Revista de Ciencias Sociales (RCS)
Vol. XXXI, Número Especial 11, enero-junio 2025. pp.
35-46
FCES - LUZ ● ISSN: 1315-9518 ● ISSN-E: 2477-9431
Como citar: Medina, A. R., y
Ullauri, S. A. (2025). Geopolítica de la guerra de semiconductores entre
Estados Unidos y China: Rivalidad tecnológica y poder global. Revista De
Ciencias Sociales, XXXI(Número Especial 11), 35-46.
Geopolítica de la guerra de semiconductores entre Estados Unidos y China: Rivalidad tecnológica y poder global
Medina Rivas Plata, Anthony Rolando*
Ullauri
Betancourt, Santiago Andrés**
Resumen
La
industria de los semiconductores se ha convertido en un campo de batalla
crítico en el panorama geopolítico del siglo XXI, sustentando desde la
electrónica de consumo hasta los sistemas militares avanzados. La rivalidad
entre Estados Unidos y China por el control de los semiconductores va más allá
de lo económico, reflejando preocupaciones más amplias sobre la seguridad
nacional y el liderazgo tecnológico. Este artículo explora las implicaciones
geopolíticas y económicas de la guerra de semiconductores entre ambos países,
analizando los principales factores del conflicto y su impacto en las cadenas
de suministro globales. La investigación se enmarca en una estrategia de
investigación documental, cualitativa, con enfoque exploratorio y explicativo,
utilizando como unidad de análisis principal el conflicto geoeconómico y
tecnológico entre ambos países, con especial atención al sector de los
semiconductores. Como resultado se examinó la respuesta de Estados Unidos,
incluidos los controles de exportación y los esfuerzos por fortalecer la
producción nacional, en contraposición a la iniciativa ‘Made in China 2025’ de
China para lograr la autosuficiencia tecnológica. En conclusión, este estudio
ofrece un análisis detallado de las dinámicas de poder que configuran esta
competencia y sus implicaciones a largo plazo para la innovación y seguridad
tecnológica globales.
Palabras clave: Guerra comercial; geopolítica; desacoplamiento
tecnológico; relaciones Estados Unidos-China; cadenas de suministro globales.
* Doctorando
en Relaciones Internacionales en la Universidad Nacional de La Plata,
Argentina. M.A. in Public Policy. Graduado del US Foreign Policy Program,
Profesor Asistente de la Facultad de Derecho y Ciencias Políticas en la
Universidad Nacional Mayor de San Marcos, Lima, Perú. Profesor Asistente de la
Escuela de Ciencia Política y Gobierno en la Universidad Católica de Santa
María, Arequipa, Perú. Presidente del Instituto de Estudios Políticos Andinos
(IEPA), Lima, Perú. Vicepresidente para América Latina y El Caribe de la
International Association for Political Science Students (IAPSS), Canadá. E-mail: amedinar@unmsm.edu.pe ORCID: https://orcid.org/0000-0002-5118-5477
** Doctorando
en Ciencias Políticas en la Universidad Austral, Argentina. Magister en Administración
y Gestión de Empresas. M.A. in Public Administration and Government in
Latin America. Profesor Titular del Instituto para el Desarrollo de la Cultura
y Sociedad en la Universidad Hemisferios, Quito, Ecuador. Miembro de la Red
China y América Latina: Enfoques Multidisciplinarios (REDCAEM). Director de
Vinculación y Publicación del Centro Interdisciplinario en Ética, Política y
Economía (CIEPE). Vicepresidente de Proyectos Académicos para América Latina y
El Caribe de la International Association for Political Science Students
(IAPSS), Canadá. E-mail: santiagou@uhemisferios.edu.ec ORCID: https://orcid.org/0000-0003-0858-3178
Recibido: 2024-12-12 • Aceptado: 2025-03-01
Geopolitics
of the US-China Semiconductor War: Technological Rivalry and Global Power
Abstract
The semiconductor industry has become a critical battleground in the
21st-century geopolitical landscape, underpinning everything from consumer
electronics to advanced military systems. The rivalry between the United States
and China for control of semiconductors goes beyond the economic, reflecting
broader concerns about national security and technological leadership. This
article explores the geopolitical and economic implications of the
semiconductor war between the two countries, analyzing the main drivers of the
conflict and its impact on global supply chains. The research is based on a qualitative,
exploratory, and explanatory documentary research strategy, using the
geoeconomic and technological conflict between the two countries as the primary
unit of analysis, with a particular focus on the semiconductor sector. The
article examines the United States’ response, including export controls and
efforts to strengthen domestic production, in contrast to China’s “Made in
China 2025” initiative to achieve technological self-sufficiency. In
conclusion, this study offers a detailed analysis of the power dynamics that
shape this competition and its long-term implications for global technological
innovation and security.
