ENSAYOS

UTOPÍA Y PRAXIS LATINOAMERICANA. AÑO: 23 , n° Extra 3, 2018, pp . 155-160 REVISTA INTERNACIONAL DE FILOSOFÍA Y TEORÍA SOCIAL

CESA-FCES-UNIVERSIDAD DEL ZULIA. MARACAIBO-VENEZUELA. ISSN 1315-5216 / ISSN-e: 2477-9555


Ligera aproximación para una poética de la utopía

Light Approximation for a Poetry of Utopia


Juan José BARRETO GONZÁLEZ

inyoinyo@gmail.com

ORCID: https://orcid.org/0000-0002-6267-0662 Universidad de Los Andes, Núcleo “Rafael Rangel”. Trujillo, Venezuela


Este trabajo está depositado en Zenodo:

DOI: http://doi.org/10.5281/zenodo.2427185


RESUMEN


Este es un intento hermenéutico para aproximarnos a lo que consideramos se configura en el relato utópico como una poética. La mímesis de la fábula utópica la podemos definir como el intento de representar simbólicamente la acción utópica, es decir, el acto o la acción de postular ese lugar del deseo o de acercársele. Sabemos que es variadísimo el polisémico texto cultural de este tipo de pensamiento de la cual no pretendemos hacer una historiografía, pero sí intentar colocar algunos rasgos iniciales de la lectura de la poética de la alteridad como “convulsión de lo imaginario” según la óptica de Ricoeur, la otra manera de vivir puesta en evidencia en el locus americano. En esta búsqueda, tomo prestado el planteo de Briceño Guerrero, la comunicación de lo diferente sin dejar de ser diferente, y de Requena su fabuloso “trabajo de la colmena” configurado por “la sabiduría milenaria”.


Palabras Clave: Utopía; Poética; Mímesis; Comunicación de lo diferente; Colmena.

ABSTRACT


This is a hermeneutic attempt to approach what we consider is configured in the utopian story as a poetic. The mimesis of the utopian fable can be defined as the attempt to symbolically represent the utopian action, that is, the act or action of postulating that place of desire or of approaching it. We know that the polysemous cultural text of this type of thought is very varied, of which we do not intend to make a historiography but rather try to place some initial features of the reading of the poetics of alterity as "convulsion of the imaginary" according to Ricoeur's perspective, the other way of living put in evidence in the American locus. In this search, I borrow the pose of Briceño Guerrero, the communication of the different without ceasing to be different, and of Requena his fabulous "work of the hive" configured by "the thousand-year-old wisdom".


Keywords: Utopia; Poetics; Mimesis; Communication of the Different; Hive.


Recibido: 10-10-2018 ● Aceptado: 01-11-2018


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INTRODUCCIÓN


La Utopía es un discurso alternativo a la razón dominante, por lo tanto, es una búsqueda desde el discurso mismo para lograr su representación simbólica. Desde ocupar un lugar en el discurso, ser una representación simbólica de lo utópico, a ocupar una geografía cultural, constituye el proceso humano de esta forma de pensamiento enriquecedora de la imaginación. Oyendo a los personajes de More (Utopía, 1515) la humanidad descubre desde el relato “las prácticas, costumbres, leyes y ordenamiento de los utópicos” (Moro, 2002: p, 35). No pretendemos hacer acá una historiografía del relato utópico, pero si considerarlo como un lugar existente en la imaginación humana a través de los textos. La escritura de tales textos y, en lo sucesivo, su interpretación, convierten a la lectura en una instancia crítica cuyo valor sustancial es el devenir del texto, este vuelve a orientarse al mundo desde las cosas dichas:


Pero, en medio de esas cosas dichas, hay hombres que actúan y padecen; es más, sus discursos son ellos mismos acciones; por eso, el vínculo mimético –en el sentido más activo del término- entre el acto de decir (y de leer) y el actuar real, nunca se rompe del todo. Sólo se vuelve más complejo, más indirecto, por la ruptura entre signum y res (Ricoeur, 2002: p, 12)1.


