso podrían llevarla a una condición de violencia
dentro de sus familias.
Entre las limitaciones del presente estudio se encuentra el no haber
realizado la triangulación; además de los escasos estudios con relación al
fenómeno que dificultó una mejor contrastación teórica. Se recomienda abordar
estudios desde una perspectiva mixta y profundizar en el análisis del fenómeno
con adolescentes. Por otra parte, continuar explorando temas que surgieron en
la investigación, pero resultaron poco significativos, como identidad del ser
mujer y la perspectiva de las nuevas masculinidades en la construcción de la
maternidad.
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* Doctora
en Psicología. Magister en Ciencias de la Educación. Docente Investigadora en
la Universidad César Vallejo, Lima, Perú. E-mail: madelpilarmos@ucvvirtual.edu.pe
ORCID: https://orcid.org/0000-0003-0191-4608
** Doctora en Psicología. Magíster en Psicología Clínica y de la
Salud. Docente de la Escuela de Psicología en la Universidad César
Vallejo, Lima, Perú. E-mail: rcardenasvi@ucv.edu.pe ORCID: https://orcid.org/0000-0002-1089-6299