Keywords: Trade war; geopolitics; technological decoupling;
US-China relations; global supply chains.
Introducción
La
industria de los semiconductores se ha convertido en uno de los campos de
batalla más críticos en el panorama geopolítico del siglo XXI. Como base de
toda la tecnología moderna, los semiconductores están integrados en productos
que abarcan desde la electrónica de consumo hasta los sistemas militares
avanzados. Su importancia estratégica se extiende mucho más allá del ámbito
económico, puesto que influye en la seguridad nacional, la soberanía
tecnológica y la dinámica del poder global. La rivalidad entre Estados Unidos y
China por el control de esta tecnología esencial refleja tensiones geopolíticas
más amplias, en particular en un momento en que ambos países compiten por el
liderazgo tecnológico en sectores críticos como la Inteligencia Artificial
(IA), la 5G y la computación cuántica.
La
guerra de semiconductores entre Estados Unidos y China no es un conflicto
aislado, sino más bien una manifestación de preocupaciones más profundas
relacionadas con el dominio tecnológico y la competencia económica. Durante
décadas, Estados Unidos mantuvo su posición como líder mundial en diseño e
innovación de semiconductores, con empresas estadounidenses como Intel, Nvidia y
Qualcomm liderando la industria (Feigenbaum,
2020).
Sin
embargo, la capacidad de producción se ha desplazado cada vez más hacia el este
de Asia, en particular a Taiwán y Corea del Sur, y Taiwan
Semiconductor Manufacturing Company (TSMC) se ha convertido en el mayor
fabricante de chips por contrato del mundo.
Este cambio ha expuesto vulnerabilidades en la cadena de suministro global, en
particular para Estados Unidos, que sigue dependiendo en gran medida de
proveedores extranjeros para sus semiconductores más avanzados (Allen, 2019).
En el
centro del conflicto entre Estados Unidos y China en materia de semiconductores
se encuentra la ambición de China de lograr la autosuficiencia tecnológica. En
el marco de la iniciativa “Hecho en China 2025”, China ha impulsado
agresivamente el desarrollo de su industria nacional de semiconductores,
invirtiendo miles de millones de dólares en investigación y desarrollo (I+D) y
tratando de reducir su dependencia de chips
fabricados en el extranjero. Esta iniciativa plantea un desafío directo al
liderazgo tecnológico estadounidense, lo que llevó al gobierno estadounidense a
responder con una serie de controles a las exportaciones destinados a limitar
el acceso de China a tecnologías avanzadas de semiconductores (Ratner y
Greenberg, 2018).
Estos
controles a las exportaciones, que se han dirigido a empresas tecnológicas
chinas clave como Huawei y Semiconductor Manufacturing International Corporation
(SMIC), representan una estrategia más amplia de Estados Unidos para mantener
su ventaja competitiva en la industria de semiconductores e impedir que China
cierre la brecha tecnológica.
El
papel central de Taiwán en la cadena de suministro global de semiconductores
complica aún más la rivalidad entre Estados Unidos y China. Como principal
productor de chips avanzados, en particular
los de menos de 7 nanómetros, TSMC es indispensable para las ambiciones
tecnológicas de Estados Unidos y China. La importancia geopolítica de la
industria de semiconductores de Taiwán no se puede subestimar; cualquier
interrupción en la producción de chips de Taiwán
podría tener efectos catastróficos en las cadenas de suministro globales, en
particular para las industrias que dependen de semiconductores avanzados para
aplicaciones de IA, 5G y defensa (Goodman et al., 2020).
Desde
hace casi dos décadas, tanto Estados Unidos como China están tratando de
asegurar su acceso a la producción de semiconductores de Taiwán, con Estados
Unidos alentando a TSMC a expandir su capacidad de fabricación en Estados
Unidos, y China haciendo movimientos estratégicos para desarrollar sus propias
capacidades de semiconductores (Klaus, 2003).