Existe una semiosfera cultural de la utopía en múltiples variantes imaginativas cuyos rasgos delinean los intrincados caminos para llegar a tal lugar que “no existe”. Se bifurca el camino de la búsqueda de la ciudad utópica donde imaginación y realidad se tejen como trama humana de la Utopía. En el caso de Latinoamérica, “la ciudad (…) comenzó, la mayoría de las veces, siendo un fuerte” (Romero, 2001: p, 48) para avanzar en la realización de un proceso avasallador sobre una alteridad desconocida, incluso considerada vacía, inexistente. Pero dentro de ella, perviven los seres y sus discursos, sus acciones en un incesante proceso de apropiaciones y reelaboraciones. Desde el concepto clave de semiosfera planteado por Lotman (1996) comprendemos que nada funciona aisladamente, signos, símbolos y sentimientos están urdidos en ese gran sistema, espacio semiótico que funciona como mecanismo único “fuera del cual es imposible la existencia misma de la semiosis” (Lotman,1996, p, 24) donde “resultan posibles la realización de los procesos comunicativos y la producción de nueva información” (p, 23). Así la cultura es asimétrica e irregular y no es posible ni sistemas ni objetos aislados, al menos que se declaren fuera de la semiosis. Por eso, aún las predicaciones más extrañas de la imaginación productora, son una metáfora viva de esa significación2.


ESAS COSAS QUE SON DIFERENTES


La modernidad se conforma como un paradigma sacrificial de una Europa que se trajo a estas tierras todas las inquisiciones inventadas y aplicadas, pero también esa impronta de los sueños. Hoy, una hermenéutica de la utopía podría plantearse como la capacidad de reunir lo diferente sin ningún tipo de sacrificios ni altericidios. En la reflexión de Briceño Guerrero (2014) encontramos esa necesidad explícita:


(…) sobre historia y ese tipo de trabajos que yo aprendí a hacer, me pareció que yo debía pensar mi situación y pensar a América. Y de allí venía entonces esa apertura hacia lo que no


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  1. Paul Ricoeur en Del texto a la acción-Ensayos de hermenéutica II, se lleva, como lo indica el nombre de este libro, el texto a la acción para estudiar el poder de la refiguración y el trabajo de la imaginación creadora en la cultura humana. Pasa de la condición del referente a la predominancia de la refiguración como la nueva significación que adquiere el texto al ser llevado por el lector a su propio mundo, conflictuándose la interpretación entre la imaginación creadora y el esquematismo de las prácticas sociales.

  2. En este aspecto, pueden asociarse utopía y metáfora como dos signos semejantes que transfieren un efecto de sentido y crean una pertinencia inusual dentro del fenómeno de la innovación semántica. Parafraseando a Paul Ricoeur se produce un paralelismo entre el relato (utópico) y la metáfora. Entonces, “En el marco de este paralelismo, puede ser percibido en toda su amplitud el fenómeno de la innovación semántica, que es el problema fundamental que comparten la metáfora y el relato en el plano del sentido”. Véase Ricoeur (2002: p, 24).


se adaptara inicialmente a las construcciones conceptuales de mi intelecto, y vino a resaltar que yo le diera cabida a esas cosas que son diferentes (p, 75).


La decepción no es un criterio ante lo utópico, lo es la búsqueda. No importa que la filosofía no se la lleve bien con los reyes. Tomás Moro plantea un mundo alterno a la cultura feudo burguesa que es la misma fundadora de las ciudades en cuyo centro predomina el mercado. La ciudad utópica es una alternativa real e imaginaria frente al orden civilizatorio. La ciudad real:


(…) se identifica cotidianamente en su uso, aunque se desconozcan sus leyes, sus orígenes o su historia: porque la ciudad moderna, tal como hoy la conocemos se presenta como un hecho espontáneo y explosivo que ha tenido un largo proceso de maduración, desde su aparición, hace más de ciento cincuenta años (Sarto, 1977: p,7).