La
guerra entre Estados Unidos y China en el mercado de semiconductores no es sólo
una cuestión económica o tecnológica, sino fundamentalmente de poder. Los
semiconductores son el nuevo petróleo de la era digital, y el país que controle
la producción y la innovación de estos chips
dominará la economía global y asegurará sus capacidades de defensa nacional.
Para Estados Unidos, mantener su liderazgo en semiconductores es esencial para
preservar su superioridad tecnológica global, en particular frente a los
rápidos avances tecnológicos de China. Para China, lograr la autosuficiencia en
semiconductores es un paso decisivo para convertirse en una superpotencia
global, capaz de competir con Estados Unidos en igualdad de condiciones.
Este
artículo busca explorar las implicaciones geopolíticas y económicas de la
guerra de semiconductores entre Estados Unidos y China. Utilizando una
combinación de análisis de riesgo geopolítico y teoría del comercio internacional,
el artículo examina cómo el control sobre la producción de semiconductores está
reconfigurando la dinámica de poder global y el futuro del liderazgo
tecnológico. En particular, el artículo analiza la respuesta de Estados Unidos
al ascenso tecnológico de China, centrándose en los controles de exportación,
el impacto en las cadenas de suministro globales y el papel de actores clave
como Taiwán y Corea del Sur. Además, se exploran los esfuerzos de China por
lograr la autosuficiencia en semiconductores, los desafíos que enfrenta en el
desarrollo de capacidades avanzadas de fabricación de chips y las implicaciones a largo plazo para la
innovación y la seguridad globales.
Las
preguntas de investigación que guían este estudio son las siguientes: ¿Cuáles
son los principales impulsores del conflicto entre Estados Unidos y China en
materia de semiconductores?; ¿Cómo afectan los controles de exportación de
Estados Unidos a las ambiciones tecnológicas de China y a la cadena de
suministro global?; ¿Qué papel desempeña Taiwán en este conflicto y cómo
podrían intensificarse las tensiones geopolíticas en torno a la industria de
semiconductores de Taiwán? Por último, ¿cuáles son las implicaciones más
amplias de la guerra de semiconductores para el liderazgo y la seguridad
tecnológica global?
Al
abordar estas cuestiones, este artículo pretende ofrecer un análisis exhaustivo
de uno de los conflictos geopolíticos más importantes de este tiempo. La guerra
de semiconductores entre Estados Unidos y China no solo tiene que ver con quién
controla la producción de chips, sino
también con quién liderará el panorama tecnológico mundial en el siglo XXI. A
medida que se desarrolle el conflicto, sus consecuencias se extenderán mucho
más allá del sector tecnológico y definirán el futuro del comercio, la
seguridad y la innovación mundiales en las próximas décadas.
1.
Fundamentación teórica
Los
semiconductores constituyen la base de tecnologías emergentes como la
Inteligencia Artificial (IA), las redes 5G, la computación cuántica y las
aplicaciones militares avanzadas. Su control se ha convertido en una prioridad
estratégica para las grandes potencias, en un contexto donde la innovación
tecnológica se entrelaza cada vez más con el poder estatal.
Históricamente,
Estados Unidos lideró el desarrollo de la industria de semiconductores desde
mediados del siglo XX, con empresas como Intel
y Texas Instruments a la vanguardia. Sin
embargo, desde los años noventa, la producción se ha desplazado progresivamente
hacia Asia, particularmente Taiwán y Corea del Sur, gracias a costos de
manufactura más bajos y políticas de incentivo estatal. Empresas como TSMC y Samsung se consolidaron como líderes en la
fabricación de chips avanzados; mientras
Estados Unidos mantuvo el liderazgo en diseño (Feigenbaum, 2020).
Este
cambio estructural en la cadena de suministro global expuso nuevas
vulnerabilidades. Estados Unidos, aunque tecnológicamente avanzado, depende en
gran medida de la capacidad de producción asiática. En particular, TSMC
—principal productor mundial de semiconductores de menos de 7 nanómetros— se ha
convertido en un nodo estratégico indispensable para ambos actores del
conflicto. Como señala Stilwell (2022), el papel de Taiwán es tanto un activo
geoeconómico como una fuente de tensión geopolítica, especialmente en un
contexto de creciente militarización en el Estrecho de Taiwán.
Desde
la teoría de las relaciones internacionales, el conflicto puede interpretarse a
la luz del realismo ofensivo de Mearsheimer (2014), que postula que las grandes
potencias compiten estructuralmente por maximizar su poder relativo. En este
sentido, el control sobre los semiconductores representa no solo una ventaja
económica, sino un medio para asegurar superioridad militar y liderazgo global.
Estados Unidos, al imponer controles de exportación a empresas chinas como Huawei y SMIC (Jiménez, 2020; Marquez, 2024),
busca mantener la brecha tecnológica y limitar la capacidad de China para
alcanzar la paridad estratégica.
China,
por su parte, ha respondido con una estrategia basada en el tecno-nacionalismo.
La iniciativa “Made in China 2025” es una
clara expresión de su objetivo de lograr autosuficiencia tecnológica, con
grandes inversiones en I+D y apoyo estatal a firmas como SMIC. Sin embargo,
enfrenta importantes barreras, como la dependencia de maquinaria de litografía
extrema (EUV), producida en gran medida por países aliados de EE. UU. (Tadjdeh,
2019). Esta limitación técnica refleja una contradicción clave: La
interdependencia estructural entre actores que compiten por desacoplarse.
Esta
situación es analizada desde la teoría de la interdependencia compleja de
Keohane y Nye (2012), que sostiene que los vínculos económicos y tecnológicos
entre potencias hacen que el conflicto directo sea costoso. La producción de
semiconductores es un claro ejemplo de cadena de valor global: El diseño se
concentra en EE. UU., la fabricación en Asia, y el ensamblaje en países como
China. El intento de desvincular estos eslabones —ya sea mediante
relocalización industrial o restricciones comerciales— ha generado disrupciones
significativas en la producción global y encarecido los procesos de innovación.
Desde
una perspectiva neorrealista, el ascenso global de China no puede comprenderse
únicamente como una expansión económica pragmática, sino como una estrategia
deliberada de construcción de lealtades políticas a través de alianzas
económicas. Rodríguez (2014), sostiene que las asociaciones estratégicas
promovidas por China deben entenderse como instrumentos políticos que refuerzan
su liderazgo global en el marco de una estructura internacional multipolar.
Este
enfoque subraya que el poder estatal en el siglo XXI no se manifiesta
exclusivamente en términos militares, sino en la capacidad de forjar vínculos
económicos que deriven en proyección política y en equilibrio geoestratégico.
Aplicado al caso de la guerra de semiconductores, este planteamiento ayuda a
interpretar cómo China utiliza su política exterior tecnológica para establecer
zonas de influencia, construir alianzas y desafiar la supremacía estadounidense
desde una lógica de poder no convencional.
El
comercio estratégico, como lo formuló Krugman (1987), también ofrece una lente
útil para interpretar las políticas industriales actuales. En sectores con
fuertes economías de escala y altos costos fijos como los semiconductores, los
gobiernos tienden a intervenir para proteger o fomentar industrias clave. La
Ley CHIPS de EE. UU., que destina miles de
millones de dólares para fortalecer la producción doméstica, responde
precisamente a esta lógica. Asimismo, el tecno-nacionalismo adoptado tanto por
China como por Estados Unidos ha generado una revalorización del control
estatal sobre sectores estratégicos, desplazando las doctrinas de libre
comercio en favor de la soberanía tecnológica.
Corea
del Sur y Taiwán se encuentran en el centro de esta confrontación. Mientras Samsung lidera el mercado de memorias; TSMC domina
la producción de chips lógicos avanzados.
Ambos países han tenido que equilibrar su relación con Estados Unidos y su
dependencia del mercado chino. Corea del Sur, en particular, enfrenta una
delicada posición diplomática entre su alianza estratégica con Washington y sus
intereses económicos con Beijing (Asan Institute, 2022).
2.
Metodología
La
investigación se enmarca en una estrategia de investigación cualitativa con
enfoque exploratorio y explicativo, centrado en el estudio de la guerra
tecnológica entre Estados Unidos y China en el ámbito de los semiconductores.
Se emplea un diseño de estudio único con carácter instrumental, que permite
examinar el conflicto EE.UU.–China
como una manifestación concreta de disputas por el liderazgo tecnológico
global.
El
estudio se justifica por el alto grado de complejidad y relevancia estratégica
del fenómeno, así como por su potencial para ilustrar dinámicas más amplias de
competencia entre grandes potencias. La unidad de análisis principal es el
conflicto geoeconómico y tecnológico entre ambos países, con especial atención
al sector de los semiconductores. A partir de esta unidad, se analizan las
respuestas institucionales, los marcos regulatorios, las estrategias
industriales y las decisiones de política exterior desplegadas por ambos
actores.