Las tensiones culturales entre ambos modelos están dispersas y dispuestas en la historia, la filosofía y la literatura, en los discursos habidos y por haber. Nada está vacío, la tensión semiótica y hermenéutica es perenne. Ambas ciudades, la utópica y la real, parafraseando a Ángel Rama (1984), tienen su ciudad letrada y se acercan, se alejan, se entrecruzan en sus efectos sobre la ciudad real.

Una poética de la Utopía estaría dada en la intención de fundar imaginariamente y/o “de presentar posibles mundos históricos alternativos del mundo existente” (Vattimo,1997: p, 63) cuyos planteamientos pueden quebrantarse, al igual que la palabra poética o profética, al acercarse a su realización. Esto ha originado dos signos filosóficos de la utopía. Primero, su condición de búsqueda la coloca en un lugar fuera del lugar dominante, distante e imaginaria. Segundo, al aproximarse en su realización, se genera su quiebre, su hundimiento, su desplazamiento a un nuevo lugar. Esto genera la permanencia de la utopía “Porque es importante saber que, si los modelos cambian con las ideas en boga, la intención y la función utópicas siguen siendo las mismas” (Ainsa, 1992: p, 159). Así, intención y función de la Utopía es una condición intrínseca en la cultura humana, en sus relatos diversos subyace la búsqueda de ese mejor lugar para vivir. Reafirma Fernando Ainsa que “De la utopía sobre América, proyectada y elaborada desde Europa, se ha pasado a la utopía de América, concebida por los propios americanos” (Ibíd: p, 160).

Nos encontramos ante una paradoja de la función utópica: su quiebre, su imposibilidad se convierte

en materialización de su condición elemental: la búsqueda incesante de un mejor lugar. Y es ello lo que convierte la utopía en función permanente de la cultura. Inicios y confines de la utopía se desdibujan en la experiencia humana pero siempre están allí bullendo sus diversos elementos como resultado de la sabiduría humana que la hace espiritual, poética, política e histórica. Al leer su trabajo hace algunos años, estuve de acuerdo con Esteban Krotz (1996) al proponer hablar de “tradición utópica”) donde expone:


(…) Como todas partes del mundo, también América ha sido un “continente utópico”, donde la gente y particularmente los pobres y los oprimidos han soñado con un estado de cosas muy diferente del realmente existente, mejor para todos, digno del calificativo “humano”. En años recientes, se ha empezado a prestar mayor atención a concepciones y modelos utópicos generados en el seno de las poblaciones autóctonas de la región, situación que, por cierto, responde a que la protesta y la rebeldía de estos grupos poblacionales se han hecho más perceptibles (pp. 191-2).


Todas las inquisiciones traídas desde Europa a este mundo nuestro no tienen la fuerza de la Utopía también venida desde lejos. Todas nuestras vidas anteriores han dialogado desde el telos utópico. El hombre ha tratado de recuperar su casa, su lugar común. Luchas de todo tipo ha realizado para buscar su extraordinario invento y su intento de materializarlo, “(…) La utopía introduce variaciones imaginativas en cuestiones tales como la sociedad, el poder, el gobierno, la familia, la religión” (Mannheim, 1987: p, 9).


DONDEQUIERA QUE VAYAN ESTÁN EN CASA


De hecho, la frase más poderosa en Utopía de mister Moro (2002) es “Pues a dondequiera que vayan están en casa” (p,101). Vivir juntos a la manera utópica, donde “las cosas mejores y más necesarias” están puestas por la naturaleza, abiertamente “a nuestra disposición” (p,105). La utopía es una enorme afrenta epistémica a la sociedad feudoburguesa capitalista. Una alternativa para abordar el placer: “ellos piensan que todas nuestras acciones, y entre ellas las virtudes mismas, al final se dirigen al placer, como a su fin y felicidad”. La felicidad como bien común sería, entonces, la base fundamental de la sociedad utópica “siempre y cuando pueda obtenerse sin injusticias ni perjuicios, sin impedir o excluir un placer mayor ni ocasionando un doloroso esfuerzo” (p,114). El telos utópico reside entonces en una poética de la felicidad humana. La función utópica se refigura como proposición de “una sociedad alternativa” (Ricoeur, 2002: p,357).