2.1.
Variables e indicadores
El
análisis se articula en torno a tres variables principales:
a. Autonomía tecnológica: Entendida como la
capacidad estatal para desarrollar, producir y controlar tecnologías clave de
forma independiente. Indicadores: Inversión estatal en I+D, participación
nacional en las cadenas de valor, grado de dependencia de insumos críticos
extranjeros.
b. Instrumentos de poder económico-estratégico: Relacionados con las políticas
desplegadas para preservar o expandir ventajas competitivas. Indicadores: Uso
de controles de exportación, subsidios, sanciones, políticas de relocalización
industrial, acuerdos tecnológicos estratégicos.
c. Posicionamiento geopolítico en la cadena global
de semiconductores: Vinculado al rol de terceros actores (Taiwán, Corea
del Sur, Países Bajos) y a las capacidades de producción, diseño y ensamblaje.
Indicadores: Localización de nodos clave de fabricación, alianzas tecnológicas,
capacidad de disuasión o proyección de influencia tecnológica.
2.2.
Técnicas de recolección y análisis
Se
realizó un análisis documental a partir de fuentes académicas indexadas,
documentos gubernamentales, normativas vigentes, comunicados oficiales y
reportes de prensa estratégica. El tratamiento de la información se basa en el
análisis de contenido temático, a través de una codificación estructurada por
categorías teóricas y empíricas. Esto permite observar patrones de
comportamiento estratégico y tendencias de transformación en la arquitectura
tecnológica global.
3.
Importancia estratégica de los semiconductores
Los
semiconductores son la base de la economía digital moderna y el eje de los
avances en metotecnologías críticas como la Inteligencia Artificial (IA), las
redes 5G y los sistemas militares avanzados. Como resultado, el control sobre
la producción y la innovación en semiconductores se ha vuelto central para el
equilibrio de poder global, lo que la convierte en una de las industrias
estratégicamente más importantes del mundo. En la rivalidad entre Estados
Unidos y China, los semiconductores han surgido como un campo de batalla
crucial, y ambos países reconocen que el dominio en este campo podría
determinar el liderazgo global en innovación tecnológica y seguridad nacional
(Allen, 2019).
3.1.
Seguridad nacional y dominio económico
La
importancia estratégica de los semiconductores va más allá de su papel en el
suministro de energía a los dispositivos de consumo y las redes de
comunicaciones; también son vitales para la seguridad nacional. Los sistemas militares
modernos, incluidos los drones, los sistemas de defensa antimisiles y la
infraestructura de ciberseguridad, dependen de semiconductores avanzados para
funcionar de manera eficaz.
El
Departamento de Defensa de Estados Unidos reconoce desde hace tiempo la
importancia de asegurar el acceso a un suministro fiable de semiconductores
avanzados, dado su papel fundamental en el mantenimiento de la superioridad
militar (Shivakumar y Wessner, 2022). La tecnología de semiconductores sustenta
casi todos los aspectos de la guerra moderna, desde la recopilación de
inteligencia hasta la coordinación en el campo de batalla, lo que la convierte
en una piedra angular de la defensa nacional (Allen, 2019).
La
preocupación del gobierno estadounidense por los rápidos avances tecnológicos
de China en materia de IA y 5G está estrechamente vinculada al valor
estratégico de los semiconductores. Los esfuerzos de China por dominar estos
sectores podrían tener profundas implicaciones para la seguridad global, en
particular si China desarrolla la capacidad de utilizar la IA en aplicaciones
militares (Allen, 2019). La respuesta de Estados Unidos a esta amenaza
percibida ha sido imponer controles a las exportaciones de tecnologías de
semiconductores críticas, en particular las relacionadas con la IA y el 5G, en
un intento de frenar el progreso de China y mantener el dominio estadounidense
en estos campos (Lewis, 2021).
Desde
un punto de vista económico, los semiconductores también son esenciales para
mantener la competitividad global. La capacidad de diseñar y producir
semiconductores avanzados otorga a los países una ventaja significativa en el
mercado tecnológico global, permitiéndoles controlar el suministro de chips que alimentan todo, desde centros de datos
hasta equipos de fabricación avanzados. La teoría del comercio estratégico de
Krugman (1987), ofrece un marco útil para entender por qué los gobiernos
intervienen en industrias como la de los semiconductores, que se caracterizan
por altos costos fijos y economías de escala significativas.
Al
apoyar a las empresas nacionales de semiconductores e imponer controles de
exportación a los competidores extranjeros, el gobierno de los Estados Unidos
está tratando de asegurar una ventaja a largo plazo en esta industria de
importancia estratégica (Gerstel y Goodman, 2020).
Mientras
tanto, China reconoce que lograr la autosuficiencia tecnológica en
semiconductores es crucial para su propia seguridad nacional y crecimiento
económico. “Made in China 2025”, la política
industrial insignia del gobierno, apunta explícitamente a los semiconductores
como uno de los sectores clave en los que China debe lograr la autosuficiencia
para convertirse en un líder mundial en tecnología (Allen, 2019). Los esfuerzos
de China por construir una industria nacional de semiconductores están
impulsados tanto por consideraciones económicas como de seguridad, puesto que
el país busca reducir su dependencia de proveedores extranjeros y asegurarse de
poder producir los chips avanzados
necesarios para sus programas militares y de inteligencia artificial
(Feigenbaum, 2020).
3.2.
Implicaciones para el poder global
La
importancia estratégica de los semiconductores tiene profundas implicaciones
para la dinámica global de poder. El control sobre la producción y la
innovación en materia de semiconductores otorga a los países una ventaja
significativa en la competencia económica y militar. Por lo tanto, la guerra de
semiconductores entre Estados Unidos y China no es sólo una cuestión de
competencia económica o rivalidad tecnológica; es fundamentalmente una cuestión
de poder.
El
Realismo Ofensivo de Mearsheimer (2014), proporciona un marco teórico útil para
entender esta dinámica, puesto que postula que las grandes potencias están
inherentemente impulsadas a maximizar su poder relativo en un sistema
internacional anárquico. Al controlar la producción y el suministro de
semiconductores, Estados Unidos y China buscan asegurar sus posiciones como
líderes tecnológicos globales, lo que a su vez fortalece su poder general en el
sistema internacional.
Para
Estados Unidos, mantener el liderazgo en semiconductores es esencial para
preservar su dominio global, en particular ante el rápido ascenso tecnológico
de China. Como sostienen Keohane y Nye (2012), las interdependencias
tecnológicas y económicas entre Estados Unidos y China complican el conflicto
directo, pero también aumentan la competencia por el control de recursos estratégicos
como los semiconductores. Los esfuerzos del gobierno estadounidense por
restringir el acceso de China a tecnologías avanzadas de semiconductores
mediante controles a las exportaciones, son una respuesta directa a la
percepción de amenaza que los avances tecnológicos de China plantean al
equilibrio de poder global.
Para
China, alcanzar la autosuficiencia en semiconductores es un paso fundamental
para convertirse en una superpotencia global. Al crear una industria nacional
de semiconductores que pueda producir los chips
avanzados necesarios para la inteligencia artificial, la 5G y las aplicaciones
militares, China espera desafiar el dominio de Estados Unidos en el panorama
tecnológico global y asegurar su lugar como líder global (Allen, 2019). Las
ambiciones de China en la industria de semiconductores son parte de una
estrategia más amplia para mejorar su influencia geopolítica y reducir su
dependencia de Occidente (Ray et al., 2016).
Por lo
tanto, la guerra entre Estados Unidos y China por los semiconductores no se
limita a determinar quién controla la producción de chips, sino también quién liderará el panorama
tecnológico global en el siglo XXI. A medida que el conflicto se intensifique,
su impacto se extenderá mucho más allá de la industria de los semiconductores y
determinará el futuro del comercio, la seguridad y la innovación globales en
las próximas décadas.
4.
Controles de exportación y desvinculación tecnológica en Estados Unidos
A
medida que China acelera sus esfuerzos por desarrollar una industria de
semiconductores independiente, Estados Unidos ha respondido con una serie de
medidas estratégicas diseñadas para limitar el acceso de China a tecnologías
avanzadas y mantener su propio liderazgo en el mercado mundial de
semiconductores. La respuesta del gobierno estadounidense a la amenaza
percibida que plantean las ambiciones tecnológicas de China ha sido
multifacética, e incluye controles de exportación, sanciones e incentivos para
la relocalización de la fabricación de semiconductores. En esta sección se
exploran estas medidas de política y la estrategia más amplia de
desacoplamiento tecnológico, que se ha convertido en un componente clave de la
estrategia estadounidense para contrarrestar el ascenso de China (Lewis, 2021).