En el texto poético, por ejemplo, desde esta perspectiva, se desarrollaría, Ricoeur acá recuerda a Heidegger, el acto de comprender, uniéndosele “la noción de proyección de mis posibles más propios; esto significa que el modo de ser del mundo abierto por el texto es el modo de lo posible, o mejor del poder ser; en esto reside la fuerza subversiva de lo imaginario” (Ricoeur, 2002: p, 340). La utopía es la voluntad de buscar la armonía, muy a pesar de E. M. Ciorán (citado en Pastor, 1999: p,12) que decía: “La armonía, ya sea universal o de cualquier otro tipo no ha existido nunca ni existirá jamás”. Proponer y buscar. Proponerla, lanzar la idea al aire ya es un acontecimiento refigurante de lo utópico. Distintas vías reales e imaginarias se han inventado. Están en los actos de la historia de aquellos seres que en todas las culturas y en todos los tiempos han buscado el “paraíso perdido” que, entre nosotros, según Beatriz Pastor (1999), nace como “el locus utópico americano”:


La heterogeneidad que ha bloqueado con frecuencia la percepción de ese utopismo, no confirma la ausencia de “una tradición utópica sostenida” que se ha atribuido alguna vez al período de la Conquista española de América. Ilumina la riqueza y flexibilidad de un modo de pensamiento particular: el utópico, y revela las huellas de unos procesos mentales cuya historia enlaza con una larga tradición - a la que pertenecen, por ejemplo, la alquimia, la magia, la astrología y el hermetismo- inscribiendo la presencia de una tradición alternativa en la hegemonía creciente de la razón analítica (p,17).


Los utopistas pedimos lo imposible. Así canta la consigna de los estudiantes y poetas del mayo francés de 1968: “Seamos realistas, pidamos lo imposible”. La tradición utópica se asocia a la tradición de lo imposible, el desafío múltiple a la realidad oprimente. Se genera la insatisfacción con el presente, un mundo depredador de la casa planetaria, del único lugar común que todos tenemos. El rechazo, la denuncia de la insatisfacción por el presente presente mostrado en los textos culturales se combina muchas veces con la muestra de una alteridad, otro lugar, posible, deseado, buscado, propuesto o imaginado como realmente existente:


(…) ya en los primeros testimonios escritos de utopías de la antigüedad clásica se aprecia inmediatamente esta interrelación: la experiencia real de otras sociedades obra como impulso y refuerzo para buscar la otra sociedad. La diferencia sociocultural realmente experimentada y el intento de comprenderla obran como fomento de la búsqueda y, finalmente, de la creación –fragmentaria, incipiente, tentativa- del novum. Y a su vez: la insatisfacción con el presente es reforzada e incluso aclarada en sus causas mediante el estudio de la alteridad cultural realmente existente en otras partes u otros tiempos. Uno de los casos más conocidos y documentados, es, sin duda, él de las influencias mutuas entre los primeros informes sobre los indios mesoamericanos, el libro seminal de Moro y el experimento civilizatorio de Vasco de Quiroga; se trata de una situación prolongada por y repetida en tantas creaciones


finalmente fallidas de vida comunitaria en toda América, nacidas de aspiraciones libertarias (Krotz, 1996: pp.196-7).