4.1.
Controles de exportación de Estados Unidos a China: Políticas clave y efectos
Una de
las principales herramientas que Estados Unidos ha utilizado para limitar el
progreso tecnológico de China en materia de semiconductores es la
implementación de estrictos controles a las exportaciones. Estos controles se
han dirigido principalmente a gigantes tecnológicos chinos como Huawei y Semiconductor
Manufacturing International Corporation (SMIC), restringiendo su acceso
a chips avanzados diseñados en Estados
Unidos y al equipo necesario para fabricarlos. Los controles a las
exportaciones estadounidenses, especialmente aquellos impuestos en 2019 y 2020,
han sido fundamentales para evitar que China acceda a tecnologías clave
necesarias para producir semiconductores de última generación, lo cual es
esencial para tecnologías como la IA y el 5G (Allen, 2019).
El
Departamento de Comercio de Estados Unidos, a través de su Oficina de Industria
y Seguridad (BIS), ha desempeñado un papel central en la aplicación de estas
restricciones a las exportaciones. La inclusión de Huawei
en la Lista de Entidades en 2019 prohibió a las empresas estadounidenses
suministrar componentes críticos, incluidos semiconductores diseñados con
propiedad intelectual estadounidense. De manera similar, las restricciones impuestas
a SMIC limitaron su capacidad para acceder a equipos avanzados, afectando
gravemente la producción de chips de menos
de 10 nanómetros, que son cruciales para las tecnologías emergentes.
Los
controles a las exportaciones han tenido efectos dominó en la cadena de
suministro global de semiconductores, afectando no solo a China, sino también a
empresas estadounidenses y extranjeras. Empresas como Qualcomm y Nvidia
han visto reducidas sus oportunidades de mercado debido a la limitación de sus
ventas a clientes chinos, lo que ha resultado en pérdidas significativas.
Además, empresas no estadounidenses, como TSMC de Taiwán y Samsung de Corea del Sur, también se han visto
impactadas por la dependencia de equipos de fabricación diseñados en Estados
Unidos (Feigenbaum, 2020). Esta situación ha obligado a las empresas chinas a
recurrir a tecnologías menos avanzadas, buscando alternativas de otros países
que puedan satisfacer sus necesidades tecnológicas.
4.2.
Desacoplamiento tecnológico
Los
controles de exportación de Estados Unidos a China forman parte de una
estrategia más amplia de disociación tecnológica, cuyo objetivo es reducir la
interdependencia tecnológica entre ambos países. La disociación tecnológica
busca proteger la seguridad nacional de Estados Unidos al restringir el acceso
de China a tecnologías avanzadas que podrían tener aplicaciones militares y
civiles de doble uso, como la IA y la 5G (Allen, 2019). Esta estrategia se
enmarca en una visión más amplia de reducir la interdependencia de Estados
Unidos de las tecnologías chinas y asegurar el liderazgo en sectores críticos
como los semiconductores; en la línea del método de análisis de Nye (2005).
Un
pilar clave de esta estrategia ha sido la Ley CHIPS,
aprobada en 2022, que asigna fondos federales para incentivar la construcción
de plantas de fabricación de semiconductores en territorio estadounidense. El
objetivo es fortalecer la producción interna y reducir la dependencia de
proveedores extranjeros como TSMC y Samsung,
garantizando que Estados Unidos mantenga su capacidad de producción en
tecnologías críticas (Shivakumar et al., 2024).
No
obstante, el desacoplamiento tecnológico plantea riesgos considerables. La fragmentación
de la cadena de suministro global de semiconductores puede generar
ineficiencias, puesto que las empresas se ven obligadas a enfrentar mayores
costos de producción y dificultades para acceder a tecnologías clave. Esto
también puede perturbar las cadenas de valor globales que son fundamentales
para la producción de semiconductores avanzados, una realidad que podría
impactar negativamente a largo plazo tanto en Estados Unidos como en otros
países (Goodman et al., 2020).
5.
Resultados a partir de la geopolítica de la guerra de semiconductores entre
Estados Unidos y China
El
análisis realizado confirma que la guerra tecnológica entre Estados Unidos y
China por los semiconductores es una manifestación concreta de una competencia
geopolítica estructural más amplia. Los semiconductores, por su rol como insumo
crítico en tecnologías emergentes, han pasado a ser un eje central en la
redefinición del poder global. Según Cañizales (2025), el orden liberal se
encuentra en una fase de transformación, donde la emergencia de potencias como
China impulsa una lógica geopolítica basada en rivalidades por el control de
recursos críticos y tecnológicos. Tanto Estados Unidos como China han adoptado
estrategias orientadas a asegurar el control de esta industria, conscientes de
que el liderazgo en innovación tecnológica está intrínsecamente vinculado a la
seguridad nacional y la proyección internacional de poder.
Uno de
los hallazgos más relevantes es el vínculo directo entre autonomía tecnológica
y poder estatal. Estados Unidos ha apostado por políticas de control de
exportaciones y relocalización industrial (como la Ley CHIPS); mientras China ha impulsado iniciativas de
autosuficiencia como “Made in China 2025”.
Sin embargo, China enfrenta barreras estructurales que dificultan su
independencia tecnológica, especialmente la falta de acceso a maquinaria clave
como la litografía EUV, lo cual ralentiza su avance hacia chips de última generación.
Asimismo,
se constata que el conflicto trasciende la dimensión bilateral, dado que
actores como Taiwán, Corea del Sur, Japón y la Unión Europea, juegan un rol
clave en la cadena de suministro y en la definición de alianzas estratégicas.
La competencia no es solo entre naciones individuales, sino también entre
bloques geopolíticos tecnológicos. El papel de aliados estratégicos
—especialmente TSMC y Samsung— se vuelve
determinante para inclinar la balanza del conflicto.
También
se evidencia una reconfiguración de las cadenas de valor globales. El
desacoplamiento tecnológico está generando procesos de fragmentación, con
tendencias hacia la regionalización o nacionalización de la producción, lo que
pone en tensión los principios de eficiencia y especialización que antes regían
la globalización. Esta transformación, a su vez, ha desatado disputas por
propiedad intelectual, ciberseguridad y normas de comercio, con consecuencias
para la estabilidad del sistema internacional.
Conclusiones
La
guerra de los semiconductores entre Estados Unidos y China constituye una de
las expresiones más significativas de la reconfiguración del orden global en el
siglo XXI. Más que una disputa industrial, se trata de una pugna por la
supremacía tecnológica, donde el control del conocimiento y la capacidad de
innovación son equivalentes al poder nacional. Estados Unidos ha reconocido que
el liderazgo tecnológico no solo es una cuestión económica, sino un componente
fundamental de su seguridad y posición global. China, en cambio, aún enfrenta
una trayectoria más incierta, marcada por vulnerabilidades estructurales y
limitaciones tecnológicas, lo que podría llevarla a diversificar sus alianzas
geoestratégicas con actores como Rusia o economías emergentes asiáticas.
En
este contexto, la capacidad de ambos países para consolidar o ampliar alianzas
será crucial. El conflicto pone de relieve no solo los límites de la
globalización, sino también la necesidad de mecanismos de gobernanza
tecnológica que puedan evitar una escalada de tensiones. El rol geoestratégico
de Taiwán, en particular, exige atención diplomática urgente, puesto que una
interrupción en su producción de chips
tendría consecuencias globales catastróficas.
Finalmente,
las lecciones de este conflicto influirán decisivamente en el diseño de
políticas de comercio, seguridad e innovación en las próximas décadas. El
conflicto por los semiconductores entre Estados Unidos y China no solo redefine
las cadenas globales de valor, sino que también constituye una amenaza directa
al orden internacional liberal. Este orden, fundado en principios como la
cooperación multilateral, el libre comercio y la interdependencia económica,
enfrenta tensiones crecientes ante el resurgimiento de estrategias estatales
nacionalistas y de competencia tecnológica estratégica. La guerra de
semiconductores ejemplifica este giro, al mostrar cómo la seguridad nacional y
el poder tecnológico han comenzado a primar sobre los compromisos
multilaterales y las reglas compartidas.
La
erosión del multilateralismo, sumada a la tendencia al desacoplamiento
tecnológico, pone en cuestión los fundamentos del orden liberal y abre paso a
nuevas formas de estructuración del poder internacional que podrían desplazar
sus valores fundacionales. Por todo ello, lo que está en juego no es solo quién
domina la industria de los semiconductores, sino quién define las reglas del
poder en la era digital.
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