El hombre ha buscado la otra sociedad de múltiples maneras y formas. Encuentro una correspondencia particular entre Utopía de Tomás Moro (1515) de la cual hemos dicho algunas cosas, y “Carta de Jamaica” de Simón Bolívar (1815). Una se antepone como proyecto alterno a la sociedad feudoburguesa europea y la segunda a la dependencia colonizadora de la América del siglo XIX. Los “utópicos” y la “especie media” serían aquellos seres capaces, desde la virtud y el conocimiento, de habitar ese lugar donde sea posible “la mejor felicidad” (“Carta de Jamaica”). En “Lectura semiótica de La Carta de Jamaica”3 sostengo que “Bolívar inaugura una nueva utopía en occidente. Su deseo permite aniquilar lo persuasivo para conducir sus cavilaciones a ese lugar que servirá de asilo a la cultura occidental por un lado y, por el otro, se convertirá en el centro del mundo, donde, nada más y nada menos, “¡Acaso sólo allí podrá fijarse algún día la capital de la tierra”!

La utopía es así la introducción de otra posibilidad en el imaginario social y esa otra posibilidad implica al mismo tiempo la liberación del imaginario al proponerse un nuevo lugar que comienza a existir en el discurso, en la cultura humana. La diferencia entre “acorianos” y “americanos de la Gran Colombia” es que los segundos se ubican en el mapa real de la geopolítica trescientos años después de haberse escrito Utopía de Tomás Moro, como prolongación y posibilidad del “locus utópico americano” del que nos habla Beatriz Pastor, formando parte del telos materializado en diversos textos, venidos de todas partes y elaborados arriba y abajo como expresión heterogénea de, como leemos en Tomas Moro, “las sabias y buenas disposiciones de los utópicos” (Moro, 2002: p, 61). Pensar América desde lo utópico es colocarla en un desplazamiento convulso de la modernidad y de sus mapas sociales e imaginarios consolidados a partir de los estados nacionales y sus normas para la invención de la ciudadanía y su comportamiento dentro de la racionalidad instrumental de tal modernidad. Tal desplazamiento comporta incluso la capacidad de diálogo con lo europeo y la invitación a las ciencias y las artes a volar a América contenida en “La carta de Jamaica”. La comunicación entre los diferentes es una condición elemental. Veamos cómo lo plantea J. M. Briceño Guerrero:


Yo pienso que en el mundo del pensamiento latinoamericano tendría que ocurrir algo que fuera paralelo a lo que ha ocurrido con la religiosidad popular, o sea, que en vez de estar afincándose en lo que es estrictamente europeo, ampliar eso mismo europeo –beneficiando también a Europa de esa manera- con los elementos, actitudes, factores, y supervivencias no europeas de América y también con sus formas mestizas, mezcladas (2014: p,75).


La otra posibilidad, entonces, también comportaría este enorme salto cualitativo del pensamiento utópico: la reunión convivencial de los diferentes, tenida hoy como fracaso en el sistema civilizatorio humano. La cultura capitalista ha hecho de la vida una propiedad ajena de lo humano. Los utópicos quieren volver a lo común “donde todos los hombres tengan abundancia de todo” (Moro, 2002: p,71). La comunidad comunicada como capacidad recuperadora de lo común, “entre diferentes que se mantienen diferentes” (Briceño Guerrero, 2014: p, 75). Implica la ruptura del panóptico y la superación del simulacro publicitario. La comunicación utópica para la comunicación entre los diferentes, implica necesariamente la subordinación de los lenguajes y las in-capacidades humanas a la metáfora de “la vida como colmena” propuesta por el maestro Isidoro Requena: “La sabiduría milenaria nos trasmitió un legado: la vida es colmena, ecosistema, comuna, multiplicidad y variedad en convivencia” (Requena, 2017: p,10).


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3Puede verse este artículo en el repositorio institucional de la Universidad de Los Andes, saberula.ve. Bolívar usa la metáfora del Ícaro como símbolo, sin duda poético, de las artes y de las ciencias que volará desde la Europa despreciativa de estas virtudes al lugar que se promete como el centro de la tierra, el Ismo de Panamá y “establece horizontes que permiten fundar rasgos para una tipología. Desde una relación inicial Nosotros---Ellos (Americanos----Españoles) postula la “especie media” que disputa el espacio a sus dueños antiguos y lo defiende de los invasores. Este es el primer momento semiótico para la configuración del “nosotros” como un centro que se mueve entre dos periferias” (https://www.saber.ula.ve/bitstream/123456789/42489/1/lectura_semiotica.pdf)


LA BÚSQUEDA NO CESA, LA NOVEDAD TAMPOCO


La utopía es la búsqueda de la colmena, el lugar de la convivencia. El ser y el lugar de la utopía en mímesis4 de esta búsqueda incesante del mejor lugar, visto desde diferentes ojos culturales y desde sus variados relatos refigurados incesantemente. La acción de buscar ese lugar es una fábula del relato humano y la contiene. Esto permite que la utopía siempre sea una novedad, la invención relatada, abierta de la imaginación creadora. Es esto lo que le permite a Paul Ricoeur plantear la utopía como poética, “como fábula social capaz, o así lo creemos, de “cambiar la vida”, y la poética tiene como objetivo central “La conversión del imaginario” (Ricoeur, 2000: p, 131). Entonces, los mythos de la fábula utópica, como condición cultural de una poética de la alteridad, contribuyen a la conversión de lo imaginario, removiendo a su vez las retóricas de la racionalidad dominante. Finalmente tenemos, de esta manera, otra condición de lo utópico, presentándose como poética de la alteridad.


Referencias bibliográficas

Ainsa, F. (1992). De la edad de oro a el dorado-Génesis del discurso utópico americano, México: Fondo de Cultura Económica.

Bolívar, S. (1985) Carta de Jamaica (1815), en: Pensamiento político de la emancipación (1790-1825). Caracas: Biblioteca Ayacucho. 2da edición.

Briceño G., J.M. (2014). El alma común de las Américas, Mérida, Venezuela: Fundecem.

Krotz, E. (1996). Conflicto civilizatorio y utopía- ¿Elementos utópicos en el México profundo de Guillermo Bonfil?, en: Utopía y nuestra América, Ecuador: Ediciones Abya-Yala.

Lotman, I. (1996). La semiosfera I. Semiótica de la cultura y del texto. (Selección y traducción del ruso de Desiderio Navarro), Madrid: Editorial Cátedra S.A.

Mannheim, K. (1987). Ideología y Utopía. México: Fondo de Cultura Económica. Moro, T. (2002). Utopía. Colombia: Panamericana Editorial.

Pastor, B. (1999). El jardín y el peregrino, México: Coordinación de Difusión Cultural/ UNAM.

Rama, A. (1984). La ciudad letrada, Hanover: Ediciones del Norte.

Requena, I. (2017). Lectura desde la colmena. Seminario con Isidoro Requena. Cifra Nueva, 36: 5-20. Ricoeur, P. (2002). Del texto a la acción-Ensayos de hermenéutica II, México: Fondo de Cultura Económica.

Ricoeur, P. (2000) “Retórica, Poética, Hermenéutica”, en: Valdes, J y otros, Con Paúl Ricoeur: Indagaciones Hermenéuticas. España: Azul Editorial y Monte Ávila Editores.

Ricoeur, P. (1988). Tiempo y Narración I, México: Fondo de Cultura Económica

Romero, J.L. (2001). LATINOAMÉRICA las ciudades y las ideas. Buenos Aires: Siglo veintiuno editores. Sarto, A. (1977). “Introducción”, en: Ciudad y utopía, Buenos Aires: Centro Editor de América Latina, S.A. Vattimo, G. (1997). El fin de la modernidad-Nihilismo y hermenéutica en la cultura posmoderna, España:

Gedisa Editorial.


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4Del binomio mímesis-mythos, Ricoeur (1988) nos alerta que “deben tenerse por operaciones y no por estructuras”. El primero lo toma como concepto globalizador desde La Poética de Aristóteles, “imitación o representación de la acción”, mientras mythos “se pone como complemento de un verbo que significa componer”. Véase “1. La melódica, el binomio “mímesis”-“mythos””, en: Ricoeur, (1988: pp, 82- 91).